Día 5, 11:43 AM.
Sede de James Editors 424,
Pacific Ave, San Francisco.
Cuando David llamó a Carmen no le saltó el contestador como la vez anterior, pero la voz de un extraño le hizo dudar unos instantes.
—¿Carmen? —preguntó de nuevo el joven. Una voz masculina le respondió con un escueto «no».
—¿Quién es? —preguntó David. —No importa. Lo único que tiene que saber es que su novia está ahora con nosotros, su vida por la suya. —¡Será mejor que no le hagan daño! —gritó David. Frank le hizo un gesto para que se calmara.
—De lo contrario haré público todo lo que tengo. El teléfono se quedó mudo unos instantes. Después la voz respondió calmada.
—No tiene nada. —Susan me dio los archivos. —Es mentira. Ella no tenía nada. —Haré todo público en una hora, a no ser que la liberen. Además quiero una entrevista personal con las fundadoras de GoodLife. —¿Qué? Se ha vuelto loco. Usted no está en condición de dar órdenes, o se atiene a lo que le pedimos, o de lo contrario su novia no llegará viva a la noche y es una pena, porque es una monada.
—¡Hijo de puta, si no hace lo que le digo, esta tarde tendrá a todas las agencias en la puerta de GoodLife! —gritó de nuevo David. —Le llamaré a este mismo teléfono esta noche. Téngalo a mano, si no lo coge, su novia morirá, si sale algo indebido en los periódicos, ella también morirá. El hombre del otro lado de la línea colgó y David se quedó paralizado hasta que Frank le quitó el teléfono.
—Tienes que ser fuerte. Hay que planearlo todo al milímetro, cualquier fallo puede ser fatal —dijo Frank intentando animar al escritor. David miró a su amigo con escepticismo, estaba comenzando a perder la esperanza en que todo aquello terminara por resolverse y GoodLife fuera investigado.