Día 5, 10:30 AM.
Sede de la CIA,
San Francisco, California.
El frío de la mañana les había calado los huesos. Habían intentado tomar el tren hasta la sede de la CIA, pero unos revisores les habían bajado del tren y habían tenido que hacer el resto del viaje a pie. Mr. Rutan parecía agotado. Sus ojos estaban rojos y unas grandes ojeras grises mostraban su estado de agotamiento. Jonathan se sentía mejor, pero cuando llegaron justo delante de la sede de la CIA una noticia les hundió por completo. El Jimmy Watson Institute había vendido por una cifra millonaria el remedio que él estaba a punto de entregar al gobierno de manera gratuita, después de huir dos veces de la muerte.
Mr. Rutan miró angustiado a su alumno. Todo el esfuerzo de las últimas horas había sido en vano.
—No siempre ganan los buenos —dijo el anciano—, eso es algo que uno va aprendiendo con la vida. —Era un absurdo pelear contra corporaciones tan poderosas —dijo Jonathan cabizbajo. —Todavía podemos contar a la CIA lo que ha pasado, estoy convencido que al menos harán algunas comprobaciones. —Eso espero. Los dos se dirigieron al edifico, pero apenas estaban comenzando a cruzar, cuando varios hombres corrieron hacia ellos. Levantaron las manos instintivamente, pero los agentes se limitaron a encañonarles. Después les esposaron y llevaron adentro.
Uno de los agentes les llevó frente a la puerta del jefe de sección. Llamó y esperó contestación.
—Adelante —se escuchó una voz. Dejó a los fugitivos en el despacho y se marchó.
—Siéntense, por favor. Mi nombre es Mark Brull, ¿saben qué están acusados del asesinato de un agente del FBI? Tienen suerte de encontrarse en nuestras manos, si los hubiera capturado nuestros compañeros, ahora estarían muertos. —Fue en defensa propia —dijo Mr. Rutan. —No se preocupe Mr. Rutan, tiene todo el día para explicar lo que está sucediendo —dijo el jefe de sección.