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Día 5, 12:10 AM.

En algún lugar de San Francisco, California.

Ahora eran dos prófugos de la justicia y su vida no valía gran cosa. Habían usado el coche de los agentes hasta la estación de tren, después habían viajado de nuevo hacia la ciudad con la esperanza de llegar a las oficinas de la CIA antes de que los cazaran. Mr. Rutan estaba agotado y el estado de nervios de Jonathan comenzaba a pasarle factura.

Caminaron por el andén y se sentaron en uno de los bancos.

—Podríamos dormir aquí —dijo el profesor. —En media hora cerraran la estación, tendríamos que buscar otro lugar. —Tan sólo quedan ocho horas y podremos plantarnos delante de la Sede de la CIA y cruzar los dedos —dijo el profesor. —Lo cierto es que los que han creado esa maldita bacteria son muy poderosos. No es tan fácil tener a sueldo a agentes del FBI —contestó Jonathan. —¿Y si hubiera sido el gobierno el que ha propagado la bacteria? —¿Con qué fin? —preguntó Jonathan. —Con el mismo de siempre, tener más controlada a la población. La mayoría de las crisis buscan amedrentarnos, para que seamos ciudadanos dóciles. —El gobierno está al borde del colapso, si han sido ellos, el asunto se las ha ido de las manos —dijo Jonathan. —¿Entonces quién ha sido?

—Unos laboratorios. Ni los terroristas pueden crear una bacteria de este tipo y extenderla con tanta rapidez. Algunas de las bacterias sobrevivieron en ambientes protegidos de bibliotecas o estropearon libros en vitrinas preparadas para resistir cualquier tipo de corrosión. —Un plan bien organizado —dijo el profesor. —Sí. —¿Qué laboratorios tienen capacidad para crear una bacteria así? —No hay demasiadas empresas especializadas en este tipo de cosas. Calculo que una docena aproximadamente —dijo Jonathan. —Bueno, eso es trabajo de la CIA. Jonathan se puso en pie.

—Creo que conozco un lugar que está abierto toda la noche. —Estupendo. Se dirigieron a la calle y caminaron por la ciudad desierta, buscando un sitio donde cobijarse, como dos vagabundos más de la gran ciudad.