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Día 4, 11:45 PM.

Jimmy Watson Institute,

San Francisco, California.

Estaba todo listo para presentar su remedio contra la bacteria que devoraba la celulosa en todo el mundo. A primera hora de la mañana contactaría con varios gobiernos y compañías para ofrecerles su producto. Calculaba que en una semana su empresa ganaría miles de millones de dólares. El negocio más redondo de su vida. Muchos creían que era un loco, otros le tachaban de inmoral, la comunidad científica llevaba años ignorando sus logros, pero esta vez, todos tendrían que reconocer su valor.

Jimmy se puso en pie y tomó su chaqueta antes de salir del edificio. En el último año había estado a punto de cerrar la empresa y ahora se encontraba en la cima del mundo. El acuerdo con GoodLife había salvado su proyecto estrella, encontrar soluciones genéticas para personas en menos de veinticuatro horas, aunque el que realmente le interesaba era el de descubrir el ADN de todos los seres vivos del planeta, con toda esa información sería capaz de conocer las causas de la vida y sus secretos. Cuando el aire fresco de la bahía le acarició la cara, pensó en su juventud perdida detrás de ideales absurdos, se acercó a su Jaguar y tras arrancarlo salió disparado hacia su residencia.

Mientras corría a toda velocidad por la autopista no dejaba de pensar en lo afortunado que era. El joven doctorando de Stanford y su viejo profesor se habían fugado, pero ahora se les buscaba por asesinato y eran sospechosos de terrorismo. La policía de San Francisco no se tomaría muchas molestias en cogerlos con vida, dos agentes del FBI muertos eran como firmar tu propia sentencia de muerte.

En casa le esperaba Ruth, su última mujer, treinta años más joven que él, pero inteligente y muy atractiva. Se excitó al pensar en los millones de dólares que al día siguiente su compañía recibiría. Ruth tendría trabajo extra aquella noche, se dijo mientras apretaba a fondo el acelerador.