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Día 4, 8:15 PM.

Sede de GoodLife Mountain View,

Santa Clara, California.

Susan consiguió un pase para David, pero en la sección de máxima seguridad sólo podía entrar ella. El sistema exigía una comprobación de iris y otra de huellas dactilares. Las dos pruebas estaban testadas, la de iris comprobaba el mapa ocular tanto por dentro como por fuera del ojo, lo que hacía imposible cualquier tipo de molde imitando un ojo concreto, la de huellas era más fácil de manipular, pero no les hubiera servido de nada. Entrar en la sede de GoodLife era una locura, pero era el único sitio en el que Susan podía encontrar pruebas irrefutables de la participación de GoodLife en la propagación de la bacteria y el virus informático.

—Será mejor que te quedes aquí. Es uno de los sitios de ocio del edificio, nadie te hará preguntas. Por favor no intentes nada. Si en una hora no he salido, márchate —dijo Susan nerviosa. —Lo conseguirás —dijo David agarrándola por los brazos. —Sí, estoy convencida. Susan cruzó la puerta de seguridad y se dirigió directamente a su ordenador. Intentó acceder desde él a los archivos del programa GoodLife ADN, pero no fue autorizada, tampoco a los programas Biblioteca Alejandría ni pudo ver los acuerdos entre la compañía y el Jimmy Watson Institute.

Se aproximó al escritorio de Alicia y comenzó a usar su ordenador. Afortunadamente conocía las contraseñas de acceso, ella misma se la había dicho en varias ocasiones cuando necesitaba que Susan hiciera algo por ella mientras estaba fuera de la oficina. Desde que era madre, muchas tardes no pasaba por el trabajo.

Buscó los archivos del instituto y los copio en el pendrive, después sacó toda la información del Programa de la Biblioteca Alejandría y del de ADN. Encontró además un archivo muy interesante titulado Utopía: reflexiones del libro de Tomás Moro.

Justo en el momento en que sacaba el pendrive y se disponía a salir del despacho se dio de frente con Irina.

—Susan, ¿dónde te has metido? Sabes que estamos en una crisis a nivel mundial y tú vas y desapareces. —Lo siento, me surgió un asunto personal. —Mañana te quiero aquí a primera hora. Alicia y yo llevamos cuatro días infernales y no damos abasto —dijo Irina. —De acuerdo —dijo Susan mientras se dirigía hacia la salida. —Hemos parado el virus. ¿A qué es una buena noticia? Además creo que Jimmy ha descubierto un remedio contra la bacteria de los libros. Mañana todo volverá más o menos a la normalidad —dijo Irina. —Estupendo —dijo Susan con una sonrisa forzada. —¿Ya te vas? Necesito que mires primero unas cosas —dijo tomando del brazo a su amiga. Las dos se dirigieron al ordenador de Irina.

—Esta mañana tuvimos que borrar un montón de basura de la web de un cabrón, creo que se llama Larsson. El pobre tipo murió esta mañana cuando le explotó una bomba en las pelotas. No puedo negar que no me da mucha pena, pero él se lo ha buscado. Seguro que algún afectado por sus difamaciones lo ha eliminado —dijo Irina. —Lo siento. —Ya sabes toda la basura que la gente es capaz de inventar por envidia. Dos mujeres crean la empresa más importante del mundo y todos quieren destruirlas. La vieja historia de siempre. Susan se levantó confundida. Tenía la sensación que al alejarse de David sus sospechas contra GoodLife se disipaban como si en las últimas horas hubiera sufrido una alucinación.

—Yo me voy, quieres que te acerque a algún sitio. —Lo siento Irina. —¿Qué sientes? —preguntó la mujer extrañada. —Me dejé llevar por ese tal Larsson y David, el periodista. Me convencieron de que vosotras habíais creado un plan para dominar el mercado de la información. Irina la miró sorprendida.

—¿Qué? —Lo siento. —No pasa nada. ¿Quién no ha dudado alguna vez de alguien? —dijo Irina pasando el brazo por el hombro de la empleada. Susan comenzó a llorar y su jefa la abrazó.

—Ahora me lo vas a contar todo y luego ya veremos cómo podemos arreglarlo —dijo Irina mientras las dos mujeres se sentaban en un sillón como dos viejas amigas, que charlaban amigablemente de sus problemas.