Día 4, 5:43 PM.
Bunker de la Casa Blanca,
Washington DC.
El Presidente esperaba la reunión con nerviosismo. Las malas noticias no dejaban de llegar de las cuatro puntos del planeta. Un segundo brote más violento de destrucción de libros había llevado a muchos países a la bancarrota. Después de cuatro días de parálisis, las ciudades comenzaban a convertirse en sitios peligrosos y la Guardia Nacional no daba abasto para sofocar los disturbios.
—El mundo se está desmoronando señores, espero que me traigan buenas noticias —dijo el Presidente muy serio. El resto del comité le miró preocupado.
—Hemos avanzado mucho en lo que respecta al virus informático, podemos darle por superado. Al parecer se propagó rápidamente por el correo electrónico. GoodLife nos ha informado de un fallo de seguridad en su sistema que favoreció la propagación del virus, pero en este momento los archivos digitales están a salvo —dijo Michael John el director de Gestión de Documentos. —Algo es algo —respiró aliviado el Presidente. —En cambio, la bacteria que se come la celulosa está más activa que nunca y hay países que están siendo arrasados por completo —comentó Jack el jefe de la División Antiterrorista. —Eso es una mala noticia —dijo el Vicepresidente. —¿Qué podemos hacer al respecto, caballeros?
—Además de rezar, estamos a punto de crear una bacteria que combata a la primera —dijo Philip Crisipo, experto en bioquímica del FBI. —¿Cuánto tardará en crear esa bacteria? —preguntó el Vicepresidente. —De veinticuatro a cuarenta y ocho horas más —dijo Philip. —¿Otros dos días? Tienen que hacerlo antes —dijo el Presidente. —Además, los resultados óptimos tardarían una semana en operarse, a no ser qué ocurra un milagro —dijo Philips. —Pues mientras esperamos un milagro, trabajemos señores —dijo el Presidente levantando la sesión. Aquella noche había convocado en la Casa Blanca a varios profesores que se pasarían la noche recitando libros. Los recitadores era un grupo formado espontáneamente, habían memorizado a toda prisa los textos antes de que se destruyesen. El Presidente apoyaba la propuesta, pero sabía que aquello no pararía el caos en el que se estaba convirtiendo el planeta.