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Día 4, 01:20 AM.

Jones Rd,

Los Gatos, California.

—Esas acusaciones son muy graves —dijo Susan. Larsson encendió el ordenador y les enseñó la página web del Jimmy Watson Institute. En la web se hacía referencia a sus estudios bacteriológicos y a su bacteria comedora de petróleo.

—Muy bien, como ves, no es ningún secreto —dijo Susan. Larsson tecleó en el ordenador y entraron dentro de la parte corporativa. En ella había una sección de nuevos proyectos, entre ellos uno de bacterias que comían papel, hierro y otros materiales.

—¡Es increíble! —dijo David. —Sin duda son ellos. No sé cómo ha extendido esa bacteria por el mundo, pero han ayudado a GoodLife. —Eso no demuestra que haya sido GoodLife —dijo Susan. —Son los principales sospechosos. ¿No crees? —dijo Larsson. —No creo nada. Son simples suposiciones. El hombre se dirigió del nuevo al ordenador. En la pantalla apareció un mapa del mundo. Después las zonas contaminadas con el virus informático.

—Un amigo mío ha rastreado el origen del virus, partió de aquí —dijo señalando la pantalla con un dedo. —¿Georgia? —preguntó David.

—Sí, pero lo más curioso es que los servidores de GoodLife lo distribuyeron por toda la red a través del correo electrónico gratuito de la compañía. Sus sistemas de seguridad no detectaron nada o alguien simplemente los anuló —dijo Larsson. —Eso es imposible. Conozco perfectamente los sistemas de seguridad de nuestro correo, es imposible que se cuele un virus de esas características —dijo Susan. — A no ser que alguien les dejara entrar —dijo Larsson—, o que ellos mismos lo lanzaran. —Los dos ataques fueron de GoodLife —dijo David. —Sí, sin duda —aseguró Larsson. Susan se levantó indignada.

—No voy a escuchar ni una sola palabra más - Caminó hacia la salida, pero se dio cuenta de que estaba descalza y que no tenía sus tarjetas – David, ¿tienes para un taxi? —No vas a encontrar uno a estas horas —dijo su amigo. Larsson se cruzó de brazos y le dijo:

—Creo que es el momento de que nos hables de Babel Fish. Susan hizo como si no le escuchara y se dirigió de nuevo a su amigo.

—Por favor llama a un taxi. David la miró algo sorprendido. No entendía su insistencia por irse. Sacó el móvil, pero antes de marcar le dijo:

—No comprendo por qué les proteges. Han intentado matarte y lo volverán a hacer en cuanto te tengan a tiro —dijo David. —Alicia e Irina me lo han dado todo. Llevamos juntas desde el principio, las conozco y son incapaces de matar a una mosca. —La gente cambia —dijo Larsson.

—¿Por qué iban a cambiar? —preguntó Susan. —El poder, la ambición o el dinero pueden cambiar a una persona. Hay muchas razones —dijo David. —Su sueño es mejorar el mundo —dijo Susan. —¿A costa de qué? —preguntó Larsson. —A costa de nada —contestó Susan. —¿Qué es Babel Fish? —preguntó de nuevo David. Susan le miró con los ojos rojos y comenzó a llorar como una niña. Se fundieron en un abrazo, mientras ella no dejaba de repetir el nombre de su novio.