Día 3, 7:35 PM.
Melvilla Ave,
Palo Alto, San Francisco.
La conversación con Larsson había aumentado aún más sus dudas. El ingeniero metido a periodista de investigación había defendido unas acusaciones especialmente graves contra GoodLife, sus fundadoras y la propia Susan. Según Larsson la idea del motor de búsqueda que tanto dinero había producido a Alicia e Irina no era suya, incluso había insinuado que ellas habían hecho desaparecer a su verdadero inventor, un tal William Evans.
David había dedicado gran parte de la tarde a buscar información en la Universidad de Stanford, su base de datos estaba afectada por el virus, pero había confirmado que el tal Evans estudió en la misma época de las fundadoras de GoodLife y que había trabajado en el mismo proyecto de doctorado. Descubrir qué había sido de él era mucho más complicado. Al parecer a William se le había tragado la tierra. No tenía nada a su nombre, no había cursado más estudios en el estado y no trabajaba en ninguna empresa de informática, aunque, como mucha otra información, la suya podía haberse perdido por el virus.
Mientras David se dirigía a la casa de Susan no pudo evitar pensar en lo frágil que era la existencia humana. De un simple plumazo podía desaparecer toda tu vida en un instante. No sólo un accidente o una enfermedad acababa con las personas, en cierto sentido, que la información sobre ti desapareciera era una forma de morir. David conocía empresas que se dedicaban a limpiar tu reputación en Internet, no le sorprendería pensar que hubiera algunas que simplemente te borraran de todas partes, como si nunca hubieras existido. GoodLife tenía el poder y la tecnología para hacerte desaparecer de repente.
Aunque la idea que más le preocupaba era que Susan le hubiera ocultado que estaba en GoodLife prácticamente desde su fundación y que era la mano derecha de Alicia e Irina. Él siempre había creído que ella era una ingeniera más en una gigantesca corporación, pero si Susan era una de las personas más importantes de GoodLife, ¿por qué estaba intentando ayudarle?
David también había investigado a Susan esa mañana y efectivamente llevaba en la empresa desde casi el principio. Susan fue la primera persona contratada y había ocupado puestos de alta responsabilidad en GoodLife. Además Susan era la responsable del programa de inteligencia artificial Babel Fish.
Cuando se detuvo frente a la casa se lo pensó dos veces antes de caminar por el sendero hasta la puerta. Tenía dos opciones: enfrentar a Susan los hechos y sacarle toda la información posible, lo que rompería definitivamente su colaboración, o simplemente pasarlo por alto e intentar aprovecharse de la ventaja que tenía al saber quién era ella.
Llamó al timbre y un par de minutos más tarde Susan abrió la puerta. Estaba deslumbrante. Llevaba una camisa de seda verde con un escote prominente y unos pantalones vaqueros azules. Caminaba descalza por la casa, pisando una moqueta mullida y suave. David la saludó fríamente y entró en el salón.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Susan mientras se dirigía a la cocina.
—¿Tienes algo fuerte? —preguntó David sentándose en una de los sillones. —Creo que sí, yo no bebo alcohol, pero a Mathieu le gustaba el bourbon. Susan apareció con un refresco en una mano y una copa en la otra y se la pasó a David. Se sentó en el sillón con las piernas cruzadas y le miró sonriente.
—¿Has tenido un buen día? —preguntó la mujer. David se sintió como un marido que regresa a casa después de una larga jornada y por primera vez en la vida le gustó la idea, pero Susan no era lo que parecía o por lo menos le ocultaba demasiadas cosas.