Día 2, 4:45 PM.
Sede del DNI,
Washington DC, Virginia.
Los laboratorios trabajaron sin descanso las últimas veinticuatro horas. Tenían que hallar la causa de la destrucción de papel antes de que fuera demasiado tarde, pero ahora al gobierno también le preocupaba el virus que estaba destruyendo la mayoría de los libros digitales. Al parecer se trataba de un archivo que estaba en el 80% de los ordenadores del mundo y que se había activado a la vez en todo el planeta.
—¿Estamos seguro de que se trata de un virus informático? —preguntó el director. —Sí, señor. Como ya sabe el virus es un archivo malicioso que se activa en un momento concreto. Este archivo puede alterar cualquier función del ordenador —dijo Mark, el director adjunto. —Dada la envergadura del ataque y su rapidez, ¿no puede tratarse de un gusano que está atacando directamente a los servidores? —Puede ser, pero los virus son igualmente rápidos y letales —dijo Mark. Le sorprendía la soberana ignorancia de su superior. —¿Porque… que sea un troyano está descartado? —Sí, señor, los troyanos simplemente pueden acceder a tu ordenador, robarte información y en algunos casos llegar a controlar tu computadora. —La verdad es que nunca he distinguido las tres cosas. ¿Cómo actúa el virus? —preguntó el director.
—Lo cierto es que el virus afecta directamente a todos los archivos de texto, pero lo curioso es que también ha destruido ebooks y otros sistemas —dijo Mark. —Pero, si muchos de esos sistemas no están conectados directamente a la red, ¿no? —dijo el director. —Eso es relativo, todo está conectado. Para que esos ebook tengan textos, el usuario los ha descargado normalmente de la red. —Ahora lo entiendo. ¿Cuál es el daño real? —Incalculable, pero creemos que se ha pedido el 60% de los textos escritos, por lo menos por ahora se salva el texto de web y blogs en Internet, pero puede que sea el próximo objetivo —dijo Mark. —Debemos coordinar a todas las empresas de antivirus y ya sabe que puede contar con fondos ilimitados para este programa. Antes de que termine la semana debe haber parado el ataque informático por completo. Confiemos que también logremos parar la destrucción de libros de papel. Mark hizo un gesto afirmativo con la cabeza y salió del despacho. Se sentía escéptico, era casi imposible parar un ataque de tal envergadura antes de que más archivos desaparecieran. Miró el reloj, llevaba un día entero sin dormir, no sabía nada de su esposa y de su hija, tampoco el tiempo que duraría la crisis, pero sin duda luchaban contra un enemigo más fuerte que ellos. Los informes, libros, trabajos, cartas y todo tipo de escritos se esfumaban, como si nunca hubieran existido, se aproximaban a un abismo. A la nada absoluta, a un lugar donde el pasado y futuro dejaban de existir.