Día 2, 1:15 PM.
Comisaría del Sheriff,
Palo Alto, California.
Era agradable caminar desde la parada del autobús hasta la comisaría, pero su novia Carmen se empeñó en acompañarle después de almorzar. David no quería involucrarla demasiado, había visto morir al ingeniero y prefería mantenerla al margen, no sabía de qué eran capaces los que habían matado al ingeniero informático, pero su novia era demasiado testaruda, precisamente aquella era una de las cosas que más le gustaba de ella. Otra cosa era tener que cargar con el resto de su familia. Los latinos daban mucha importancia a la familia, algo que él no soportaba. Entraron a la comisaría y preguntaron por el sheriff. Una ayudante negra enorme les pidió que esperaran en una salita. Un par de minutos más tarde el comisario apareció en el umbral, se atusó el bigote rubio y después de saludar amablemente a Carmen miró directamente a David.
—Nos has tomado el pelo, no hemos encontrado nada en ese maldito pendrive —dijo dándole el minúsculo aparato. David lo observó sorprendido. Era imposible que aquel ingeniero arriesgara su vida por nada.
—Tienes que ir hoy sin falta al hospital —dijo el Sheriff. —¿Por qué? —pregunto David extrañado.
—Han encontrado Polonio 210 en el cadáver, puedes tener radiactividad —dijo el Sheriff. —¿Qué? ¿Está de broma? —Me temo que no, hijo. La autopsia ha revelado que el ingeniero murió por un síndrome de radiación aguda. —¿Un síndrome de radiación aguda? —preguntó David sorprendido. —Sí, el forense cree que el ingeniero estuvo expuesto a la radiación o que le suministraron comida radiactiva en varias dosis, la última en el centro comercial. —Pero únicamente bebió una Coca Cola. —Tenía restos por toda la ropa —dijo el Sheriff. David se quedó pensativo. Después frunció los labios como si fuera a decir algo, pero se calló.
—Tienes cita con el doctor Black en el Adventist Health. Es algo muy serio, podrías morir —dijo el Sheriff al ver el rostro de escepticismo del joven. —Un tipo arrojó una bebida sobre el hombre, justo antes de que se fuera al baño y empeorara —dijo David. —Puede tratarse de una pista. ¿Cómo era el individuo? —Muy alto y fuerte, negro y llevaba una barba cerrada y algo canosa, debía tener unos cuarenta y cinco años. —Intentaremos buscar alguien parecido en la base de datos, seguramente alguna cámara grabó el choque —dijo el Sheriff. David salió del despacho y observó a Carmen, estaba hablando por el móvil. Dudó un instante en contarle lo que había sucedido y que tenía que hacerse unas pruebas en el hospital, pero al final se lo dijo.
—¿Qué? —preguntó sorprendida. Se abrazó a él y comenzó a llorar.
—No será nada importante, mi exposición a la radiación debió ser mínima —dijo David, abrazándola. —Sabes que te quiero, ¿verdad? —dijo Carmen mirando con sus grandes ojos marrones a David. Él se sintió más incómodo que aliviado por aquella declaración. No deseaba atarse a nada ni a nadie. Pasar los próximos cuarenta años como sus padres, viviendo una vida corriente en una pequeña casa a las afueras de la ciudad. —Sí, Carmen, pero no te preocupes, no moriré de esto —dijo David. Se sentía asustado. Hasta eses momento la muerte era una nebulosa que terminaba por tragarse todo, pero no a él. Desde el fallecimiento de sus abuelos maternos, prácticamente no había pensado en su propia muerte. Los dos caminaron hacia la salida. Justo al atravesar el parking, Carmen se acordó de algo.
—He hablado con Susan Brul, la novia de Mathieu Gates —dijo la joven secándose las lágrimas. —¿Qué tal está? —Desolada, todavía no se hace a la idea. Ya tenían todo para casarse en el verano. ¿Te imaginas? El vestido, los invitados y el restaurante, ahora tiene que anularlo todo. —Es una desgracia —comentó David sentándose en el asiento del copiloto. —Me ha comentado que querría verte. No sabe en lo que estaba Mathieu, cada uno trabaja en una sección distinta en GoodLife, pero quiere hablar contigo. Parecía muy alterada, he quedado con ella en tu apartamento a las 9 de la noche. —Dame el teléfono, es preferible que la vea en otro sitio —dijo David.
—Te lo envío en un mensaje. ¿Dónde piensas que es mejor que la veamos? —No Carmen, esto puede ser peligroso, es mejor que te quedes al margen. La mujer frunció el ceño. Su novio siempre intentaba mantenerla al margen. Después envió un mensaje al iPhone de David con el número.
—No te preocupes. Tendré cuidado —dijo David cuando el coche se puso en marcha.