7. Ariel Chipman
a Nadine Chipman

La noche del treinta y uno de diciembre, Nadine, te dije que no tenía ganas de salir, ni de ir a festejar a casa de nuestros amigos el año nuevo, te dije que quería quedarme solo y llorar, la excusa te pareció ridícula, ni por un momento creíste que la frase respondiese a la realidad, la tomaste por una de esas fórmulas destinadas a minar tu entusiasmo, me hubiese podido limitar, dijiste, a expresar una falta de ganas de salir o de ver a gente, no era necesario ir a buscar la soledad y el llanto como alternativas deseables, inmediatamente volviste la frase contra ti, contra nuestra vida y no contra la noche de fin de año en casa de nuestros amigos, las ganas de quedarse solo y de llorar consagraban mi derrota, mi impotencia, mi nulidad, me dijiste que estabas harta de tanto lloriqueo, que eso estaba en total contradicción con mis supuestos valores, mi supuesta enseñanza, te hiciste con el Boletín de la Sociedad Francesa de Filosofía que corría por allí y empezaste a golpearme. Un hombre le dice a su mujer que tiene ganas de estar solo y de llorar, e inmediatamente le dan una paliza soberana, me dije, mientras me golpeabas de una manera tan violentamente desesperada. Un hombre que se muestra deseoso de llorar debería, si no ser digno de compasión, al menos inspirar cierta preocupación, pero no, helo aquí molido a palos con el Boletín de la Sociedad Francesa de Filosofía en el que la reseña de su conferencia «Toda esperanza es desgarradora», que tú misma, Nadine, habías considerado mi publicación más personal, una violencia, pues, destinada tanto a mi cuerpo como a mi espíritu, la transformación del Boletín en rodillo de pastelero no significa más que eres una mierda que se pavonea delante de las instituciones y arruina la vida de su mujer, vete al diablo con tus trabajos supuestamente filosóficos, vete al diablo con tus emanaciones, vete al diablo, pálmala, pero déjame ser feliz a mí, Nadine Chipman, con mi escote, mis pendientes, mi maquillaje de año nuevo, déjame correr hacia un posible futuro, y de repente dejaste de golpear porque te diste cuenta de que tu peinado y el resto de tu atuendo se podrían resentir, y dijiste, mientras te recomponías, llora, ahora tienes una razón de verdad, admiré de pasada tu sangre fría, cogiste tu bolso y tu abrigo y me sentí como un niño pequeño al que su madre no va a esperar, nos arrastramos, es decir me arrastré detrás de ti a ese año nuevo, mientras pensaba en todas las veces que nos arrastramos en silencio, obligados por Dios sabe qué, en todas esas parejas que se arrastran día tras día, de fecha en fecha, de temporada en temporada, en las reuniones, las diversiones, ante nuestros amigos te mostraste atrozmente feliz, pasaste riendo de un año al otro, sin ninguna ansiedad, cómo se puede atravesar el tiempo sin ansiedad, reías como esos personajes de cabellos grises y rostro alargados que salen en el desplegable de exequias MATFLUT que hemos recibido esta mañana, lo has visto, Nadine, locos de alegría encima de la hierba, riéndose en la cara de la muerte, no haciendo más que reír de foto en foto a medida que se presentan los servicios complementarios, salón funerario, grabado de estelas, entre paréntesis no me parece una casualidad que ahora MATFLUT me mande este prospecto, un prospecto absolutamente spinoziano, luz, luz, luz, vitalidad, los clientes de la muerte maravillados ante un techo blanco, riendo en la clase de tenis, respirando aire puro a pleno pulmón en sus jerséis de lana color crudo, me acuerdo de Roger Cohen solo en su leonera, sentado con la corbata puesta encima de la cama deshecha, que tiembla ante la muerte entre su televisor y sus reliquias judías, alternando tele, delirio telefónico y ensimismamientos, sin intentar ya comprender, al contrario, nadie nace siendo racional y nadie muere siendo racional, cuando regresamos a casa, ¿te acuerdas?, tuvimos que mover un árbol de Navidad que estaba tirado en la acera, me acordé de los abetos bajados a la calle y tirados con alivio durante años, pensé que por suerte ya no teníamos todos los años ese incordio estúpido, y me dio pena el árbol tirado en la calle, expuesto al frío, sin agujas, a merced de los barrenderos, una desnudez seca, irradiada, en casa seguías estando de aquel humor alegre y pimpante, hiciste un gran esfuerzo para mantenerlo contra viento y marea, desnudándote contra viento y marea, desmaquillándote contra viento y marea, acostándote a lado de un hombre inerte y congelado sin darle la más mínima importancia, abriendo una revista para leer un artículo sobre la deforestación y la extinción de los grandes monos, todo eso, me dije, por estar tan horriblemente cerca el uno del otro, estamos horriblemente presentes el uno para el otro en esta cama donde hace años había que luchar para evitar perderse, pero qué hay más patético, me dije, que esperar algún consuelo, y además ya que soy, al parecer, el hombre más difícil de consolar, un hombre especialmente rígido, quiero decir físicamente, especialmente crispado cuando surge el más mínimo gesto amistoso, cuando al parecer el consuelo de un ser por otro ser toma también la vía del cuerpo, aceptar una caricia, acurrucarse, esas cosas de niños, yo sería incapaz de hacerlas, de manera que el otro se siente intimidado, luego rechazado, luego indiferente, esperar un consuelo en estas condiciones es una idiotez sin límites, por qué truco de magia un cerebro espera lo que es incapaz de recibir, un cerebro que durante treinta años, servilmente y como un loro, ha consolidado un templo donde nadie delira, ni llora, ni se pierde, un cerebro blindado digamos contra la debilidad, nos dejamos embaucar por los maestros, hacemos progresos en los laberintos creyendo que se trata de la felicidad del espíritu, hasta el día en que de repente nada se sostiene, un hombrecillo yace en una soledad lúgubre, al lado de una mujer indiferente que empieza el año devorando un artículo sobre la extinción de los grandes monos, ahora le interesan los primates, es lógico, me dije, yo quiero que me acunen como al bonobo huérfano que en la foto está con mamá Mamidulé, su madre de adopción, acúname, Nadine, sé dulce, sé benevolente, sé mamá Mamidulé, hago un esfuerzo para incorporar mi cuerpo a fin de inclinarlo hacia el tuyo, ojalá sepas descifrar este movimiento oscuro, esta ínfima orientación del ángulo, te interesa la suerte del planeta y te doy la razón, los bosques, los animales, sí, los bosques y los animales me parecen muy bien, la vida del pensamiento fue un error, balas perdidas, nos pusimos para nuestra desgracia del lado de los eruditos, Nadine, querrías por favor echar tan solo una ojeada al animal que yace a tu lado.