3. Serge Othon Weil
a Ariel Chipman

En un principio, optó por el Toyota Corolla. Se había pasado la vida en el taller con su Scenic. Harto de Renault. Así pues, se dijo, doy el golpe, los japoneses son fiables, los japoneses son reactivos, Nissan se ha casado con Renault, que me traicionó, me voy con Toyota. Y después reflexionó, y ahí es donde te das cuenta de que el comprador es a la vez un sentimental y un visionario, se dijo que, en el fondo, quería quedarse en el seno de Renault ya que, si bien hay miles de razones para criticar al fabricante francés, según mi amigo, es obligado reconocerle su talento innovador, se me encogería el corazón, me confesó, si tuviera que romper todos los vínculos con esos genios del concepto, de la forma y del diseño. Yo dije señor Vervorsch, su historia tiene sentido. En todas las fabricaciones en serie hay fallos, y le tocó a usted, no tiene suerte, aunque eso no es excusa para la mala calidad del servicio posventa, pero usted se dio cuenta de que Renault se había aliado con Nissan para dar respuesta a sus deseos y no ha tenido la reacción pueril de ir a derrochar el dinero en la competencia. Renault y Nissan se aliaron porque eran lúcidos, y complementarios, y tienen una energía notable, para satisfacerle. Renault está dando pasos de gigante y Nissan está dando pasos de gigante, es el negocio del siglo. ¿Me atreveré a confesarle, señor Vervorsch, que este asunto me concierne muy directamente? Tiene ante usted al hombre que ideó el montaje financiero y fiscal de la alianza. Silencio. El Vervorsch alelado. No puedo decir que en un principio nos apoyaran demasiado a Schweitzer y a mí. Todo el mundo se reía, Glen, en realidad me parece que le llamé Glen, toda la prensa, se sabía que los americanos se habían planteado la cuestión y no habían aceptado, que los alemanes se habían planteado la cuestión y habían renunciado. ¿Y quién es el cretino que se queda con Nissan? El francés, el primo de turno. Los mismos que pensaron que era genial que Daimler-Chrysler se hiciera con Mitsubishi. Resultado, Renault-Nissan despega triunfalmente, mientras que los otros se esfuman. La gran diferencia con ustedes, le dije, quiero decir con los americanos, es que nosotros nos denigramos constantemente, sabe, nos da vergüenza el dinamismo. Cuando en realidad, y no lo digo con afán de ofender, somos superiores a ustedes en muchos sectores, construcción y obras públicas, cosméticos, equipamientos, forma de vida, armamento, el Rafale es maravilloso, no hay nada mejor que el Tanque Leclerc, ¡nuestro armamento es muy superior al armamento americano! Francia es uno de los principales exportadores del mundo, ¿quién lo diría, Glen? Cuando se tiene, desde hace casi veinte años, un saldo ampliamente positivo en el comercio exterior, eso indica que en los mercados internacionales ultracompetitivos, amigo mío, no solo llevamos la batuta sino que vamos a la cabeza del pelotón —has visto cómo me exalto—, no, tienes que entender que al final me pone de mal humor oír que no somos capaces ni de fabricar un tornillo, que nuestra estrategia es provinciana por no decir nula, etc., el viernes próximo cumpliré cincuenta y tres años y hace cincuenta y tres años que oigo anunciar la crisis, bajo una u otra forma, la explosión de esto, la ruina de aquello, y no responde a ninguna realidad, es totalmente falso. ¿Las empresas francesas corren con desventaja? Yo digo que es verdad. Sí, a las empresas francesas se les ponen trabas, sí, con el peso de las reglamentaciones, con los impuestos y con otras cosas, sí, es verdad. Y tanto mejor. Tanto mejor. Correr los cien metros con shorts y unas buenas deportivas lo puede hacer cualquiera, pero si se corren con cargas y lastres, solo los muy buenos llegan a la meta. Le dije a Vervorsch: tenemos decenas y decenas de pequeñas empresas que son las número uno mundiales en su sector, son pequeños nichos por supuesto, pero ahí radica la vitalidad de un país, tenemos la número uno mundial de banderas, la número uno mundial de globos estratosféricos, la número uno mundial de fichas para el casino, somos los campeones de la purificación de los principios activos en farmacia, los campeones de las grúas equilibradas, los campeones de las raquetas de nieve, un montón de pequeños negocios que han conseguido con uñas y dientes abrir mercados en todos los rincones del planeta. Lo que importa es la tecnicidad y el valor añadido. Te voy a contar un secreto, me pongo muy contento cuando me entero de una deslocalización. Personas que se morían de hambre en el Tercer Mundo van a tener trabajo, van a empezar a integrarse en un sistema económico. ¿Por qué debería ser menos solidario con los desgraciados de Mali o de la India o de Bangladesh que se mueren de hambre que con el tipo que cobrará indemnizaciones aquí? Es el futuro del mundo lo que está en juego, la paz, la prosperidad. En cuanto al tipo que echan a la calle en Alençon, en vez de continuar cortando burdamente camisetas horribles, recibirá una formación, participará en productos que tendrán el doble de valor añadido, es la oportunidad de su vida. Vivimos en un sistema de la compasión, en el que hace falta drama por todas partes. ¿Me puedes decir por qué no se organizó una fiesta nacional el día en que se cerró la última mina? Tenemos carbón bajo los pies pero ya no hace falta enviar a pobres desgraciados seiscientos metros bajo tierra para intentar extraerlo mientras cogen la silicosis o se libran de una explosión de grisú. Es maravilloso. En vez de eso, tuvimos que soportar un discurso lacrimógeno del estilo es una parte de la historia de la clase obrera que desaparece. ¡Coño, pues tanto mejor! ¿Te gustaría tener a tus hijos en el fondo de una mina? Es extraordinario vivir en un país que tiene carbón bajo sus pies y que puede prescindir de ir a buscarlo, que ya no necesita mandar a personas a arrastrarse como ratas por los túneles y a dar martillazos a algo repugnante. El mundo mejora, nos guste o no. Los afganos no pueden transformarse en un año en electores suizos. No. Eso no. Pero es un anacronismo permanente juzgar a los otros a la luz de lo que nosotros somos actualmente. El Afganistán de hoy es la Francia de 1870, una Francia en su mayor parte iletrada, increíblemente religiosa, que al cabo del tiempo se apropió de la democracia y la construyó. Toma Europa. Europa no es poca cosa, como provocadora de guerras Europa no se quedaba corta. Toma Europa país por país, y considera la historia del siglo pasado, guerras, hambrunas, dictaduras, guerras civiles, y básicamente no queda ni rastro. Piensas que se trata de un optimismo a prueba de bomba. No, no es optimismo, es pesimismo superado, lo que no tiene nada que ver. Me levanto con buen pie. Decidí de una vez por todas que me iba a levantar con buen pie. Y si no me levanto con buen pie, asumo la responsabilidad. Ya verás como, cuando te recuperes, adoptas una dietética de la existencia. Yo tuve la suerte de leer a Shakespeare muy pronto, la efímera vela y la muerte cenicienta, entendí que la vida no tenía sentido, quiero decir mi vida, mi vida en sentido literal. Conoces la frase de Bismarck: «La huella que dejamos es la que deja el polvo del camino sobre la rueda del carro». Individualmente, que yo exista o no carece de importancia, nací, moriré, y ya está. En cambio la supervivencia de la especie, la continuidad de las generaciones, la perspectiva de la Historia, eso tiene sentido, cuando digo sentido quiero decir una dirección, la palabra se presta a equívoco, no quiero decir una significación sino una dirección, hay una dirección que es mejor que otra, la dirección que dará lugar a una moral tolerante, pluralista, humorística, alegre, será mejor que otra, la humanidad puede tomar esa dirección y, a nuestro insignificante nivel, tenemos la obligación de contribuir para que así sea. Somos responsables de su estructura mental. Se puede tener una tendencia hacia la felicidad (no se habla más que de lo contrario), e incluso llego a pensar que es la única respuesta posible al absurdo. Cuando Sandrine me dejó, me dije que adelgazaría diez kilos y que leería La comedia humana entera. Lo hice. Resultado, Marie-Claude. Nunca se pierde siendo positivo. Te das cuenta, el amor. Pienso que el amor es un fin en sí mismo. Por lo tanto el amor tiene sentido. El día en que me muera, el amor morirá conmigo. Mientras no esté muerto, existe como un fin en sí mismo. Un fin, o una recompensa, o mejor todavía, una conquista de la existencia, en definitiva, que es un elemento autopertinente. Muchas cosas pueden tener sentido y pertinencia, es la vida la que no los tiene, el todo no tiene ningún sentido pero cada una de sus partes por separado, sí. ¿Esta teoría se sostiene filosóficamente? Se sostiene. Es la que mejor se sostiene.