Ciudad de Solaris, Solaris VII
Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada
—¿Qué demonios ha hecho con Peter Davion? —preguntó Kai entrando a toda prisa en el despacho de su tío, sin ver a Nancy Lee en la sala contigua—. Se lo advertí.
Tormano apartó tranquilamente la vista de una pila de holografías con cara de despreocupación.
—Vaya, buenos días, sobrino. ¿Qué ocurre?
Kai frenó su impulso de saltar sobre el escritorio.
—¿Dónde está Peter Davion?
—¿Por qué me lo pregunta a mí? Apenas tiene contacto conmigo y yo no soy su guardián.
—Basta de juegos, Tormano —dijo Kai esforzándose por mantener los puños abiertos—. Sé que pidió a los Cosacos de Khorsakov que vinieran a Solaris, lo que significa que está tramando algo. También sé que quedó con Peter, lo que significa que está tramando algo. Peter ha desaparecido de Solaris del mismo modo que Nikolai Khorsakov y su gente. Si envió a Peter con esos mercenarios, tendrá problemas.
Mientras hablaba, Kai vio que la luz de los ojos de su tío cambiaba a medida que iba atando cabos. No me extrañaría nada que Tormano hubiese contratado a los mercenarios para atacar una base capelense de la Marca de Sarna o, incluso, un mundo de la Confederación. Si ha enviado a Peter con esa unidad se cubre el culo. Entonces, Kai empezó a notar un fuerte dolor de estómago.
—¿Dónde los ha enviado, tío?
—Nikolai estaba aquí porque es un viejo amigo y hace poco que se ha retirado. Peter y yo quedamos ayer para tomar té. Aparte de eso, no sé nada.
—Es un maldito estúpido —dijo Kai deseando partir de un puñetazo la insulsa sonrisa de su tío—. Si cree que sus evasivas servirán de algo, piénselo dos veces. Descubriré dónde están y los detendré. Puede estar seguro.
—De lo que estoy seguro, Kai, es de que no hará nada —dijo Tormano seleccionando una de las holografías de su escritorio y mostrándosela a Kai—. Tiene mucho que perder.
Kai atrapó la holografía al vuelo y la miró. ¿Deirdre? En la holografía aparecía ella junto a un niño acariciando a un ciervo. Kai volvió a mirar a su tío, pero las mil preguntas que quería hacerle se le quedaron bloqueadas en la garganta y fue incapaz de pronunciar palabra.
Tormano se puso en pie y esbozó una cruel sonrisa.
—Es la doctora Deirdre Lear y su hijo David. Tiene más de tres años, Kai, y la última vez que usted la vio fue hace apenas cuatro años. Tengo el placer de presentarle a su hijo.
Aquellas palabras golpearon a Kai como un martillo. ¡Mi hijo! Examinó la fotografía e intentó negar lo que Tormano acababa de decir, pero le fue imposible. El chico se parecía tanto a él que nadie podía negar que fuesen parientes cercanos. Quería negar la evidencia que se abría ante sus ojos, pero le fue imposible.
La voz de Tormano interrumpió la agitación emocional que se había apoderado de la mente y el corazón de Kai.
—Durante los próximos diez días, Kai, no hará absolutamente nada. Del mismo modo que usted tiene gente vigilándome, yo también tengo gente vigilándolo a usted. Sabré todos sus movimientos. Si una de sus Naves de Descenso sale de Solaris, lo sabré. No me decepcione y lo reuniré con su hijo. Desafíeme y la holografía que ahora sostiene será la última imagen que tendrá de la cara de su hijo. Ahora puede irse.
Kai notó una mano en el codo. Al ver que se trataba de Nancy Lee, la siguió sin pensar, dejando que lo guiase fuera de la habitación. Mientras atravesaban el largo vestíbulo y bajaban por la retorcida escalera que conducía a la planta baja, Kai volvió a recuperar la conciencia y se dio cuenta de que Nancy Lee estaba llorando.
Kai se dejó llevar por el impulso compasivo de consolarla.
—¿Nancy?
—Es culpa mía. Yo no lo sabía.
—¿El qué?
—La doctora Lear. Su tío no sabía nada de ella hasta que yo encontré algo extraño en unos archivos: usted había ayudado a toda la gente de Alyina excepto a ella —dijo al tiempo que se secaba las lágrimas con las manos—. Pensaba que quería que volvieran a estar juntos, sobre todo cuando oí que tenía un hijo. Es un niño muy guapo, pero debería haberlo supuesto.
Kai la agarró por los hombros.
—Nancy, ¿sabe dónde está? ¿Sabe dónde están?
—No, Dios, si lo supiera se lo diría, le aseguro que sí —dijo extendiendo los brazos para abrazar a Kai y rompiendo a llorar de nuevo—. Quiero ayudarlo, de verdad que sí, pero no sé…
—Nancy, Nancy, tranquilícese —dijo Kai apartándola de su pecho—. Mire, no es culpa suya. Tormano es un hombre retorcido y amargado. Debería haber reaccionado antes. Esto es culpa mía y ahora necesito su ayuda.
—Haré lo que sea.
—Mantenga los ojos y los oídos bien abiertos. Si se le escapa algo sobre Deirdre, comuníquemelo enseguida, por favor.
—Así lo haré, se lo prometo.
Kai la besó en la frente.
—Gracias.
—¿Qué va a hacer?
—Lo que pueda, Nancy, sobre todo rezar mucho.
—Bon giorno, Sergei —dijo el asesino saludando al agente que apareció en la sala trasera de la taberna restaurante «El venado rojo»—. ¿Come sta?
—Molto bene. Tengo lo que quería —dijo Chou depositando sobre la mesa una maleta y un pequeño paquete envuelto en papel marrón y atado con una cuerda—. Los demás informes están en la maleta. Creo que todo será de su máximo agrado. Lo he preparado siguiendo sus indicaciones.
—Como siempre, su trabajo facilita enormemente el mío. Xiexie.
—Bu xie —dijo Chou haciendo una reverencia al asesino antes de abandonar la estancia.
El asesino no tocó nada de lo que el agente le había entregado. Sabía, por las pocas palabras que habían intercambiado, que Chou disponía de toda la información que había guardado en secreto en los archivos del ordenador, lo que significaba que su plan de fuga se pondría en marcha de inmediato. Cuanto antes lo sacaran de la habitación y lo sometieran a vigilancia, antes estaría libre.