Zurich
Marca de Sarna, Mancomunidad Federada
—Sí, yo soy la doctora Lear —dijo Deirdre inclinándose ante el hombre que acababa de levantarse de la silla que había frente al escritorio de Rick Bradford—. ¿Qué puedo hacer por usted, señor…?
—Chiang, me llamo Feng Chiang. A su servicio, doctora —contestó el hombre sonriendo educadamente y haciendo una precisa y respetuosa reverencia.
—¿Tiene algo que ver con la prensa, Rick?
Bradford sacudió la cabeza.
—No. El señor Chiang ha venido desde Solaris para hablar contigo. Les han llegado noticias de lo que hiciste.
¿Kai? Deirdre tragó saliva y levantó la cabeza.
—¿A qué ha venido, señor Chiang?
—Mi maestro me ha expresado su deseo de felicitarla e invitarla a su finca. Usted y su hijo, nadie más —contestó Chiang bajando la cabeza en señal de disculpa—. Quiere recompensarla por su heroísmo en nombre del hospital.
—Puede decir a Kai Allard-Liao que todo lo que teníamos que decirnos ya lo dijimos en Alyina hace años —dijo antes de dar media vuelta y echar a andar hacia la puerta.
La voz de Chiang la detuvo.
—No, doctora, Kai Allard-Liao no es mi maestro. No fue él quien me envió —dijo el hombre con un gesto de dolor—. Me han enviado para que la lleve ante el Mandrinn Tormano Liao.
El tío de Kai. Deirdre vaciló.
—Por favor, exprese mi agradecimiento al Mandrinn, pero como puede ver tengo mucho que hacer aquí.
—Él es consciente de ello, doctora, y espera que acceda a su petición cuando sepa que la recompensa es un equipo de imágenes por resonancia magnética para el hospital. Sabe que el hospital lo necesita y espera que haga realidad el deseo de un anciano de conversar con una heroína de verdad.
Deirdre entrecerró los ojos.
—Puede hablar con su sobrino, si quiere hablar con un héroe.
—Lamentablemente, no puede. Él y su sobrino se han distanciado últimamente.
Deirdre apartó la vista de Chiang para mirar a Rick Bradford. Tiene la mirada perdida en el infinito, imaginando el equipo IRM en nuestra sección de urgencias.
—¿Cuándo salimos?
—Esta noche, doctora. El Mandrinn ha establecido un circuito de mando desde aquí hasta Solaris para que no llegue con retraso —contestó el hombre con una sonrisa de felicidad en los labios—. He traído a dos médicos para que la sustituyan durante su ausencia.
—¿Cuánto tiempo estaré fuera?
—Apenas dos semanas, justo para llegar a Solaris y participar en la ceremonia. Luego la traeremos de vuelta a Zurich con la mayor rapidez posible —dijo Chiang inclinando la cabeza solemnemente—. Confío, doctora Lear, en que todo será de su agrado.