Lyons
Isla de Skye, Mancomunidad Federada
—Repito, Ángel Dos —dijo Peter Davion. Echó un vistazo al monitor auxiliar del JagerMech y vio que el Locust de Carson ya había subido la colina y había entrado en la bahía de Bellerive, razón por la cual debía haberse cortado la comunicación. Al ver el destello de luz al otro lado de la colina se preparó para recibir fuertes disparos—. Angeles Tres y Cuatro, desplegad y retraed. Dicky, tú eres mi puerta trasera.
Con sus sesenta y cinco toneladas, el JagerMech de Peter superaba a los otros ’Mechs de su lanza. El Locust y el Commando del Ángel Tres juntos no llegaban al peso de su máquina, pero la combinación de ’Mechs ligeros y pesados tenía sentido en la lanza de una milicia de ataque ligero. El Locust y el Commando tenían mayor movilidad e inteligencia, mientras que el JagerMech y el Trebuchet de Dicky proporcionaban protección y fuego de largo alcance para ayudar a los otros dos en situaciones difíciles.
Al llegar a la cima de la colina, Peter encendió la pantalla holográfica para tener luz estelar. Los ordenadores comprimieron un círculo de trescientos sesenta grados alrededor en un arco de ciento sesenta. Un retículo de punto de mira dorado flotaba suavemente sobre la escena, que el ordenador pintó de negro y verde. La etiqueta de designación del Locust que había debajo de él lo identificaba como lascivo.
Al fondo del valle, Peter vio exactamente lo que esperaba ver. La pequeña y adormecida aldea de Bellerive aparecía entre las boscosas colinas a ambos lados del río que descendía por las montañas hacia el norte. Como muchos otros asentamientos de Lyons, éste había sido creado por una comunidad religiosa que rechazaba la tecnología moderna. Peter respetaba sus creencias a pesar de que el grupo consideraba a su hermano como el anticristo. Los habitantes de Bellerive, sin importar la visión que tuvieran de Victor, habían optado por la plegaria en lugar de la violencia para enfrentarse a él.
—Y ahora esos malditos cabrones de la Milicia de Skye Libre han traído aquí la tecnología más demoníaca para vosotros —se quejó en voz baja. Su lanza había salido a derrotar a un grupo terrorista de Skye Libre que se había apoderado de los pacíficos habitantes y se había refugiado en la aldea.
—Ángel Uno, recibo fuego del campanario de la iglesia que hay en el centro del pueblo.
—Entendido, Ángel Dos —contestó Peter ampliando la imagen del visualizador holográfico y centrándola en el campanario de la iglesia de madera blanca. Allí le pareció ver una serie de lanzaderas MCA móviles dispuestas para proteger el pueblo. Se quedó observando y vio otra lanzadera de misiles de corto alcance saliendo del campanario en dirección al Locust de Carson.
El cañón antimisiles de la gruesa ala izquierda del Locust lanzó una llamarada. Los proyectiles del Locust lograron desviar uno de los MCA, pero los otros siguieron su curso e impactaron contra la pata izquierda del Locust, destrozando la armadura ferro fibrosa. El pequeño ’Mech se tambaleó por unos instantes, pero consiguió mantenerse en pie.
——Dos, informa.
—Parte de la armadura perdida, Skipper. Sin problemas —dijo Deb Carson en su usual tono tranquilizador—. ¿Qué quieres hacer?
—Estoy en ello, Dos —contestó Peter al tiempo que colocaba el retículo sobre la torre. El brazo derecho del JagerMech rotó hasta adoptar la posición de disparo. Peter optó por utilizar uno de los cañones automáticos en lugar de un láser, porque el rayo energético podía rozar el combustible de los misiles que quedaban en las lanzaderas y provocar una explosión que convertiría el pueblo de madera en un infierno, cosa que quería evitar a toda costa. Aunque no podía desperdiciar aquella oportunidad, los proyectiles del cañón automático debían alcanzar el campanario sin detonar los misiles.
Bajó el retículo para situarlo cinco metros por debajo de las lanzaderas y volvió a comprobar la zona de impacto. Encendió el infrarrojo de los escáneres, pero no registró nada después del disparo.
—Aguantad, Angeles. El campanario se viene abajo.
Un ruido parecido a un grito y un gañido mecánico resonó cuando Peter disparó el cañón automático y a continuación se desencadenó una tormenta de metal que destruyó el campanario como si fuera una sierra circular gigante. La parte superior del campanario saltó por los aires antes de iniciar un lento descenso hacia el suelo, donde se desintegró tras el impacto.
Peter tuvo una efímera sensación de euforia antes del desastre. Vio cómo el campanario caía al suelo y una lanzadera salía disparada. Mientras ésta rotaba lentamente en el aire, Peter tuvo tiempo para recordar los procesos de recuperación de municiones peligrosas de una zona civil. ¡No explotes!
Y no explotó.
Pero sí lo hizo el edificio que había detrás.
Las ventanas de la iglesia decapitada se iluminaron con una luz dorada antes de explotar. Unas garras de fuego arremolinado atravesaron las ventanas y fueron creciendo hasta demoler toda la estructura. Una bola de fuego se coló por el techo e iluminó con rayos de atardecer la noche de Bellerive.
Y la bola permaneció allí, como un mal presagio.
Pero aquello no fue todo. Otros seis edificios del pueblo saltaron por los aires. Como una epidemia barriendo la aldea, las casas empezaron a arder, esparciendo feroces escombros en círculos airados. Las llamas alcanzaron otros edificios que fueron explotando y, veinte segundos después del disparo de Peter, Bellerive había sido engullida por el fuego.
—¡Dios mío! ¡Dios mío! —exclamó Peter observando el pueblo en llamas—. ¿Qué he hecho?