16

16

Ciudad de Solaris, Solaris VII

Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada

31 de marzo de 3056

La procesión de los tres aerocoches recorría majestuosamente las calles mugrientas y resbaladizas de Silesia como una manada de lobos cruzando a toda velocidad un bosque lleno de sorpresas. Aunque nadie de la calle debía de reconocer los vehículos, sí que parecían reconocer su intención y propósito. Los aerocoches negros doblaban las esquinas con elegancia y se adentraban en las calles decididos a alcanzar su objetivo, sin titubear un momento por aquel tortuoso laberinto.

Kai Allard-Liao estaba sentado a un lado del asiento trasero, observando con mayor interés las reacciones de los pasajeros que lo acompañaban que el mundo al otro lado de las ventanillas. El hecho de que Nancy Bao Lee estuviera sentada cerca de él lo hacía sentir cómodo por una parte, pero incómodo porque significaba que Omi tenía que sentarse al otro lado. Thomas DeLon ocupaba asiento frente a Kai, con Katrina en medio y Galen enfrente de Omi. Los tres nobles visitantes estudiaban las calles con atención, alarmándose o sorprendiéndose cada vez que las farolas impregnaban de tonos claroscuros alguna escena callejera brutal o escalofriante.

Katrina sacudió la cabeza cuando vio a dos personas luchando por un pedazo de ropa.

—¿Cómo puede haber gente que viva así?

—Viven así cuando no tienen elección —dijo Kai girándose en el asiento y apoyándose en la juntura con la puerta lateral del coche—. En un sistema de libre mercado siempre hay gente que no encajará y quedará reducida a este nivel de pobreza. Si no queréis verlo, tenéis que crear las estructuras gubernamentales y la legislación que garanticen a la gente una vivienda, alimento y empleo, pero eso también les otorga un estado político.

La duquesa frunció el entrecejo al oír a Kai.

—Alguien tiene que hacer algo. Están viviendo como animales.

—Alguna gente vive así —dijo Kai mirando a DeLon—. He estado trabajando para financiar una serie de empresas benéficas y, de paso, dejar en evidencia a muchos de mis colegas propietarios de agencias para que hagan lo mismo. Sin embargo, a la larga sólo podemos dar oportunidades a la gente. No podemos forzarlos a que se beneficien de ellas.

Katrina hizo un gesto de asentimiento.

—Forzarlos sería como esclavizarlos.

—Se puede educar a la gente y darles la oportunidad de que asuman responsabilidades por sí mismos —dijo Omi en un tono de voz casi inaudible sobre el zumbido de los ventiladores del aerocoche—. Cuando no pueden aceptar responsabilidades por sí mismos, la compasión dicta que tenemos que hacer lo posible por consolarlos.

—Exacto —dijo Kai levantando la cabeza mientras el aerocoche reducía la marcha. El vehículo que iba en cabeza dio la vuelta enfrente de ellos para bloquear la parte oeste de la calle Arnulf junto a un almacén que no parecía tener nada de particular. Las puertas del aerocoche se abrieron al aterrizar y salieron los cuatro hombres de seguridad de la Mancomunidad Federada. Tras el coche del medio, el vehículo que transportaba a las fuerzas de seguridad del Condominio giró del mismo modo para cortar la calle por la parte este antes de que salieran sus refuerzos.

Las puertas de la limusina se abrieron y los dos agentes de seguridad ayudaron a salir a los demás. Keith y Kristina, que habían ido en el vehículo de delante, y Larry, que había conducido el coche del Condominio, se unieron al grupo de nobles mientras se encaminaban hacia las puertas de vidrio ahumado del edificio frente al que habían aparcado. Kai fue el primero en llegar a la puerta y la abrió.

—Bienvenidos al Refugio de los Thor, la guarida de MechWarriors de peor reputación de Solaris.

A juzgar por la expresión de pena de los rostros de ambas formaciones de seguridad, podía decirse que no les entusiasmaba la idea de tener que entrar en tan notorio lugar. Pero Kai nunca lo habría sugerido si hubiese creído que podía ocurrir algo. El Refugio de los Thor tenía peor fama de la que merecía, principalmente porque muchos individuos de la sociedad lo escogían para vivir a lo pobre. Los rumores habían exagerado tanto algunos incidentes que en alguna ocasión habían llegado a alertar a las organizaciones de seguridad nacional de las Grandes Casas de la Esfera Interior.

Avanzaron por un corto pasillo y subieron unas escaleras hacia la izquierda. Kai hizo un gesto de asentimiento al portero y le dio un billete C de cien.

—Buenas noches, Roger. Tengo entendido que la entrada a Valhalla está totalmente restringida esta noche.

El billete ComStar se escurrió entre los largos dedos del hombre.

—Es una lástima que sea de capacidad limitada, muy limitada.

—Gracias, amigo —dijo Kai. Luego giró hacia la derecha y pasó junto a la barra de luces de neón. Un hombre de seguridad de la Mancomunidad Federada lo condujo a través de una sección oscura del bar, haciendo caso omiso al rojo resplandor de las pipas de opio, y apartó una gruesa cortina que daba paso a dos rampas. Las rampas divergían en dos y daban a una sala un poco más elevada donde se encontraba Roger.

La cristalina luz roja de un escáner de identificación iluminó a Kai cuando pisó la superficie que había bajo la alfombra. Un hombre hizo un gesto de asentimiento desde el otro lado de un cristal antibalas.

—Les doy la bienvenida a usted y a sus invitados, campeón.

Una pared de cristal oscuro se abrió y Kai se apartó hacia un lado para dejar pasar a los hombres de seguridad del Condominio. Éstos asintieron con la cabeza para que él y sus invitados entrasen en Valhalla, sonriendo al advertir las exclamaciones de agradecimiento y las risas de sorpresa.

El Mundo de Juegos tenía dos realidades sociales. Una pertenecía al mundo real y estaba formada por los nobles y los magnates cuya importancia dependía de quiénes eran cuando no estaban en Solaris. El dinero o los títulos hereditarios les daba un gran poder y buena parte de ese poder afectaba a la sociedad de Solaris. Todos eran dignos de respeto y eran venerados en todas partes.

En todas partes excepto en Valhalla.

En Valhalla dominaba la segunda realidad. En ella, los verdaderos nobles de Solaris eran los hombres y mujeres que luchaban en los ruedos que había repartidos por todo el planeta. Sólo la elite de la elite tenía acceso a Valhalla. Incluso Larry Acuff, pese a lo bueno que era, no habría podido entrar de no haber estado en compañía de Kai. Los guerreros de Valhalla se seleccionaban entre el quince por ciento de los mejores de Solaris, además de ser sometidos a las restricciones de acceso de Roger basadas en alguna misteriosa fórmula que sólo él entendía. Cualquier MechWarrior del Salón de los Muertos podía superar al noventa por ciento de los MechWarriors de los ejércitos de la Esfera Interior en combate singular, lo que los hacía merecedores de todo el respeto en Solaris o en cualquier otro lugar.

Valhalla tenía un carácter anacrónico que le proporcionaba la majestuosidad y la legitimidad de la que pocos lugares de ese mundo sintético y decadente podían alardear. Toda la sala estaba construida con madera auténtica y poco común. Las tablas tenían un tacto rugoso, como inacabado, y los pilares que sostenían el elevado techo presentaban una serie de muescas por donde se había talado la madera. Las guaridas de animales de dos decenas de mundos distintos decoraban las paredes y unas cortinas tejidas a mano ocultaban las hornacinas de éstas.

La mayor parte de la iluminación procedía de una hoguera holográfica que había en el centro de la sala y de una serie de antorchas también holográficas que estaban sujetas a la pared mediante unos apliques. Unas enormes y largas mesas con los bancos a juego elaborados a partir de gruesas tablas ocupaban el centro de la habitación, dejando sólo espacio libre para la hoguera. Al fondo de todo, una tarima y otra mesa coronaban la estancia. A un lado de la tarima había una hilera de sillas de respaldo alto, entre las que destacaba una que parecía un trono y ocupaba el lugar de honor en el centro.

Los escudos clavados a los postes que había junto a cada hornacina estaban decorados con el emblema del luchador al que pertenecían. Las hornacinas se asignaban a voluntad de Roger. Gran parte de ellas estaban cerca de la puerta y habían sido concedidas a nobles que habían pagado bonitas sumas de dinero por el privilegio de tener acceso a Valhalla. Las que estaban más cerca de la tarima eran para guerreros de gran reputación que se habían retirado del ruedo o, en algunos casos, los que Roger creía que tenían más posibilidades de llegar a su jubilación.

Kai saludó a un gran número de guerreros mientras se dirigía a la tarima. Como campeón podría haberse sentado en el trono, pero en su lugar se detuvo junto a una hornacina decorada con dos escudos. El superior mostraba una lápida con la imagen de una mano mecánica negra que sostenía una resplandeciente supernova. El disco que había en el centro de la nova había sido transformado en un símbolo del yin y el yang y la suma de todos los elementos era conocida en Valhalla como el logotipo de la agencia Cenotafio.

El símbolo dibujado en la superficie del escudo inferior era más cómico. En él aparecía el dibujo de un fantasma que miraba con expresión de sorpresa. Estaba cubierto por una mata de pelo encrespado que lo hacía parecer todavía más sobresaltado y, aunque se había difuminado con el paso del tiempo, el símbolo transmitía un sano desprecio por el sistema gladiador.

Los invitados de Kai ocuparon los bancos que había a ambos lados de la mesa e hicieron un gesto de asentimiento al hombre de seguridad, que cerró la cortina detrás de él. Kai pulsó un botón que había debajo de un extremo de la mesa y puso en marcha un conjunto de dispositivos antiescucha.

—Esto es Valhalla.

Galen asintió con satisfacción.

—Ya he visto el logotipo de Cenotafio, ¿pero qué representa el fantasma?

DeLon esbozó una sonrisa antes de que Kai empezara su explicación.

—En 3016, Gray Noton se convirtió en campeón de Solaris y mantuvo el título hasta que se retiró en 3022. Diseñó ese símbolo en relación con el apodo que le habían dado: el «asesino legendario». También bautizó a su Rifleman con el nombre de «asesino legendario». Ésa era la hornacina de Noton y pasó a ser de mi padre tras el asesinato de Gray en 3027. Mi padre utilizó el «asesino legendario» para destronar al campeón de entonces, Philip Capet.

DeLon asintió para confirmar la historia de Kai.

—Yo vi una de las últimas luchas de Noton. Era muy bueno y merecía el título y el apodo. Ningún luchador antes ni después de él ha mantenido el título de campeón durante tantos años, aunque muchos creen que el actual campeón puede batir ese récord.

—Dos años y parte del tercero ni siquiera se acerca a los siete de Noton al final de su carrera —dijo Kai sacudiendo la cabeza—. Wu Deng Tang podría poner fin a mi hegemonía o Galen podría pedir un combate cuerpo a cuerpo después de acabar con Vandergriff y Edenhoffer.

—No lo creo, Kai. Vi cómo aniquilabas a un Khan del Clan de los Lobos en un combate simulado en Arc-Royal el año pasado.

—Y Phelan me aniquiló al mismo tiempo.

Galen se encogió de hombros.

—Tecnicismos. El caso es que me alegro de ser tu aliado. No quiero ser tu enemigo.

Larry Acuff se echó a reír.

—No es la primera vez que lo oyes, ¿verdad, Kai?

Kai habría preferido pasar por alto el comentario de Larry sin tener que dar una explicación, pero estar sentado a un extremo de la mesa y ser el homenajeado oficial de la fiesta lo convertía en el centro de atención.

—Supongo que no.

Nancy, que estaba sentada a la derecha de Kai, colocó una mano sobre su antebrazo.

—Me parece que aquí hay una historia.

—¡Y vaya historia! —añadió Larry.

—No seas modesto —dijo Nancy apretándole el brazo—. Nos encantaría oírla.

Kai frunció el entrecejo y Larry adoptó una expresión de aflicción antes de sonreír. Kai conocía perfectamente el incidente al que se refería Larry y estaba orgulloso de él, pero era algo de lo que no le gustaba hablar desde hacía tiempo. Larry sabía la historia porque estaba en Alyina cuando ocurrió, pero Kai no había compartido los detalles de su estancia en Alyina ni siquiera con su familia y no sabía si sería capaz de hacerlo ante un grupo de gente entre los que se encontraban algunos desconocidos.

Al poner a prueba sus sentimientos se dio cuenta de que no eran tan fuertes ni dolorosos como esperaba. Toda su experiencia en Alyina estaba coloreada por su desastrosa ruptura con Deirdre Lear el día antes de que se fuera del planeta. Las únicas cosas positivas que le habían pasado en aquel mundo tenían relación con ella y su partida se había burlado de todas ellas, dejándolo con una caja llena de recuerdos impregnados de terror, dolor físico y tormento emocional que, por razones obvias, no le gustaba recordar.

Trabajar con gente como Larry, llegar a conocerlos y darles nuevas oportunidades le había ayudado a separar algunos recuerdos de su problema con Deirdre. Podía relatar lo que Larry había presenciado sin dificultad, pero no estaba seguro de sentirse cómodo explicándoselo a esa gente. Cuando se le pasó por la cabeza la idea de que no quería revelarles su intimidad, la relacionó con una indisposición a sentir el dolor que le había causado Deirdre. Kai sabía que probablemente él le había hecho el mismo daño, lo que no mataba su dolor sino que abría la posibilidad de arrinconarlo para poder confiar de nuevo en los demás.

Es ridículo pensar que no puedo compartir esta historia con un hombre como Galen. Estoy dispuesto a luchar con él y, sin embargo, no soy capaz de explicarle este incidente, que no es más que una mera anécdota. Kai sonrió y se apoyó en el respaldo de la silla.

—No es modestia, Nancy, pero hay algo dentro de mí que me convierte en una persona privada. No obstante, todos sois amigos míos, así que os explicaré la historia a la que Larry ha hecho alusión. Por supuesto, este prefacio hace que parezca más importante de lo que fue en realidad.

—Deberíais verlo desde mi punto de vista —dijo Larry esbozando una amplia sonrisa—. Para él no fue nada, pero para mí lo fue todo.

Kai se movió con inquietud en la silla.

—La historia se remonta al tiempo que pasé en Alyina. Conseguí escapar de los Clanes y cuando ComStar decidió apoderarse del mundo, trabajé con algunos miembros del Clan para detenerlos.

Larry se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en la mesa.

—Permitidme que os dé mi punto de vista. Yo había sido capturado y estaba en una base de combate que se había convertido en un campo de prisioneros administrado por ComStar. Nos trataban con bastante dureza y tenían cazadores de recompensas buscando a tipos como Kai. Después de que Kai escapara no podían ni verlo. Trajo a un hombre muerto a CF (nuestro campo se llamaba Céfiro de Tango) y pidió una recompensa, lo que hizo que los Elementales se le echaran encima. Él mató a uno de ellos en un combate sin armas, hecho que todavía enfureció más a los otros Elementales.

Kai arqueó una ceja.

—Creo que te estás yendo por las ramas, Larry.

Galen se estremeció.

—Yo he visto Elementales de cerca. Son enormes, como monstruos, y eso cuando no llevan puesta la armadura.

—Bueno, los normales no son nada comparados con Taman Malthus. Tenía un Nombre de Sangre e iba en busca de Kai —explicó Larry mirando a Kai con timidez—. Lo siento, jefe, pero es la verdad y tú lo sabes.

Kai lanzó un suspiro.

—En fin, Malthus y yo llegamos a un acuerdo que incluía la liberación de todos los PDG. Él y yo nos desplazamos a Céfiro de Tango para liberar el campo. Malthus explicó a los hombres de allí que había luchado contra mí y que no tenía ningunas ganas de seguir siendo mi enemigo, sino que prefería que yo fuera su aliado.

Katrina sonrió a Larry Acuff.

—Creo que tienes razón. La historia requería otro punto de vista —dijo arqueando una ceja al mirar a Kai—. Mi hermano no me ha explicado nada de esto.

El campeón de Solaris frunció el entrecejo.

—Eso es porque no sabe nada. Tiene demasiadas cosas en las que emplear su tiempo y a mí no me gusta hablar del tiempo que pasé en Alyina, porque no quiero parecer un héroe por lo que hice. No fue nada que Larry o cualquiera de los otros no hubiese hecho de haber tenido la oportunidad. Si yo fuera un héroe de verdad habría encontrado el modo de sacar a esos tipos de Céfiro de Tango.

—Sí que lo encontraste, jefe.

—Debería haberlo hecho antes —dijo Kai levantando las manos—. De todos modos, ésa no es la cuestión. Malthus decía que le gustaba ser mi aliado y yo sentía un gran respeto por él. Era un comandante terrible y ganar un Nombre de Sangre con los Clanes, en fin, es toda una hazaña.

DeLon asintió con la cabeza.

—Parece muy atrevido.

—Creo que te gustaría, Thomas —dijo Kai sonriendo—. Tendrás la oportunidad de conocerlo cuando ComStar y compañía estén de acuerdo en dejar que Malthus y su estrella vengan de visita. Espero que estén aquí para la defensa del título.

—Si se llega a un acuerdo y el programa de la Nave de Salto funciona —puntualizó Keith Smith un poco enojado—. Algunas de las naves que reservamos están en órbita, pero mi cadena sigue intacta.

—Sí, si las conexiones funcionan. Gracias por encargarte de todo, Keith —dijo Kai pulsando un segundo botón bajo el borde de la mesa—. Pero creo que ya hemos hablado bastante sin tomar nada —añadió al tiempo que una mujer asomaba la cabeza por la cortina—. Si no tienen aquí lo que pedís, no lo tienen en ninguna parte de la Esfera Interior. Satisfaceos. Mis invitados pueden pedir lo que quieran.