El galeón Nuestra Señora del Buen Fin o Santísima Trinidad (distinto éste al del mismo nombre botado en La Habana en 1769 y hundido en Trafalgar en 1805) fue atrapado por el almirante Cornish el año de 1762, en que los ingleses ocuparon temporalmente Manila. El galeón español volvía de arribada porque tenía importantes averías por los embates de dos baguios y su tripulación no tenía noticias de la ocupación inglesa de Manila. Buscando refugio entre Samar y Luzón, el Argo, navío inglés de sesenta cañones, comenzó a disparar al galeón nada más divisarlo. Éste sólo disponía de seis cañones. Pese a ello, el buque inglés fue tan seriamente dañado, en combate nocturno a la luz de la luna llena, que hubo de retirarse. Al amanecer entró de nuevo en batalla ayudado por el Panther, de treinta y dos cañones. En el Buen Fin habían habilitado siete cañones más. Tras dos horas de combate, durante las cuales el galeón recibió unos seiscientos impactos de proyectiles de dieciocho y veinticuatro libras que apenas dañaron sus fortísimos costados, al agotar las municiones y tras sufrir más de sesenta bajas hubo de arriar bandera el 30 de octubre. Su cargamento se estimó en dos millones de pesos. El 9 de junio de 1763 llegó a Plymouth. En el Scot’s Magazine se anunció su subasta describiéndolo como el mayor buque jamás visto en Gran Bretaña: «capacidad de carga de dos mil toneladas, 167 pies con 6 pulgadas de eslora, 50 pies con 6 pulgadas de manga, altura desde el puente de 30 pies con 6 pulgadas y calado en Plymouth de 28 pies». Fue gente de todo el sur de Inglaterra para mirar el poderoso galeón que concluía su larga odisea en la ignominia de una cautividad en manos extranjeras.