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Se hace un silencio anonadado en la sala.

—Je… —empieza a decir Steve.

Felix lo hace callar con un enfurecido «Chist». Luego se vuelve hacia mí.

—¿Qué has hecho con Holly? —me pregunta entre susurros y con los dientes apretados. Le brilla la mirada de rabia.

—Nada —digo. Muevo la cabeza para apartarme el flequillo de los ojos—. Bueno, a lo mejor está un poco… atada. Pero a estas alturas Mel y Jon ya la habrán encontrado. Estará bien.

—Menuda imbécil —susurra Felix—. ¿Tienes la menor idea de lo que ocurrirá si la ACID descubre que estás aquí?

—Tengo derecho a formar parte de esto —respondo con rabia—. La ACID me ha quitado toda mi vida. Sinceramente, no podéis esperar que me quede esperando en la casa sin hacer nada.

No le cuento nada sobre mi plan de rescatar a Max y encararme con el general. Si dijera algo al respecto, encontraría una forma de impedírmelo, eso seguro.

Felix suelta un bufido de impotencia entre dientes al tiempo que me mira. Yo le devuelvo la mirada.

—Tenemos que hacerla volver —interviene Drew sacudiendo la cabeza.

—Es demasiado tarde —añade Rebekah—. Si lo hacemos, se darán cuenta de que algo va mal. Tenemos que fingir que es Holly, no nos queda otra.

Felix camina hasta el otro extremo de la habitación y luego regresa.

—Está bien —me dice, aunque sigue apretando los dientes—. Esto es lo que vamos a hacer. Te quedarás en tu cuarto y…

—No puede —lo interrumpe Steve.

Felix y yo nos volvemos para mirarlo.

—El resto del personal espera a un equipo de ocho agentes —añade en voz baja—. Eso supone que esperan que ocho de nosotros los relevemos en sus turnos.

—Podemos decirles que está enferma —sugiere Drew.

—Enviarán a un médico para hacerle una revisión —dice Rebekah—. O pedirán que alguien la sustituya.

—¿Y si la ven por las cámaras? —pregunta Nik.

—Solo las tienen instaladas en los pabellones de celdas, ¿no? —pregunta Fiona—. Mientras siga con el casco puesto cuando esté en el piso de abajo, no tiene por qué pasar nada.

—¡Dios! —Felix se pasa una mano por el pelo. Después la deja caer y lanza un suspiro agudo—. Vale —me dice—. Ya tienes lo que querías. Eres parte del equipo. Pero no olvides que yo estoy al mando, y que tienes que cumplir mis órdenes al pie de la letra.

Asiento en silencio y resisto la imperiosa necesidad de saludarlo al estilo militar.

Niega con la cabeza y agrega:

—Será mejor que localicemos nuestras habitaciones.

Mientras los sigo a él y a los demás por la puerta, suelto un suspiro grave y silencioso. Ahora lo que necesito es darles esquinazo para poder encontrar a Max.

Y prepararme para mi enfrentamiento con el general Harvey.