Después de comer algo —un pequeño cuenco de pollo frito agridulce—, corro al jacuzzi y vierto un tapón de aceite aromático en el agua. Luego me quedo en remojo durante casi una hora, rodeada de nubes de espuma.
Cuando salgo y me envuelvo con una de las esponjosas toallas del toallero con calefacción situado junto a la puerta, voy al espejo y limpio una parte del vapor condensado en el cristal. Mi reflejo me mira y, durante un instante, me siento contemplando la cara de una desconocida. Es algo que me ocurre muy a menudo desde el accidente. Pero ya no me asusta; es simplemente molesto. Para quitarme la sensación de desorientación, sigo los pasos que me enseñó mi consejero de la unidad de rehabilitación. «Soy Jessica Stone», pienso y miro los bucles de pelo castaño claro que me cuelgan alrededor de la cara, que ya empiezan a dibujar ondas, aunque todavía tengo la cabellera mojada. Luego me miro los ojos, que son de un curioso color difícil de describir, entre el gris y el verde. Tengo la cara más delgada desde el accidente y unas ojeras que no tenía antes, aunque es el único cambio visible. Todavía tengo la nariz recta y fina, y la oreja izquierda sigue asomando ligeramente más que la derecha. Cuando vuelvo a sentirme yo misma, doy la espalda al espejo y cojo otra toalla para envolverme la cabeza.
Paso el resto de la tarde en la cama, releyendo una de mis eFics favoritas a solas. Es una novela titulada Heroína en la sombra, en la que la joven protagonista, Kelsie, es emparejada con un agente de la ACID de incógnito, Brad. Él no puede revelar su verdadera identidad a Kelsie para que no le estropee la tapadera, puesto que ella trabaja con la gente a la que él está investigando, así que se producen todo tipo de malentendidos cuando a él lo llaman por su trabajo y no puede contarle a ella adónde va ni por qué. Sin embargo, al final, las personas a las que vigila Brad se dan cuenta de que Kelsie está relacionada con la ACID. La secuestran y piden un rescate y, cuando Brad por fin la rescata, ella descubre quién es él en realidad. He releído la última frase tres veces: «El emparejamiento vital no solo había hecho posible que Kelsie encontrase el amor verdadero, sino a su propio héroe». Luego apago el kom con un suspiro de felicidad.
«Por favor, que Evan y yo sintamos lo mismo el uno por el otro», pienso. Cierro los ojos para intentar relajarme, pero no logro quedarme dormida. Estoy pensando en el momento en que Evan llegue a casa, cuando se meta en la cama conmigo. ¿Querrá tener relaciones sexuales? Creo que sé lo que se supone que debo hacer. Lucy, Eri y yo hablábamos de eso cuando nos quedábamos a dormir en casa de una de las otras. Pero ¿y si estábamos equivocadas? De eso nunca se habla en las eFics, y de lo único que nos hablaron en el colegio fue de toda la parte biológica y de los implantes contraceptivos que evitan que nos quedemos embarazadas hasta que recibimos la notificación para poder tener hijos. A mí me lo implantaron antes de encontrarme con Evan por primera vez.
Evan llega a casa alrededor de la medianoche; veo la hora en la pantalla holográfica de la pared. Observo cómo se desnuda en la penumbra y se me acelera el pulso. Luego se mete en el baño y cierra la puerta. Veo una línea de luz que aparece por debajo, y oigo correr el agua de la ducha. Cuando sale, cierro los ojos, finjo que estoy dormida y noto que el colchón se hunde a mi lado. Me quedo ahí tendida con los brazos rígidos y pegados al cuerpo mientras espero notar el tacto de sus manos en mi cuerpo, sus labios sobre los míos. ¿Dolerá?
Pero se limita a acomodarse en su lado de la cama, se coge casi toda la colcha para él y, al cabo de unos pocos, ya está roncando suavemente. Me quedo mirando al techo, sintiendo una mezcla de decepción y alivio.