—Recuerda, no hables con nadie. Y no te apartes de mi lado ni un segundo —le digo a Max cuando se pone la capucha de su sudadera azul oscuro. Se la compré de segunda mano para sustituir la verde, por si la señora Holloway nos ve y recuerda que Cade la llevaba el otro día. Max asiente en silencio, se echa la capucha hacia delante hasta que sus rasgos quedan ocultos entre las sombras. La sudadera le va algo grande, porque ha perdido peso, pero, si se arremanga, no le queda tan mal—. Y tienes que hacer todo lo que te diga —añado—, ya me preguntarás más tarde, ¿vale? Sobre todo si nos topamos con la señora Holloway.
Max vuelve a asentir en silencio, mientras se mueve inquieto pasando el peso del cuerpo de una pierna a la otra. Cuando cojo la chaqueta, lo pillo mirándome. Lleva haciéndolo toda la mañana.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Esto… nada —contesta, pero se pone colorado.
—¿Por qué no dejas de mirarme?
—Es que… es que estaba pensando que te sienta bien, que el pelo así te sienta bien. Eso es todo.
Levanto una mano y me toco la trenza corta que me he hecho, y también me pongo colorada, pues siento un secreto escalofrío de placer. Por lo general, llevo el pelo suelto, es una cortina entre el mundo y yo, pero hoy me molestaba, así que me lo he recogido.
—Vamos a ponernos en marcha —digo, y me abrocho la chaqueta.
Max asiente, y empieza a toser. Se ha pasado la noche tosiendo. Aunque se ha recuperado del bajón de la Nublodina, salta a la vista que está hecho polvo.
Cuando me vuelvo para comprobar que las ventanas están cerradas y que la pantalla de noticias está apagada, se me seca la boca y se me desboca el corazón. «En menos de una hora —me recuerdo—, Max estará a salvo. Luego ya pensarás en qué hacer con el problema de Cade, y todo volverá a la normalidad.»
Lanzo un suspiro lento y tembloroso.
—¿Tienes tu tarjeta de ciudadanía? —pregunto a Max.
Me la pasa. Rebusco en el bolsillo la mía, me ajusto el kom a la oreja para que quede mejor sujeto y abro la puerta.
Echo un vistazo al exterior. El pasillo está vacío.
—Estate calladito, ¿vale? —digo cuando salgo por la puerta y le hago una señal para que me siga.
El edificio está en silencio. Mientras avanzamos con sigilo por el pasillo, me doy cuenta de que voy conteniendo la respiración. Si no podemos salir del edificio sin volver a toparnos con ella…
—¡Mia! —grita alguien justo cuando llegamos al ascensor y se abren las puertas. Me vuelvo y veo a la señora Holloway avanzando con paso cansino hacia nosotros—. ¿Te importaría mucho si yo…?
Entonces mira por detrás de mí y ve a Max. No termina la frase.
—Este es Mikey —explico a toda prisa—. Es el hermano de Cade. Ha venido a buscarme para encontrar asientos de primera en la ceremonia.
Tres expresiones distintas se disputan el protagonismo en el rostro de la señora Holloway mientras intenta ver la cara a Max: sospecha, confusión y felicidad.
—¡Oh, qué encantador! —exclama cuando gana la expresión de felicidad; menos mal.
Le doy un pequeño empujón en el pie a Max con la punta del zapato.
—Sí… sí…, estamos muy emocionados —asegura y empieza a toser.
—De todas formas, señora Holloway —digo, supercontenta—, tenemos que irnos, no me gustaría nada que nos quedásemos en la última fila y no poder ver nada. ¡Nos vemos allí!
Le doy al botón de bajar con el pulgar.
—Mierda —suelto y apoyo la frente contra la fría pared de metal del ascensor en el momento en que arranca con un tirón.
—¿Quién es Cade? —pregunta Max, con cara de confusión.
—Nadie —replico—. Ahora no te preocupes por eso.
En el exterior, hileras de pancartas doradas y blancas han sido colgadas entre los edificios, y ondean y restallan al viento. Está nublado y empieza a chispear. La acera se halla abarrotada de personas, que avanzan hacia la plaza de la ceremonia moviéndose en una masa compacta.
—Tarjeta de identificación, por favor.
Doy un salto, me vuelvo y veo a un agente de la ACID apostado justo a la entrada de Anderson Court. Tiene la visera del casco levantada y, mientras rebusco en el bolsillo, con el corazón desbocado, me mira con frialdad. Le paso mi tarjeta de ciudadanía y me obligo a permanecer tranquila. La ACID siempre organiza redadas en los días de ceremonia; como se reúne tanta gente en las plazas de celebración, supongo que piensan que toda precaución es poca.
Pero es que, con todo lo que está pasando, los había olvidado por completo.
Le entrego mi tarjeta. El agente la lee con el escáner que lleva instalado en la muñeca de su guante, espera unos segundos y asiente en silencio. Entonces le llega el turno a Max. Se me acelera el pulso aún más. El agente pasa la muñeca por la tarjeta, y se queda mirando a Max mientras lo hace.
—No me había dado cuenta de que llovía tanto —dice, entrecerrando los ojos, y siento que se me para el corazón de pronto—. ¿Qué te parece si te quitas la capucha…?
Entonces alguien le da un empujón por la espalda. Un hombre, harto de que la multitud avance tan despacio, ha tropezado con él. Lo ocurrido es una desgracia para él y una suerte para nosotros, porque el agente olvida todo lo relativo a la espera de los resultados de la comprobación de la tarjeta de Max, se vuelve y suelta un enojado «¡Eh!», agarra al hombre y le sujeta los brazos a la espalda para poder esposarlo. Cojo del brazo a Max, y murmuro: «Vamos», y nos confundimos entre la multitud que va avanzando a empellones por Treynold Road.
En el camino hasta la terminal del tranvía de levitación magnética, pasamos por la plaza, donde ya se ha iniciado la ceremonia. No puedo evitar aminorar la marcha para poder mirar. Como todas las plazas del Exterior, los edificios que la presiden poseen fachadas cubiertas de falsa piedra para hacerlos parecer más elegantes; y seguramente así era antes de que empezaran a agrietarse y derrumbarse, y saliera a relucir el manchado cemento de debajo. En el centro hay una estatua gigantesca del general Harvey, y los asistentes se han encaramado a la plataforma para ver mejor el escenario, que está al fondo de la plaza. La escena está decorada con raídos retales de tela dorada y pendones con emblemas de la ACID y gigantescas banderolas en las que se lee: ¡FELICIDADES, NUEVOS COMPAÑEROS VITALES, EN ESTE GLORIOSO DÍA! Las diez parejas a las que unen hoy ya están alineadas sobre el escenario, las chicas llevan recargados vestidos para los que sus padres seguramente llevan años ahorrando: encajes y cuentas, espumoso chifón y pesadas sedas. Sin embargo, los chicos lucen un estilo más sobrio, con traje, camisa y corbata. Los asistentes chismorrean, ríen y admiran la ropa de los demás y señalan con orgullo a sus familiares sobre el escenario. Además aplauden cuando el oficial de la ACID que está al frente del escenario empieza a leer en voz alta los nombres de las parejas que tiene detrás. Esto no se parece en nada a las ceremonias del Alto. La mía —de haberla tenido— habría sido una fiesta privada y elegante, en compañía únicamente de mi familia y la familia de mi compañero. Recuerdo que, cuando era niña, hacía dibujos del vestido que iba a llevar y practicaba el discurso que iba a pronunciar cuando mi compañero y yo hiciéramos los votos. No sé si sentirme aliviada o triste ante la perspectiva de que no vaya a ocurrir nunca.
Entonces veo a los agentes de la ACID que están en primera línea del escenario y en distintos puntos alrededor de toda la plaza, con los rostros ocultos por las viseras y las pistolas de rayos láser en ristre, listas para disparar. Me recorre el cuerpo un escalofrío fugaz cuando recuerdo al agente de la azotea de Mileway disparando a Alex Fisher; el halo de electricidad zumbando alrededor del padre de Max, tumbado boca abajo sobre el cemento. Me vuelvo, de espaldas a la plaza, y camino más deprisa, con la cabeza gacha mientras me abro paso como puedo por la calle abarrotada con Max a la zaga.
—¿Qué ocurre? —pregunta cuando dejamos la plaza atrás.
—Nada —le contesto, y trago saliva con dificultad por el sentimiento de culpa que se me anuda en la garganta.
La lluvia cae con más intensidad. La siento golpeándome la cara. Más adelante, vislumbro por fin la terminal del tranvía. Un tranvía con destino a la zona X acaba de parar, y subimos de un salto: podemos hacer transbordo a otro con destino al centro médico en la estación de intercambio en la zona X. Los únicos pasajeros son una pareja de ancianos que están sentados al fondo del vagón, lo que significa, por primera vez desde que recuerdo, que puedo sentarme.
—No te quites la capucha —murmuro a Max cuando nos sentamos.
Él asiente y tose. Me acomodo en el asiento y suspiro.
Cuando las puertas se cierran, miro por la ventana.
Y veo al agente que ha revisado nuestras tarjetas a la salida de Anderson Court cruzando a grandes zancadas la terminal hacia nosotros.
Transcripciones de los contactos de la redkom9 entre el Control de la ACID y el agente 563 Devlin
Fecha del contacto: 24.05.13
Hora del contacto: 09.00 h
<Agente 563 Devlin> Soy el agente 563 Devlin, solicito refuerzos.
<Control> Agente Devlin, aquí Control. Por favor, especifique.
<Agent 563 Devlin> Tarjeta de ciudadanía localizada durante detención para comprobación rutinaria en Anderson Court, en Treynold Road número 35, zona M. Es una de las tarjetas de los Nicholls. He tenido un altercado con otro miembro del público mientras estaba haciendo la comprobación y el sospechoso ha abandonado la escena antes de que pudiera detenerlo.
<Control> ¿Tiene imagen del sospechoso?
<Agente 563 Devlin> De momento, no. Quiero seguirlo, pero estoy atrapado por la cantidad de gente que se dirige a la ceremonia.
<Control> ¿Puede describir al sospechoso?
<Agente 563 Devlin> Varón joven. El nombre de la tarjeta era Michael Adams. Llevaba una sudadera azul con la capucha puesta e iba acompañado por una chica de edad similar con el pelo pelirrojo oscuro y llamada Mia Richardson. Los he parado para un control rutinario cuando salían de Anderson Court.
<Control> Un momento, por favor. Contactaré con el satélite kom e intentaré localizar al sospechoso.
<Control> Tenemos un contacto con el kom de Mia Richardson; por lo visto, Adams no lo lleva puesto. Los sospechosos se encuentran a trescientos metros de usted en la terminal del tranvía de levitación magnética de la zona M. ¿Puede seguir a pie? Solicitaré refuerzos lo antes posible. Actúe con discreción, no queremos que el público sea presa del pánico.
<Agente 563 Devlin> Entendido.
Fecha de contacto: 24.05.13
Hora de contacto: 09.10 h
<Agente 563 Devlin> Aquí el agente 563 Devlin llamando a Control.
<Control> Agente Devlin, aquí Control, ¿ha detenido a los sospechosos?
<Agente 563 Devlin> Bueno… no.
<Control> Por favor, especifique, agente Devlin.
<Agent 563 Devlin> Los sospechosos ya habían subido al tranvía cuando he llegado a la terminal. Por culpa de la multitud, no he podido alcanzarlos antes de que se pusiera en marcha el vehículo, y no podía pedir al público que se dispersara sin llamar la atención sobre mi persona. Necesito otra conexión con el satélite kom para localizarlos.
<Control> Un momento, por favor.
<Control> Tengo una ubicación. Los sospechosos se dirigen a la estación de intercambio de la zona X.
<Agente 563 Devlin> ¿Quiere que los siga?
<Control> No, daré la voz de alarma a los agentes que ya están allí. Por favor, regrese a Treynold Road. Acabamos de recibir el aviso de un transeúnte sobre uno de los residentes de Anderson Court. El transeúnte es la presidenta del Comité de Jóvenes Compañeros Vitales y ha informado de que la residente es Mia Richardson, y dice que se ha marchado esta mañana con un varón que no es su compañero vital. Voy a enviar un equipo al piso de Richardson y luego lo remito a su posición.
<Agente 563 Devlin> Entendido. En camino.