Repasar mi nueva identidad nos lleva casi toda la mañana. Steve me deja leer los detalles en su ordenador holográfico, luego me somete a un interrogatorio exhaustivo sobre los mismos. Tengo mi misma edad, pero nací otro día; mis padres trabajan en una fábrica; no tengo hermanos; fui a uno de los grandes colegios de la ciudad en la zona P, en el que me gradué sin méritos, y voy a ir a vivir a la zona M, en un lugar llamado Anderson Court, con un trabajo en una fábrica de la zona R, donde fabrican piezas para los tranvías de levitación magnética. Ah, y tendré un día libre a la semana, el domingo.
—Me temo que no podemos enviar la información a tu kom, la ACID podría descubrirla, pero pediré que se instale un ordenador holográfico en tu habitación más adelante para que puedas volver a repasarlo todo —dice Steve mientras me masajeo las sienes, pues empiezo a notar un incipiente dolor de cabeza—. Y he pedido a los demás que te hagan preguntas aleatorias sobre tu identidad para que te acostumbres a responder a bocajarro. Estoy seguro de que no necesito recordártelo, pero, cuando salgas de aquí, podrían ser los agentes de la ACID los que te hagan esas preguntas.
Asiento en silencio.
—Otra cosa que debes recordar es que el sistema de detenciones funciona de forma algo distinta en el Exterior. Las personas que se meten en líos con la ACID en el Alto reciben dos advertencias antes de ser detenidas…
—Ámbar y rojo —digo, incapaz de ocultar el aburrimiento en el tono de mi voz. Vuelvo a tener hambre y el dolor de cabeza se está agudizando; no quiero estar tan malhumorada, pero empiezo a sentirme fatal—. Pero, en el Exterior, se presentan de golpe y se los llevan. Puede que me haya educado en el Alto, pero no soy tan ingenua, ¿sabes?
Recuerdo lo que me dijo mi padre cuando tenía trece años y me pilló leyendo un enlace pirateado en mi kom, que había descubierto por casualidad cuando estaba buscando información para unos deberes de la escuela. Era una página en la que decían que la RIGB antes se llamaba Reino Unido y que, cuando se llamaba así, la gente tenía derecho a votar y a viajar con libertad a otros lugares fuera de la RIGB, incluidos Europa y Estados Unidos; unos sitios que nuestros profesores nos habían dicho que eran horribles, llenos de crimen, pobreza y odio. Mientras lo leía, se me aceleró el pulso. ¿Cómo podía ser todo aquello cierto? Sin embargo, había algo que me hizo pensar que sí lo era, y empecé a preguntarme cómo sería la vida si pudiéramos escoger a la persona que debía dirigirnos; si no existiera la Valla; si pudiéramos ir a visitar esos supuestos antros del mal.
Estaba tan absorta que no oí a mi padre entrar en mi habitación.
«¿Qué estás haciendo?», preguntó.
Con sentimiento de culpa y aterrorizada, intenté cerrar el enlace, pero mi padre fue demasiado rápido y me arrancó el kom de la oreja.
Estuvo gritándome durante media hora de reloj y terminó diciéndome: «Debería denunciarte para que te pusieran una advertencia ámbar, y así darte una lección». Y luego me quitó el kom.
Poco después de aquello, conocí a Dylan en la fiesta de cumpleaños de Nadia.
—Hablo en serio, Mia. —Steve utiliza mi nuevo nombre sin dudarlo un segundo, y eso me devuelve de golpe al presente—. Lo único que no podemos cambiar es tu ADN. Si te detienen, todo cuanto tiene que hacer la ACID es practicarte un análisis de sangre, y volverás a la cárcel en menos que canta un gallo.
Parpadeo y miro la superficie de la mesa.
—De ahora en adelante, Jenna Strong ya no existe —me dice Steve—. ¿Está claro?
Asiento con la cabeza todavía mirando la mesa. «Jenna Strong ya no existe.» Vaya, eso sí que es raro.
—Bueno, ya debe de ser casi la hora de comer —comenta Steve más animado—. ¿Quieres que llame a Mel para que vuelva a llevarte a tu cuarto, Mia?
Asiento, agradecida. Steve habla por su kom, y, al cabo de unos minutos, aparece Mel. De vuelta en mi cuarto, nos espera la comida a ambas —patatas al horno con ensalada de pollo— y, mientras comemos, Steve reaparece e instala un ordenador holográfico en una mesita del rincón.
—¿Cómo se llaman tus padres? —me pregunta de sopetón sin volverse, mientras se dirige hacia la puerta.
Lo miro, sobresaltada.
—Esto… Martha y Anthony —respondo titubeante.
Steve sacude la cabeza.
—Nada de «esto…», Mia. «Esto…» te puede meter en un buen lío.
Siento que me ruborizo y se me revuelve el estómago. Aparto lo que me queda de la patata, ya no tengo hambre.
—¿Has terminado? —pregunta Mel cuando Steve se va. Asiento en silencio—. Entonces, vale —dice—. Ha llegado la hora de ir a conocer a Cade.
Intenta que vuelva a subirme a la silla aérea, pero me niego. No quiero que mi nuevo y falso compañero vital crea que soy una debilucha.
Cogemos un ascensor para subir otra planta, donde Jon nos espera.
—Está aquí dentro —dice él, sonríe y me sostiene la puerta.
Entramos en un salón lleno de sillas bajas y de aspecto confortable. Está vacío salvo por la presencia de un chico sentado en una de las sillas, situada al fondo, con un bastón junto a él.
—Cade —lo llama Mel—. Esta es Mia.
El chico se vuelve. Tiene el pelo rubio y muy corto, una nuez muy prominente, y tiene las mejillas y la frente cubiertas de acné. Cuando nos dirigimos hacia él, arruga el entrecejo con nerviosismo.
—Hola —nos saluda.
Cuando se levanta, alcanza el bastón y se le arruga un poco la camisa, entonces veo que tiene una cicatriz, idéntica a la mía, en la cadera izquierda. Me pregunto cuál será su verdadero nombre, y de qué prisión lo habrán sacado. De Mileway no, eso seguro; tiene pinta de no haber podido sobrevivir ni dos segundos allí dentro.
Mel me da un codazo.
—Ah, sí, hola —contesto.
Silencio.
—Bueno —dice Mel con tono vivaracho tras varios segundos—, os dejaré un rato para que os conozcáis, ¿os parece?
—Vale —me oigo responder.
—¿Queréis que os traiga algo? —pregunta Mel—. ¿Té? ¿Café?
—Yo no quiero nada —murmura Cade, mirando al suelo con un mohín.
—Yo tampoco —digo.
—Bueno, pegadme un grito si me necesitáis —añade ella y, tras sonreírnos una última vez, sale a toda prisa.
«¡Vuelve!», tengo ganas de gritar. Y entonces me doy cuenta de lo ridícula que estoy siendo. Acabo de pasar dos años en la cárcel, ¡por el amor de Dios! Soy capaz de enfrentarme a hombres que me cuadriplican en tamaño y reducirlos a una masa sanguinolenta y llorona. ¿Y ahora me pongo nerviosa porque me dejan con un niñato de diecisiete años normal y corriente?
—Bueno, pues puedo contarte algo sobre mí y luego tú puedes contarme algo sobre ti —digo, e intento parecer despreocupada—. Menos mal que no somos compañeros vitales de verdad, ¿no?
Me mira, extrañado.
—¿Qué quieres decir con eso?
Me doy cuenta de que he dicho lo que no debía. Seguramente cree que he averiguado quién es en realidad o algo por el estilo. Niego con la cabeza.
—Da igual. Era por decir algo.
—Ah, vale —responde entre dientes.
Decido volver a intentarlo.
—Bueno, ¿y tú qué crees que es este lugar en realidad? ¿Crees que son agentes secretos? Podrían estar tramando conquistar el mundo, y cuando lleguemos al Exterior empezaremos a recibir sobres con instrucciones para cumplir con misiones secretas.
Me mira con perplejidad. Está claro que cree que estoy completamente loca.
Intento ignorar la frustración que se acrecienta en mi interior, y me estrujo el cerebro para que se me ocurra algo más que decir. No lo consigo. Cade juguetea con los faldones de su camisa, evitando mi mirada a conciencia. El silencio entre ambos se prolonga hasta resultar más que incómodo, y tengo que resistir la urgencia de taparme la cara con las manos y soltar un gruñido.
¿Por qué ya me parece que esto no va a salir bien?
LIGA PARA LA INDEPENDENCIA,
BÚSQUEDA Y RECUPERACIÓN DE LA EMANCIPACIÓN
COMUNICADO GENERAL
Fecha: 19.04.13
Atención: el acceso a este comunicado está autorizado únicamente a las personas que introduzcan el código correcto. La carpeta que contiene la información se autodestruirá cinco minutos después de ser abierta y será ilegible e irrecuperable.
Actualización n.º 1: Mia Richardson y Cade Johnson
Poca información. M. R. y C. J. abandonaron nuestras instalaciones hace tres días con destino a su nueva casa en la zona M. Hasta la fecha, se ha establecido contacto con ellos en una ocasión a través de M. M. y J. M., quienes han informado de que están adaptándose bien a la convivencia. Ambos empezaron sus nuevos trabajos en el día de ayer; M. R., en la fábrica de tranvías de levitación magnética de la zona R, y C. J. en la planta de envasado de sucedáneos alimentarios de la zona Q, tal como estaba planeado. Ninguno de los dos ha causado problemas hasta ahora. M. M. y J. M. tienen pensado establecer contacto con ellos una vez cada quince días a partir de ahora, a menos que surja algún imprevisto.
Actualización n.º 2: el juicio
La evolución es constante, aunque lenta. A. H. todavía está en el proceso de recuperar los archivos borrados de las bases de datos de la ACID. Ya se ha planificado la misión a Innis Ifrinn para dentro de un par de meses. Si resulta exitosa, confiamos en que esta y otras pruebas que podamos recabar basten para llevar a la ACID a juicio por sus numerosas violaciones de los derechos humanos. Hemos contactado con funcionarios de la Oficina Europea de Justicia contra el Crimen, quienes han accedido a permitir que sus agentes colaboren con nosotros en las detenciones, y a que se celebren los juicios en nuestro nombre en su sede central de Frankfurt, a donde serán llevados los detenidos antes del inicio de las vistas.
No existe más información al respecto. Fin del comunicado.