44

Un día me levanté de la cama sin previo aviso. Como si mi alma hubiera decidido que ya era hora de despertar, caminé hasta el baño, me lavé el rostro y salí de la habitación. Encontré a Nina hablando con Clif en la cocina discutiendo sobre una comida hasta que notaron que estaba allí. Ambos me miraron sorprendidos, como si fuera una aparición.

—He vuelto —susurré y sonreí de lado. Ella caminó con cautela hacia mí y me abrazó. Clif me tendió un vaso de agua y me sonrió.

—Ha vuelto, mi señor.

—Sí, he vuelto —repetí.

Ben fue el primero en venir. Se sentó conmigo en el salón, me preguntó cómo me encontraba y me habló de desligarme de mis deberes si lo necesitaba. Me negué rotundamente a hacerlo. Lentamente, las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Si así podía decirse, pues aún me sentía muy mal por la pérdida de mi hermana. Intenté parecer normal y volver a la rutina, pero me era imposible. La amargura se colaba en cada uno de mis poros.

Ninguno volvió a ver a un ángel después de que la piedra desapareció de la Tierra. Los gobiernos habían salido a decir que el ataque de los ángeles no había sido justamente eso. Comunicaron por todas las redes posibles que había sido un ataque extraterrestre. En parte, me alegré de que no los culparan por eso. Decían que habían lanzado un ataque a la Tierra con el fin de que todos incurrieran en una guerra, lo que les permitiría tomar el poder de los pocos que quedaran. Los humanos parecieron aceptarlo y volvieron a su vida habitual. Los que habían luchado junto a nosotros habían buscado un lugar más cercano a la S.A. dejando la ciudad a un lado. Se habían instalado en barrios cercanos donde habitaban muchos oscuros.

Sal se había mudado con Hero finalmente…, aunque para desgracia de él, no se habían ido muy lejos, solo al piso debajo de donde vivían con Carim y Eva. Y las chicas planeaban crear una escalera que uniera ambos pisos. Nada podía separarlas… y Hero se había resignado y se había ganado más que mi respeto. Ya no lo obligaban a acompañarlas de compras y su refrigerador estaba lleno de cerveza y comida, por supuesto, no sana.

Zander se había despedido de su departamento de soltero haciendo un berrinche infernal, pero finalmente se lo cedió a sus elementales, y vivía con Vívika en una pequeña casa a cuadras de la mía. Gracias a la diosa, había tirado sus pantalones de cuero.

Dora seguía viviendo en la S.A. Ben la había contratado de forma permanente. En el tiempo que habían pasado juntos, el jefe de la Sociedad comprendió que Dora era buena consejera y buena amiga de mi madre, por lo que siempre se aseguraba de tenerla a mano. Las acusaciones en su contra fueron retiradas. Encontramos a un metamorfo muerto tiempo después. Las Aminas habían rebuscado en sus recuerdos y encontraron imágenes de los ataques a la mujer. También supieron que el metamorfo había sido traído de la ex Corea, que le habían arrancado la lengua y lo había forzado solo Dios sabe con qué para que asesinara luciendo como Ben.

Poco a poco había retomado mi rutina, y a veces solía perderme en mis pensamientos, pero siempre había alguien allí para traerme al presente. Parado en la sala de estar, miré una vez más el rincón donde vi a Phill y recordé a mi hermana. Nina llegó desde atrás y me abrazó, logrando apartar mucha de la amargura que me colmaba.

—¿Sabes lo que tomará reparar todo esto? —Dijo y me soltó—. Ni hablar de lo que costará volver a unir eso —indicó y me giré para verla observando un cristal de la hermosa araña que alguna vez había colgado en la entrada.

—Lo haremos —dije suspirando con tristeza. Lo habíamos hecho muchas veces y lo volveríamos a hacer. Ella me sonrió—. Tenemos mucho tiempo para eso.

—¿Has estado pensando en tu hermana, cierto? —Me preguntó y abrió los brazos para envolverme en un protector abrazo.

—Sí, no puedo apartarla de mi mente —admití sabiendo que no podía escondérselo.

—¿Has hablado con… tu madre? —Me interrogó en un susurro.

No. No lo había hecho desde el ataque. Ella había acudido a mí, pero me había negado a verla o escucharla por lo que se retiró en silencio y no volví a verla. Incluso había cerrado con llave el jardín de invierno. Había evitado todo contacto con ella, me dolía el pecho y mi corazón todavía se retorcía por el dolor de la pérdida. No podía entender por qué mi madre había permitido que ella se suicidara.

—¿Eh? ¿Nick? —Nina pasó una mano frente a mi cara—. ¿Estás bien? —Le sonreí en respuesta, ella estaba preocupada y las arrugas se formaban en su entrecejo.

—Debo hablar con ella… —admití a duras penas.

—Creo que sería bueno. Tú la amas, debes preguntarle por qué lo ha permitido —susurró. Le había confiado a Nina mi dolor, aunque sabía que no lo necesitaba. El vínculo se había fortalecido de una forma tan poderosa que a veces no reconocía si eran sus pensamientos o los míos.

—Sí —la abracé apoyando la barbilla en su cabeza—. Creo que será lo mejor.

—¿Por qué no vas a hablar con ella?

—Ahora no… —era demasiado pronto.

—Vamos —me instó.

—Mañana —dije—. Recuerda que mañana nos reuniremos aquí.

—¿Nos reuniremos? —Preguntó soltándose de mi agarre.

—La familia y algunos amigos —dije y le acaricié el cabello.

—¿Sabes algo de Phill?

—No —admití—. Nada, tan solo se ha ido.

—Bien —dijo con una nota de dolor al ver mi rostro—. Debes decirme quiénes vendrán. —Le hice una mueca ante su pregunta. Nina aún era un poco arisca, pero en el último tiempo se había unido a las elementales y ellas parecían lograr que ella saliera de su cascarón—. ¡No me mires con esa cara!, querrán comer y no planeo que terminemos devorándonos unos a otros. No le ofreceré el cuello a nadie, bueno, tal vez a Sal, pero nunca termino de entender con qué se saldrán los demás, así que, bien, dime.

*****

Carim, Sal y Eva habían prometido traer el postre. Por lo que a mí respecta, no sabría decir si las chicas sabían cocinar, pero lo que cuenta es la intención, ¿no? Hero venía con el combo. Nos habíamos vuelto muy unidos últimamente. Zander solía insistir con llamarnos los tres poderosos o los tres fantásticos y cosas por el estilo. Hero se reía de sus locuras y a mí me sentaba bien volver a divertirme. Nuestra amistad se había forjado a fuego y ni una vez, el ahora nuevo centinela había fallado. Dora se había ganado el corazón de todos, así que no invitarla era un crimen. Aunque ella era humana, nunca pareció incomodarla. Los oscuros la habían aceptado mejor de lo que ella creía, aunque ella insistía que tan solo la trataban así por la amenaza de Zander. Z vendría con Vívika y era el encargado de la bebida, solo que esta vez planeaba emborracharme en mi propia casa rodeado de la familia. También había invitado a sus elementales, después de que volví a la S.A. me había enterado de que ellos les habían salvado el trasero a las chicas, aunque ellas no lo admitieran. Así que traer a Odio-Terror-Dolor era justo, pero no sabía cómo saldría aquello, tan solo deseaba que ellas los aceptaran sin arrancarles las cabezas.

Y también había invitado a Ben…

Mi relación había mejorado, no planeábamos salidas de pesca al estilo padre-hijo, pero al menos éramos más cercanos y yo mucho más tolerante. Él había aceptado, mejor que todos, mi necesidad de no saber nada de mi madre por un tiempo, y habíamos hablado… mucho, gracias a Nina. Ella había cambiado mi mundo. Adoraba verla correr por el jardín, la dejaba retozar un rato y luego salía en su caza para terminar haciendo el amor en cualquier rincón donde cayéramos rendidos.

Dora y Ben fueron los primeros en llegar y se acomodaron en el estudio observando con detenimiento las piezas de arte. Era bueno que ambos conocieran a mi madre, no había secretos, y podían hablar por horas.

Luego llegaron las chicas… y los problemas.

—¿Qué? ¿Los has invitado? —Me gritaron Eva y Carim haciéndome retroceder un paso. Miré a Nina y supe que ella les había avisado, pues mi compañera me dio una mirada diciendo: Te-lo-dije.

—¿A quién has invitado? —Inquirió Hero, que se abrazaba a Sal.

—¡A los malditos esos que…! —Comenzó a gritar Carim, pero no pudo terminar.

—Les salvamos la vida, aunque nunca lo admitirán. —Leiden, con su andar animal, tomó rápidamente la mano de Carim y depositó un beso suave en sus nudillos. Ella la retiró y le gruñó, no sin antes esconder sus rosadas mejillas. Sonreí al ver la reacción de Carim, realmente no sabía descifrar si estaba molesta o avergonzada—. Linda gatita —la chicaneó antes de desviarse hacia mí—. Centinela Ikkar.

—Leiden…, bienvenido —dije sonriendo.

—¿Bienvenido? —Gruñó la gata—. ¡Voy a matarte!, quiero que lo sepas.

—¡Compórtate gatita! —La reprendí logrando que ella me gruñera y se perdiera en la cocina—. Bienvenido, Hass. —Ahora era el turno de Eva de gruñir, protestar y reventar en furia, y lo hizo fuerte y claro. Hass la observó de pies a cabeza sin apuros, hasta que me miró.

—Nicolás, ¿cómo estás?

—Bien…, ¿y Furcht? —Pregunté al notar que faltaba uno de ellos.

—Aquí viene, con Z. Estuvieron apostando por cuál de los coches era más rápido, así que traje a Vívika conmigo. —La rubia se metió tras él y Hass utilizó el momento para tirarle un beso furtivo a Eva, que se evaporó tan rápido como pudo.

—Iré con ellas —dijo Sal y se marchó. Vívika se veía bien cuando entró.

—Vívika, bienvenida.

—Hola, Nicolás, bonita casa. ¿Cómo estás? —Dijo avergonzada.

—Bien —le respondí y le di un fuerte abrazo. Luego busqué a Nina. Ella estaba hablando con Hass, y cuando ella señaló una ballesta sobre la chimenea supe de qué hablaban. La nueva afición de Nina: las armas. Suerte de ser inmortal, pensé—. Me alegro de que estés bien. Y gracias por… —no terminé la oración, no sabía cómo, pero ella asintió.

—No tienes por qué agradecerme. Yo he traído ensalada, aunque no sé muy bien si les gustará —murmuró.

—Vívika, todo es bienvenido, somos una familia —dije, y ella me sonrió—. Las chicas están en la cocina.

—¡Nick! Tienes que probarlo —gritó Zander claramente excitado por la velocidad—. ¡Demonios! Ese auto es una mierda por fuera, pero deberías ver cómo ruge. —Furcht entró tras Z.

—No le creas —dijo Furcht—. El mío lo supera en amplia medida.

—No sabes nada, Furcht. —Lo chicaneó Zander—. Debes admitirlo.

Todos estaban allí, sentados alrededor de la mesa y en paz. Me sentí bien y, por primera vez en más de tres semanas, sonreí con ganas. La tensión entre Furcht, Hass y Leiden con las chicas no había desaparecido y me causaba gracia verlas debatiéndose entre agradecer sus halagos o gruñirles. Sal y Hero eran un puerto aparte, estaban calmados y se reían e interactuaban con todos. Vívika y Zander parecían acoplarse a la perfección. Recordé la noche en que me había presentado a Vívika y estaba seguro de que Zander no volvería a usar pantalones de cuero, pues ella lo completaba y lo equilibraba, incluso había comenzado a vestirse mejor. Dora y Ben se divirtieron, hablaron con total normalidad. Ben lucía diferente, cambiado, hablando por primera vez con las chicas como uno más y no como el jefe. Era casi como una familia normal.

Pasamos una velada tranquila, hablando de cualquier cosa, riendo, comiendo y bebiendo. Hass, Furcht y Leiden se habían marchado cerca de las dos de la mañana ya que tenían una búsqueda que realizar y las chicas estaban agradecidas, aunque les habían prometido verlas luego, lo que no les había hecho ninguna gracia.

—Deberíamos hacerlo más seguido —dijo Nina acomodándose a mi lado en el sillón.

—Sería bueno —añadió Sal, que estaba recostada contra el pecho de Hero junto a la chimenea. Zander y Vívika estaban sentados al otro lado. Carim y Eva buscaban música en mi computadora, debatiendo qué sonaba mejor.

—Me gusta esto —dijo una voz que llegó desde mi espalda. Todos nos giramos poniéndonos en guardia.

Irizadiel y Phill estaban parados en la puerta hombro contra hombro.

—Tan solo te pediría, querido hermano, que la próxima vez nos avisaras. —Solté a Nina, brinqué del sillón y en un instante estaba sobre Irizadiel, estrujándola entre mis brazos.

—Yo… yo…, nosotros te vimos…, yo —dijo Sal tartamudeando. Solté a mi hermana para que pudiera responder.

—Sí, ustedes me han salvado, nos han saldado —dijo ella y su mano se depositó en su vientre y la otra aferró la mano de Phill.

Miré su estómago, sorprendido, estaba un poco redondeado, y parpadeé con sorpresa.

—¿Estás…? —Tartamudeé—. ¿Estás embarazada, pero…?

—La vida… —dijo ella sonriéndome—. Vida da, y eso fue lo que ocurrió.

—La chispa —susurró Hero y se acercó.

—¿Qué pasó con…? —No me atrevía a decir el nombre de mi padre en voz alta.

—Hermes está encadenado en lo profundo del mar. Semiazaz, el hermano de Phill, lo ató allí con un encanto de las nagas. Nunca más volverá a complicarnos la vida —anunció mi hermana.

—¿Tu hermano? ¿El ángel maldito? —Preguntó Sal acercándose.

—Sí, solo que ya no es un ángel y está purgando muchas cosas —dijo Phill sonriendo de mala gana—. Yo, bueno, he llegado a una tregua con él. Él no se siente muy bien, así que estará con Vatur hasta que ella lo crea necesario.

—Hermana —susurré con la emoción colándose por mi voz. Me acerqué una vez más y le besé la frente.

Eso les dio el permiso a los demás para que la saludaran. De un momento a otro, todos estaban sobre ellos. Me aparté un poco y admiré la imagen. Irizadiel me observó mientras Nina me abrazaba. Le di un beso a Nina dejando que la tranquilidad y la alegría se filtraran por nuestro lazo.

—Así que tú eres la mujer que robó el corazón de mi hermano —preguntó Irizadiel acercándose a Nina, que la miraba con los ojos llorosos—. Me alegro por ustedes y gracias por salvarlo… y tú… —me miró fijo— debes hablar con mamá, ella también está molesta por no recibir su invitación.

—¡Oh, Diosa mía! —Todos nos giramos a ver a Vívika—. ¿Es un ángel? ¿Son ángeles? ¡Ángeles! —Dijo histérica, y recordé que nos habíamos olvidado de contarle quiénes eran esos dos ángeles. Después de haber peleado con tantos de ellos, era natural que Vívika reaccionara así.

—Es una larga historia —murmuró Zander pasándole el brazo por encima de los hombros para calmarla—. Pero créeme, ella y él son de los buenos… —añadió y la besó.

—¿Aún crees eso de que sería raro ver a tu madre trayendo el postre? —Susurró Nina y sonreí. Estiré la mano para acariciar el vientre de mi hermana. La vida, vida da. No sabía qué significaba, solamente estaba feliz de verla viva.

—No —respondí—. Creo que nada es imposible ahora. La vida es buena.

Nomine Vatur, perducat nos ad aeternitatem. (En el nombre de Vatur, guíanos hasta la eternidad.) —gritó Phill y todos repetimos la promesa sagrada, sabiendo que no importaba lo que viniera, ahora estábamos más unidos que nunca, más unidos de lo que hubiéramos pensado alguna vez. En algún tiempo.