35

El camino de regreso fue silencioso. Habían trasladado a más de mil oscuros de todas las razas y más de quinientos humanos perseguidos por herejía debido a su adoración a la diosa. Todos fueron trasladados con éxito. Las patrullas habían encontrado resistencia en algunos sitios de la ciudad, pero, sin presencia de los ángeles, los humanos eran más fáciles de amedrentar. En algunos sitios, incluso hubo peleas, pero nada que no pudiera resolverse y, por suerte, no había heridos. Me relajé en el asiento, ya que realmente me sentía bien, como si el aire entrara con mayor facilidad en mis pulmones. Algo había cambiado… Era como si las moléculas de mi cuerpo hicieran una sinapsis diferente, como si resplandeciera…, pero como sabía, nada en mi vida duraba mucho tiempo. Me encontraba en paz hasta que sentí el llamado de mi madre. Sin dejar de prestar atención a la ruta, percibí la caricia mental impregnada con el aroma a noche y roció.

Madre —respondí mentalmente.

Es esta noche —me susurró muy suavemente y se marchó.

No necesité que añadiera nada más. Eché una mirada furtiva a Nina, y suspiré tristemente. No sabía qué podía ocurrir, sentía el pecho apretado y mi eterno corazón latiendo y sangrando por tener que enfrentar a Mikela. Debíamos partir esta noche, pues tenía que comunicárselo a la única fémina que había tocado mi alma. Sabía que Nina tenía muchas preguntas y no la cuestionaba. Su vida había sufrido cambios radicales en muy poco tiempo y había resistido cada uno de ellos. Yo también tenía muchas preguntas sin responder y quería saber todo de ella. La ira cobró fuerza mientras conducía, apreté los dientes, y una parte de mí quiso gritar.

No era justo. ¿Por qué no podía conocerla primero? ¿Por qué tenía que vivir esta jodida guerra? Lo poco que sabía de ella era por sus registros médicos: había sufrido muchas lesiones, muchos golpes, también conocía algo sobre su educación, poco sobre su familia. No conocía nada de su vida anterior, lo único que tenía en claro era que su familia la había dejado de lado. Por un momento, aquello desató aún más mi ira. ¿Cómo podían olvidarla de ese modo? Como si no valiera nada. Nina sufría por ello. La miré de reojo, y supe que debía ganarme su confianza, pues quería castigar a aquellos humanos por lastimarla, por olvidarla… ¿Cómo podían?

Seguimos en silencio durante todo el trayecto, y noté como si un canal se abriera entre nosotros, aunque desconocía el motivo. Se me formó un nudo en el pecho y la tristeza y el miedo gotearon en mi interior. Agradecí al cielo que las calles estuvieran desiertas. Llegamos más rápido de lo normal, necesitaba salir del coche urgente. Carim, como si presintiera la incomodidad, se bajó del coche y fue al encuentro con sus hermanas. Descendí del coche maldiciendo mi destino. Perdido en mis pensamientos, no noté que Nina había rodeado el coche hasta que casi choco con ella. La miré a los ojos disfrutando cada segundo, y ella me tocó el rostro y me encaró.

—Comienza a hablar —me exigió. Eché un vistazo a los demás, pero estábamos solos, ya que las chicas habían comenzado a organizar a los refugiados.

—¿Podemos entrar y charlarlo? —Susurré inquieto lamiéndome los labios.

—Nicolás, necesito saber —protestó, y asentí tomando una bocanada de aire.

—Te lo diré todo, tan solo dame unos minutos. ¿Está bien? —Dije, y mis ojos se detuvieron en sus hermosos labios. Me acerqué para besarla, pero se alejó un paso.

—No. No besos. No caricias. No piel. Me confundes, siempre logras esquivar mis preguntas. No habrá contacto hasta que me digas por qué creo estar volviéndome loca.

—No estás volviéndote loca —afirmé. Intenté acercarme nuevamente, y ella volvió a esquivarme. Gruñí. Un gruñido con todas las letras, uno potente y sonoro que erizó la piel de la gata, que estaba frente a mí.

—¿Me estas gruñendo? —Exigió incrédula.

—Te lo mereces… —respondí apretando los dientes sin apartar los ojos de su boca. Necesitaba el contacto como lo necesita cualquier cambiante, deseaba tocarla.

—Entonces responde a mis preguntas… —replicó y se cruzó de brazos—. Las chicas me dijeron que estás actuando raro. —Me tomé la cabeza y me froté la frente.

—¿Yo soy raro? —Protesté.

—No, no pongas palabras en mi boca —dijo apuntándome con el dedo—. Ellas dijeron que estabas comportándote raro. Por lo que imagino y las miradas que me echan, la causa soy yo.

—Todo eres tú —suspiré aún frotándome los ojos—. Será un milagro si sobrevivo a ti.

—¿Debería tomarlo como un halago o como un…? —Nina no pudo terminar la frase, ya que Zander se materializó a nuestro lado.

—¡Eh, chicos! Nina… ¿Cómo estás? —Dijo y le sonrió.

—¿Cómo mierda hizo eso? —Preguntó horrorizada, y yo suspiré aliviado por la interrupción.

—Él es un metamorfo —respondí. Cuando ella no dijo nada, ambos nos miramos, pues no sabía cómo empezar a explicárselo y, por lo visto, Z tampoco.

—Sabes… —dijo Nina fulminándome con la mirada—. Lo añadiré a las cosas que debes explicarme, hay una gran lista con tu nombre, Nicolás. —Ella se marchó para ayudar a las chicas apretando el paso y con los puños cerrados. La observé marcharse, lucía muy graciosa cuando se enojaba.

Wow! No pasaste ni dos días con ella y la has cabreado…, eso es todo un récord, mi amigo. —Mis ojos siguieron a Nina hasta que se perdió adentro del edificio. Una parte de mí deseaba correr y obligarla a quedarse a mi lado. ¿Dónde iría? ¿Por qué no estaba a mi lado?—. ¿Nicolás? ¿Hola?

—Estoy emparejado —expresé en un tono monótono, sin una nota de humor, solo una afirmación totalmente precisa. Aquellas palabras salieron de mi boca como una confesión.

—¿Qué? ¿Que tú qué? —Zander se atragantó y me obligó a mirarlo—. ¿Qué tú estás qué?

—Emparejado —repetí—. No sé si pueda llevarla conmigo esta noche.

—¿Esta noche? Wow! Espera vaquero. ¿Adónde vas esta noche?

—A buscar a Mikela. El tiempo expiró, por lo cual mañana es el día —añadí—. Debemos viajar hoy.

—¿Cómo lo sabes? —Me preguntó, intentando comprender.

—Dora dijo: la única forma de que encuentren a Mikela será cuando el ocaso del día ocho de este mes toque el horizonte. O sea, mañana.

—¡Mierda!

—Quedarás a cargo mientras no esté —añadí mirándolo a los ojos—. Imagino que Hero podrá con las chicas, pero te necesito para controlarlas y ayudarlo.

—¿Se lo has dicho a Nina?

—No, no aún —admití, y pateé una piedra como si fuera un niño.

—Hablo del emparejamiento —aclaró Z, y lo miré torciendo la boca.

—Sé de lo que hablas, no soy estúpido, y no. No a ambas cosas —aclaré de mala gana.

—Creo que sería mejor que comenzaras por explicarle por qué debe mudarse a tu casa —dijo, y me miró ceñudo—. Ya sabes, estoy seguro de que te sentiste mal cuando se fue. Es lo mismo que ocurrirá cuando regreses a tu casa y ella no esté.

—¿Cómo demonios sabes tanto de esto? —Interrogué soltando una maldición.

—Recuerda —dijo colocando una mano en mi hombro mientras bajaba la cabeza—: que no esté emparejado no significa que no esté al corriente de cómo sucede. Es como aquellos que no juegan al póquer y, sin embargo, saben que cuando…

—Lo entendí, lo entendí… —gruñí irritado. Volví a fijar la atención en mi amigo y recordé el problema con Alex. Se veía bien, al menos no estaba arrastrándose y se lo notaba de buen humor—. ¿Cómo estás?

—Un poco cabreado, pero Vívika, bueno, ella es… —Tragó con fuerza y se pasó una mano por el pelo—. ¡Mierda, Nicolás!

—¿Qué? —Pregunté alarmado—. ¿Ocurrió algo?

—No, deja de preocuparte como si fuera un desvalido, ¿quieres? —Dijo apretando los dientes—. No es eso, es solo que lo lamento, es raro, Nicolás. —Lo miré aún más confundido que antes.

—Si vuelvo a escuchar nuevamente mi nombre en alguna oración, creo que mataré a alguien. Dime, ¿por qué te sientes tan mal? ¿Qué es lo raro?

—No sé, tú estuviste con ella, y yo, ahora… —Me dio una mirada rápida y comencé a entender—. Como que no me siento cómodo diciéndote esto, pero…

—No estuve con ella, Z —respondí con la certeza que Vívika no era para mí—. Solo la conocí una noche, ¿está bien?

—Lo sé, lo lamento. Bueno está bien, ella es linda —respondió un poco más relajado—. Al menos me hace compañía…, no lo sé, es raro —suspiré y estaba por responderle cuando alguien me llamó. Ambos comenzamos a caminar hacia la entrada.

—¿Qué ocurre? —Rugí a Nahima.

—Ben los necesita —dijo y cerró la conversación. Debía estar llamando a todos y volviéndose loca. Pobre Nahima.

—Bien, genial, reunión con el jefe —le dije a Zander un momento antes de entrar.

Ni bien entramos, nos encontramos con el tumulto de oscuros en el pasillo. Evitando la congestión, nos dirigimos hacia la zona de oficinas donde estaba Ben. Al pasar observé a Nina, que le indicaba algo a una mujer.

—Dame un minuto —le dije a Zander, y él asintió. Nina levantó la cabeza cuando me acerqué. La mujer que estaba junto a ella se marchó y, entonces, me agaché a su lado para susurrarle al oído—. Prepara un bolso. —Nina se movió, pero la retuve—. Por favor… —Ella no dijo nada más. Asintió, y le besé la frente y me alejé.

Entré en la oficina de Ben y me helé en la puerta. Hero y Zander estaban sentados, incómodos, frente a Ben.

—¡Oh! Aquí estás, bien, bien, podemos empezar —dijo Ben, y me tendió unos papeles—. Bien, estamos todos… Lo lamento, esto debería ser menos improvisado…, lo siento. —Eché una mirada a las hojas. Tan solo pude leer: Hero, Centinela, Ceremonia. Y lo comprendí. Ben acababa de tomar una decisión, y sonreí ante la noticia.

—¿Qué sucede Ben? —Preguntó Hero. Ben movió la cabeza y me dio un largo vistazo.

—Hero —dije, enfocándome en mi amigo—. Ben va a nombrarte centinela.

—¿Qué? —Preguntó confundido.

—Te nombraré centinela. Sé que la ceremonia es más importante que esto, por eso lo lamento, pero para que sea legal ante nuestras leyes y la diosa, necesito al menos dos centinelas que certifiquen el acto…, y, bueno, Nicolás es el más importante, además de que son amigos, al igual que Zander. Así que espero que no te moleste —dijo en un tono relajado.

—Hero lo sabe —confesé mirando a Ben, que se acomodó los lentes y asintió.

—¡Oh! Bien, bien…, aún mejor, entonces —dijo girándose hacia Hero—. ¿Aceptarás? —Preguntó, y Hero miró boquiabierto hacia donde estábamos Zander y yo. Sabía que él no se esperaba eso y, aunque yo tampoco lo esperaba, estaba feliz de saber que Hero había escalado un puesto en la S.A. Se lo merecía. Asentí sonriendo ante su mirada. Lucía sorprendido.

—Si creen que puedo ocupar el cargo, lo haré —dijo solemne, aún observándonos.

—Genial…, necesitamos más ayuda de la que tenemos —añadió Ben—. Y tengo entendido por Nicolás que estás capacitado para llevar a cabo misiones por tu cuenta, que tienes «dones» que te hacen aún más fuerte que otros, por lo que creo que es justo. Así que si el hijo de la diosa confía en ti, yo también, bueno… —murmuró esbozando una sonrisa.

—¿Debo arrodillarme o algo? —Murmuró Hero, observándonos a los tres. Zander cubrió una risita y recibió a cambio una mirada asesina de parte del nuevo centinela.

—No, no —dijo Ben acomodándose las gafas y colocándose frente a él—. Por el poder de la Sociedad de Asesinos, y la autoridad que me otorga, te nombro centinela de la S.A. Que la diosa vele por ti desde los cielos y la lealtad de tus hermanos centinelas te acompañe. Que la diosa te otorgue lo que crea necesario y mantenga tu juicio libre de tormentas. —Tocó el hombro de Hero, y todos en la habitación sentimos el poder desplegándose cuando pasó de Ben al exasesino: pareció un latigazo. Hero gruñó y apretó los dientes—. Que la diosa Vatur te acompañé e ilumine tu camino hacia la eternidad. —Ben quitó la mano, y Hero se tomó el hombro. Movió su camiseta hasta que dejó a la vista una marca que parecía un tatuaje hecho con fuego, el mismo que todos los centinelas poseíamos.

—¿Qué es esto?

—Eso… —señalé— es la marca de mi madre. Cualquiera que te ataque sabe que estará atacando a la diosa misma, y avisará a todos los centinelas que uno de los nuestros está siendo agredido.

—Y no permitirá que ningún poder te afecte —añadió Zander—. Es como la marca que hice en tu muñeca, pero, bueno, diez mil veces mejor, porque es la marca de la diosa.

—Además, ahora, nadie puede negarte el acceso a la S.A. Tienes la autoridad para realizar lo que creas correspondiente, tomar las decisiones necesarias, y puedes encontrar un grupo de asesinos si lo deseas —dije.

—¿Elementales? —Preguntó inquieto.

—Sí, solo si lo deseas —aclaró Ben.

—Debo marcharme. Mañana es el día —les anuncié.

—¿Buscarás a Mikela? —Cuando asentí, Hero se puso rojo—. ¿Sin mí? —Me acerqué a él y apoyé la mano en el hombro del ahora centinela.

—Te necesito aquí, Hero. Ustedes tres son los únicos en los que confío. Los únicos que podrán hablar con mi madre si algo me sucede. Cuida de Sal y las chicas, sabes lo que son para mí. —Él tomó aire y lo largó de golpe.

—Bien, me quedaré y cuidaré de ellas, pero haz algo con esa perra —gruñó.

—Lo haré. —Él se levantó y me dio un fuerte abrazo—. Ahora debo irme.

—¿Y yo? —Preguntó Z fingiendo estar indignado mientras me tendía los brazos—. No hay abrazo para Zander. —Solté una carcajada y comenzamos a reír. Me acerqué a él y le di un abrazo—. Ves, ahora sí…, me estaba poniendo celoso, pensaba que te gustaría más el nuevo y te olvidarías de tu viejo amigo Z —añadió, y quise matarlo.

—Un día de estos voy a matarte.

—Admítelo, Z, soy más guapo que tú —lo chicaneó Hero.

—¡Oh, cállate! —Le respondió este—. De ahora en más solo serás H, eiiccchhh —dijo estirando las palabras.

—Debo irme. —Me giré hacia Ben—. Te dejo a cargo de… —Señalé a Z y Hero.

—Desde ahora en más —murmuró Zander— seremos como los tres mosqueteros… —Tomó a Hero por el hombro y gesticulando completó—: H, Z y, bueno, Nicolás —dijo de forma desdeñosa.

—Puedes matarlo si lo deseas —le indiqué a Ben, que asombrosamente se estaba riendo—. Estabas en lo cierto, estoy emparejado con Nina.

—Lo sabía —respondió. Se acercó unos pasos hacia mí, mirándome a los ojos.

—Lo sé, lo sé —admití sabiendo que Ben podría haberlo averiguado a través de mi madre. Mirándolo a los ojos y, sin saber por qué, lo abracé. Ben se quedó quieto, muy quieto hasta que me devolvió el abrazo, como si temiera romper el hechizo. Sabía que era raro, nunca le había dado una muestra de afecto, incluso pude sentir a mi madre sonriendo, pero realmente debía agradecer que estuviera aquí. No sabía el motivo, pero se sentía bien—. Cuida de mi madre y no hagas locuras —murmuré alejándome—. Este lugar te necesita, yo te necesito aquí. A todos ustedes, son mis amigos y mis pilares. Hagan lo que hagan, no se pongan en riesgo. —Hero asintió. Zander me miraba extrañado, pero también asintió. Volví mi vista a Ben—. Nomine Vatur —dije, y sin mediar más palabras me marché.