Me comuniqué con Zander y le informé lo que haríamos. Él me confirmó que había dejado a Vívika trabajando en la S.A. a cargo de los heridos y los nuevos que llegaran. Dijo que ella estaba bien. Ahora, él se había reunido con los suyos para trasladar a la población de la zona norte. Me dirigí hacia el sur, aliviado de que Z estuviera en pie. Sonaba de buen humor y eso era completamente bueno. Me pregunté qué papel había jugado Vívika en ese cambio, pues sabía cuánto dolía la pérdida, y le eché un vistazo rápido a Nina. Nunca había sentido una fuerza tan poderosa, ni siquiera sabía qué le podía ocurrir. Debería hablar con mi madre. ¿Habría metido ella sus manos en esto? Observé el cielo, y no comprendí cómo Vatur podía meterme en esas cosas.
—Ojalá no sea así, madre —dije para mis adentros y sentí un cosquilleo en el cuello. Nina se removió nerviosa cuando sonó la siguiente canción.
—Prepárate para lo peor, siempre esperando lo mejor —murmuré, y ella me echó un vistazo rápido con inseguridad. No era bueno reconfortando a los demás, de eso estaba seguro y lo comprobé cuando miré a Carim que soltó un bufido.
—Lo lamento, no debería estar nerviosa. No debería estar así de nerviosa, no sé por qué, tal vez no debería haber venido. —Su voz sonaba temblorosa. La quería cerca, aunque no podía explicarlo. Mía, me dije, y eso resumió todo.
—No te flageles —declaró Carim recordándome que estaba allí—. Yo también estoy nerviosa. —Agradecí sus palabras aliento—. Todos lo estamos. Lucimos como si no pasara nada, pero si tan solo pudieras oír los pensamientos de Eva y Sal…, ¡ufff…!, te sentirías bien. Están que explotan de los nervios, y es fastidiosamente contagioso.
—¿Puedes oír sus pensamientos? —Curioseó Nina girándose para mirarla. Bien, dije dándole un punto a Carim por hacerla pensar en otra cosa. Una historia que contar. Nina pareció olvidar sus nervios y se concentró en la charla.
—Sí, somos elementales, eso implica que podemos oírnos y sentirnos. —Nina me miró de reojo. Estaba seguro de que luego me preguntaría algo más.
—¿Solo los elementales pueden oírse? —Preguntó Nina, y me atraganté ante la pregunta. Por lo visto, no andaría con rodeos. ¡Mierda! No me había esperado eso. ¡Santo cielo! Debía desviarla del tema. Era muy pronto para que ella lo supiera. Comencé a toser sin parar.
—¿Estás bien, Nick? —Preguntó Carim, ajena a lo que ocurría. Me palmeó la espalda y continuó—. No, tamb… —dijo, pero no pudo continuar. Giré el coche de una forma brusca, haciéndolas perder el hilo de la conversación y el aire. Aprovechando el cimbronazo, volví a hablar antes de que Carim continuara diciendo: que las parejas también podían hacerlo. No deseaba sumar otra preocupación a Nina.
—Es por aquí —indiqué mientras Carim protestaba por la maniobra. Nina me miró frunciendo el ceño y dedicándome una mirada asesina, muy parecida a la de Sal. ¿Acaso había oído alguno de mis pensamientos? ¡Mierda! ¿Qué había dicho Hero? Las emociones fuertes hacían que pudieran oírse los pensamientos con mayor con claridad. ¿Acaso el miedo no era una de ellas? Frené junto a los demás coches.
—Vamos, vamos entonces —dijo Carim con nerviosismo—. Tengo las manos heladas… —Nina abrió la puerta y salió del coche, no sin antes dirigirme una mirada ceñuda y sin decir una palabra. Eso me incomodó aún más. Nos detuvimos en una calle vacía. Era de noche y, aunque había disturbios por doquier, la zona parecía en calma.
—Bien. ¿Por dónde empezamos? —Exigió Sal.
—Las normas eran que debían quedarse en sus hogares. Los camiones de transporte deberían llegar ahora para los que no tienen coche. —Tomé el teléfono, pero esta vez fue Nahima la que respondió.
—Te envié tres camiones y varias escoltas armadas sugeridas por Ben. —Su voz sonaba tan eficiente como era en persona.
—Eres un sol —respondí, y escuché un gruñido interno de Nina. Le di un vistazo rápido, y pensé que debería cuidar mi vocabulario de ahora en más si no quería terminar con las pelotas colgándome del cuello—. Gracias.
—De nada, Nick. Llama por cualquier cosa. Tengo varios equipos patrullando tu zona y está todo sereno, pero sabes cómo es esto… —Ella cortó la comunicación. Observé cómo mi grupo se separaba y llamaban de puerta en puerta, mientras un camión doblaba la esquina.
El móvil era llamado «La bestia» y estaba dispuesto con paredes de titanio de muchas láminas colocadas unas sobre otras, creando una pared de más de diez centímetros de espesor que impedía el paso de las balas y el calor, sin contar que cada una de ellas estaban prendadas con símbolos de protección. El único vidrio era el del frente y era tan grueso que impedía el paso de la luz hacia el conductor, a la vez que lo protegía de las armas. La parte trasera se parecía a la de los colectivos de los presidiarios, ya que llevaba ganchos en las ruedas y, al frente unos especiales, de modo que casi que podría derribar lo que se le cruzara. De allí su nombre. Miré a Hero que cargaba a una niña hacia el camión, y detrás de ellos una mujer ayudaba a caminar a un lobo viejo que rengueaba. Debe ser por los años, me dije preguntándome cuántos años tendría ese licántropo. Sal condujo a una pareja joven con dos niños, mientras Carim y Eva le indicaban a dos parejas dónde ir. Busqué a Nina, más por instinto que por otra cosa, aunque algo en mi interior martillaba indicándome que ella estaba a salvo.
—Está con Sal —me comunicó Hero cuando llegó a mi lado y señaló una casa. Le eché un vistazo. ¿Cómo carajo sabía en qué estaba pensando?—. Están sacando a otro licántropo que tiene muchos años.
—¿Sientes algo? —Indagué inquieto.
—¿Te refieres a ángeles? —Preguntó, y percibí la energía rozando mi piel.
—Claro —afirmé. Comenzaba a entender el regalo de mi madre. Sin Hero, podrían atacarnos en cualquier momento.
—No, por ahora no —afirmó cerrando los ojos y se concentró un segundo más antes de abrirlos.
—Cualquier cosa, por pequeña que sea…
—Tranquilo —dijo Hero apoyando su mano en mi antebrazo—. Sé qué puede pasar si no lo hago, pero ¿qué pasaría si atacan a los camiones? —Le di una mirada divertida. Ya había pensado en eso y me había contactado mentalmente con mi madre pidiendo protección, y sabía que ella me había oído.
—Está cubierto. Mi madre lo tiene cubierto —aseguré.
—Eso es bueno —admitió.
Juntos nos metimos en una casa y sacamos a una mujer con dos niños. Observé que el primer camión se marchaba, para darle paso a un segundo. Seguimos recorriendo las casas una a una. Muchos salieron y se alistaron en sus propios coches a la espera de la partida de los camiones, pues era más seguro. Tardamos más de dos horas en terminar, el alba se acercaba.
—Viene el día —anunció Sal.
—Sí, la mayoría de los evacuados ya están protegidos en las instalaciones. Llevaron tres camiones llenos a la nueva instalación —dije, y pasé un brazo sobre sus hombros. Mi pequeña Sal—. Vamos, luces cansada.
—Lo estoy —confesó mientras íbamos hacia el coche, y me dirigió una sonrisa perezosa. Caminamos en dirección a los demás para informarles que nos marchábamos. Un grupo de licántropos y cambiantes nos suplantarían. Sabía por Zander que ellos habían llevado la peor parte de nuevo. No había esperado que la zona norte fuera una revuelta, pero así había pasado. Hubo enfrentamientos, heridos leves de ambos bandos, no paso a mayores gracias a la intervención de la policía humana, que tampoco podía contener a las masas por completo. Enviaron refuerzos, evacuaron, y enviaron a varios pacificadores con ellos, lo cual permitió el traslado de los oscuros. Ahora la ciudad estaba dividida. Habían quedado pocos, y eso dificultaba más los ataques.
—Sal… —susurré, y ella me miró—. ¿Cómo estás? —Le pregunté, recordando lo mal que estaban funcionando las pastillas de sangre.
—¿Te refieres a mi hambre? —Preguntó desviando la mirada a las casas.
—Sí. Supe que cuando los atacaron venías para hablarme de eso —susurré. Sal se restregó las manos, incómoda.
—Sí, bueno, pero no sé, tienes muchas cosas en la cabeza. Principalmente una gatita. —Ahora fue mi turno para atragantarme y lucir incómodo—. Sabes, me gusta. Desde que hablé con Dora, bueno, entendí que era lo mejor para ti, y que…
—¿Dora? —Pregunté, y ella me estudió.
—Sí, la humana, la adivina —dijo sonriendo—. Ella intentó leer mi suerte…
—¿Y cómo fue que terminé yo en medio de esa charla?
—Bueno, estaba preocupada, Nick. Eres lo más cercano a una familia que tengo, diría que junto a las chicas y Hero. Son mi única familia, así que consulté también por ti…, y ella me dijo que estabas preocupado y con muchas cosas en tus manos. También habló de una gata que te haría feliz y que gracias a ella mantendrías tu mente cuerda… —Levantó su mano en dirección a Nina y los demás—. Y bueno, cuando apareciste con Nina, voilà!, allí estaba la pieza que faltaba. —Me detuve unos pasos antes que ella y miré hacia la lejanía—. Lo lamento, no creí que te molestara. —La miré con una sonrisa tirando de la comisura de mis labios—. Sabía que te cabrearía, pero bueno. ¡Qué va! ¡Enójate, no me importa mientras seas feliz!
—Gracias —le respondí, y volvimos a caminar. Cuando llegamos con los demás, me acerqué a Nina, pasé mi brazo sobre su hombro y la acerqué hacia mí. Sus ojos me observaron estudiando cada movimiento y, sin dejarla reaccionar, allí, enfrente a mis amigos, la besé. Ya todos lo sabían. ¿Qué más daba?