Un coche voló por encima de ellos cuando dos ángeles lo tomaron por los lados y lo levantaron como si no pesara ni un gramo. Había dos de ellos adelante, quitando a manotazos coches de la carretera. Parecían niños espantando hormigas. Hero pensó que parecía una película, pues de un momento a otro todo había cambiado.
Detuvo el coche de golpe haciendo que todos se sacudieran. Los autos habían chocado entre sí y algunos pocos habían salido sin daño. Sal saltó fuera del coche, seguida por una gata enojada y una loba que gruñía. Algo se estrelló contra el techo un segundo después de que Hero saliera. Levantando la vista, pudo observar a los ángeles, pero no eran como los que había visto: sus alas eran una mezcla de blancas a grises, y algunas totalmente negras. Observaron el revuelto de hierros que había sido el coche que un momento antes ocupaban, y sus mentes se dispararon hacia el deber. Eran asesinos de la S.A. y estaban en peligro.
Había muchos oscuros que no combatían, ya que eran pacíficos y preferían que se quedaran así. Debían cuidar de ellos. Las normas les decían que no podían atacar humanos, pero no decía nada sobre ángeles. Hero no necesitó comprobar cada uno de los coches para notar que casi todos pasajeros eran oscuros. Escapaban de la gran ciudad, evacuados, aunque nunca nadie había previsto que podrían acorralarlos de aquel modo. Algunos comenzaron a luchar y a correr en dirección a la Sociedad, mientras otros protegían a sus niños. Vio a varios cambiantes, una familia de lobos y varios vampiros…, pero los ángeles eran enormes y fuertes. Estaban siendo temerarios, pues ya no se escondían de los ojos de los humanos. Tal vez porque las acusaciones contra ellos eran grandes y los humanos pensaban que los ángeles los salvarían. Pobres idiotas. Echó un vistazo al caos, evaluando la situación.
—Los niños —gritó y corrió en dirección a un coche que se prendía fuego.
Los ocupantes habían quedado dentro y golpeaban los vidrios con un frenesí enloquecido, pero como muchos coches, tenía vidrios blindados a prueba de rayos que pudieran lastimarlos. El humo se colaba dentro dejándolos sin aire. Hero se apuró para auxiliarlos y tironeó de la puerta, pero no cedía. El fuego seguía aumentando y las llamas tomaban el coche por completo. Si no lograba sacarlos pronto, estallaría. Dos adultos y dos niños gritaban desde dentro. Hero miró el caos mientras observaba cómo más coches volaban por encima de sus cabezas, y odió la imagen sonriente de los ángeles, que incluso parecían disfrutarlo.
Malditos ellos. Rufianes con caras de niños que parecían corderos, pero que escondían un lobo. Cayó en la cuenta de que solos no podrían hacer mucho. Maldijo el no tener elementales con él. Eso era lo bueno de la unión, siempre había alguien, como ahora que Carim ayudaba a Sal y a Eva. Se maldijo hasta que recordó la promesa de Zander cuando había tomado su mano la otra vez.
—Cualquier cosa que hagas, recuerda que no estás solo, tan solo presiona ahí y no importa qué esté haciendo o dónde, vendré en un abrir y cerrar de ojos.
Ojalá sea cierto, pensó. Y lo hizo, para luego volver a batallar con la puerta. Avisó con señas a los ocupantes que patearía el vidrio, pero, un momento antes de que lo hiciera, Zander ya estaba a su lado. Tiraron juntos y la puerta cedió. Sacaron a los niños y a los padres, y fueron por los demás coches. El caos y los gritos invadían el lugar. Hero corrió junto a Sal que luchaba por sostener a una mujer que era jalada por un ángel. La sangre se desparramó sobre ella cuando el ángel la despedazó como a un juguete y rio. Ambos gruñeron ante aquella atrocidad. ¿Era a ellos a quienes habían llamado bárbaros, infames…?
—Eva…, llévalos a la S.A. —dijo una voz conocida, clara y fresca. Se voltearon para ver a Nicolás. Ninguno sabía de dónde había aparecido, pero allí estaba junto a una gata con su hermoso pelaje negro como la noche; ojos color oro, y dientes que prometían lastimar. Hero imaginó que el hijo de la diosa podía teletransportarse, aunque no solía usarlo.
—¡Hero! —El grito de Z lo ayudó a salir del estupor y esquivar un golpe. Saltó hacia atrás cuando el trozo de metal pasó a centímetros de él. Invocó un poco de energía y cubrió a Sal, luego a Carim y a Eva, que corría a la lejanía con un grupo de oscuros y se cubrió a sí mismo. Luego, la extendió como pudo hasta Zander y Nicolás. Lucharon codo a codo, mientras él y Z peleaban por quitar a los oscuros de sus trampas de hierro y metal.
La energía titiló como tentáculos avisándole de la proximidad de un ángel. No necesitó levantar la vista para saber que venía por él. Acumulándola dentro, como si fuera una bomba, la dejó salir cuando estuvo cerca y lo logró, pues derribó a un ángel. Cuando cayó, le saltó encima, y, apoyándole un pie en el pecho, gruñó.
—Morirán…
—Todos moriremos —dijo Nicolás y le atravesó el pecho con el puño. El ángel abrió los ojos desmesuradamente y quedó inmóvil. Sus alas negras se marchitaron como hojas y un destello atravesó su visión—. Los de alas negras están muriendo.
—Son más fáciles de matar —gritó Z mientras le quebraba el cuello a otro de ellos.
—¡Carim! —Nicolás tomó a la gata y la alejó. Ella gruñó con fuerza—. ¿Dónde está Nina? —Preguntó frenético.
Hero buscó a Sal y la encontró luchando junto a la gata recién llegada. Su aroma le sonaba familiar, conocía a esa gata y se alegraba de verla de su lado. Eran metódicas, eran como un baile sincronizado que habían practicado muchas veces. Sal los tumbaba con un bate enorme e improvisado de chatarra, y Nina le saltaba al cuello, matándolos o, al menos, inmovilizándolos con sus dientes clavados en el cuello. Sintió la adrenalina corriendo desde su compañera hacia él como una ráfaga, y se sintió bien. Alguien tocó su hombro.
—Ella está con Sal —dijo Hero con satisfacción.
Unas frenadas sobre el asfalto les indicaron a todos que los refuerzos habían llegado. Varios oscuros salieron de los coches con algunas armas parecidas a las bazucas y mientras uno la sostenía, el otro se paraba atrás cargándola. Apuntaron a los ángeles que sobrevolaban el lugar, asestaron golpes a los que podían y dispararon varias veces unas redes que los hicieron caer en picada. Los tumbaron en el piso y los inmovilizaron. Cuando aún quedaban dos o tres, Hero se tomó un respiro y buscó a Zander. Lo halló ayudando a Carim a deshacerse de algunos más y quitando a los heridos.
—¿Están bien ambos? —Preguntó cuando vio la sangre que brotaba de la pierna de Carim. Ella asintió de forma gatuna.
—Lo estamos —dijo Z, y le palmeó el hombro.
—Gracias —exclamó Hero, que se agachó tomándose las rodillas y le echó un vistazo.
—No hay por qué, sabes que cuentas conmigo. —Observó sobre su hombro y sonrió—. Buen trabajo, Nina. —Sal caminaba hacia ellos junto a la gata, cuyo pelaje negro estaba manchado con sangre, pero ambas parecían satisfechas. Sal tenía un par de cortes superficiales, y Hero la estudió por un segundo.
—Solo un par de cortadas, nada roto —musitó.
—Veo que conociste a Nina —le dijo él cuando comprobó que estaba bien. Nina corrió tras un coche, y Sal se quitó la chaqueta que llevaba para dársela. Nina asomó la cabeza desde atrás del coche.
—Yo soy Nina —dijo y saludó con la mano.
—Toma. —Le tiró la chaqueta. Nina la observó un instante, pero no quiso disentir con Sal. Cuando se la colocó se dio cuenta de que no la cubría, salvo los pechos. El resto del cuerpo estaba desnudo, así que Sal miró a Hero levantando una ceja.
—¿Qué? —Le preguntó ignorando las risitas de los otros.
—Que eso no la cubrirá, dame tu chaqueta —le ordenó con la mano extendida. Hero parecía confundido, pero gracioso.
—¿Ahora quieres que le preste mi chaqueta? Hace un rato las tres me recriminaban que yo…
—¡¡¡Herrrooo!!! —Gruñó.
—Sabes, Nina —le dijo mientras evaluaba el quitarse su chaqueta—, Sal estaba bastante enojada cuando notó tu aroma en mi ropa, el de la otra noche, cuando los ángeles te atacaron.
—¿Fuiste atacada por ángeles? —Preguntó Sal espantada.
—Ya te había dicho eso —rumió Hero, y Sal lo fulminó con la mirada.
—Sí, bueno, Nicolás y Hero me salvaron de esa, y bueno…
—¡De allí el olor en mi ropa! —Concluyó por ella.
—Sí, lo lamento, no quería causarles problemas. La última vez que nos vimos no fui muy buena que digamos.
—No importa —le dijo Sal, con el rostro colorado por el enojo y la vergüenza—. Ahora Hero se quitará su chaqueta y te la dará…, ¿cierto, cariño? Con eso podrás cubrirte más que con la mía.
—Uh, eso suena a que si no lo haces, dormirás en el sillón —intervino Zander riendo.
—Sí, creo que sí…, la próxima podrías evaluar usar ropa más larga, ¿no crees, cariño?
—¿Por qué? No siempre encuentro una gata o una loba a la que deba entregar mi ropa, cielo. —Hero se echó a reír.
—Son pareja, están unidos, ambos son vampiros —le aclaró Zander.
—¿Son pareja? —Preguntó Nina, quien aún no entendía bien cómo funcionaban las relaciones. Sal y Hero eran la primera pareja que conocía y le gustaba ver la tranquilidad con la que se trataban. Casi como si olvidaran que estaban allí—. Wow!, eso es lindo. —Nina sonrió abiertamente a Sal—. Felicidades…
—Sí, a veces es lindo —susurró Hero rascándose la cabeza y esquivando la mirada asesina de Sal—. A veces es un gran, gran dolor en el trasero. —Su compañera le respondió levantando el dedo medio hacia él.
—Gracias…, y sí, es lindo, la mayor parte de las veces —siseó Sal. Le contaron a Nina lo básico mientras se cubría, aunque sus largas piernas seguían al descubierto.
—¡Eh! Oye, Nicolás, eso no es lindo. —La voz de Carim llegó desde su derecha llamando la atención a todos.
—¿Qué? —Nicolás se sonrojó sin que los demás, salvo Carim, supieran por qué.
—¿Soy yo o le estás mirando el culo a Nina? —La susodicha se puso colorada e intentó taparse con la mano sin lograr mucho. Aunque Hero era más alto que Sal, la chaqueta dejaba una gran porción de su cuerpo al desnudo. Nina hubiera deseado ser más fuerte para mantener su estado gatuno, pero no lo había logrado por mucho tiempo, ya que había consumido sus energía en la lucha y en el entrenamiento previo con Nicolás. Hero vio que Nicolás estaba parado a solo dos metros detrás de ella y boqueaba. Todos comenzaron a reír y, de un momento a otro, él encontró algo interesante de observar a la lejanía, hasta que intentó volver a hablar.
—Yo…, yo —articuló, hasta que Carim pasó a su lado y lo empujó.
—Toma —dijo tendiéndole a Nina una manta que la cubriría por completo. Hero y Zander se tomaron un momento y, codo a codo, observaron a Nicolás y sacudieron la cabeza. Carim ayudó a la gata escudándola de las miradas mientras Nina se cubría—. Los rescatistas han traído varias —dijo ajustando la suya—. Soy Carim. Nicolás, ¿sabes si Eva ha tenido algún problema? No logro comunicarme con ella con claridad. —Nicolás pareció encontrar su voz mientras observaba a sus amigos riendo.
—No ha tenido problemas, ya que una escolta de centinelas y asesinos los han trasladado a todos a salvo. Hay más de veinte refugiados y unos diez caídos. Tuvimos suerte de que estuvieran aquí —dijo echando un vistazo rápido a Carim, Sal y Hero—. ¿Sabes de Alex?
—Sí, que ha desaparecido y no puedo contactarla.
—¿Vívika no sabe dónde está?
—No.
—¿Quién es Vívika? —Preguntó Sal.
—Ella es… —Hero sacudió la cabeza sin saber qué decir. No la había visto hace tiempo, por lo tanto no sabía cómo definirla.
—Una loba —dijo Z sonriente—. Hermosa loba, por cierto.
—Ugh.
—Vamos, vienen en camino varios equipos de limpieza. Trasladarán los cuerpos de los que quedaron y despejarán la ruta. —Miró a Nina y le preguntó—: ¿Prefieres volver andando, o conmigo?
—Contigo. —Se adelantó Carim y se paró junto a Nina—. ¿Cuándo has cambiado? —Ella dudó y bajó la cabeza.
—Fue convertida por la fuerza —musitó Nicolás.
—Eso es una mierda —concordaron Sal y Carim, y casi pudieron oír a Eva coincidiendo con ellas.
—Sí, lo es, lleva de nuestro lado poco más de dos semanas —añadió Nicolás.
—Eres fuerte, chica, he visto a otros que tardan años en aceptar al gato y luchar con él. Muchas veces el gato se disocia del ser humano que fue, no sé cómo explicarlo.
—Lo sé, lo he sentido, duele, pero bueno, luego… —Nina buscó los ojos de Nicolás y de Hero. El asesino sintió cómo una fina conexión unía a la gata con el centinela y sonrió. A veces las Moiras eran unas jodidas cabronas—. Bueno, simplemente decidí aceptarlo.
—Es genial —murmuró Sal, que se había abrazado a Hero.
—Da igual, no importa —la reconfortó Carim—. Estás muy débil, has luchado y tal vez sea mejor si puedes llevarla contigo. —Nicolás asintió. Luego Carim la rodeó con su brazo—. Es bueno tener una gata aquí —le dijo sonriendo.
—Vamos, te llevaré —dijo Nicolás, y Nina caminó hasta él manteniendo la cabeza levantada, intentando mantener su orgullo y su manta en el lugar.
—¡Nina! —Ella se giró para observar a Sal—. Es bueno tenerte aquí, recuerda que no somos lo que nacimos, que somos lo que nos creamos con el tiempo y que no importa lo que ocurrió: déjalo y sigue.
—Gracias —susurró Nina y se acercó a Nicolás. Hero besó a Sal en la frente, feliz de que estuviera a salvo. Zander pasó a su lado y lo codeó de forma cómplice.
—¡Eh, Nick! Nada de tocarle el… —Zander hubiera dicho «trasero», pero Nicolás ya había desaparecido. Miró a Hero sonriendo y ambos soltaron una carcajada. Él sabía que Z lo torturaría con eso por mucho tiempo.
—Ahora sabes lo exasperante que es cuando uno intenta hablarte y te desvaneces —dijo Hero.
—No me importa, es cool. Vamos. —Comenzaron a avanzar hasta un coche de la S.A.
—Hueles a loba —le dijo Carim, quien corrió hasta su lado.
—Hummm…, sí, bella loba —susurró Zander.
—¡Diosa! ¡Eres un asco! —Gruñó Sal.
—¿Por qué? ¡Hero, defiéndeme!… —rogó.
—Lo lamento, vivo con ellas y no quiero dormir afuera. Además…, es incómodo —añadió Hero.
Se metieron en el coche y llegaron a la S.A. en minutos y, pasados otros quince minutos, los llevaron hasta la sala de conferencias. Se sentaron juntos. Eva se unió a ellos con Nina. Venían riendo por algo, aunque no supieron qué. Nicolás no estaba por ningún lado. Se sentaron en la tercera fila. Ben se acercó al centro y los observó casi uno a uno.
—Imagino que saben por qué están aquí. —El silencio tomó la sala. Claro que lo sabían y, aun así, ninguno se atrevió a decir nada.