Zander entró en su casa y encontró a Alex recostada en su sillón favorito, leyendo un libro. Le dedicó una sonrisa cuando lo vio. Aunque no habían arreglado los problemas entre ellos, se alegraba de que al menos estuviera segura, solo le importaba que sobreviviera. Vívika asomó la cabeza desde la cocina.
—No ha venido —gruñó batiendo el contenido de un cuenco.
—No, digamos que la cosa es mucho más complicada.
—Siempre son complicadas, ¿no?, siempre son confusas o peor aún, imposibles de contar —susurró Alex con fastidió.
—¿Prendiste la TV? —Vívika negó con la cabeza y Zander se estiró para tomar el control remoto—. Si lo hubieras hecho, sabrías que todos, salvo los humanos… —dijo mirando a Alex—. Tenemos un gran, gran problema. —La voz del televisor rompió el silencio. Notó cómo la loba se paralizaba y comenzaba a escuchar lo que él había oído todo el camino.
—¿Cómo pudo pasar? —Susurró Vívika, cubriéndose la boca.
—Lo más seguro es que no pueda decírtelo, cariño —masculló Alex con cinismo.
—Sabes, esta actitud me tiene cansado. Puedo entender muchas cosas de este mundo, pero estoy aquí, estás en mi casa, y estoy cuidándole el culo a ambas. Creo que, al menos, podrías dejar el cinismo para después.
—Zander tiene razón, Alex. Hay muchas cosas que no se pueden contar. Mira a mi familia, pasaron casi más de dieciocho años para que me contaran lo que soy.
—Hay cosas que es mejor no saberlas —estuvo de acuerdo Zander.
—O querrás decir que es mejor que yo no sepa —susurró. Zander estaba hastiado. ¿Dónde había quedado la mujer que le había gustado? ¡Por la diosa! De no conocerla, pensaría que ella podía convertirse en una víbora frente a sus ojos.
—Quieres la verdad —dijo cruzándose de brazos—. Hace más de un mes, una humana como tú nos dio por culo a todos. Por su culpa murieron muchos de los nuestros y, no, no confiamos. Ella estaba allí, era cuidada y se encaprichó con Hero y casi mata a Sal… Así que antes de pedir algo, al menos intenta pensar cómo te sentirías si un día alguien que conocieras te traicionara.
—¿Quién es Sal? —Pregunto Alex con interés, ignorando todo lo que él le había dicho.
—Una de las chicas de Nicolás.
—¿Chicas?
—Sí —dijo Vívika al notar que Z podría romperse las muelas si seguía apretando tanto los dientes—. Son algo así como su grupo: él es el jefe, al igual que tú, ¿cierto? —Dijo mirando a Zander, que asintió.
—¿También tienes otras mujeres?
—¿Te tranquilizaría si te digo que no? Son hombres, o más bien machos, porque no son hombres, en realidad…
—La que los traicionó… ¿causó la muerte de esos humanos? —Preguntó Vívika.
—Sí, y créeme, aún no nos recuperamos del golpe. El ataque que sufrió la casa de Nicolás y la S.A. no nos deja mejor parados.
—¿Eso quiere decir que nos trajiste aquí para protegernos? —Preguntó la humana, y él sintió unas inmensas ganas de matarla.
—Sí. ¿Qué creías? ¿Que quería mudarme contigo y Vívika solo para saber qué se siente ser polígamo? —Alex no le contestó y miró a su amiga.
—Eso quiere decir que Nicolás no nos echó de allí.
—¡Claro que Nicolás no las echó de allí! Sería estúpido y si hay algo que Nick no es, es ser estúpido —dijo defendiendo a su amigo—. Así que si no les molesta ni tienen ningún otro comentario de mierda que hacerme, me retiro.
Se deslizó hasta su habitación y decidió que lo mejor era darse una ducha rápida. No podía hacer mucho por ahora, pero en su mente aún rondaba la imagen de Nicolás con la gata y no le gustaba. Por un momento, quiso reír por la idea de que si Hero lo oyera, lo creería más gay que de costumbre. Abrió la ducha y se desvistió. Dejó que el baño se llenara de vapor y se metió dentro. El agua recorría su cuerpo como caricias, pero no lograba relajarlo. Las cosas estaban jodidas. ¿Qué ocurriría si los ángeles se decidían a atacar? ¿De qué lado se pondrían los humanos? Esto sería una guerra de guerrillas. Creyó que solo Vatur podía entender el alcance si llegaba a suceder. Estuvo allí más de quince minutos dejando que su mente se calmara y dedicó unos minutos a corroborar el estado de sus elementales. Zander poseía una unión con los suyos tan fuerte que podía escucharlos en su mente, pero no era solo de ida, pues en caso de riesgos había encontrado el modo de que ellos lo localizaran. Los chicos estaban ayudando en la evacuación, no muy lejos de su casa. Habló mentalmente con ellos unos minutos y, rápidamente, le pasaron el estado de situación. Las cosas no estaban tranquilas, pero, al menos, la ciudad no ardía en llamas. Estaba despidiéndose cuando llegó Alex gritando.
—¡Zander! —Tocó la puerta de la habitación, luego escuchó un portazo y a Alex golpeando la puerta del baño.
—¿Qué? ¿Qué se quema?
—Se ha ido… —chilló ella, abriendo la puerta y asomando la cabeza. Él hizo lo mismo mientras cerraba la ducha y la observó sin comprender. Alex pareció comerlo con la mirada, por un segundo, hasta que logró apartar las imágenes de su cabeza y se enfocó—. Vívika… Estaba decidida a que si Nicolás no la venía a ver, ella iría por su cuenta. Dijo que necesitaba hablar con él, que necesitaba hacerlo y no pude…, no pude detenerla ¡Maldición!
—¡Mierda! —Z no se molestó en cubrirse. Tomó la toalla a la carrera y empujó a la mujer para llegar hasta su armario mientras se secaba apresurado. Se apuró a cambiarse y salió del cuarto con el cabello chorreándole agua—. ¿Cómo pudo marcharse? No sabe donde vive él, no tiene coche, maldición Alex… —Ella se tomó la cabeza y maldijo—. ¿Qué? ¿Qué no me estás diciendo? —Gritó.
—Ella habló con alguien… —Zander se le acercó peligrosamente. Después de lo que había pasado con Mikela no confiaban en nadie, ni siquiera en ella—. Llamó a su hermano, habló con su familia…, solo su familia. —Él salió de allí pitando. Agarró a Alex de la mano y salió a la calle. La noche estaba instalada. Se metió en su coche, que usaba muy poco, y chequeó que encendiera. Pasaba semanas sin usarlo. Tomó el teléfono y volvió sus ojos hacia la mujer a su lado, que estaba quieta y callada, con la mirada clavada al frente. Bien, al menos algo lograba callarla, pensó con ironía.
—¡Contesta, Nicolás, contesta! —El teléfono sonaba sin parar, pero Nicolás no atendía. Comenzó a dirigirse al centro, colocó el altavoz y deseó poder conectarse con él como lo hacía con sus elementales. La última vez que lo había visto estaba en su casa y había dicho que hablaría con su madre. ¿Qué podría haber ido mal para que no atendiera? Sin saber qué hacer, se imaginó que podría encontrarlo ahí. El teléfono siguió sonando hasta que entró el buzón de voz—. ¡Por la diosa Vatur, Nicolás, responde el maldito teléfono!
—¡Oh, por dios! ¿Qué? ¿Qué es…? —Alex se cubrió la boca, y Zander vio lo que le causaba tanto asco y detuvo el coche de golpe. Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando vio el tumulto y el humo. Se bajó de un salto y le ordenó a Alex que siguiera llamando; debía hacerlo, pues tenían que encontrar a Nicolás. Corrió hacia la muchedumbre hasta que lo vio: un humano estaba amarrado de brazos y pies y una mujer gritaba y lloraba pidiendo que lo soltaran.
El pánico lo recorrió cuando vio a otra mujer en el piso, cuya espalda estaba surcada por lo que parecían ser latigazos. No era humana. ¡Mierda, esto se estaba yendo de las manos! Llamó mentalmente a sus asesinos: un licántropo, un íncubo, y un cambiaformas. Estaban cerca, pero Zander no podía dejar que siguieran golpeando al hombre. Cuando el tipo con el cable que oficiaba de látigo levantó el brazo, alguien gritó.
—¡Es uno de ellos! —El que había gritado era un chico de no más de quince años, pensó Z, y todas las miradas se volvieron hacia él. Él se desintegró ante sus ojos y reapareció junto al hombre con un cuchillo en las manos, sabiendo que sus asesinos corrían en su ayuda.
—¡Serán acusados por esto! —Rugió, sabiendo que a estas personas no les importaba lo que estaba diciendo, pero debía ganar tiempo.
—¡Malditos sean! —Gritó un anciano levantando una cruz.
—No soy vampiro, viejo, puedes guardártelo —graznó.
—¡Vamos por él! —Gritó alguien, y Zander pensó que si venían por él, aplastarían y pisotearían a la mujer que estaba en el suelo. En un momento fugaz, que pudo durar lo que un parpadeo, un lobo saltó empujando con su cuerpo a los humanos hacia atrás. Se plantó frente a la masa de personas que gruñían, y los humanos se alejaron un poco más, gritando. Otro de sus elementales apareció: el íncubo se detuvo junto al lobo apuntando a los humanos con dos grandes armas. Z cortó las amarras del hombre y, cuando fue por la de los pies, el cambiaformas estaba a su lado.
—Lo tengo —murmuró Furcht, dejando caer el peso del hombre sobre él.
—Llévatelo de aquí. —El lobo era Leiden, y el incubo, Hass. Ellos hicieron retroceder un poco más a la muchedumbre, cuando una mujer, la misma que habían estado sosteniendo, se unió a ellos con un palo en llamas y lo blandió contra los humanos.
—¡Malditos ustedes! Son más animales que los mismos animales, son abominaciones… Miren lo que han hecho. —Los gritos ahogados de la mujer los dejó paralizados. Incluso Leiden dejó de gruñir. Ella seguía gritándoles cosas mientras Zander tomaba a la mujer del suelo. Se escucharon unos bocinazos seguidos de unas frenadas bruscas.
—Llamamos por ayuda —le comunicó Furcht. Los humanos se alejaron un poco más, abriendo paso a los recién llegados: un vampiro y un licántropo en su forma humana, que caminaban apuntando a la muchedumbre con armas paralizantes. Detrás de ellos, otros más. Guardianes entrenados.
—¡Mire lo que le han hecho! —La mujer se acercó a la joven que Z ahora tenía en los brazos. Se giró enojada y gritó—: ¡Sean malditos todos! ¡Malditos por su crueldad…, la maldad habita en sus corazones, habita en sus corazones y serán castigados! —Los humanos parecieron avergonzados por un momento cuando la mujer volvió a levantar el tronco en llamas. Comenzaron a marcharse, perdiéndose entre las casas como si algo los llamara y se escondieron como animales mientras la mujer seguía sollozando—. ¿Qué te han hecho? —Lloriqueó acariciando el rostro de la joven.
—La llevarán a un centro de la S.A. y al hombre también, si es lo que usted desea. —Ella lo observó y soltó el palo para depositar suavemente la mano en la cara de él, sonriéndole entre lágrimas.
—Eres bueno… Ella estará mejor donde la llevan, pero no sé si deberíamos ir, somos…
—Humanos, personas que necesitan ayuda. Si desean ir con ella, pueden hacerlo, los cuidarán. —Ella dudó—. Nuestra promesa ante la diosa nos prohíbe lastimar a los humanos, pues somos guardianes. —La mujer asintió sin apartar los ojos de él—. Está dicho… No la lastimarán ni tampoco a él.
—¿Y quién cuida de que no los lastimen a ustedes? —Susurró casi como si fuera su madre. Cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla. Un paramédico tomó a la joven y la llevó hasta la ambulancia.
—La diosa lo hace, la diosa Vatur.
—Bendita sea entonces. Iré con ustedes. —La mujer se marchó con la promesa de volver a ver a Zander. Él volvió al auto y vio a Alex parada junto a la puerta del acompañante.
—Vamos, debemos encontrar a Nicolás y a Vívika antes de que intenten matarla. —No lo notó hasta entrar en el coche, pero Alex lloraba—. Estará bien, estoy seguro. —Ella lo observó con los ojos acuosos y sonrió.
*****
Entré en mi habitación momentos después de que mi amigo se marchó. Esta vez no necesité llegar hasta el jardín, ya que mi madre estaba de pie junto a la cama, con la mirada perdida. En su rostro se traslucía su preocupación mientras enroscaba en sus dedos un mechón de su cabello negro, de forma nerviosa. Caminé hasta ella y tomé sus manos.
—¡Dime que no es él y lo creeré! —Musité. Vatur levantó la mirada y se mordió el labio.
—¿Aún lo dudas? —Quise poner los ojos en blanco, pero no pude y tan solo suspiré. Mi madre estaba nerviosa—. No lo ha hecho Nicolás. No fue él.
—¿Entonces quién? —Pregunté soltando sus manos.
—Algo raro está ocurriendo —susurró estrechando los ojos—. No logro descifrar aún qué, pues los designios me son ocultados, la forma no me es revelada…
—… En la forma en que solo mi padre sabe hacerlo, ¿cierto? —Completé, y ella asintió, apartando la mirada.
—Debí buscar un buen padre para ti, debí encontrar… —Su voz se quebró y la tomé por la barbilla y la miré.
—Tal vez Hero tenga más razón de lo que cree. Te diré algo que él me dijo a mí, hace unas horas. «Creo que tienes que aprender que, a veces, hasta los dioses se equivocan. Debemos aprender de nuestros errores, no huir de ellos». —Vatur me observó, y una sonrisa tironeó de la comisura de sus labios.
—Es más sabio de lo que cree.
—Sí, lo es —concedí.
—Los ángeles han vuelto —indicó mirando hacia la ventana—. Están aquí y quieren luchar.
—Nosotros también lucharemos, madre, ahora no estás sola.
—Lo sé —afirmó y sonrió nuevamente.
—¿Qué haremos con Benjamín? —Murmuré, preguntando lo inevitable.
—Por ahora, lo llevaré conmigo —dijo, y supe que en otras circunstancias habría protestado, pero esta vez tan solo asentí, sabiendo que si algo le ocurría a Benjamín, mi madre estaría destrozada—. Se quedará conmigo el tiempo necesario —exclamó levantando la barbilla.
—¿Sabes que es peligroso, verdad? —Pregunté.
—Sí, lo sé…, pero debo hacerlo, al menos el tiempo que su alma humana aguante —y se retorció las manos, nerviosa.
—Bien —afirmé e iba a marcharme cuando ella me detuvo, sosteniéndome la mano.
—Quiero que envíes a Hero a la Sociedad —expresó con una mirada extraña.
—¿A Hero? ¿Por qué?
—Porque confías en él. Si vas tras Mikela, no podrás estar en ambos lados a la vez. —Sabía que tenía razón, pero ¿podía pedirle eso a Hero? ¿Podría ponerlo al frente de cualquier cosa que pudiera ocurrir?—. Él es fuerte, es poderoso.
—No lo sé, madre —murmuré pensativo—. ¿Qué pasa si vuelven a atacar la Sociedad?
—¿Crees que no podrá defenderla, o tomar las riendas?
—Dame unas horas… —supliqué—. No sé…
—Tú te irás, pero yo estaré con él. Necesito un rostro para la Sociedad, no puedo presentarme ante los humanos, ¿sabes lo que eso crearía?
—¿Y usarás a Hero? —Recriminé con un gruñido. No necesitaba mirarla para saber que mi voz había salido con tanto odio, que me era imposible creer que fuera mía.
—¡Nicolás!… —me reprendió. Pero aun así no podía dejar de pensar. Lo usaría, lo pondría en riesgo, lo usaría para que fuera su rostro sin importar qué le pudiera ocurrir. La amargura subió por mi garganta y un nudo se instaló en mi pecho.
—Hablaré con él —dijo ella, y levanté la cabeza y la estudié—. Tráelo aquí, déjame explicarle los peligros que correrá, déjame explicarle por qué él.
—Creo que puedo hacerlo solo, madre —añadí con amargura—. Además, ¿en qué cambiará? Lo dice la gran diosa Vatur, él no podrá negarse sin que caiga sobre él el peso de la traición por desafiarte.
—¡No lo obligare! —Chilló, y quise reír. Claro que no; pero, si no lo hacía, tendría un gran peso sobre sus hombros y, si lo hacía, en este momento podían cortarle la cabeza—. Si es de eso de lo que me estás acusando, yo haré algo más —asintió sin humor.
—¿Qué harás? ¡Dime! —La frustración me asaltó por completo—. ¡Maldición, madre! ¡No puedo hacer eso! No puedo mandarlo así. ¡Es mi amigo, madre!, no permitiré una locura… —No pude seguir hablando. Vatur me dio una bofetada que me giró la cara.
—¿Crees que podría mandarlo a matar? ¿Crees que no sé qué significa para ti? ¡Pues estás equivocado! El único lugar seguro al que todos correrán es a la S.A. y quiero a Hero, Sal, Carim, Eva, Zander e incluso al vampiro que tienes de mayordomo allí. ¡Nunca permitiría que ocurriera de nuevo, primero prefiero morir a verte sufrir en soledad, Nicolás!
—Espero —dije, mirándola a los ojos de una forma en la que nunca la había enfrentado— que así sea madre. Espero que así sea y que las Moiras no me jueguen una mala pasada esta vez. Tan solo eso pido.
Cuando ella se marchó me tiré en la cama, maldiciendo por no poder dormir, y una hora después me levanté aún más molesto. Me coloqué un conjunto de ropa deportiva y me puse en marcha en dirección a la S.A. Tal vez lograra hablar con Ben antes de que mi madre lo llevara con ella. Además, aún quedaba el asunto de Hero en la Sociedad.
Puse la música de siempre y me concentré en la carretera. La autopista estaba bastante concurrida, me detuve en un semáforo y levanté el volumen hasta que el sonido de los acordes y la gruesa voz de Chad Kroeger ocuparon el vacío del interior del coche. Comencé a tararear la canción de Nickelback, Gotta Be Somebody y me encontré cantando una canción que conocía hace mucho, pero hasta hace poco no era más que una melancólica canción. Tarareé las últimas estrofas, afligido y sin saber qué hacer. Me dirigí por el camino a la Sociedad y mi mente dejó de lado la música cuando vi unas lenguas de fuego elevándose hacia el cielo. Mi eterno corazón palpitó con fuerza y pisé el acelerador. Me calmé cuando noté que las llamas se encontraban en el linde exterior de la S.A.