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Me zampé el resto de mi bebida de un saque y los observé.

—No sé de qué hablan, pero les diré… —estiré la mano e intenté enfocarme. Tenía la visión borrosa y, sin pensarlo mucho, pedí otro poco de lo que había bebido. Comencé a reír cuando la imagen de Hero y Zander se distorsionó ante mis ojos; era muy gracioso. Noté que todo el lugar se movía, lucía raro y chistoso a la vez.

—Soy yo o… —hipé, intentando que las palabras salieran claras.

—Está borracho —aventuraron ambos. ¿Borracho? No podía estar borracho, ¿o sí? Hero me miraba como si no pudiera creerlo, pero Zander era aún más gracioso, parado, observándome con la boca abierta de incredulidad. ¡Nunca me había emborrachado! ¿Podía ser posible?

—¿Borracho? ¿Qué es estar borracho?… —pregunté—. ¡Quiero otro poco! —Repetí, golpeando con fuerza el vaso en la mesilla de café.

—¡Claro que no! —Gritó Hero de forma rotunda—. ¡No pienso llevarte borracho! ¿Quieres que tu madre nos patee el culo por emborracharte?

—¡Bien! Bueno, veo que han avanzado en algo, te ha contado de su madre. —Zander suspiró mientras intentaba concentrar mi atención en él.

—Sí, lo ha hecho, y no estaba borracho cuando me lo contó —añadió el asesino, y asentí.

—Eso es doblemente bueno —dijo Zander—. Siento que una carga disminuye en mis hombros… —continuó ignorándome, y volví a golpear el vaso como había visto en tantas películas.

—No eres mi jefe —siseé y, por un momento, me quedé pensativo ante el sonido de las palabras. Era como si tuviera la boca pastosa y pesada. Miré a Zander con insistencia, pero él no sabía bien qué hacer. Echó un vistazo a Hero en búsqueda de respuestas, pero ninguno de los dos sabía muy bien cómo actuar—. ¡Quiero más! —Repetí con énfasis, o eso creí—. O me traes o iré por ella. —Me senté lo más erguido que pude, ya que el mundo parecía dar vueltas.

—Nick, tal vez tendrías que tomar otra cosa —sugirió Zander.

—¿Puedes creerlo? ¿Un semidiós borracho? —Dijo Hero, y le sonreí.

—Es un flojo —bufó Z.

—Quiero otra. —Me levanté de improviso y trastabillé. Gracias a Vatur por los buenos reflejos de Hero, me sostuvo antes de que diera de cara al piso.

—¡Tráele más! —Gruñó el asesino mientras peleaba por soltarme—. Creo que es inevitable, así que ¿qué más da? Al menos está feliz.

—Edes un gran amigo, Jero —balbuceé y él comenzó a reírse mientras me sentaba nuevamente. Palmeó mi mano y me miró a los ojos.

—Tú también lo eres…, tranquilo, resolveremos todo.

—¡Aquí tienes, campeón! Tómalo con calma —dijo Zander cuando le pegué el primer trago—. Bueno, brindo por ti y por mi amigo Hero. —Los vi levantar las copas y lo intenté. Ellos chocaron sus copas. Yo dejé de intentarlo a la tercera vez y me largué a reír. Ellos hablaban de ángeles y caídos, cambiantes y vampiros, pero yo no quería pensar en eso en este momento. Cerré los ojos mientras escuchaba su charla.

—La cuestión es… ¿por qué nos atacan ahora? —Preguntó Zander.

—¿Por qué no? —Respondió Hero con seriedad—. Los humanos, luego del último problema, nos han culpado de todo. Ahora que no tienen a su perrito de pelea afuera, imagino que han decidido que tendrían que hacerlo ellos.

—¿Aún no saben nada de Phill? —Indagó Zander.

—No. Sal lo ha buscado día y noche, pero no hay nada. Nicolás dice que ni su madre puede encontrarlo —murmuró Hero.

—Imagino quien puede estar detrás de todo esto.

—Hermes —sentenció Hero.

—¿Esto es elixir de los dioses? —Pregunté abriendo un ojo.

—Algunos pueden decirlo así…, pero no creo que tu madre lo apruebe. Hablando de tu madre… —dijo Z sentándose derecho—. ¿No crees que ella no querría que bebieras?

—Mi madre es castradora…, y mírame ahora…, zi tan zolo Vívika estuviera aquí… —tartamudeé.

—Creo que a ella no le gustaría verte así, te lo juro —susurró Hero, y Zander asintió.

—Bueno, a mí me gustaría verla desnuda —añadí. Zander se echó un largo trago mientras que Hero suspiraba—. Me gustaría tenerla encima de mí y besarla y…

—Sabes, amigo, bebe un poco más, porque la verdad, no quiero tener esa imagen en mi cabeza —se carcajeó Hero al tiempo que me daba otro trago.

—Es bella —dije, y me desplomé nuevamente en el sillón.

—Sí, lo es —respondió Hero—. Pero creo que no queremos imaginarla desnuda.

—¡No quiedo que la imaginen nesnuda! —Exclamé logrando que ellos volvieran a reír con más fuerza. Nada de esto podía estar pasando. Mi teléfono sonó y, antes de que alguno de los dos pudiera impedírmelo, atendí—. ¿Qué te pasa Sal? ¿Y ahora qué? ¿Acaso no puedo llegar tarde? —Me quedé en silencio un instante y observé el teléfono—. ¡Zi, Jero está aquí…! ¡Eres una castradora…, como mi madre! —Declaré y Hero contuvo la risa.

—Escucha campeón, ¿por qué no me dejas hablar con ella? —Él tendió la mano para tomar el teléfono, pero lo evité.

—No, porque ella lo único que hace es… castrarte…, eso, y no es bueno ser castrado. —Desvié la atención al teléfono nuevamente—. ¿Qué? ¡Deja de gritarme! ¡No soy un niño! —Al cabo de unos segundos y muchos gritos de su parte, le tendí el teléfono a Hero—. Quiere habla… habla… hablar… contigo. —Él tomó el teléfono haciendo una mueca sin saber qué esperar.

—Sal… —dijo y puso mala cara. Supe que le estaba gritando y me largué a reír—. Te juro que no, él solo ha bebido una copa, no sé qué le pasó… ¿y cómo demonios iba a saber eso?

—No dejes que te domine, Hero, las mujeres son una mierda. Mírame, para qué, para qué vino Vívika, ¿por qué me llevaste a ese maldito concierto, Zander?, para cagarme… —Hero se levantó y se alejó.

—Mira, estamos bien, estamos en lo de Zander, así que hagan lo que deban hacer, y dile a todas que está bien, solo un poco tomado… —lo escuché decir. ¡Genial! Ahora todo el mundo lo sabría—. Él tan solo está un poco…

—¡SOY UN SEMIDIÓS! —Grité tan fuerte que sabía que Salomé me había oído.

*****

—Estaremos ahí cuando podamos, ¿está bien? —Susurró Hero y enmudeció. Zander pudo escuchar las palabras «ataque» y «peligro» que llegaron desde el otro lado de la línea, junto con ruidos de cosas rompiéndose y un par de gritos. Notó que el asesino enmudecía y comenzaba a respirar con dificultad cuando la línea quedó muda. Nicolás reía a carcajadas, pero los ojos de Zander se encontraron con los de Hero en un microsegundo. Ambos comprendieron que algo estaba realmente jodido cuando sus teléfonos sonaron al unísono. Tanto Z como Hero sabían lo que significaba antes de atender, pues conocían mejor que nadie el timbre que identificaba a la sociedad.

—No puede ser —murmuró, al tiempo que el teléfono de Nicolás vibraba en su mano.

—Hero, ¿qué pasa? —Zander farfulló las palabras antes de coger el teléfono y atender. No era quién esperaba del otro lado de la línea. En vez de escuchar el tono mezquino de Ben, oyó la agitada voz de una anciana.

—Soy Dora, ¿me recuerdas Zander? ¿Me recuerdas? Están en peligro, las chicas están en peligro, no los veo a ustedes, ellas, el fuego… —Zander tragó con fuerza—. Dos ángeles, otros más, acechando la casa, Nicolás… ¿Dónde está Nicolás?

—Está bien. Dora, escúchame —murmuró con serenidad—, ¿qué más viste?

—Llévalo con la mujer, la mujer lo protegerá, el hombre… El vampiro puede oler a los ángeles, están cerca. ¡No confíen en nadie, Zander! ¡Escúchame, por Vatur, no confíen en los humanos! Ellos los traicionarán, humanos, Zander, ellos no son como nosotros. —Los pensamientos de Z fueron directamente hacia Alex, pero ella no era así, no podía ser, no debía ser así—. Se pondrá bien, Nicolás, él se pondrá bien, encuentren al nefilim…, Zander.

—Dora, debo irme, ponte al resguardo —le indicó—. Ve a la Sociedad, les diré que irás.

—¡No puedo! ¡Soy humana! —Lloriqueó y Z sintió un nudo en su garganta al recordar el altar que ella tenía en su casa, la devoción por la diosa.

—No lo eres, eres de las nuestras. Avisaré que vas, ellos te cuidarán, Dora…, o arrancaré una por una las cabezas de esos que te tocaron…, si es que Nicolás no los liquida antes…, ¿Dora?

—Sí.

—¿Me lo prometes? —Preguntó.

—Sí.

—Bien, llámame por cualquier cosa que sepas. —Cortó la comunicación y echó un vistazo rápido a Hero y Nicolás. El rostro del asesino le indicaba que sabía lo que estaba ocurriendo.

—Han incendiado la casa de Nick. Sal y Carim están magulladas; Eva luchó junto a Irizadiel contra un ángel que parecía superarlas en estatura. —Hero tomó las llaves del coche y se dirigió a la puerta. Zander dudó. Nicolás estaba desprotegido ahora y no sabía qué tan bien podía confiar en la suerte en estos momentos. Así que lo tomó en brazos como a un niño grande, se lo cargó por encima del hombro y se desvaneció para aparecer junto a la puerta del auto cuando Hero accionaba el arranque.

—Lo llevaré con Alex y Vívika. Puede que ellos no logren encontrarlo ahí. ¿Aún mantienes el campo de poder sobre el lugar?

—Sí —masculló Hero con el poco humor que le quedaba.

—Te veré en la casa. Ten cuidado y cualquier cosa que ocurra me llamas. —Él apretó los dientes y, antes de que pudiera arrancar, Zander tomó la muñeca del asesino y presionó su pulgar y su índice. Hero siseó, sabía la sensación que producía su toque—. Cualquier cosa que hagas, recuerda que no estás solo, tan solo presiona ahí —dijo, señalando la marca en su muñeca—. Y no importa qué esté haciendo o dónde esté, vendré en un abrir y cerrar de ojos. Dora dijo que no confíes en nadie, no lo hagas…, vete. —Z se desvaneció y Hero hizo chirriar los neumáticos.