13

La acomodamos en un cuarto de la zona a la que llamaban Casa. Había muchos oscuros que vivían en las instalaciones. Así como no todos los humanos admitían a los oscuros en su mundo, había muchos oscuros que no querían a los humanos en su vida, y pasaban su tiempo en las instalaciones de la S.A., refugiados de los problemas y a espaldas del mundo que los rodeaba. El lugar era agradable y, con el tiempo, casi parecía una ciudadela. Había lugares para descansar, ir de compras y recrearse, todo bajo tierra. Muchas de estas cosas habían sido creadas para seres que no deseaban la luz, pero también estaban aquellos a los que la S.A. reclutaba para mantener un control estricto sobre ellos. La habitación era agradable, estaba ubicada en el tercer subsuelo y tenía las instalaciones de un monoambiente pequeño. Encontraría todo lo que necesitara en cuanto despertara. Ella estaría bien aquí.

—¿Cuánto tardará en despertarse? —Pregunté mientras Hero la dejaba en la cama. Podía admitir abiertamente que la gata tenía su belleza, aunque era arisca, desconfiada y, por sobre todo, odiaba ser lo que era. Zander estaba completando unos papeles para ingresarla al sistema mientras la acomodábamos en la habitación.

—Tan solo unos minutos. —Hero se colocó a mi lado y sentí la energía como una corriente eléctrica—. Debes quedarte tranquilo, ella estará bien.

—No es ella quien me preocupa ahora —admití.

—Y no es de ella de quien hablo —murmuró él, soltando una risita, y lo observé estrechando los ojos—. Estará bien, aunque creo que esta protección es excesiva. Necesitarás darle explicaciones, no creo que ellas se mantengan allí como si nada. Digamos que tiene una vida allí fuera y lo sabes. Trabajo… y gente que, tal vez, no crea que ser loba sea tan malo. Así que deberás pensar qué harás… —La gata gruñó y ambos nos giramos.

—¿Dónde mierda estoy? ¿Qué mierda me hiciste? —Moví a Hero a un lado y la detuve al momento en que estaba por saltar sobre él. La tomé por las muñecas y le gruñí sin contenerme, casi tan alto como ella—. ¡Suéltame!

—¡Bien! —Dije, y la empujé tan fuerte que la gata cayó sentada en la cama, con la espalda pegada a al muro—. ¡Me estas alterando! —Grité.

—Y créeme, eso es algo que no es normal en él, así que muévete con cuidado —graznó Hero, que la observaba con cautela.

—¡Cierto! —Asentí, sin una gota de humor—. Esto es lo que haremos: intentarás calmarte…

—¿O qué? —Me desafió, y ambos gruñimos.

—¡O te liquido! —Musité con tranquilidad, como si tan solo hubiera dicho «te llevo de vuelta» o algo tan normal como eso. La gata abrió sus ojos ante la firmeza de mis palabras. Sinceramente, el mundo no necesitaba seres como ella—. El mundo no necesita de ti…

—Tengo una familia… —protestó.

—Sí, una familia humana. Humana, cosa que ya no eres, así que piénsalo bien, porque tengo a muchos a los cuales cuidar. O cambias de actitud, o serás una baja. —Dicho esto, giré y salí del cuarto. Hero ya estaba en el pasillo cuando la puerta se cerró; sus expresiones eran duras, pero sabía que estaba desconcertado. Esperó a que nos alejáramos de la puerta para hablar.

—¿Lo dices en serio? —Preguntó. Apreté los dientes y los puños a la vez, mientras seguíamos alejándonos del cuarto de la gata—. Nicolás. —Me frenó, tomándome del brazo.

—Ella es un problema —respondí con un dedo apuntando a la habitación que habíamos dejado—. No podemos lidiar con ella ahora. —Unos niños pasaron corriendo en forma lobuna y ambos los observamos jugar hasta que su madre apareció horrorizada detrás de nosotros. Se detuvo un momento para disculparse con nosotros y siguió su camino—. La verdad es que ella no quiere ser lo que es; por lo tanto, ¿qué nos importa? Ahora tenemos ángeles rondando la ciudad, los humanos a punto de levantarse, y mi puto trasero en juego. ¿Por qué debería estar cuidando de ella si nos odia? En cambio, hay una loba allí afuera, que está orgullosa de lo que es y, aun así, no intenta matar a nadie —terminé con un gruñido. Los pasillos me devolvieron ecos de mis bramidos desquiciados justo cuando llegaba Zander.

—¡Cálmate! —Masculló el recién llegado. Seguramente todos me habían oído. Nadie en este lugar tenía secretos, era público, y aquí nadie escondía nada, menos con tantos seres con la capacidad de oír hasta la caída de un alfiler.

—Creo que tendrías que ir a ver cómo están las chicas —susurró Zander y entrecerré los ojos—. Vívika y Alex —aclaró, como si no supiera de qué hablaba.

—¿Y hacer qué? —Pregunté.

—Lo que te dé en gana, Nicolás —añadió Hero, forzándose a murmurar por lo bajo—. Pero de una cosa estoy seguro, no soy feliz teniendo a Sal allí fuera, pero tampoco puedo atarla a una cama, y eso mismo corre para ti —dijo acusadoramente—. No puedes retenerla.

—¿De qué va esto? —Preguntó Zander, que no entendía el problema.

—De mujeres, de eso va —grazné.

—Mira, sé lo que es sentirse vulnerable, sé lo que se siente… —Hero bajó la voz una octava—. O lo resuelves, o lo dejas. Esto te está sacando de las casillas. Sé que es complicado, pero debes hacerlo o dejarla. —Mi respuesta fue un rugido desde el centro de mi pecho. Nunca me había sentido tan fuera de control.

—¿Por qué no hacemos algo mejor? ¡Mira…, vamos a mi casa! —Dijo Zander, tomándome por el hombro—. Hero tendrá tiempo para tomar una ducha, así Sal no le arranca la cabeza. Tomamos algo y vemos qué podemos hacer —asentí de mala gana mientras comenzábamos a caminar. Aún tenía las manos agarrotadas en puños y nada más lejos de estar relajado. Sabía que Hero tenía razón, pero eso no quería decir que me gustara.

La casa de Zander no era grande; sin embargo, tenía todo lo que necesitaba. Era un sitio moderno, con ladrillos de hormigón a la vista; muebles de color gris; piso de madera oscura, interrumpida en algunos sectores por alfombras; con luces sectorizando cada lugar. Caminé hasta el sillón rojo y me dejé caer. Me recosté y apoyé las piernas en la mesilla de café, crucé las manos tras la cabeza e intenté pensar en qué debía hacer. No era común salirme de control y, sin embargo, aquí estaba.

—El baño esta por ahí. —Escuché cómo Zander le indicaba a Hero el camino.

—Lindo sitio…, muy…

—Femenino —completé, abriendo tan solo un ojo para captar la bulla de Zander—. ¡Dilo!, es un sitio de nena. —Nunca sabía por qué, pero fastidiar a Zander me ponía de buen humor.

—Yo no hubiera dicho eso —añadió Hero.

—Tú no eres nadie para criticarme, Hero, con todo mi respeto, pero aquel lugar al que llamas hogar, ¡vamos!…

—¿No dijiste que beberíamos algo? —Me quejé, tratando de fastidiar aún más a mi amigo.

—Ve a bañarte, que yo trataré con la reina aquí presente —Hero rio y desapareció por el pasillo—. ¡Su majestad!, ¿qué desea tomar?

—¿Qué tienes?

—Todo lo que una niñata como tú nunca ha bebido —se mofó Zander, con una sonrisa en los labios.

—Bien —dije, preguntándome qué sería lo que tenía para beber—. Dame algo fuerte…

¡Uh!, bien, ¡suenas casi como un hombre de verdad! —Hero rompió en risas desde el baño, mientras Zander desaparecía de mi vista en un parpadeo.

—¡Que le den a ambos! —Grité y mi respuesta tan solo logró que volvieran a reír.

—Dime una cosa, Hero —gritó Zander para que él lo oyera—. ¿Eso es una palabrota para ti?

—¡No! —Respondió el asesino desde el baño. Sus palabras sonaban apagadas por el ruido del agua y la puerta que nos separaba. Era una mierda estar en un sitio donde hubiera tantas personas con buen oído.

—En cambio, podría haber dicho… —Zander se acercó con un vaso corto que contenía un líquido amarillento—. ¡Qué te jodan, hijo de puta!

—¡Oh! ¡Cierra el culo, grandísimo idiota! —Agregó Hero, volviendo a la sala.

—Sin embargo, nuestro refinado amigo aquí —Zander me señaló mientras bufaba— tan solo sabe decir recórcholis, pamplinas, santos tomates… —Ambos se largaron a reír y no pude contener la sonrisa mientras sacudía la cabeza. Zander se dejó caer en un sillón pequeño frente a mí, entretanto Hero se cubría con una toalla y me observaba. Z se carcajeaba tomándose el estómago y, definitivamente, yo era el único que no era feliz e intentaba demostrarlo, pero la sonrisa me traicionaba.

—Les diré una cosa, son un dolor en el culo, ¡ambos! —Dije, enfatizándolo al mirarlos. Eso hizo que guardaran silencio un instante, para luego largarse a reír aún peor. Maldije en silencio y tomé un trago que me quemó la garganta. Pensé en preguntarle a Zander qué era lo que me había dado, pero eso los haría reír más, así que lo tragué a la fuerza—. Y espero… —continué, cubriéndome la boca y haciendo una mueca de asco— que Zander tenga solo pantalones de cuero para ti —añadí burlándome de Hero, que puso mala cara al instante.

—No, no, tranquilo, tengo otro que te quedará. —Zander se levantó de un salto y le alcanzó unos pantalones—. Toma —dijo, y sacó los pantalones de una pila de ropa que había en una esquina, en un cesto color naranja. Cuando ambos lo observamos extrañados, agregó—: Hay una muchacha que lava y plancha mi ropa. —Levantó los hombros, quitándole importancia—. A ella le gusta.

—Sabes, no quiero saber cómo le pagas —soltó Hero.

—Ni yo… —añadí, haciéndome eco de sus pensamientos. Zander carcajeó y levantó una ceja repetidamente haciendo una mueca muy lujuriosa. Caminó hasta pararse junto a Hero mientras le entregaba una camiseta también.

—Ahora dime, ¿cuál es tu veneno? —Le preguntó.

—¿Tienes cerveza?

—Claro. —Zander se escapó hacia la cocina mientras el otro se colocaba la ropa sin cubrirse.

—¡Oye! ¡No es necesario que me quemes las pupilas! —Dije, cubriéndome los ojos como si me escocieran.

—Mira, lo único que te puede pasar al verme desnudo es que te mueras de envidia —murmuró y me palmeó el pie. Se acomodó en otro sillón, que seguramente era de diseñador, pues todo en la casa de Z era de marca, de algún diseñador, o de alguna colección especifica. Me sentía relajado, no sabía bien por qué, pero, de un momento a otro, casi no podía recordar por qué estábamos aquí, pero se sentía bien.

—Tienes los ojos vidriosos —señaló Hero, arrugando la frente, cuando Zander llegó a su lado y le entregó la cerveza—. ¿Alguna vez has bebido? —Echó una mirada rápida a Z, que lo negó y luego ambos me miraron. Observé mi bebida sin entender qué era. ¿Podría acaso…? Tomé una bocanada de aire, permitiendo que mi cuerpo se relajara aún más. La paz antes de la tormenta, pensé y cerré los ojos.