Vi dos ángeles blandiendo espadas doradas, acechando desde lo alto como dos aves de rapiña. Se oyó un rugido sordo a la lejanía, y no me hizo falta ver qué era lo que perseguían. Corrí delante y Hero me siguió. Las alas hacían un sonido ahogado en la noche, no eran totalmente blancas, lo que me indicó que no eran ángeles. Eran caídos atacando a la gata, los mismos que tal vez la habían atacado días atrás. El terreno era desparejo, un campo abandonado donde crecían matorrales de hierbas altas que me azotaban los brazos y el rostro. Me obligué a mantener el paso, esquivando todo lo que se interponía en mi camino. Cuando llegamos, la gata estaba acorralada en una saliente de tierra, un montículo se alzaba a su espalda. Maullaba feroz y mostraba los dientes, sin poder escapar. Los que la tenían cercada no podían atraparla a la carrera, pero un movimiento, un salto, la pondría en la mira de sus armas.
Moví la mano en dirección al ángel que iba por ella con su espada extendida hacia delante para apuñalarla. Una ráfaga de viento lo desvió, haciendo que perdiera estabilidad y se fuera en picada unos metros. Por el rabillo del ojo noté cómo Hero sacaba uno de los cuchillos que colgaba en la cintura de su pantalón y le estampaba tanta energía que hacía que el arma brillara. Lo lanzó en dirección al otro caído, que tenía la vista fija en mí, aleteando a unos dos metros del suelo. El cuchillo dio en el blanco y quise felicitarlo; definitivamente, eso era un punto para él. El ángel no lo había visto venir tras el manto de energía, y el cuchillo se había clavado cerca del hombro, rasgando parte de sus alas a su paso. Eso lo hizo caer con su arma en mano. Se levantó tambaleante. Hero cubrió el camino hacia la gata, tomó otro cuchillo y lo lanzó, pero esta vez el alado lo esquivó. Mentalmente, informé a Ben del ataque, vi al caído correr hacia Hero, pero cuando llegó a dos metros de él, chocó contra su campo de energía, y agradecí a la diosa de haberlo dotado con ese don. Estaba seguro de que Hero no sabía cómo matar a un caído, pero, al menos, podía evitar que lo lastimara. Vi al primer caído levantarse y fui por él. Cuando me vio, intentó levantar vuelo. Corrí hacia él y lo tomé del pie, tirándolo al suelo, boca arriba; abrí la mano, imprimiéndole todo el poder de mi madre, y se la estampé en su pecho. El caído gritó y se retorció mientras su vida se extinguía. Corrí de vuelta adonde había dejado a Hero. El otro caído se distrajo con mi llegada y Hero aprovechó la distracción para saltar sobre él y le clavó el cuchillo en su cuello. La expresión del rostro del caído fue de horror y lo tomó del cuello, pero Hero resistió mientras luchaba por quitárselo de encima. Luego, el caído se quedó quieto y el asesino me miró.
—Dudo que lo haya matado, es imposible que yo lo pudiera hacer —sentenció.
Me acerqué a él para terminar el trabajo. Mi mano volvió a brillar con una luz dorada y atravesé el cuerpo dando por terminada su existencia. De un momento a otro, este se cubrió de luz y se desintegró como en pequeñas partículas de aserrín. Nos miramos para corroborar que ninguno de los dos estuviera lastimado. Por un instante, nos detuvimos a recuperar el aire, hasta que la gata gruñó atrayendo nuestra atención. Su cuerpo se encorvó como si fuera a atacar, por lo que aparté a Hero y me coloqué delante de ella.
—¿Me recuerdas? —Pregunté mirándola a los ojos. En respuesta, ella me mostró sus largos dientes preparados para desgarrarme. Rugió nuevamente como advertencia. Puse los ojos en blanco y la apunté con el dedo—. ¡Me conoces! Te vi en el hospital, ahora cálmate, no sabemos quién más puede estar por aquí y podría oírte. Hero, ¿sientes algo más? —Él se acercó a mi lado y le eché un vistazo. Los ojos del asesino estaban perdidos en la negrura de la noche, sus pupilas estaban tan dilatadas que sus ojos parecían totalmente negros.
—No, no siento ninguno más, por ahora —dijo haciendo una pausa—. Pero no están lejos.
—Escúchame —apunté volviendo mi atención a la gata—. Quiero que corras con nosotros, ¿oíste? —Ordené, pero no obtuve respuesta.
—Creo que el instinto la ha tomado —sentenció Hero—. Puedo intentar inducirla…, pero… —la gata se quejó tan fuerte que lo hizo enmudecer— si no lo quieres —añadió Hero, apuntándola con el dedo también— más te vale cambiar la actitud. No dejaré que me maten por ti, y si tengo que llevarte a patadas en tu culo felino, ¡lo haré! —Gruñó Hero.
—¡Lo mismo pienso! —Susurré de acuerdo, cuando la gata posó sus ojos en mí—. ¡No te dejaremos aquí!, no sabemos qué puede ocurrirte, así que lo haremos por las buenas o por las malas. Pero recuerda cada vez que muestres los dientes, que aún recuerdo tus palabras. —En mi voz se filtraba la poca tolerancia que tendría con ella, y parecía intuirlo porque dejó de maullar y bajó la cabeza.
Siguió a Hero que iba marcando el camino mientras yo la escoltaba desde atrás. No me fiaba de ella. Ninguno de los dos dijo nada cuando llegamos al coche. La gata se subió en la parte trasera, sin mirarnos.
Confiando en que mi mirada trasmitiera todo lo que pensaba, observé a Hero con insistencia antes de meterme en el coche. Una vez dentro, la gata maulló y cayó desplomada. Él había usado parte de su poder para inducirla al sueño. Al igual que yo, Hero no le daría la espalda a una gata descontrolada. No sabía bien por qué, pero algo en mi alma estaba en paz. Recosté la espalda en el asiento, descansando la cabeza sobre la palma de mi mano mientras apoyaba el codo en el vidrio, con los ojos en el frente. Hero hablaba con Ben por el móvil.
—Dicen que prepararán algo para ella —dijo Hero, y asentí.
—Por cierto, Hero, gracias…
—¿Por qué? —Preguntó con esa calma tan suya—. No he hecho más que mi trabajo.
—No por eso —dije frotándome la sien—. Por estar aquí… —No me atrevía a decirle que le agradecía por mirarme como a un tipo normal y no juzgarme. Por no acusarme, como lo habían hecho otros, siglos atrás, por las decisiones de mi madre, por mi destino.
—Nicolás, antes de saber lo que eres, confiaba en ti —murmuró—, siempre sabiendo que conocías algo más que el resto… Ahora, tan solo sé cómo lo sabes, pero mi confianza no ha cambiado. —Eché un vistazo rápido a Hero, sabiendo que nadie se ganaba la confianza del asesino de una forma simple. Era un hueso duro de roer, era de las personas que no confían en cualquiera, y eso me hizo sonreír—. Confío en ti… —repitió—. Gracias por contármelo y, tranquilo, no diré nada. Creo que tú sabrás contarle al mundo cuando sea preciso. Además, me parece que nos faltan unas horas de sueño, eso vendría genial para ambos.
—No duermo —susurré.
—¿Qué? —Preguntó sorprendido.
—Que no duermo. No, yo no descanso como ustedes. —Lo observé por el rabillo del ojo y noté la mirada extraña de Hero—. ¿Qué? —Pregunté, sintiéndome incómodo.
—¡Que eso es una maldita mierda! ¿Cómo cuernos no duermes? ¡Por la diosa! —Dijo ofuscado, como si aquello lo enojara.
—¿Disculpa? —No pude evitar mirarlo esta vez—. Te he contado qué soy… —susurré y recordé que llevaba una gata en el asiento trasero, por lo que simplifiqué el asunto—, quién es mi madre y he logrado tu comprensión, pero ¿te digo que no duermo y me maldices?
—Es que eso… —añadió acentuando las palabras—. Realmente es una mierda, creo que todo lo demás, bueno, es raro, pero ¡mira el mundo en que vivimos! —Dijo señalando hacia el exterior, que comenzaba a teñirse con colores rojos y amarillos por la llegada del amanecer—. ¡Eso es una mierda…! —Protestó indignado.
—¿Qué? —Pregunté—. ¿Lo que soy, o no dormir?
—No, lo que eres, bueno, está bien para mí —murmuró gesticulando—. Al menos, conoces a tu madre. Pero no dormir…, eso es una mierda. —Se acomodó ruidosamente en el asiento y lo observé sin poder creerlo—. ¡10 000 años sin dormir!, ¿estás loco? ¡Eso es lo peor! Peor incluso que los zapatos con alitas. —Me largué a reír a carcajadas; después de todo lo que le había dicho, aquello lo sorprendía. Hero nunca dejaría de sorprenderme.
—Sabes, eres un tipo raro —admití.
—¿Yo? ¿Disculpa?… —inquirió—. Al menos yo sé lo que es despertarme y dormirme… —Nos miramos un momento mientras estacionaba el coche en una parte despejada del estacionamiento abandonado, cerca de la S.A. Zander apareció de la nada y golpeó el vidrio llamándonos la atención.
—¡Oye…! ¿Debería ponerme celoso? —La voz de Zander llegó amortiguada por la música y los vidrios. Maldije por lo bajo. Odiaba que fuera tan efusivo, achiqué los ojos hasta que casi fueron solo una rendija y lo fulminé con la mirada. Hero tan solo bufó, sacudiendo la cabeza y soltó una risita—. Eso se veía muy gay, quiero que lo sepan, m-u-y-g-a-y.
—¿Estás celoso? —Preguntó Hero, levantando una ceja mientras hacía una mueca, y sacudí la cabeza y abrí la puerta.
—¡No! ¡No! Mientras no te permita palmearle el trasero. —Zander se giró riendo, dejando a Hero con la boca abierta. Solté una carcajada al verlo, pues lucía tan extraño.
—¿Te palmea el trasero? —Me preguntó. Había quedado con la quijada descolocada. Puse los ojos en blanco y lo negué mientras me acomodaba la ropa.
—No creas todo lo que dice… —farfullé mirándolo, mientras él abría la puerta para sacar a la gata—. ¿Qué pasó con tus pantalones? —Le pregunté a Zander, que se encontraba a unos metros.
—¡Me apretaban las bolas…! —Respondió, acomodándose la entrepierna de forma deliberada.
—Debiste pensarlo antes —dije. Hero movió el asiento y se cargó a la gata sobre el hombro; ya no tenía pelo y su cuerpo desnudo caía flácido mientras la cargaba. ¡Ya no tenía pelos!
—¡Upss! ¡Alguien tendrá problemas hoy! —Susurró Zander, entonando una cancioncita, y me hizo una mueca mirando a Hero. Maldije en silencio mientras me quitaba la chaqueta para cubrirla. Ella iba a matarnos si se enteraba alguna vez de que la habíamos visto desnuda.
—¿Qué? —Preguntó este y nos miró a ambos sin entender, mientras Z se dedicaba a estudiar, con detenimiento, el trasero de la gata, totalmente al aire.
—Si yo fuera tú, y si no quieres que te arranquen tus bolas, más te vale bañarte después de eso —añadió señalando a la gata. ¡Mierda! Hero no había pensado en eso y yo tampoco. Sal lo mataría. Estaba seguro de que le arrancaría más que sus pelotas si se enteraba de que había cargado a una hembra totalmente desnuda.
—¿Me defenderás?, ¿verdad, Nick? —Preguntó poniendo mala cara. La cubrí lo mejor que pude mientras me maldecía por no haberlo pensado antes: estaba claro que cuando Hero la indujo al sueño ella había cambiado. Caminamos hacia una puerta de servicio, que nos salvaría de tener que ir por los lugares públicos. Hero seguía maldiciendo por lo que podría llegar a hacerle Sal si se enteraba, y no estaba seguro de si un buen baño quitaría el olor. Conocía de energías, pero calculaba que los olores debían seguir el mismo patrón.
—No creo que nadie pueda defenderte de Salomé enojada —se burló Zander, y solté una carcajada ante la cara de Hero. Definitivamente iba a tener que defenderlo… ni yo quería enfrentar a Sal cabreada, mucho menos ahora que estaban ligados. Las mujeres podían reaccionar irracionalmente. Si me habían increpado a mí por el olor de la loba, no quería imaginarme lo que le harían a Hero si no lo defendía. Abrí la puerta dejándolo pasar primero y entramos. Caminamos por los pasillos de servicio hasta llegar al área de cuartos. Acomodaríamos a la gata en un lugar seguro, y podía aseverar que no estaría feliz cuando despertara. Después enfrentaríamos el problema con Sal. Una parte de mi mente aún temía por la seguridad de Vívika; no obstante, no tenía razones para hacerlo. Estaba segura. Pronto tendría que decidir qué mierda haría con ella.