10

Minutos antes de que llegáramos al galpón que Hero llamaba hogar, recibí una llamada de Ben. Me dijo algo que había esperado no escuchar.

La gata ha escapado Nicolás. No sé cómo resolveremos esto, pero creo que los humanos están difundiendo la noticia de una humana raptada por los nuestros. —Maldije en silencio sabiendo que esto solo empeoraba las cosas—. Las visiones dicen que habrá otro ataque; aunque primero creo que debemos encontrar a la gata; sería lo correcto. —Ben había cerró la comunicación segundos después. Podía imaginármelo nervioso, caminando de un lado al otro, atendiendo miles de llamadas. Bajamos del coche al mismo tiempo y vi a Hero observando el lugar.

—Sabes, nunca imaginé a Sal viviendo en un lugar así —dije y suspiré. Observé las estrellas que comenzaban a aparecer, recordando el vestido que llevaba mi madre días atrás. ¿Ella habría visto a Vívika en mi camino? Confiar…, es lo único que me había recalcado.

—Sabes —murmuró Hero, apoyándose en la parte delantera del coche mientras se rascaba la cabeza en una pose relajada que lo distinguía—, yo tampoco me la imaginaba viviendo aquí. —Lo observé sonriendo de lado y sacudiendo la cabeza.

—¿Qué harás? —Pregunté.

—Aún no lo sé. —Hero me miró y se rascó la barbilla mientras fruncía el ceño afirmando que aquello verdaderamente lo molestaba o, al menos, lograba inquietarlo. Aquel era un punto en el que ambos tendríamos problemas.

—Su apartamento estará listo en unos días y estoy seguro de que las chicas desearan volver allí. Mandé ampliar la habitación de Sal, así no tendrán que dormir en la cama de una plaza… —dije conteniendo la risa. Hero realmente parecía derrotado. No quería ni pensar lo que sería vivir con ellas tres.

—¿A esto te referías con pensarlo bien, no? —Soltó en un tono apagado, y no pude contenerme más. Comencé a carcajearme sin control. Hero me dedicó una mirada poco divertida, y reí aún más.

—Sí, bueno… —dije cuando logré recuperar el aliento—. Era, en parte, de lo que hablaba.

—Sé que ella está preguntándose lo mismo, pero no sé qué es lo mejor que podría hacer. ¿Crees que me volverán loco? —Preguntó. Y asentí con énfasis.

—No lo dudo Hero. —Me paré frente a él, sacudiendo la cabeza—. Creo que entre tú y yo hacemos un gran dúo. —Nos reímos, dejando que los ecos reverberaran en la noche.

—¿Nicolás? —Una voz suave y melódica llegó desde el galpón. Ambos recompusimos la postura cuando vimos a la loba caminando hacia nosotros. De una cosa estaba seguro: mi imaginación no había hecho justicia con ella, era más hermosa de lo que había imaginado—. Hola —dijo levantando la mano hacia Hero, que la saludó con un movimiento de cabeza—. Soy Vívika. —Le tendió la mano, no sin antes echarme un vistazo.

—Soy Hero… —respondió él—. Lamento que tuvieras que venir, bueno, ya sabes…, a este sitio —dijo Hero e hizo una mueca señalando el galpón que estaba detrás de ella. Vívika se acomodó el pelo detrás de la oreja y sonrió.

—Está bien, al menos es un sitio seguro en el que no me lincharán por la mañana —dijo ella quitándole importancia—. Eres un gran amigo… —Volvió sus ojos hacia mí. Yo no me había movido ni un ápice, tan solo la observaba como un depredador, como si fuera a saltarle en cualquier momento—. Bien, iré adentro a buscar a los demás. —Ella se giró y volvió a perderse detrás de la gran puerta con un paso apresurado y nervioso.

—¿Quién le ha hecho esos moretones? —Preguntó Hero, perdiendo la sonrisa cuando ella se alejó. Sentía la necesidad de tocar su piel cremosa, aunque aquello me quemara. Cuando ella se marchó, logré retomar un poco de cordura. Lo que importaba ahora era mantenerla segura. Incluso de mi padre.

—Un humano… —siseé.

—¿Le has dado una advertencia? Creo que se merece más que unos moretones por eso. —Eché un vistazo a Hero que hablaba con los dientes apretados—. Nadie debe lastimar a una mujer —dijo casi en un gruñido—. No importa si es humana u oscura, nadie debe tocar a las mujeres…

—No aún, pero lo tengo en mis planes, se merece un buen susto —observé a Hero, que sonrió.

—Cuentas conmigo para eso. —Me palmeó el hombro, colocándose derecho, y comenzamos a caminar hacia la casa—. ¿Por qué teme que la linchen?

—Hizo una pintada en su casa ayer —murmuré.

—¿La puso en evidencia? —Preguntó Hero con el rostro descompuesto.

—Sí…, y con todo este lío de la gata y los humanos señalándonos como posibles culpables, estoy seguro de que algo habría pasado si no la sacaba de allí —admití.

—Hiciste lo correcto Nick. Creo que ese humano merece un pequeño susto, no soy un lobo, pero te diré… —Hero se detuvo y me observó antes de ingresar—. Ella despliega un aura diferente, es como si cerca de ella sintieras ganas de sonreír. —Miré al asesino sin comprender de qué hablaba, pues estaba enigmático como siempre—. ¿Sabes algo de los omega?

—En una manada, la omega mantiene el orden… —respondí, estudiándolo.

—… Y calma a los machos. Sin una omega en la manada los machos lucharían y se matarían entre sí solo por una mirada o un trozo de carne. La omega funciona como comodín, no sigue ninguna norma, ella está allí para mantener el orden, para que el macho no abuse de los más débiles y, te diré, ella es algo de eso. —Volvimos a caminar y nos metimos en el galpón. Alex estaba sentada a la mesa junto a Vívika y Zander.

—Buenas noches… —saludamos ambos.

—Hola, chicos…

—¿Lo trajiste para matarla? —Chilló Alex, poniéndose de pie y apretando los puños y percibí cómo Hero se tensaba.

—¡Alex! —Gritó Vívika avergonzada—. Él es Hero, el dueño de este lugar. —Alex volvió a sentarse, con un leve rubor en las mejillas.

¡Upss! ¡Lo lamento! ¡Lo lamento! —Se disculpó mientras nos acercábamos—. Por cierto, lindo lugar. Soy Alex e imagino que conoces a Zander.

—Sí, gracias —murmuró Hero—. Un gusto conocerte, Alex.

—¿Qué eres? —Le preguntó ella, sin dudar, cuando llegamos a su lado. Hero me observó antes de responder, asentí en silencio dándole el permiso para que le contara, vaya uno a saber qué le iba a decir.

—Soy un vampiro… —confesó.

Wow! Eso es cool…, ¿no creen? —Exclamó ella mirando a los demás, mientras Hero fruncía el ceño. ¡Sí! Definitivamente le faltaba un tornillo.

—Sabes, Hero… —Zander sonrió abiertamente— siempre escuché muchas cosas sobre ti, muchas cosas, todas menos que eras cool.

—Créeme, yo tampoco —admitió él levantando las cejas.

—¿Me muestras los colmillos? —Preguntó Alex curiosa y con los ojos expectantes.

—¡Alex! —Volvió a gritar Vívika consternada.

—¿Qué? —Respondió esta—. Nunca vi uno, por qué no preguntar. Te vi en tu forma lobuna, pero nunca vi «un colmillos».

—¿Un colmillos? —Pregunté consciente de que sabía de qué hablaba.

—¿Tan bajo hemos caído? —Soltó Hero, y echó un vistazo hacia mí. Tan solo pude levantar los hombros como respuesta, dejando que él hiciera lo que le viniera en gana, pues no iba a forzarlo ni mucho menos.

—Claro —concedió Hero, con un cansado suspiro y abrió la boca dejando que sus colmillos se extendieran. Alex se levantó de un salto. Sin apartar la mirada, se acercó para inspeccionarlo de cerca. Realmente había imaginado que gritaría o algo así, sin embargo, solo dijo:

Wow!, ¡supercool!… —Hero puso mala cara—. Lo digo en serio, es ¡superhipercool!

—Sabes, Alex, cariño… —dijo Zander, parándose a su lado—, tu sentido de lo cool es un poco… raro.

—¿Ves por qué te decía lo de los pantalones? —Murmuré por lo bajo.

—Acerca de eso —dijo Hero mientras sus colmillos volvían a la normalidad y echaba un vistazo a Zander— ¿por qué llevas esos pantalones de los 60? ¿Acaso había fiesta de disfraces, o solo un sentido nostálgico por la época?

—¡No son de los 60! —Se quejó Alex.

—Lo que digas… —Estaba claro que él había entendido que discutir con la humana no lo llevaría a ningún lado—. Bien, ¿qué haremos? —Preguntó Hero, cambiando de tema, y evitando entrar en una discusión con Alex.

—Quiero que las lleves a un lugar seguro —le dije, entregándole una gran cuota de confianza—. Hay un departamento por aquí cerca, cerca del centro. Nadie conoce el lugar más que nosotros, por lo que estarán seguras. Y luego necesito que vengas conmigo.

—Recogeré mis cosas, aunque no tengo mucho. —Vívika comenzó a juntar sus pertenencias. Me aparté al rincón donde estaban las motos, y tanto Zander como Hero entendieron el mensaje y se unieron a mí.

—He hablado con Ben —murmuré por lo bajo, sabiendo que ambos podían oírme—. La gata ha escapado y se difunde que la hemos secuestrado para ocultar nuestro ataque.

—¿Qué gata? —Preguntó Hero confundido. Bien, aquí viene el segundo voto de confianza, pensé.

—Encontramos una gata en un hospital humano y se nos acusa de haberla atacado —señalé.

—¿Por qué atacaríamos a una de las nuestras? —Indagó el asesino mientras me observaba.

—Porque los humanos no sabían que era una de las nuestras —completó Zander.

—Ahora ella ha escapado. Imagino que es porque no deseó cambiar frente a los humanos…, pero esto es lo más jugoso, lo que la atacó, no era humano ni oscuro. —Hero me estudió como si no comprendiera lo que hablaba—. Tenía alas. Por lo que sabemos, los humanos han escondido esa información, aunque no sabemos por qué, pero Ben me comunicó que se vislumbró un nuevo ataque.

—Eso es una mierda —gruñó Hero y no pude estar más de acuerdo.

—Sí, pero tenemos ventaja —dije tomándolo del hombro—. Ben puede predecir en un radio muy amplio, lo que no es de mucha ayuda, mientras que las pitonisas puedan ver algo más, aunque tampoco será de ayuda, pero tú… —Y lo miré a los ojos.

—Soy tu radar de ángeles —respondió sonriendo.

—¿Puedes sentirlos? —Ahora era el momento en que Zander quedaba sorprendido.

—Sí, al menos la diosa me ha dotado con eso en los últimos tiempos —dijo Hero, y sentí un alivio enorme al oírlo hablar de aquello como una bendición y no un castigo.

—¿Qué? —Pregunté, medio molesto por la mirada acusatoria de Hero.

—Que nunca voy a terminar de entender cómo sabes estas cosas y, mucho menos, qué eres.

—Tú encárgate de llevar a Vívika y a Alex a un lugar seguro, y prometo contarte más de mí. —Hero me echó un vistazo de esos que dicen claramente que sabe que hay cosas que nunca le diré, y desvió la mirada.

—Sabes que no es necesario —dijo el asesino—. Las llevaré, confío en ti, Nick, así que dime, ¿cómo lo haremos? —Minutos después había dispuesto un auto para Hero y las mujeres. Había hablado con las chicas y eso incluía a mi hermana, a quien le pedí que hablara con Vatur. Las había puesto en alerta porque nadie sabía de dónde podía venir el ataque.

—¿Se lo dirás? —Preguntó Zander mientras el coche se alejaba.

—¿Crees que debería confiar en él?

—Te seré sincero… —dijo Zander, poniendo aire de catedrático—. Ser tu amigo es genial, pero te diré que a veces estaría bueno saber qué opina alguien más, y creo que ese tipo confía en ti, es buena onda, no sé cómo explicarlo. —Yo también me sentía igual. Había descubierto más cosas de Hero en menos de dos semanas que lo que sabía de él en años.

—¿Buena onda? —Me mofé—. Ahora sé qué los atrae de él a Alex y a ti. Ella cree que él es cool y tú, buena onda. ¡Por la diosa!

—Sí, ya sabes —respondió molesto por mi burla—. Es honesto, al fin de cuentas no creo que yo hiciera algo por alguien sin saber de qué va la cosa. Pero, sin embargo, allí va él, confiando en que no lo mandas a matar ni nada por el estilo, ¿no?

—¿No hubiera sido más fácil que me dijeras solo que sí? —Pregunté, mirándolo por el rabillo del ojo.

—Sí, bueno, sí, creo que deberías confiar más en él —confesó Zander.

—Bien, gracias. Vamos. —Sacudí la cabeza y comencé a caminar hacia mi coche, con Zander siguiéndome el paso. Tomé el teléfono y llamé a Ben. Mi corazón inmortal palpitaba por la mujer que se alejaba con Hero. No sabía por qué, pero tenía miedo por ella, aunque más lo sentía por mí mismo.

—Benjamín, iré en búsqueda de la gata. Estoy con el centinela Unripe y con el asesino Hero. Confío en que tendrás una localización más cercana en unas horas, ¿verdad?

—Las pitonisas están trabajando, Nicolás —respondió de forma tajante—. Te daré algo cuando lo sepa. Estate atento.

—Claro —susurré, como si pudiera hacer otra cosa. Aunque tenía una ventaja: Ben no sabía nada de los nuevos talentos de Hero.

—Nicolás… —Ben vaciló, y yo apreté inconscientemente los dientes—. La loba, podemos protegerla, sabes que…

—¡Está protegida! —Gruñí. Sabía que Ben era poderoso, incluso que podría haber prevenido aquel encuentro, pero ya era tarde, ya la había conocido y aquellos ojos aún me perseguirían hasta la eternidad—. Se la confié a alguien más, tranquilo.

—Bien, en cuanto sepa algo te llamaré, aunque imagino que rastrearán la zona cerca del hospital. Mandaré algunos otros a su casa y a sus lugares conocidos.

—Me parece bien. Empezaré por el hospital y llegaremos hasta su casa cerrando un perímetro circular. Zander tiene a sus protegidos rastreando otra zona más alejada en un radio de veinte cuadras, así que sabremos de ella en pocas horas —dije sabiendo que debíamos encontrarla si no deseábamos que la sexta guerra mundial se desatara.

—¿Tus protegidas? —Indagó Ben.

—Están saliendo en su búsqueda, como todos los demás —mascullé molesto.

—Ten cuidado. Por ahora los humanos no creen que el ataque a la muchacha sea tan importante como para dejar sus hogares en horario de las telenovelas de la noche ni para que les interrumpan las horas de sueño. Pero, si no logramos aclarar esto, tomarán represalias, por lo que sería bueno detener esto ahora. —¡Ni que lo digas!, pensé. Como si no supiera eso.

—Bien, mantenme al tanto —dije inquieto. Cualquiera que estuviera detrás de esto estaba buscando una guerra.

—Lo haré —respondió Ben, y cerré el teléfono.

Nos mantuvimos en silencio el resto del camino, pues no tenía ni el humor ni las ganas de hablar. Agradecí el silencio de Zander, que pocas veces se quedaba callado como ahora y era realmente valioso para mí. Necesitaba pensar, pero hacerlo me llevaba a pensar en Vívika, en lo fácil que sería la vida si yo no fuera quien era. Pero sabía que por más que aceptara la ayuda que Ben me ofrecía, incluso si no llegaba a verla mañana, no importaba lo que ocurriera. Aun así, aquellos fosos grises en los que me había mojado, siempre salpicarían mi alma… para toda la eternidad. Porque ella me había llevado a replantearme algo que por mucho tiempo no había sentido…: la necesidad de un amor.