35

Eva seguía sin aparecer. Llegamos a la S.A. con el corazón en la boca: eso no había salido bien, nada había salido bien y mi corazón martillaba contra mis costillas con tanta fuerza que me dolía; tenía la garganta seca y estaba a punto de derrumbarme. Esto nunca debió pasar; creíamos que lo habíamos vivido todo, que lo habíamos sufrido todo, pero nadie estaba preparado para esto.

Para esta pérdida.

No había señales de Eva por ningún sitio. No habíamos podido rastrearla ni mental ni físicamente. Había desaparecido sin dejar rastro, no había nada, era como si la negrura se la hubiera tragado.

Quería acostarme y dormir. Esto tenía que ser un mal sueño, debía serlo, no podía ser otra cosa. Quería cerrar los ojos y olvidar todo: la desesperación, el dolor, quería que todo volviera a ser como antes.

Nos llevaron hacia el área médica. Vívika me revisó lentamente sin decir ni una palabra.

—Carim —susurró.

—Estoy cansada —respondí sin querer decir nada más.

Ella me ubicó en una habitación blanca, sin vida, tal cual como me sentía ahora en estos momentos. Me acurruqué de lado, y de un momento a otro mis ojos se cerraron, casi como si mis pensamientos caóticos hubieran roto todas mis funciones neuronales.

Perdí la noción del tiempo, alguien sacudió mi hombro y me desperté de golpe rogando para que todo hubiera acabado, que todo el mundo estuviera bien y que tanto Eva como Leiden estuvieran aquí, gastándose bromas, como si todo fuera un mal sueño. El vacío me llenó cuando la imagen de la que quería despegarme apareció frente a mis ojos.

Allí estaban todos, con sus caras consternadas, mirándome. Me acurruqué abrazándome las piernas, queriendo olvidar todo, y comencé a llorar. Mi gata se acurrucó en la inmensidad de mi mente y maulló desesperada intentando alejar aquella extraña soledad de mí. Sentí el vacío latiendo en mi pecho, como un hueco inmenso que no podría curar. Ya no sentía a Leiden, ya no percibía nada de él, y no encontraba a ni un rastro de Eva, tampoco.

¿Qué pasaría con los años?, ¿lo olvidaría?

No, nunca podría. Cerré los ojos con fuerza, intentando recordar cada gesto, cada marca, cualquier cosa… ¿Qué pasaría si los años borraran esos recuerdos?

¿Me preguntaría si había sido un sueño?

¿Lo recordaría tan bien como hoy? ¿O la niebla gris del olvido y la necedad se colarían por mi mente sin poder recordarlo?

¿Qué pasaría con Eva? ¿Estaría sufriendo? ¿Estaría muerta?

Mi estómago se contrajo y sentí un espasmo atravesándome, buscándolo en cada resquicio del mundo y por un instante me imaginé encerrada en un cuarto blanco sin poder hablar, sin poder sentir…, como si la locura me invadiera invitándome a unirme a ella. No podía ser cierto todo esto, era una locura… Nicolás nunca lo permitiría, ¿cierto? ¿Acaso no era el hijo de la Diosa Vatur…? Esto… él nunca lo permitiría, él amaba a Eva…, era su elemental… ¿Qué había ocurrido allí dentro? ¿Sería cierto que habíamos salido vivos? ¿O acaso todo sería una fantasía a la que nos habían metido?

Miré a los demás con recelo, viéndolos hablar en susurros, echando miradas furtivas y sus ceños fruncidos. No, esto debía de ser un embrujo, Nicolás no hubiera permitido que se llevaran a Eva…, esto estaba mal. Esto no era cierto…, todo esto, ellos debían de ser una alucinación…, o acaso… o acaso no habíamos escapado de los ángeles… Sería eso.

La realidad se dividió con una línea fina de la que colgaba mi cordura. ¿Es que algo de esto era cierto?

¿Fue un sueño? ¿Había sido un sueño el que alguna vez había amado a un hombre?

Pasé más de veinte minutos así hasta que Hass entró con el rostro descompuesto entre el dolor y la ira, y eso me dio una pequeña esperanza de donde agarrarme para no perder la cabeza.

Leiden existía…, esto había ocurrido, y Nicolás no había podido evitarlo… Observé a Hass con tristeza mientras los ojos se me llenaban de lágrimas nuevamente.

¿Acaso él recordaría a Eva con los años? Ella debía volver, Leiden debía volver. Él caminó hasta mi lado y se derrumbó en la silla sintiéndose seguramente tan mal como yo me sentía.

—¿Sabes algo de Leiden? —preguntó, y negué con los ojos llenos de lágrimas—. Tranquila, Carim, lo encontraremos —me respondió más para sí mismo que para mí.

Sabía lo que se sentía no poder sentir a tu hermano; Eva ya no estaba, y podía sentir esa pérdida como una herida sangrando.

—Y… ¿ella? —negué nuevamente y sus ojos se perlaron de lágrimas también.

—También la encontraremos, Hass.

Él asintió sin mucha convicción.

Levanté la mirada hasta Sal, que estaba apretujada entre los brazos de Hero quien intentaba calmarla, sin lograr nada. Un destello de celos se coló a través de mí. ¿Por qué ella podía abrazar a su compañero como si nada, mientras que Hass y yo moríamos en la agonía de no saber si estaban vivos?

No debía hacerlo, no era justo.

Furcht entró poco después, y no se veía mejor. Caminó hasta mí, se agachó y me abrazó con tanta fuerza que dejé de respirar.

—Todo estará bien gatita —susurró en mi oído.

—¿Por qué no ha venido? —sollocé, por fin, dejando escapar el dolor sobre el hombro de Furcht.

—No lo sé —confesó y bajó la cabeza—. No sé qué está ocurriendo.

—Espero que tenga una buena excusa —murmuró Hass y tomó mi mano.

Pasaron otros veinte minutos o más cuando Nicolás entró con el rostro descompuesto por la ira.

Furcht estaba sentado a mi lado en la cama, su brazo sobre mis hombros y con mi cabeza apoyada en su pecho. Hass estaba del otro lado tomándome la mano, como si temiera perderme también.

—¿Saben algo de ellos? —preguntó Sal separándose de Hero.

—No aún —gruñó nuestro centinela—. Quiero que se dirijan a la sala de los Amila —ordenó mirando a mi hermana y a mí.

—¿Crees que puedan sacar algún recuerdo?

—Creo que podremos recopilar la información para saber desde dónde comenzar para buscar a Eva. Ben está rastreando a Leiden junto a un par de psíquicos y una bruja blanca. Por cierto —Nicolás se agachó frente a mi apoyando una mano en la cama mientras me acariciaba el rostro—, Dora quiere que sepas que hará hasta lo imposible para buscarlos a ambos; está contactando con un par de videntes de diferentes ciudades para crear una red psíquica. Encontraremos un modo, Carim. Esperaremos a Zander, tenemos información y no quiero a nadie más allí, así que apúrense.

—¿Dónde? —preguntó Hero.

—En una fábrica de la ciudad donde suponemos que nos lleva el rastro. No hemos hallado a Laicot, pero una bruja nos informó de un aquelarre que se ha movido bastante el último tiempo y creemos que ella y Carrie están ahí.

—Prepararé las armas —dijo Hero—. Lo hallamos, Carim.

—Gracias —susurré sin fuerzas mientras me secaba las lágrimas y buscaba la fuerza necesaria para hacer esto. No podía quebrarme, no ahora, no era la única que sufría.

—Ahora vayan con los Amila ya que necesitamos recopilar todo lo que sea posible, chicos —dijo observando a Hass y Furcht—. Ustedes estuvieron en los grupos de ayuda, quiero que piensen en qué tienen todos estos ataque en común. Ustedes conocen a Leiden, conocen esta ciudad y necesito su ayuda, lo encontraremos —afirmó.

—Bien —dije en un susurro y me levanté apartándome de los chicos, quienes se pusieron de pie aprontándose para hacer lo que Nicolás había ordenado.

Bajé de la cama y di tan solo dos pasos justo cuando Hass comenzó a gritar.

Me giré de inmediato mientras él aullaba desesperado y se tomaba la cabeza con las manos; sus piernas se vencieron y cayó hacia adelante sin que pudiera evitarlo. Furcht le siguió unos segundos después mientras se apretaba la cara con las manos y caía de rodillas temblando.

—¿Qué ocurre? —grité desesperada.

¿Que estaba pasando? ¿Habrían encontrado un modo de atacarnos sin que lo supiéramos? ¿Estarían torturando a Leiden? En un momento planeábamos una estrategia, y ahora el caos había llegado hasta nosotros y nos había explotado en la cara.

Zander entró como una furia, y la puerta literalmente se separó de las bisagras.

—¡Zaaannnnnddddeeeeerrrrrr! —El grito de Hass desgarró el aire. Nicolás se interpuso y me empujó atrás mientras miraba de uno a otro.

—Salgan —ordenó.

—¡No! —grité plantando mi talón en el suelo—. ¿Qué les ocurre?

—¡Es Leiden!, es Leiden —gritó Hass atragantándose con las palabras.

—Está intentando romper el lazo —gritó Zander mientras colocaba a Hass en el suelo lo más cómodo que podía, y luego fue por Furcht.

—¿¡Qué!? —grité alarmada.

—¡Dijo que lo haría! ¡Maldición! —gruñó Zander.

—¡Zander, dile que se detenga! ¡Por favor! ¡Por favor!

La voz de Hass sonaba tan dolorosa, tan triste, que me partía el alma. Sal saltó a su lado y acunó su cabeza en su regazo mientras le acariciaba la cara. Corrí junto a Furcht mientras escuchaba sus gruñidos.

—¡Quiere irse! —sollozó Hass con los dientes apretados mientras no dejaba de retorcerse.

—¡No lo hará! —gruñó Furcht temblando—. ¡No lo dejare, aunque me desgarre entero!

Tomé su mano, casi como si pudiera trasmitirle mi energía para ayudarlo. Ninguno de los tres quería dejarlo ir. Él apretó mi mano con tal fuerza que pensé que me la quebraría, pero no me importaba, ya que me estaba quebrando por dentro. Y si él se iba, si cortaba todo lazo con nosotros, no habría nada que pudiera volver a unirme.

—¡Oh, por dios! ¡Nicolás! ¡Por favor! ¡Por favor! —supliqué mientras lloraba. Mi centinela me observó un instante, y lucía consternado, impotente, como si no supiera cómo ayudarme, y sentí que el mundo se derrumbaba.

No sabía qué podía hacer…, el mundo dio vuelta frente a mis ojos, lo vi frunciendo el ceño y lo próximo que oí fue su voz.

—¡Carim! —Lo miré a los ojos, o al menos donde imaginé que estaban ya que no podía abrirlos, no podía verlo, y sentí que el mundo se derrumbaba para mí también. El dolor me atenazó el pecho, como si me estuvieran arrancando una pierna, un brazo, como si alguna mano transparente hubiera atrapado mi corazón en sus manos y jalara para sacarlo de mi cuerpo—. ¡Carim! —Intenté responder, pero no pude. No había forma, mi cuerpo ya no respondía, estaba muriendo.

Llevé mis manos al pecho, las apreté allí, donde dolía. Mi visión se nubló por completo rodeándome de un pozo sin fin y vi todo negro.

Y así todo terminó por desmoronarse, y el mundo se apagó frente a mis ojos y me dejé ir.