33

Podía sentir que algo no andaba del todo bien. Lo sentía en las tripas, era como algo que sabes que está por ocurrir, pero no puedes ver venir el golpe.

No había visto a Leiden desde el altercado ni me había encontrado por más de unos minutos con Hass o Furcht. Zander estaba esquivándome, no sabía la razón pero imaginaba que la pelea de sus chicos por mi culpa no le había caído del todo bien. Me había paseado inquieta por toda la S.A., me había resistido al impulso de llamarlo más de cinco veces, y ni una vez había atendido el jodido teléfono.

Estaba enojada con Leiden, y la tristeza comenzaba a sobrepasarme. Me sentía débil como si alguna parte de mí supiera que él no volvería, que lo perdería para siempre.

¿Podría hacer alguna locura?

¿Acaso lo haría?

—Tenemos información nueva —dijo Sal deteniéndose frente a mí y sacándome de mis cavilaciones.

—¿Información nueva? —pregunté.

—Sí, tenemos una ubicación.

—Debemos actuar con rapidez —dijo Nicolás apareciendo de la nada y deteniéndose frente a nosotras—, pero quiero que tú, Sal y Eva salgan y supervisen el ataque al burdel de Laicot. Creo que tú podrías reconocer a las bailarinas y sería importante saber quiénes pueden ser peligrosas. No hay oportunidades para nadie. Todos serán interrogados, pero me gustaría tener de primera mano la oportunidad de saber a quiénes crees peligrosos y a quiénes no.

—Bien, iremos —dije—. ¿Qué harán Hass, Furcht? —Y Leiden, ¿dónde está él?

—Están tratando de localizar a un contacto que tenemos dentro de lo de Laicot. Él asegurará el área cuando estemos llegando, pero quiero que actúen en conjunto.

—Nicolás, ¿qué —dije tragando con fuerza—, qué hará Leiden?

—No lo sé, Carim —respondió con la voz hueca—, está en manos de su centinela.

—¿Sabes al menos dónde está? —pregunté con un hilo de voz.

—¿Me ven cara de localizador? Desde ya, la S.A. es un caos y ahora estamos agrupando a la población y las tropas se están armando. Estamos diseñando una estrategia para desarmar al grupo que ha atacado a los humanos y oscuros hoy, por lo que no, no sé dónde está el Carim.

—¡Oye! —dijo Eva dándole un golpe en el brazo—, ¿qué te ocurre?

—Más de lo que podrías soportar, Eva, así que obedezcan —ordenó.

Sentí un dolor en el pecho.

Nicolás estaba más hosco que lo habitual, y eso no era bueno; significaba que sabía algo que yo no, y me enloquecía. Cuando se marchó del cuarto nos miramos.

—Creo que Nina debe darle un par de sesiones de sexo duro para quitarle el mal humor —gruñó Eva.

—¡Ya lo creo!

—¿No sabes dónde está? —preguntó Sal tomándome del brazo.

—No puedo sentirlo como tú, Sal, solo sé que no está aquí. Y lo querría aquí.

—¿Y si lo buscas en su casa? ¿Por qué no le preguntas a Hass?

—Lo he hecho, pero dijo que después de la discusión cerró el lazo al máximo y tan solo sabe que está inquieto.

—¿No irán por él? —preguntó Eva—. Digo, yo iría a buscarlo.

—Los muchachos son diferentes, piensan que tal vez un poco de espacio les vendrá bien —murmuré poco convencida.

—Sí, tal vez sería lo mejor, antes de que vuelvan a caerse a golpes.

Nos dirigimos a la zona A de preparaciones, y nos metimos en la sala junto a otros veinte miembros. Nos cambiamos nuestras ropas por trajes negros que nos cubrían de pie a cabeza. Tenía un cinturón donde colocar mis armas, y la tela de traje era ignífugo y protegía del frío, y, por sobre todo, era maleable. No entendía bien cómo lo habían logrado, pero los ingenieros de la S.A. habían logrado crear una tela resistente al cambio, por lo que si debía convertirme esta aún estaría sobre mí.

¿Genial, no?

La jugada tendría que ser fácil ya que la mitad de ellos lucían jóvenes.

Nos metimos en varios camiones y nos dirigimos directo a lo de Laicot. En mi interior repasé cada uno de los movimientos. Necesitaba aclarar bien quién podía ser de mayor importancia que otro.

¿Dónde estaría Leiden ahora?

En este momento me arrepentía de cada palabra que había salido de mi boca; ojalá no le hubiera dicho lo de las parejas. Ahora mi gata lloraba, sabíamos que no habría otros.

Maldito sea.

Me tapé la cara intentando ocultar las lágrimas que se formaban en mis ojos. Sal pasó su mano por mi espalda intentando calmarme.

—Lo verás cuando vuelvas —susurró—. Seguro estará allí.

—¡Oh, diosa! Sal, si supieras lo que le dije —sollocé.

—No importa lo que le hayas dicho. No importa. Él lo entenderá y volverá por ti. —Giré la cara para mirarla, lucía tranquila pero sabía que estaba siendo afectada por mis emociones—. Debes calmarte, tenemos una misión por delante. Todo pasará rápido y, cuando hayamos acabado, verás que él estará allí.

Traté de volver a concentrarme, aunque aún sentía el malestar en mi estómago.

—¿Cómo se llama nuestro contacto? —preguntó Eva intentando cambiar de tema.

—No lo sé aún, solo sé que estará en la puerta y que la palabra que dirá es «linda pelea». —Por un momento pensé en quién sería. Había visto muchos rostros allí, pero ninguno que pareciera pertenecer a la S.A.; al menos, ninguno me había dado una señal de conocerme.

—¿Linda pelea? ¿Qué clase de clave es esa?

—No lo sé, tan solo espero que lo diga; si no, tendrá mi cuchillo en su garganta —murmuré apretando los puños.

Nos esperaría junto a la puerta, debía quitar a Joe de ahí. Cómo haría para quitar a Joe de al lado de la puerta, no lo sabía. Tan solo esperaba que pudiera contenerlos el tiempo suficiente.

—Llegaremos en menos de cinco minutos —nos informó una voz, seguramente proveniente del conductor.

Comprobé mis armas una vez más, intentando parecer controlada: estaban afiladas y listas, aunque mis manos temblaban un poco. Me tensé cuando el camión frenó en una zona apartada, y, a oscuras, mis ojos no tardaron en acostumbrarse a la penumbra. No había mucha gente por la calle, lo que era realmente bueno ya que era una zona lo bastante concurrida como para que alguien saliera herido por estar en medio.

Nos dirigimos en grupos. Esperamos para que los tres grupos que entrarían por el techo estuvieran en posición. El grupo que iría por detrás estaba listo y a la espera. Nosotros éramos el último grupo ya que estaríamos más expuestos y deberíamos movernos rápido.

—Bien. ¡Vamos! —dije y echamos a correr hacia la entrada intentando cubrirnos en las sombras.

Nuestros pasos resonaban en el asfalto, y en mi mente busqué el entrenamiento que había tomado por años. Puede que no hubiéramos sido expuestas a los peligros que Leiden y sus hermanos enfrentaban, pero haría esto. Tomaría el control, y luego iría por él.

Lo haría entrar en razón aunque fuera a los golpes.

Cuando estuvimos a solo unos metros, pude ver que Joe estaba en la puerta.

Por un momento dudé y tomé un cuchillo de mi cintura y lo empuñe con más fuerza. Nuestros pasos casi no hacían ruido en la acera, por lo que recién nos notó a unos metros.

—Linda pelea —dijo y mi rostro debió demostrar la incredulidad que sentía. Me frené de golpe haciendo que casi nos cayéramos las tres. No podía creer que Joe fuera el informante.

—¿Joe? ¿Tú? —pregunté incrédula.

—Lo mismo digo…, Camille —murmuró y levantó una ceja.

—Es Carim, por cierto —murmuré dándole una sonrisa torcida.

—Debí imaginarlo por como peleaste, pero nunca creí que Nicolás enviaría a una de las suyas. Tan solo imaginé que eras una de sus fans. Ya sabes.

—Joe. —Me acerqué a él y palmeé su brazo—. Ellas son mis hermanas, y Nicolás es mi centinela.

—Encantada —dijo Sal y le extendió la mano—. ¿Qué tal allí dentro?

—Aún nadie ha intentado salir. Así que esperemos lo mejor y prepárense para lo peor. Hay más de diez clientes, otras ocho chicas y un par dentro de las puertas secretas.

—¿Qué hay ahí, por cierto? —pregunté recordando lo que Leiden me había dicho.

—No lo sé, intenté colarme varias veces pero pocos entran allí. Hay mucha seguridad, nadie entra allí salvo que tengas una invitación especial o entres con alguno de ellos —comentó echando una mirada hacia la puerta.

—Como Carrie —rugí.

—Sí, como ella —afirmó.

—¿Está aquí? —pregunté apretando los dientes. Quería su cabeza. Se había confirmado que la madre de Carrie había pertenecido a The Craft, y, con lo convulsionadas que estaban las cosas, querían interrogarla.

¡Interrogarla un cuerno… la queremos muerta! Gruñeron mentalmente mis hermanas haciéndose eco de mi sed de sangre.

—Lo estaba cuando llegué. Entré hace un momento a echar un vistazo pero no la he visto por las mesas o los privados, así que asumo que estará dentro.

—Bien, vamos a hacer esto de una vez por todas.

Las tres nos colocamos en posición en cuanto los equipos de refuerzos se acomodaron detrás de nosotros. Joe tomó la barra que había atravesado para que nadie pudiera abrir la puerta desde dentro y la corrió.

—Estamos listos, y a sus órdenes —dijo una voz a través del intercomunicador.

—A la una —dije para que los demás equipos estuvieran listos—, a las dos. —Aparté el cuchillo con fuerza y se lo tendí a Joe; no quería que estuviera desarmado—. A las tres.

La puerta literalmente explotó desde dentro cuando nos aprestábamos a entrar, arrojándonos unos metros hacia atrás. Algo cayó sobre nosotras y embestí con todas mis fuerzas tumbándolo de lado.

Joe, en su forma animal de oso, lo apartó de un manotazo y lo apretó con sus patas contra el suelo mientras entrábamos.

Quedé atontada al verlo, no había notado que era un cambiante, era impresionante e imponente por su tamaño; había pocos cambiantes osos por aquí, pero debí haberlo imaginado.

Había una cortina de humo que nos impedía ver con claridad. Golpeé a lo primero que intentó atacarme. Las bombas de humo, sumadas a la explosión, habían creado un gran caos dentro; había gritos y sonidos de cosas rompiéndose en pedazos desde todas las direcciones. Corrí hasta la puerta que nunca había atravesado para buscar a Carrie, pero un manto de magia me mantuvo fuera sin que si quiera pudiera apoyar mis manos en la madera.

—Está protegida —le grite a Sal que estaba a unos metros deshaciéndose de un vampiro. Una vez que su cabeza rodó, se acercó a mí apartando escombros mientras buscaba a tientas las marcas de brujería. Oímos disparos del otro lado de la puerta; al menos alguien había podido entrar. Una silla voló contra nosotras y nos golpeó, y me atontó por un segundo. En el mismo instante en que giré, un cuchillo atravesó el pecho de Sal; me moví rápidamente para atacar y quitarle a su oponente de encima, pero noté que no eran cuchillos, sino garras. Sal estaba helada, las garras estaban muy cerca de su corazón, así que me acerqué a la bestia y le rompí la pata al animal y lo empujé intentando no lastimar a mi hermana. Sal se sentó contra el muro sangrando, y lentamente quité la garra. Me arrepentí en el momento: la herida se veía horrible.

—Sal, quédate aquí. —Le tendí un cuchillo que ella agarró con fuerza—. No te muevas. —Me alejé un poco y me metí en una lucha que estaba a solo unos metros. Mientras vigilaba que nadie se acercara a Sal, quité a un lobo de encima de un asesino y le quebré el cuello; mientras, seguía buscando a la maldita de Carrie, pero no había señales de ella por ningún lado.

El humo empezó a desvanecerse y pude ver un poco mejor: la mayoría de los humanos se habían refugiado en una esquina y habían dejado de molestar y estar en el medio. Los otros habían sido reducidos, y estaban tumbados sobre sus estómago en el piso, sangrando. Comencé a buscar a Eva por el lugar, pero no lograba verla. Este maldito sitio tenía tantos recovecos que podría estar lastimada en cualquier lugar.

Tomé del hombro al primero que encontré.

—¿Sabes dónde está Eva? —El tipo negó con la cabeza mientras esposaba a un vampiro. La preocupación comenzó a carcomerme cuando no logré hallarla por el lazo mental. Busqué por todo el maldito lugar y no la encontré. Volví con Sal.

—¿Qué ocurre?

—Eva, no la encuentro.

Intenté buscarla por el lazo nuevamente, pero había algo que me impedía llegar a ella. Miré a Sal alarmada. ¿Dónde estaba?

—Se siente como cuando estaba con Phill —murmuró Sal abriendo los ojos—. Como si alguien no nos dejara llegar.

—¡Maldición! —Tomé a Sal por los hombros y la acomodé contra mi cuerpo para ayudarla a caminar, aunque ya lucía un poco mejor. Su herida estaba curando lentamente, sabía que estaría hambrienta dentro de poco tiempo, pues la pérdida de sangre la debilitaba, y por eso no podía sanar. La senté en una de las tarimas y tomé mi teléfono.

—Nicolás… ¿Dónde está Eva? ¿Sabes algo? —No necesité que respondiera, pues sentí aquel hormigueo tan natural para mí y supe qué estaba haciendo. Él la estaba buscando a través de su vínculo con ella. Cerré los ojos rogando para que me dijera algo.

—¡Mierda!

—¿Qué? —grité alarmada.

—No la encuentro. No encuentro a Eva. Carim, ¿qué ocurrió? ¿Qué pasó allí, Carim?

—No lo sé, no lo sé, esto fue un caos, todo el mundo se volvió loco y ella no está. Iré a comprobar afuera, pero no puedo encontrarla, el vínculo es débil.

—Sí —murmuró levemente—, lo siento.

Salí a fuera esperando encontrarla, pero no había nada más que asesinos y ninguno sabía de Eva. Habían traído los camiones hasta la puerta y estaban cargando a los detenidos. Sal había llegado hasta mi lado rengueando y sentí el vacío carcomiéndonos a ambas cuando nos miramos.

¿Dónde estaba?

Esto no podía estar pasando. Joe salió apoyado en un vampiro que lo ayudaba a caminar.

—¿Joe, has visto a Eva? —Él se detuvo frente a nosotras frunciendo el ceño.

—Entró con ustedes —dijo mirando alrededor.

—¡Eso lo sé, maldición!

—Preguntaré a los demás, por si la han visto —dijo Joe—. Tranquila, Carim…, todo saldrá bien.

Pasaron unos veinte minutos hasta que todos estuvieron dentro de los camiones. Rastreamos la zona, pero no había rastros de Eva ni de Carrie. Tenía el corazón en un puño; esto no estaba bien.

Nicolás nos dio la orden de volver… y lo maldije en todos los idiomas que conocía. Esperaría una hora, y si no sabíamos nada de ella, saldría por más que me cortaran la cabeza luego. Tal vez Leiden pudiera hallarla.

Primero Leiden, ahora Eva…

La diosa parecía habernos dado la espalda hoy.

Me cubrí la cara con las manos y dejé que el movimiento del camión me embotara los sentidos. Hoy parecía que todo saldría de mal en peor.