31

Me quedé pegado al suelo, viéndola marcharse. Carim se había ido como si nada hubiera ocurrido, como si lo que fuera a decirle no hubiera sido importante. Deseaba tanto que ella me escuchara, que entendiera que aunque el lobo en mí deseaba estar a su lado, el humano sabía los horrores que podía vivir si no me alejaba. Deseaba decirle que si no volvía, que si yo no sobrevivía, deseaba que ella tuviera una vida hermosa, pero ella se marchó sin siquiera mirarme. Abandoné la sala unos minutos después ante la mirada insistente de mis hermanos, pues estaba muy enojado con ellos por no oírme. Me marché sin decir ni una palabra. Estaba harto del cuestionamiento de todos, de que nadie creyera en lo que tenía para decirles. ¡Entonces, que así sea!

Que ellos se encarguen de la niña, de Carim, y de mantener el orden en la Asociación. Yo estaba harto de no ser escuchado, así que iría a tomar el toro por las astas y acabar con el problema. Ya no esperaría más, no me escondería, si Looper desea matarme, pues que venga. ¿Es que acaso nadie veía la realidad como yo lo hacía?

Me toqué el pecho, dolorido. La herida había supurado un poco por la refriega y seguía sin sanar como un recordatorio amargo de lo que él podía hacerme. Ya no dolía, o tal vez solamente me había acostumbrado a su dolor, como había hecho toda mi vida.

Estaba tan molesto, tan cabreado, que cerré el lazo por completo. No estaba dispuesto a seguir escuchando los cuestionamientos de mis hermanos; odiaba cuando sentían lastima, pero aún los odiaba más cuando subestimaban lo que él podría hacerles.

Encontré a Vívika camino a la sala médica. La ignoré y me metí en el pequeño cuarto donde se ubicaba el armario de las drogas. Ella no dijo nada, pero se acercó a mí lentamente, como si temiera asustar al animal más que al hombre. Se detuvo a unos pasos y la vi dudar.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó.

—Nada —dije con voz sombría. No quería hablar de eso, no quería decir nada que me hiciera cambiar de opinión, no quería dejar de sentir odio. Tenía que matarlo o morir intentándolo, por todos, por la mujer a la que amé, por mis hermanos, por mi centinela, por personas como la madre del niño, por Vívika.

—¿Qué estás buscando? —preguntó cuando tomé unas cápsulas de antibióticos.

—Solo unos calmantes.

—No se ha ido, ¿cierto? —Me helé ante su pregunta, y giré la cabeza. Mis ojos se conectaron con los suyos, y vi que estaba preocupada, podía notar el entrecejo fruncido. Vívika había sido una de las personas que me había aceptado como era y la respetaba, odiaba verla así—. La herida no está sanando, ¿cierto? —Tragué saliva ruidosamente buscando el modo de explicarle que nunca lo haría, pues no había remedios para estas heridas, no cuando uno se está pudriendo por dentro. Me quedé en silencio y volví a rebuscar entre los medicamentos. Ella no necesitaba más problemas—. ¿Has hablado con Zander? —preguntó.

—Los he prevenido —susurré entre dientes mientras me guardaba algunos medicamentos más en los bolsillos—. Les dije lo que ocurriría si no hacíamos algo, pero ninguno me oye —gruñí y me volví hacia ella.

—¿Les has contado de tu herida?

—Sí —murmuré y sonreí con tristeza—. Les he mostrado todas mis heridas, Vívika, todas, y ninguna parece amedrentarlos. Esto no es solo un ataque. No…

Se movió tan rápido que no pude evitarla, me tapó la boca con su delicada mano, y tiró de mí hasta su despacho, y cerró la puerta en cuanto entramos.

—Encontré algo aquí —dijo mientras caminaba hacia atrás de su escritorio—. No es nuevo —continuó y me echó un vistazo—, está en esto desde hace mucho tiempo. —Tomó unos papeles de su escritorio y me los tendió.

La miré extrañado: era una ficha médica, no, era la ficha de un médico.

Nombre: Joaquín Salis.

Médico: Área de urgencias, primer equipo de rescate.

Área: Urgencias.

Raza: Licántropo.

Había una ficha completa del tipo, y la observé unos instantes mientras Vívika no hacía más que morderse las uñas.

—¿Crees que es él? —pregunté echándole un vistazo.

—Sé que lo es —afirmó—. He encontrado varios asuntos turbios, desapariciones, decesos extraños, e incluso desaparición de grandes cantidades de sangre.

—¿Lo has informado?

—Sí, Zander está al tanto de esto y están realizando una investigación que…

—Que no llevará a nada —repuse de mala gana.

Volví a echarle un vistazo a la ficha y comprobé su dirección. Vivía en la Interestatal cinco, a varios kilómetros de distancia, y, por lo que decía, no tenía familia, y su casa estaba ubicada en el kilómetro dos.

—¿Está trabajando hoy?

—No, no lo está. Leiden escucha…

—Mejor mantente alejada de él, ¿bien?

—Está bien, déjame verte la herida —dijo.

Sabía que estaba intentando ganar tiempo, buscando un modo de detenerme.

—Estoy bien —dije quitándole importancia.

—Leiden, ¿hay algún modo de que pueda evitar, esto? —Sonreí de lado y negué. Sus ojos se perlaron de lágrimas que no dejó escapar—. Leiden —susurró en un suspiro, abrió un cajón, y la vi revolver unas cosas—, toma, llévate esto. Debes limpiarla cuando duela un poco, aunque imagino que estás acostumbrado al dolor. —Hizo una mueca triste y apretó los labios—. No tienes por qué enfrentarlo solo.

Me acerqué a ella y tomé sus manos.

—Necesito hacerlo solo, necesito averiguar si es que acaso me he vuelto loco o Looper está buscando matar a los míos nuevamente, necesito saber —dije besándole los nudillos.

—Entonces ve —dijo acariciando mi mejilla—. Pero ten cuidado, y vuelve con nosotros.

—Lo haré.

Salí de allí con el corazón en un puño. Pude oír a Vívika llorando, y aquello me hizo desear aún más terminar de una vez con Looper.

No sabía qué sentirían mis hermanos cuando descubrieran lo que iba hacer, pero pensaba estar muy lejos cuando lo supieran.

Pocas veces había peleado con ellos y ahora peleaba por… por ella, diosa, ya no podía ni decir su nombre. Empujé la puerta que daba al estacionamiento y me dirigí al coche sin detenerme ante las llamadas de los asesinos que merodeaban el perímetro. Me metí dentro y dejé que el aire fresco me envolviera; estaba helado afuera pero yo me sentía arder. Encendí el coche y salí a toda prisa. Lo último que se cruzó por mi mente cuando atravesé el portón de la S.A. fue que ojalá ellos comprendieran cuánto los amaba.

Mi teléfono sonó como era de esperar, y ni siquiera me molesté en comprobar quién llamaba. Me centré en cerrar aún más el lazo, dejándolo en un simple hilo que nos unía.

Ojalá algún día entendieran que, a veces, marcharse es alejarlos del peligro. Ojalá Zander pueda ayudarlos. Estaba seguro de que lo haría.

Pero ahora quería un minuto de soledad, ya que a veces anhelaba los momentos en los que vagaba solo por el mundo. Cuando era normal, los cuales eran definitivamente muy pocos.

Me dirigí al apartamento intentando saber cuál sería la siguiente jugada, cuál sería mi próximo movimiento. Debía tener un plan si es que quería atraparlo, pero para eso debía volver a pensar como el cachorro, como el soldado que él entrenó, alguien a quien aborrecía.

Las calles estaban abarrotadas de coches, por lo que me dirigí por la ruta más larga lejos del centro y estacioné en el subsuelo. En mi interior podía sentir el dolor carcomiéndome de a poco, podía sentir la amargura subiendo por mi garganta para recordarme que tan mal estaba yendo todo esto. Mis hermanos no estaban felices, yo no estaba feliz, y ella creía que era un idiota.

El ascensor me dio la bienvenida, y llegué a nuestra planta en menos de unos segundos; abrí la puerta y noté el departamento en silencio. Cerré la puerta tras de mí, me quité la chaqueta y la tiré sobre una silla. Encendí el televisor y busqué los canales de noticias.

Caminé hasta mi cuarto y me metí en el armario para buscar algo de ropa, pues necesitaba todos los bolsillos posibles. Estaba exhausto.

No podía seguir soportando tantas preguntas, tanta presión, tanto dolor.

Me quité los zapatos a las patadas y el pantalón los siguió. Me dirigí al baño y fue en ese instante cuando lo escuché.

Diversas fuerzas, fuertemente armadas, están siendo dirigidas hacia la ciudad. Se ha informado que han ocurrido más de diez ataques en lo que va del día. No se sabe con seguridad a qué parte de la población está dirigido el ataque.

Volví a la sala justo cuando mostraban el desastre en un edificio de viviendas. La cronista lucía consternada mientras la cámara mostraba con detalle los cuerpos que eran arrastrados hacia la calle.

La policía y la milicia de la ciudad están llamando a la población a guarecerse en sus casas, ya que temen por algún levantamiento. La población comienza a inquietarse y ha comenzado a armarse. Han programado varios allanamientos, pero aseguran que no pueden predecir con exactitud la magnitud del ataque ni cuál fue la causa, por lo que no pueden prever lo que podrían llegar a hacer estas células.

Había un buen número de muertos en la calle, lenguas de fuego se alzaban por las ventanas. Sentí una punzada de horror y el martilleo en mi cabeza: esto estaba mal.

Se han logrado recabar unas pocas imágenes de las cámaras de la ciudad.

La imagen que le siguió mostraba a un grupo de más de veinte personas vestidas de negro, cubiertas con gafas para la oscuridad, y pasamontañas. El video no era mucho, pero lograba mostrar al grupo entrando y ejecutando a una anciana que protegía a un niño pequeño. La habían ejecutado frente a él segundos antes de arrancar la cámara.

Corre el rumor de que el grupo de ataque se ha llevado consigo un par de rehenes, aunque no se sabe bien con qué fin piensan usarlos. La policía está desbordada y las autoridades máximas, junto a los gobernantes, piden ayuda a la Sociedad de Asesinos para lograr mantener el orden.

¿Se ha logrado saber si en esos lugares que, por lo que parece, en su mayoría son viviendas que habitaban oscuros o humanos?

No, Tom, por lo que se sabe en esta parte de la ciudad la coexistencia de las dos razas se mantenía en paz, por lo que no se puede contabilizar la cantidad de personas de una o otra raza que han sido atacados.

Dime, Tammy, ¿se sabe si los rehenes pertenecían a alguno de estos grupos?

Por lo que se sabe, gracias a otra de las cámaras ubicada en unos complejos a metros de aquí, este grupo se movilizaba en vehículos grandes, eran más de veinte y llevaban consigo mujeres y niños en general.

¿Mujeres y niños?

Sí, se cree que así piensan lograr escapar, aunque aún no hay nada claro.

Retrocedí unos pasos asimilando toda la información. No eran rehenes, de eso estaba seguro. La herida en mi pecho ardió cuando comencé a respirar con dureza sintiendo el dolor y el miedo de no saber qué harían con todos ellos. Me dirigí al baño, que estaba cubierto por una espesa bruma de vapor, y me metí bajo la ducha sin molestarme en graduar la temperatura.

¿Cómo había pasado esto? Habían atacado más de diez sitios a la vez y aún no se sabía por qué. ¿Qué esperaba Ben para hacer algo? Había una sola cosa que tenía clara: nadie más que The Craft tenía la respuesta. El agua siguió cayendo mientras seguía pensando en el ataque. Había más de cincuenta de ellos, de eso estaba seguro; habían atacado sistemáticamente diversos sitios de la ciudad de modo que nadie pudiera dar la alerta, o, si la dieran, llegarían tarde.

Habían planeado esto. Y lo estaban haciendo bien.

Malditos sean.

En mi mente lo único en que pensé fue en Carim.

Ella y su sonrisa amplia y fresca, su cabello rubio, sus ojos extremadamente celestes, llenos de vida.

Apreté los puños al imaginar lo que podría hacerle si la encontraba. Él había raptado niños y mujeres frente a nuestras narices. ¡Nuestras malditas narices, y habíamos fallado! Estábamos allí para mantener segura nuestra población y ahora no sabía cómo harían para retomar la calma. Si había hecho aquello con tal impunidad, no podía ni imaginar lo que podía hacerle a Carim.

—¿Qué te pasa? —me dije a mí mismo, y mi lobo respondió al instante con un gruñido enviándome aún más imágenes de ella—. No podemos hacer esto. No ahora —dije, y la respuesta fue otro gruñido.

Fastidiado salí de la ducha y tomé una toalla. Me apoyé en el lavabo y me detuve a ver mi reflejo. ¿Qué mierda estaba haciendo? Ante mis ojos, el lobo me hizo frente y dolorosamente repasé las imágenes del sueño, de lo ocurrido con la muerte de Triz. Le recordé una a una las vejaciones a las que habíamos sido sometidos, las violaciones reiteradas, las palizas, el hambre, pero sobre todo el dolor.

El lobo aulló dentro de mí y sentí la satisfacción de la amargura de aquello; había ganado, la bestia también lo recordaba. Lo vi hacerse un ovillo, lamiendo las heridas que nunca sanarían, temblando como un cachorro.

Cautivado ante esa imagen me quedé allí hasta que el lobo dejó de limpiarse, se puso de pie de golpe y comenzó a gruñir. En ese momento tomé una bocanada de aire, y este entró en mis pulmones como una puñalada y percibí el asqueroso olor.

Brujos.

Abrí la puerta de golpe y salí con las manos convertidas en garras, y mis caninos alargándose. Caminé de cuarto en cuarto corroborando todo hasta que llegué a la sala y encontré la respuesta.

Sobre la pared color tiza, pegadas con cinta blanca, había más de una docena de fotos. Niños y niñas, separados por puntos y rangos, habilidades y posiciones, ubicados en una pirámide de terror.

Sabía lo que era.

Sabía lo que significaba. Revisé el resto de la casa antes de centrar mi atención nuevamente en las fotos.

Lo que me preguntaba era cómo habían logrado entrar. La casa era un lugar seguro, eso era un misterio, la puerta estaba cerrada aún y ninguna alarma perimetral había sido activada.

Contabilicé más de cuarenta fotos. Niños de entre los diez a los dieciocho. Las niñas seguían casi el mismo patrón. Estos niños tenían golpes en sus ojos, y lastimaduras visibles; estaba seguro de que no eran los que habían raptado en el ataque de hoy, él tenía más de ellos.

Observé una a una las fotos.

Era un sistema de clasificaciones. Looper solía usarlo en tiempo de guerra cuando creaba sus ejércitos, y de pronto todo encajó cuando vi los ojos suplicantes del niño del apartamento. Sabía que había sido él, lo sabía.

Los niños tenían la misma edad que yo cuando Looper me había comprado a mi madre. Edades y rangos.

Pero los tipos que habían logrado entrar a aquellos departamentos no eran niños, por lo que imaginé que las hordas de Looper eran numerosas, las había estado cosechando en secreto por años, y no lo habíamos visto.

Ahora estaba armando sus próximos soldados, los próximos monstruos. Pero debía de haber algo más que coincidiera entre ellos, además de su edad.

Corrí hasta el teléfono y marqué un número diferente al de la Sociedad, en vez de eso llamé a la madre del niño.

La primera vez que la había ayudado había sido una noche en que se habían quedado sin luz. Habían encendido velas para que el niño no tuviera miedo, y se habían dormido así. Ella había despertado a tiempo para ver que sus cortinas estaban encendidas, y llamó a gritos pidiendo ayuda ya que su departamento estaba envuelto en llamas, y corrí a ayudarla. Recordaba que esa noche estaba con Carrie. Ella había parecido sorprendida, incluso dolida y compasiva, por la situación de la familia, y me había hecho millones de preguntas. Yo le di la información de que la maldita, seguro había vendido para raptar al niño.

—¿Diga? —Una voz gangosa me atendió del otro lado.

—Estela, soy yo.

—¿Leiden? ¿Lo encontraste? Encontraste a mi Ron.

—No aún. Estela necesito tu ayuda. —Ella gimoteó—. Es importante.

—¿Qué? ¿Qué necesitas?

—Ron es un cambiante como su padre, pero ¿tiene alguna habilidad extra?

—¿Extra? ¡Oh sí!, es bueno en las matemáticas, logra calcular el tiempo de las cosas; en la escuela siempre le dicen que va un paso adelantado al resto. —Eso sonaba bien para realizar ataques. Si podía prever los movimientos de los demás, sería de fundamental ayuda en algo como lo que había ocurrido hoy—. Una vez logró moverse en el tiempo, me dijo que podía moverse a su antojo, incluso me habló de cosas que pasarían y eso que dijo, ocurrió.

—¿Es capaz de controlarlo a su antojo? —pregunté mirando la foto de Ron pegada al muro.

—No lo sé, tal vez, tan solo lo ha intentado un par de veces, pero no más.

—¿Algo más que deba saber? —pregunté, y ella se quedó muda sopesando si debía hablar o no.

—Puede mover objetos con su mente —susurró.

Eso, eso era lo que estaba buscando Looper. Sabía que la fuerza no era suficiente, por eso buscaba niños con habilidades diferentes.

—Gracias, Estela.

—Leiden, ¿traerás a mi niño a casa? He visto lo de los secuestros hoy. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está la S.A.?

—No lo sé —confesé más para mí mismo que para ella—. Haré todo lo posible para traerlo de vuelta. —Ella volvió a sollozar y me despedí.

Caminé de nuevo a la pared observando los rostros. Si Ron era hábil con la mente, tal vez, solo tal, vez la joven de la S.A. podía hacer algo también. Había visto como se encendía en llamas sin quemarse. ¿Acaso podría generarlas a su antojo y dirigirlas?

Volví por el teléfono cuando noté que había un pequeño pedazo de papel fuera de lugar. Caminé hasta la pared y quité el pedazo de papel en blanco; no debía de tener más de veinte centímetros por otros veinte y llevaba mi nombre en él. Mi verdadero nombre. Lo giré entre los dedos y halle una nota.

Aquí deberías estar tú, Uriel, pero no aceptas el regalo que te he dado; aquí deberías estar tú comandando a mis tropas. Tú, el mejor capitán que he tenido, el mejor asesino de todos los tiempos. Nunca te olvidaré, mi eterno cachorro, siempre fuiste y serás el mejor, y recuerda, nadie volverá por ti, nadie más que yo. Aquí estoy, sabes donde encontrarme, mi amor. Búscame, sabes donde estoy, tan solo recuérdalo, Uriel, nunca me he ido, siempre, siempre he estado aquí. Ven a mí, Uriel, y reina a mi lado.