30

Salí de la habitación con el corazón dándome tumbos, y me dirigí hacia donde sabía que estaba Hass. No podía pensar en nada que no fuera golpearlo.

Entré en la habitación y vi al íncubo por primera vez serio y callado.

Casi parecía otro.

El Hass que conocía tenía la sonrisa fácil, el humor en la punta de la lengua, siempre tenía algo para decir, y ahora estaba acostado en esa apestosa cama luciendo lo bastante mal como para mantenerlo quieto y callado.

Lentamente me metí dentro y me senté a su lado. Tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido y los labios apretados. Me acodé a su lado tomándome la cabeza entra las manos, y me dormí conteniendo las lágrimas.

No sé cuánto tiempo pasó, pero al cabo de un rato entró Eva y me tocó el hombro y me desperté. Observé Hass, pero seguía dormido. Luego levanté la cabeza hacia mi hermana.

—Se lo ve mal —susurró ella, y arrastró una silla y se sentó a mi lado— y tú te ves peor.

—Es que no lo entiendo…

—Nadie lo hace.

Esas fueron las primeras palabras de Hass. Levanté la cabeza de golpe para verlo sonreír. Extendió su mano y tomó las mías, como lo hace alguien que quiere consolarte, cuando, en realidad, era yo la que debía consolarlo, calmarlo, distraerlo, algo.

—Sí pudieras ver las rosetas interminables de sus pensamientos, el intrincado laberinto del que a veces pareces no poder escapar, si tan solo supieras lo que es…

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

—Como si un ser mitológico me hubiera atacado y pasado por encima…, eso creo, déjame pensarlo. —Se movió un poco y gruñó haciendo una morisqueta aún con sus ojos cerrados. Diosa, era tan hermoso—. Sí, creo que esa es la mejor definición, un ser mitológico que, pensándolo bien, no debería estar aquí. —Comenzó a reír muy bajo mientras se tomaba las costillas.

Eso debía doler y lo sabía.

—¡Deja de reírte, Hass! Maldito íncubo. ¿De dónde sacas el buen humor?

—Si hubieras vivido algo de lo que viví, Carim, sabrías que a veces es mejor tomarlo todo con buen humor. Si no, además, de un íncubo sería un íncubo cabreado y no quiero ni pensar que tan mal me iría. —Sonrió aún con los ojos cerrados—. Ese maldito enfermo —gruñó.

—¿Quién? —pregunté y eché un vistazo a mi hermana que estaba muy silenciosa—. ¿Leiden?

—Sí, ¿quién más?

—Nunca te oí llamarlo así —dije pensando en lo que habría oído de mi conversación con Leiden. Seguramente todo. Hass siempre estaba atento a todo y, drogado o maltrecho, estaba seguro de que esa era una función tan vital para él como respirar para mí.

—También tengo otras formas —se aclaró la voz—. Cara de pito, gilipollas, maricón, rompepelotas con su variación rompehuevos. —Comencé a reír y noté que Eva también lo hacía. Eso era bueno, ella debía entender que Hass era no solo bello, sino también divertido. No sabía qué tan consciente estaba Hass de su presencia aquí, pero al menos la había hecho reír—. Maldito hijo de puta, malnacido, mamón, chupa pito, con sus variaciones chupa verga, pene y…

—¡Ya, olvídalo! —supliqué deteniendo sus palabras.

—Mi favorita es capullo, aunque no la usamos mucho aquí. En España se usa mucho, es una palabra encantadora.

—¿Cómo puede una mala palabra ser… encantadora?

—Ya sabes. Tiene algo en su fonética que me hace sentir bien cuando lo dices, vamos, dilo conmigo si no me crees… ¡Capullo! Es la forma en la que suena la C y la A… caaaappppuuuullllllooooo.

—¡Por la diosa, Hass! —dije riendo.

—Yo le diría pendejo —dijo Eva y en ese momento Hass abrió los ojos y miró de mí a ella—. Creo que es un pendejo en estos momentos —añadió levantando la barbilla, aunque sus mejillas sus mejillas se colorearon.

La miré y me pregunté si en este mismo instante no estaba haciendo de casamentera, justo cuando no podía ni arreglar mi maldita vida amorosa.

¡Genial! ¡Asombroso!

¡Una puta mierda!

—Muy cierto —murmuró Hass y sonrió de lado—. Es un pendejo. —Volvió sus ojos a mí—. Se ha comportado como un pendejo y lo sabes. No tienes por qué sentirte mal, insúltalo, se lo merece. —Me acarició gentilmente la mano—. Estoy harto de todo este drama, si ese hijo de puta quiere matarnos, pues que lo haga de una vez, pero estoy hastiado de Leiden y su melodrama.

—¡Oye! —me quejé.

—No, sé lo que vas a decir. Me dirás que no es para tanto, que no merece que le hable así y sé muy bien que puede oírme. Pero no me importa, te lastimó y eso no tiene justificación. Eres una buena hembra, Carim, no todos tenemos esa suerte. —En ese momento sus ojos se movieron hasta mi hermana—. Él no debería hacer lo que hace, más sabiendo lo que siente. Pero créeme una cosa: aunque él te rechace, siempre tendrás nuestra protección.

Me quedé muda notando cómo las arrugas poblaban la frente de Hass.

Miré a Eva que no había dicho una sola palabra, pero había olvidado algo, podía oír su mente y sabía que estaba cómoda aquí, y comenzaba a sentirse más y más relajada junto a Hass.

No sabía por qué, pero solo él podía lograr algo así. La primera vez que lo sentí, pensé que era raro, como si el íncubo tuviera un poder que no podía descifrar.

Creo que era su voz, su seguridad, era todo. Hass siempre era de los tipos con los que podías sentirte cómoda.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Eva, y Hass volvió a sonreír con aquella calidez que se contagiaba a sus ojos. Así de rápido.

Definitivamente, Hass debería haber nacido cambiante.

—Mejor, estoy mejor…, aún quiero averiguar quién demonio puede manejar esa mierda de bichos.

—He estado investigando. —Eva nos miró y luego volvió a poner su atención en Hass y me sentí incómoda.

Como si sobrara. ¿De pronto había comenzado a sobrar? ¿Cómo había ocurrido?

Hora de irse.

—Oigan, iré a ver a Furcht. Eva, ¿puedes quedarte…?

—Me quedare con él —afirmó y ocupó mi lugar cerca de la cama. Me giré sonriendo y suspiré rogando que Eva viera lo que yo veía en Hass.

Ojalá fuera así.

Encontré a Furcht en el comedor del área médica después de vagar por varios sitios. El comedor era enorme, todas las mesas estaban vacías. Furcht estaba sentado allí. Las sillas perecían pequeñas y la mesa aun más. Di unos pasos y noté que estaba junto a una joven. Retrocedí no queriendo incomodarlos pero me percibió de algún modo.

—¡Carim! —me llamó, y me giré.

—¡Eh! —dije levantando la mano—. Solo quería saber cómo estabas, no quería interrumpir.

—Carim, ven, ella es Jade. Jade te presento a la asesina Carim… Nunca supe su apellido, pero aquí nadie lo usa —se rascó la cara—, incluso algunos no usamos nuestros verdaderos nombres. Bueno, no importa, ya me parezco a Hass y me estoy yendo por las ramas. Ella es una cambiante.

—Una ¿qué?

—Una gata. Básicamente soy una gata —dije y extendí la mano. Noté aprensión en su rostro; miró a Furcht que sonreía y extendió su mano.

—No encontrarás a alguien más dulce que Carim, créelo —dijo él y la joven se sintió avergonzada.

—Lo lamento, todo esto es…

—Es nuevo, lo sé, tranquila, nadie te mirará mal aquí por rechazar un saludo, incluso algunos lo hacen apropósito.

—Sí, conozco a alguien así —susurró Jade y sus ojos llegaron hasta Furcht.

—Lo sé, lo sé.

—¡Eh!, ¿están hablando de mí? —Él hizo una mueca como si aquello lo ofendiera. Lucía unos años más joven, sonreía y hablaba calmado, aunque imaginaba que era para no asustarla.

—No, cariño, nunca lo haríamos —murmuré y Jade sonrió y le respondí del mismo modo—. Hablé con Hass y lo dejé con Eva.

—¿Qué? ¿Estás loca? ¿Quieres que lo filetee?

—Créeme, no lo hará. Estaban bien cuando los dejé, lo sé —dije tocándome la sien.

—Lo sé —repitió tocándose la cabeza del mismo modo—. Por cierto, Leiden es un idiota, no debería haber dicho aquello y mucho menos despreciar el lazo como lo hizo, es un completo idiota. Nadie puede vivir del pasado o terminará comiéndote vivo, más vale morir viviendo, que morir arruinado por algo que no puedes cambiar. —Furcht arrugó la frente casi como si se hubiera mareado con sus propias palabras. Después de pensárselo un segundo continuó—: Incluso creo que Triz estaría feliz de saber que él lo está, pero quién se lo hace entender. Looper podría estar en cualquier lado, y no lo veríamos venir, pero aun así arriesgaría el pellejo por tener a alguien como tú. —Mis mejillas debieron colorearse porque Furcht sonrió tímidamente—. No es que esté tirándote los perros, si es que esa frase no queda demasiado mal, ya que eres una gata y tirarte los perros sería…

—Entendí, entendí —comencé a reír y él torció la boca en una mueca aniñada—, lo entendí, gracias, lo sé.

—¡Oye!, ¿tú también te comunicas… sin hablar? —preguntó la muchacha y asentí.

—Sí, tengo dos hermanas.

—¿Son gatas?

—No, ni lo más cerca. Eva es un lobo, y Salomé es un vampiro.

—¿Por qué ustedes no son, digo, así como ellas? —preguntó echando un vistazo a Furcht, que no sabía bien como explicarlo.

—Cada elemental es complementado con otro —dije y me senté frente a ellos.

—Eva es fuerte y temperamental; Sal es la intrépida, es el corazón de las tres, ella saltaría desde un abismo si tuviera que salvarnos, y yo soy la nerd del grupo.

—Eso es bueno, al menos para ti. No es lo mismo que cuando tienes dos hermanos que solo conocen donde está su pene y, aun así, a veces les cuesta encontrárselo, pero eso son cuestiones de tamaño ¡Ya saben! No creo poder sacar nada bueno de sus cabezotas. No entiendo por qué no me tocó algo mejor —refunfuñó Furcht—. ¡Demonios, al menos uno de nosotros debería tener un cerebro arriba que funcione!

—El otro no cuenta, Furcht —le respondí riendo.

—¿Conoces el chiste que habla sobre lo que dijo Dios sobre los hombres? —Furcht se acodó en la mesa y nos miró sonriendo—. Ese donde Dios le dice a Adán que va a hacerle dos regalos, un cerebro y un pene, pero que lo malo es que no va a tener suficiente sangre como para hacer funcionar los dos al mismo tiempo.

—¡Oh, diosa querida, Furcht!

—Que vale también para nosotros, ¿a que sí? Un humano y un oscuro no somos muy distinto, si lo piensas…

—Sí, creo que sí.

—O ese que dice que la diosa le dijo a los machos oscuros, tengo dos noticias que darles, una buena y una mala, —Furcht continuó sin notar que Jade lo miraba con mucha atención— ella les dijo, la buena noticia es que les daré dos cerebros, y los machos festejaron al notar que las féminas solo tendrían uno, hasta que uno de ellos le preguntó a la diosa cuál es la mala y la diosa le respondió que no podrá llegarle aire a los dos.

Miré a Jade y exploté en carcajadas. Furcht se había puesto rojo una vez que recordó que ella estaba allí junto a él.

—¡Ves! Eso es lo que hace el vínculo…

—¡Son muy buenos, Furcht! —respondió Jade cuando terminó de reír—. Pero ¿qué significa el vínculo? —Los ojos de Jade estaban sedientos de conocimiento.

Había visto lo mismo en Nina cuando llegó y sabía que la mejor forma de ayudarla era explicándole lo mejor que podía para lograr distenderla como había hecho Furcht.

Cada vez comenzaba a admirarlo más y más. Además, hablar con Jade me mantenía alejada de los pensamientos referidos a Leiden.

—El vínculo entre los asesinos nació hace mucho tiempo. Las investigaciones dieron como resultado que cuando cazábamos solos éramos inestables, en comparación con los tríos recién formados por la S.A. los cuales cazaban como una pequeña manada. Decidieron unir tres seres que complementaran el lazo para evitar que los elementales se desequilibraran. Una mente, un corazón, y una conciencia. Por ejemplo, yo —dije tirándome el pelo hacia atrás— soy la sensible del grupo, la estudiosa, soy buena para acabar con los conflictos…

—Y para crearlos —murmuró Furcht, y lo fulminé con la mirada.

—Cierra la boca —le di un golpe en el brazo haciéndolo reír—, desde que nací tuve un instinto de unión, yo soy la conciencia, y la…

Nerd.

—Cierto. ¿Te estoy aburriendo, Furcht? —pregunté entrecerrando los ojos.

—No, para nada, solo es que pensaba quién es quién en nuestro trío. Piénsalo, Hass es bueno y hábil, pero ¿mente? No lo creo. Leiden no puede ser la conciencia, o sea, lo admito, podría defender a cualquiera. Creo que soy el chico del corazón, pero los otros dos, ¿en serio? ¿Crees que todos los tríos serán igual?

—Bueno —murmuré sonriendo—, puede que el tuyo tenga unos bordes, bueno, unos márgenes más que borrosos…

—Sí, comienzo a creerlo. Creo que lo nuestro sería falta de cerebro, y sabes por qué lo digo, un pene con patas, con síndrome de madre sobreprotectora, mezclada con un poco de menopausia…

—Andropausia —lo corregí, pero él siguió como si no me hubiera oído.

—… Hass, y yo, bueno, básicamente el más bello y carismático de los tres.

—Te faltó decir bueno, gentil y amable —dije mirando a Jade e ignorando a Furcht—. Los llamaron tres elementales. Y bueno, podemos hablar con la mente, es una de las cosas que viene con el combo.

—¿Soy yo, o me parece que no oyeron lo último? —preguntó Furcht.

—Tú no eres el más bello —dijo Hass caminando junto a Eva, la cual sin saber por qué lo ayudaba a caminar.

Arrugué el ceño mirándolo con detenimiento, pues estaba segura de que podía caminar. Sacudí la cabeza cuando vi la comisura de su labio curvarse.

—Y, definitivamente, ninguno de los dos tiene cerebro —agregó Leiden, que apareció vestido y listo como si tan solo hubiera sufrido rasguños.

—¡Ja! Como si tú lo tuvieras.

Hass se colocó a mi lado con Eva, y a mi otro lado Furcht con Jade a su lado. Leiden los miró un momento y decidió sentarse en la silla más alejada.

¿Protectores? ¡Nah!

—Necesitamos hablar —me dijo en un tono autoritario.

—No está disponible ahora —respondió Hass antes de que pudiera hablar.

—Jade, déjame presentarte al idiota de mi hermano. Jade, él es el idiota descerebrado.

—Soy Leiden —gruñó.

—Encantada.

—Sí, eso será hasta que realmente lo conozcas —siseó Hass.

—Oye —se quejó Leiden.

—Jade, déjame contarte por qué estamos cabreados. —Furcht sonrió a Leiden que suspiró y apretó los dientes—. Esta rubia aquí, hermosa e inteligente, es la pareja de Leiden, pero Leiden no tiene las pelotas suficientes para tomarla. ¿Entiendes?

—¡Que te den! —gruñó Leiden, y saltó sobre Furcht. El primer puñetazo lo tiró al suelo.

—¡Deténganse! —gritó Jade.

—Tranquila, Leiden se merece unos buenos golpes —dijo Hass levantándose lentamente de su silla.

Los observé caerse a golpes un buen rato, y nadie parecía lo bastante enojado como para detenerlos.

—Deben detenerlos… —gritó Jade cuando sangre corrió por el labio de Leiden. Su grito cruzó la habitación y algo poderoso agitó el aire. Por un momento, todos nos quedamos inusualmente quietos, incluso Leiden y Furcht. Era como si un agujero negro se hubiera tragado todo indicio de vida.

Jade tenía llamas saliendo de sus manos, su cuerpo entero se había encendido con una llama rojiza, como lenguas que bailaban sobre su piel sin que ella lo notara. Su cabello, ya rojizo de por sí, ondeaba alrededor de su cara como pequeñas flamas rojas haciéndola ver más atemorizante.

¡Adiós a la imagen aniñada que tenía cuando la vi!

—¡Deben detenerse! —gritó, y las llamas ondearon. Me alejé unos pasos mirándola de pies a cabeza. Definitivamente, ella no había notado que se había convertido en la antorcha humana. Su rostro lucía calmado, y tan solo el ceño fruncido denotaba su molestia.

No percibí ni odio ni agresión de su parte, tan solo quería que la violencia se detuviera y pareció que los chicos también lo notaron.

Leiden quedó tirado en el suelo mientras Furcht se levantaba con su labio partido sin apartar los ojos de Jade.

—Jade, cariño —la voz de Hass era como un néctar dulce que atraería a cualquiera—. Estás en llamas —susurró de forma calmada, casi como si le explicara que se le había caído algo de las manos. Ella lo observó sin comprender hasta que este le señaló sus manos y fue cuando lo notó.

—¡No! —gritó y su rostro se lleno de temor—. ¡Quítenmelas! ¡Ayúdenme!

—Cálmate Jade, tan solo cálmate. —Con cada agitación las llamas volvían a avivarse. Ella daba saltos intentando quitárselas, pero eso no ayudaba.

—¡Jade! Mírame… —dijo Hass de forma autoritaria otra vez ganando su atención—. No te duele, ¿cierto? —Ella pestañeó y negó como si recién lo notara, aunque no parecía muy convencida—. Tú eres la que las crea, si te calmas se irán.

No parecía convencida y debía admitir que yo tampoco lo estaba. Pero lo hizo, y retomando el control cerró los ojos y las llamas disminuyeron y cuando tomó una bocanada de aire las llamas se extinguieron por completo.

—¿Ves?, se han ido.

—¡Oh, por dios! —gritó la joven cuando todo había pasado.

—Diosa —la corrigió Leiden.

—¿Qué soy? ¿Qué me hizo? —preguntó Jade.

—No lo sé, pero créeme…, no eres algo que conozca.

Leiden aún seguía tendido en el piso y yo quería correr a consolarlo, pero no podía. No cuando los chicos habían intentado protegerme, no cuando me había ocultado lo de su herida…, y definitivamente no ahora. No cuando se negaba a actuar de una forma cuerda y ser razonable.

—Carim, ¿podemos hablar…?

—No, no ahora —respondí y caminé hasta Furcht.

—Debemos hablar con Nicolás y Zander —dijo Hass aún observando a Jade.

—¿Van a matarme? —preguntó ella y se abrazó a su diminuto cuerpo.

Recordé el temor de Furcht, el odio que había provocado en los tres saber que le habían hecho daño.

—No, claro que no, pero si mal no he entendido, por lo que sé, el fuego mata a casi todas las criaturas mitológicas y nadie va a lastimarte aquí.

—¿Crees que…? —Se mordió el labio antes de seguir.

—Creo que la diosa está de nuestro lado —dije sonriente—. Eres un regalo, Jade, y no importa lo que seas. Estás segura aquí, y nadie volverá a lastimarte. Ven, iremos a ver a mi centinela.