Me tensé de golpe, como si una mano invisible me hubiera dado un golpe en el pecho sin que lo viera, como si hubieran agarrado mi columna vertebral con unas manos calientes y ásperas, que me impedían moverme o respirar.
Me levanté tan rápido que la silla donde había estado durante una hora cayó detrás de mí. De pronto, no sentía mis manos, tenía los músculos doloridos y me zumbaba la cabeza.
—¿Carim?
Algo andaba mal.
Sacudí la cabeza ¿Qué era? ¡Maldición! ¿Qué era?
Lo sentía.
Estaba allí, pero no podía defenderme, me tenía atrapado en la agonía.
Sentía como si fuera mi piel la que estaba siendo desgarrada, por más que supiera que mi cuerpo estaba sano. La sentía salir en jirones; unas garras retorcidas apretaban mis huesos y me costaba respirar.
Sabía que estaba a salvo. Estaba junto a las chicas, Nicolás y Ben en la sala de armas de la S.A., cuando mi corazón se estrujó haciendo que mis manos dejaran caer los cuchillos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y simplemente no podía parpadear, no podía hacer nada más que sentir aquel dolor desgarrándome, e intentar ver al enemigo invisible que me estaba matando.
No.
No era a mí a quien dañaba, no era a mí a quien estaban matando.
—Lo siento, Carim…, lo lamento tanto —esas fueron las palabras que la voz de Leiden musito en mi mente y sentí el estremecimiento sacudiéndome.
—¿Qué ocurre? ¿Carim? —Una mano se posó en mi hombro y quise quitarla, ardía contra mis músculos al desnudo.
No. No eran mis músculos.
No era mi dolor. Era su dolor.
El de mi compañero.
—¿Qué?
—Nicolás… —Me cubrí la boca sintiendo que aquel dolor se atenazaba sobre mí, y comencé a llorar sin poder decir siquiera una palabra más.
—¿Qué pasa? —preguntó otra voz, pero no pude reconocer de quién era.
—No te mueras —susurré.
—¿Quién?
—Están atacando a los elementales de Zander… Hay un… hay un… —Ben dudó y sus ojos parpadearon muchas veces antes de volver a hablar. Mi mirada se cruzó con la suya y vi el horror en sus ojos.
—¿Un qué? —le exigió Nicolás.
—Un Cerbero —afirmó Ben con la mirada perdida. Su voz sonaba apagada para mí, no podía pensar en nada más que el dolor.
—¡No pueden matarlo! ¡Nadie puede matarlo! Es un ser mitológico —gritó Sal, mientras me sentía caer, y la negrura comenzaba a tomarme. Un ser mitológico—. Nadie puede matar a un ser mitológico.
—Nicolás, tú sí puedes, tú eres el único que puede, Nicolás, tu madre… —Rugió Ben.
—Yo sí puedo —afirmó Nicolás. Me miró y destelló frente a mis ojos mientras no podía despegarme del dolor que sentía Leiden.
Podía apreciar el dolor de Leiden. Aquella cosa luchaba por llegar a su interior desgarrando su piel poco a poco, tira a tira, músculo a músculo. Salomé me abrazó y me arrastró hasta un asiento mientras la sala se volvía un caos.
Mis hermanas y Nina formaron un escudo de cuerpos que me impedía ver qué ocurría. El dolor mermó un poco, solo un poco, como si aquella bestia se hubiera tomado un respiro para volver a intentarlo. Me tensé esperando el próximo golpe, pero no vino.
—Tranquila… —susurró Nina en mi oído—. Nicolás me ha hablado de él, su padre logró burlarlo una vez. —Levanté la cabeza y la observé con los ojos empañados—. Se dijo que, a pesar de ser el guardián del infierno, hubo varios que lograron burlarlo. Se cuenta que Heracles trató a Cerbero con amabilidad, y este como agradecimiento lo dejó salir del Hades sin lastimarlo. También se cuenta que Orfeo logró dormirlo con su hermosa música, e incluso el maldito de Hermes también lo durmió. Tranquila, Nicolás encontrara un modo, ya verás.
—Oh diosa…, no lo dejes morir —balbuceé.
Me levanté de golpe sorprendiendo a las chicas y luché por pasar. Mis pies se negaban a quedarse quietos, quería salir de allí y correr.
Correr hacia él y salvarlo, tenerlo en mis brazos y decirle que todo iba a estar bien. Que lo amaba. Que no importaba nada ni nadie si no volvía con vida.
Que estaría a su lado siempre, que sería la mujer que él quisiera que fuera, pero que volviera.
—¡Cálmate, no iras a ninguna parte! —me gritó Ben después de haberle preguntarle por enésima vez dónde podía encontrarlo e intentar atravesar la guardia a golpes.
Me marché de allí en dirección contraria a la salida principal y encontré guardias en todas las salidas, que me cerraron el paso. Ben los había puesto al tanto de todo.
Maldito.
Me crucé con muchos oscuros que parecían aprontarse para algo.
Ya nada importaba para mí, el mismísimo mundo podía irse a la mismísima mierda, que no me importaba. Leiden no estaría allí mañana.
Decidí correr al área más alejada. Al área de la pradera junto a la montaña, el único sitio abierto. Sabía que estaría cubierta por guardias, pero tal vez podría salir en cuatro patas.
Tal vez mi gata fuera más valiente, al menos como para intentar morir con él.
Atravesé la última puerta y el parque abierto se abrió ante mí. Mientras corría fui despojándome parte de la ropa. Me detuve para sacar mis pantalones y mis zapatos. Mis patas tocaron el césped un segundo después.
Corrí hasta las lindes más alejadas pero no encontré forma de burlar a los guardias. Por lo tanto, me acosté en un matorral a llorar mi desdicha.
Impotente.
Como siempre.
Leiden tenía razón, las niñitas como yo solo somos un estorbo.
Porque todo era injusto. No tenía el valor. ¿Qué hubiera hecho Sal en un momento así?
Lo sabía. Habría atravesado el pesado muro a empujones o habría abierto un hoyo en él.
Cobarde.
Eres una maldita cobarde. Y te tildas de asesina.
El dolor era tan fuerte que gruñí y maullé lo más fuerte que pude hasta que mis pulmones ardieron.
No sé cuánto tiempo pasé acurrucada allí, lo único que recuerdo es a alguien gritando mi nombre. Quise esconderme de forma que no me vieran, no quería ver a nadie, no quería. Me sentía arruinada y cobarde.
—¡Carim! ¡Carim!
Era la voz de Vívika. Seguramente la habían mandado a sedarme. No los dejaría. Si el dolor iba a consumirme, que lo hiciera sabiendo por qué, a quién le fallé. No permitiría que la inconsciencia viniera cuando Leiden había sufrido hasta el último instante.
—No vendrá —afirmó otra voz.
—Sé donde está, pero, pero me está bloqueando.
Eva y Sal estaban intentando rastrearme pero no lo harían. Debía enfrentarlo sola. Cerré el lazo y me arrastré aún más adentro en la maleza.
—¡Carim, ven, Nicolás rescató a Leiden! —Levanté las orejas en el momento en que las palabras salieron de la boca de Sal—. ¡Furcht y Hass están bien! ¡Carim, vuelve!, por favor. Lamentamos todo lo que pasó.
Salí dando tropezones hasta que las vi. Sal estaba al refugio del sol, Eva y Vívika estaban más cerca; llegué a ellas en pocos segundo.
—Allí estás, gata loca… —corrí tan fuerte como pude y mientras lo hacía mi cuerpo cambiaba. Llegué desnuda y en mis dos pies—. Están en la zona de emergencias.
—Necesitas ropa —Eva me lanzó la ropa y me la coloqué a la carrera. Pero me detuvieron cuando estaba por alcanzar la puerta.
—¡Déjame! —rugí.
—Espera, espera. Lo lamentamos, ¿ok?, quiero que lo sepas. Ambas lo lamentamos, realmente no creo que sean tan malos.
—No lo son, ellos son una unidad. Ellos nunca me lastimarían. Nunca lastimarían a alguien que esté dentro de la ley.
—Lamentamos lo de Hass, y juro que haré lo que sea para compensarlo —una sonrisa se me extendió por el rostro.
—Él estará muy feliz de eso. Pero recuerda que es un íncubo, ¿vale?
—Sí, creo que es justo lo que necesitas —comenzó a decir Sal, pero Eva le dio un codazo.
—Chicas, es genial lo de los besos y los abrazos, pero creo que deben entrar —Hero ladró aquello desde la puerta.
Entré siguiéndolo de cerca.
—¿Qué ocurre?
—Nicolás encontró algo que puede ayudarnos, pero deben estar allí para verlo.
—¿Y los chicos?
—Los elementales están en el área médica —murmuró y me echó un vistazo.
—¿Los tres? —preguntó Eva alarmada.
—Hass y Leiden están en cuidados intensivos. Nicolás ha logrado curar la mayor parte de las heridas y las Aminas los mantienen sedados hasta que el dolor pase.
—Pero…, ¿qué ocurrió?
—Nos estaban esperando —dijo Hero con los dientes apretados.
—¿Y Furcht? —Debía saber, un nudo se formó en mi estómago.
—Él está mejor que los otros. Ha sufrido un pequeño desarreglo, pero Ben lo ha controlado. Leiden tiene una herida que se ve mal y creo que sabes de lo que hablo, ¿verdad? —Me miró de reojo y negué—. Porque no es una herida nueva.
—No, no sabía que no había sanado; creí que Vívika lo había curado —gruñí. Leiden no me había dicho nada sobre su herida y me enfurecía.
—¡No puedo creerlo! —gritó Vívika—. ¡Maldito mentiroso!
—Ese lobo debe aprender a confiar —dijo Hero y estaba en lo cierto.
¿Cuánto tiempo había sufrido por eso y no había notado ni un cambio en él? Mejor será que encuentre la forma de que el lobo empiece a confiar o nunca podría tenerlo por completo.
—Pues no lo ha hecho y, por lo visto, no se lo dijo a nadie.
—¿Qué le sucedió a Furcht? ¿A qué te refieres con lo de desarreglo? —pregunté cuando giramos en la próxima esquina luchando por encontrar un modo de no asesinar a mi compañero.
—Por lo que entiendo, la idea no era matarlos, al menos no tan rápido. Creemos —dijo Hero con su voz plana— que simplemente quería tomar a Leiden y pensaron que doblegando el lazo, cortándolo, sería la mejor forma de alejarlo y secuestrarlo.
—¿No lo hirieron? —pregunté recordando el dolor en mi pecho.
—Sí, pero por lo que sé, no tanto como al íncubo. Lo querían desmayado y querían a los otros dos vivos. No lo sé, Carim —murmuró Hero y me sonrió de lado.
—¿Por qué Leiden?
Cuando la pregunta salió de la boca de Sal me detuve en seco recordando lo que él había dicho.
—Él llega cuando duermo —susurré.
—¿Qué? —Cuatro pares de ojos me observaban.
—Leiden, siempre, él siempre dice: él llega cuando duermo.
—¿Él? ¿Quién? —preguntó mi hermana.
—Looper —la voz de Zander me sacó del aturdimiento. Estaba recostado contra el muro a solo unos metros. Su cabello estaba desordenado y tenía manchas negras bajo sus ojos—. Cariño —dijo mirando a Vívika— te buscan adentro.
—Bien… —Vívika sonrió de lado y se marchó, pero Zander no la siguió. Hero hizo un gesto para marcharse, pero Zander lo detuvo.
—No, quédate H, eres parte de esto, parte de Sal y debes saberlo. Leiden lo querría así.
—Entonces, ¿quién es ese tipo? ¿Quién es Looper?
—Vengan, entremos en esta oficina y se los contaré todo. —Zander cruzó el pasillo y entró a una oficina vacía. Lo seguimos y nos acomodamos mientras lo veíamos sopesar la idea de cómo empezar—. Cuando encontré a Leiden en las ruinas de Elelín…, él no era lo que es hoy.
—¿Dónde es eso? —preguntó Eva.
—En América del Sur, lo que se llama La Ciudad de los Césares, conocida como Ciudad encantada de la Patagonia, Lin Lin o Elelín. Es una ciudad mítica de América del Sur, que se supone ubicada…
—Está ubicada en el valle cordillerano de la Patagonia argentina.
—Pensé que solo era un mito —susurró Sal.
—No, no lo es. Existe. Destruida, pero existe. Me habían enviado a matar a unos oscuros descontrolados. Había cargado mis armas, y llevado a varios asesinos conmigo. Se decía que estaban acechando a los indígenas y estaban arrasando y convirtiendo a todos los que encontraban. Así que fui allí y lo que encontré no se parecía nada a eso. Llegamos una noche, armados hasta los dientes, y esperaba encontrar muchos muertos, asesinatos y dolor, pero lo que encontré esa noche no fue nada parecido a eso.
Entré en la ciudad buscando un indicio de temor, algo, pero no había nada. En la cuidad, la comunidad indígena vivía en paz, había niños corriendo por las calles casi a oscuras, como si supieran que ni siquiera los monstruos de la noche podrían tocarlos. Las mujeres cosechaban el campo ni bien entrada la mañana, los hombres cargaban leña desde el bosque sin temor, sin dolor y cosas así. En su templo mayor, en la parte más alta, residían sus monarcas, lo habíamos investigado, y junto a ellos había otro templo menor donde vivían los que llamaron guardianes.
Leiden y los otros tres habían protegido la ciudad, no habían atacado a nadie, ni de ninguna aldea cercana, y eran venerados con devoción. Los amaban. Los vigilé por días sin poder creerlo. Lo que habían dicho de ellos era uno de los mayores delitos, pues nos habían informado que eran abominaciones sin retorno, que no había piedad en ellos.
Vi a Leiden jugando con unos niños, lo vi allí, y comencé a cuestionarme las órdenes, no podía matarlos, no después de ver lo que hacían por todos.
—¿Y que hiciste? —pregunté asombrada, pues los centinelas no cuestionaban las órdenes.
—Volví aquí, hablé con Ben durante horas, le mostré en mi mente la ciudad que había encontrado, y comenzó a cuestionarse la información que le habían dado.
—¿Quién los había enviado?
—Había una célula en Europa que era la fuente de información. Cuando averiguamos más a fondo, descubrimos que estaba netamente ligada a los caballeros templarios.
—¿Qué? —preguntó Sal saltando de su silla—. ¿Templarios?
—Sí, la Orden de la Rosa había empezado como una causa justa, y en algún momento su maestre perdió el rumbo.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Hero que hasta el momento no había dicho ni una palabra.
—Empezó a experimentar con oscuros, a implementar métodos de dominación.
—¿Y para qué cuernos querría algo así?
—Para luchar contra los Hashashims —agregó.
—Pero se dice que los Hashashims son una de las ramas más antiguas y de la que nació la S.A. —Murmuré sabiendo que había visto la información en algún sitio.
—¡Wow, vas muy rápido! —se quejó Hero.
—Lo resumiré —dijo Z—. Looper creó un grupo dentro de los templarios para detener a los llamados asesinos, que no eran más que un grupo de oscuros que se encargaban de impartir justicia. Por esos tiempos la impartían tanto a humanos como oscuros, ya que muchos eran llamados, dioses o ángeles, por lo que Looper creyó que vendrían a invadir Europa y robarle su tesoro y sabía que era muy difícil matarlos y creo que en ese momento comenzó a envidiarlos por sus largas vidas, por su entereza.
—Y para matarlo necesitó oscuros —repuse.
—Correcto. Cuando recluté a Leiden, su mente era un descontrol. Mientras estuvo en la selva, él había estado estable, pero una vez que lo trajimos aquí, sé descontroló. No podías luchar con él sin que te matase; cada golpe, cada movimiento estaba preparado para causar el mayor daño y matar; no había medias tintas, era lo que le habían enseñado y, después, simplemente, oía a Looper. Así que con la ayuda de Ben y los demás logramos devolverle su propia vida. Aun así, Looper había creado a Leiden, lo había modificado de tal forma que mataba sin piedad, podía correr con espadas clavadas en su cuerpo, con sus piernas quebradas, podías intentarlo todo, pero nunca se detendría hasta que su cabeza no rodara. Eso es lo que Looper hizo con él, y, ahora, luego de mucho tiempo creemos que ha vuelto por él, aunque no hay pruebas. Solo son las palabras de Leiden contra millones de pruebas que dicen que puede ser cualquiera el que busca atacarnos, pero Leiden lo cree… —concluyó e hizo una mueca.
—Pero tú no le crees, ¿cierto? —pregunté.
—¿Y por eso Looper intenta matar a Carim? No tiene sentido, Zander.
—Lo tiene y no lo tiene, no sé como explicarlo. —Z se rascó la cabeza y suspiró—. Lo único que Leiden repetía una vez que lo encontramos y lo pusimos a salvo es…
—Todos mueren a su alrededor.
—Sí. En resumidas cuentas, Looper lo condenó a estar solo. Aunque creo que puede ser alguien más, Looper era un humano brujo, pero humano. Él está muerto, o al menos eso sabemos. —Zander sacudió la cabeza y nos miró—. No hay posibilidades que sea él, no puede ser él. Tiene que ser alguien que busca volver loco a Leiden, alguien que haya conocido los métodos que Looper usaba, alguien que lo odia.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque si realmente fuera Looper, estaríamos hablando de un hombre que rompió las leyes naturales del ciclo humano, o es algo más que lo que creemos. Además, si hubiera deseado matar a Leiden, pondría haberlo hecho mucho antes, hace mucho tiempo atrás. Hubo tiempos peores —admitió entre dientes y miró a la nada—, hubo tiempos en los que nadie podía llegar a Leiden y era mucho más vulnerable, podría haber llegado a él en ese momento. Aunque me inclino a creer que sea quien sea que está haciendo esto se ha tomado el tiempo de buscar la forma para atacar a la S.A. por medio de Lei, cubriéndose con la falsa imagen de Looper, ya se los dije…, hubo tiempos peores.
—Cuando nadie podía llegar a él, salvo por Triz —agregué en un susurro mientras me miraba las manos.
—No sé como sabes eso, cómo lo has averiguado, Carim, pero sí, Triz era la hija de Looper. Ella había escapado de su padre, y cuando llegó aquí buscó a Leiden y nosotros no sabíamos por qué. Pero como su presencia lo calmaba, presumimos que era la bruja que se encargaba de las curaciones, y que por eso él no quería matarla.
—Pero su padre lo hizo por él, ¿cierto? —pregunté.
—Sí, mató a Triz y con eso condenó a Leiden —bajó la mirada—, nos condenó a todos.
—Necesito verlo —dije cruzándome de brazos, negándome a retroceder. No importaba quién fuera él o qué poder tuviera con Leiden, no le permitiría que lo lastime, no esta vez.