24

Leiden se marchó a las habitaciones que nos habían preparado. Había percibido la tristeza en su rostro, tal vez creyera que dormiría solo, pero eso no pasaría. No pensaba dormir sola esta noche, no con mi compañero estando tan cerca.

Había pasado tanto tiempo buscándolo sin saber, que ahora sentía como si el cuerpo se me consumiera si no estaba a su lado; el dolor era tan puro como el nombre que él llevaba. Algo en mi interior clamaba por estar a su lado, como si hubiera pasado mi vida buscándolo. Lo necesitaba, por más que la parte independiente de mí se negaba a admitirlo.

Caminé de nuevo a la sala, obligándome a no seguirlo, para estar un tiempo con mis hermanas, y me preparé para ayudar a Vívika con los trastos de la comida y lograr acercarme a ella con las diez mil preguntas que rondaban mi mente.

Necesitaba saber cómo había convivido con ellos, qué era lo que debía hacer y qué no. Leiden era mi compañero y sabía muy bien que los hermanos se necesitaban. Había aprendido que los machos eran aun más protectores de lo que parecían.

Hass, con su típico andar desinteresado, su sonrisa seductora, no era más que una máscara para el hombre tierno y gentil que se preocupaba por todos. Siempre pendiente, como si su segundo deber en esta vida fuera cuidar de sus hermanos. No conocía su historia, tan solo sabía un poco de ellos, pero, definitivamente, Hass era el que más me intrigaba.

Después estaba Furcht y su aire de chico malo. Su cara con afilados ángulos y su ceño fruncido, me había conmovido con su declaración en la cena; son esas cosas que te sorprenden de alguien como él. Tampoco sabía mucho de su historia; sabía, por lo que me había contado Leiden, que el nunca permitiría que lastimen a una hembra. Algo malo había ocurrido en su vida, algo muy malo referido a las mujeres, y eso lo hacía lucir tres veces más feroz cuando me sumaba a la ecuación.

Me maldecía por haber pensado mal de ellos.

Los tres tenían un lazo que era más fuerte y poderoso, incluso tal vez más que el nuestro. Había sufrimiento detrás de esa unión, un dolor tan arraigado como los años mismos. Una historia que unía sus nombres, una historia llena de terror, dolor y odio.

Mis hermanas trajeron el resto de los trastos y nos amontonamos en la cocina. Aquella escena me recordó los días en que Irizadiel estaba con nosotras y comíamos juntas, volviendo loco a Nicolás.

No habíamos sabido nada de la hija de la diosa, aunque todos suponíamos que ella estaría bien bajo los cuidados de su madre y de Phill.

Por unos momentos simplemente nos quedamos allí, ninguna dijo nada, hasta que Nina llegó con su frescura y se atrevió a preguntarme lo que todas querían saber.

—¿Él es tu compañero, cierto? —Sentí los ojos de todas clavados en mi espalda mientras dejaba los platos en el fregadero.

Me lo pensé un momento, pero no había mucho que debatir.

Ahora entendía aquella frase en su pared:

Dicen que el elemento más poderoso es el fuego, que puede hacer arder una pasión hasta que te consume, y es el más lento y doloroso de todos… porque consume tu piel, y consume tu cuerpo creando el más crudo de los dolores.

Él podía hacerme arder y desear más, fundirme y consumirme con su calor, aunque acarreara el más crudo de los dolores…, él era mi compañero…, mi otra mitad. Aquel que me encendía, el que me avivaba, y el que podía hacerme morir de dolor si lo perdía.

Aquellos pensamientos se asentaron en mí haciendo que se me formara un nudo en el estómago. Vívika había estado en lo cierto desde el primer día en que la llamé, él era mi compañero y no importaba qué hiciera, tan solo el lazo se afianzaba cada vez más.

Sonreí.

Leiden tenía razón, el fuego era el elemento más poderoso y sabiendo eso, me giré con una sonrisa cruzándome el rostro.

—Sí, sí lo es —la gata arrulló en mi mente y sentí la satisfacción invadiéndome.

El calor consumiéndome como si habitara justo dentro de mí, como si lo hubiera alojado en mi interior desde la primera vez que noté que él era mío. No había más qué decir. No podrían hacer nada que lograra que me separara de Leiden.

—Eso genial Carim —me respondió Nina con una sonrisa colgando de sus labios—. Aunque también creo que debes asumir que te emparejaste con tres, no solo con uno de ellos.

—Oh, sí —dijo Vívika revoleando los ojos—. Vienen en combo, o lo tomas o lo dejas.

—Fue genial ver como te defendían… —murmuró Nina.

—No me gustó que amenazara con golpearte —susurró Eva, y la miré.

—Eva, Furcht haría cualquier cosa por dejarme encerrada a salvo, pero dime una cosa, ¿no lo harías tú también? Piénsalo. Sé que esto no te gusta, puede que el lazo esté un poco cerrado entre nosotras pero puedo saber lo que piensas con solo mirarte. —Caminé hasta ella tomándole las manos—. Sé que me golpearías con tal de dejarme afuera de este lío. Además, no hay nada suave en Furcht, ni un solo hueso, pero es honesto.

—Él simplemente sabe cómo dejarte fuera del peligro —dijo Viv sonriendo—, no te lo pedirá por las buenas si eso amenaza tu vida, te golpearía, drogaría, ataría y podríamos seguir así con millones de verbos, pero él nunca será el chico suave y encantador, pero es genuino. Si realmente le importa alguien, hará lo que sea para que esté a salvo…, sin importar que luego lo odie.

—Lo sé, lo sé, tan solo es que es extraño. —Murmuró Eva.

—Sí, verlos allí, rodeándote —susurró Sal—, es… se siente bien, pero a la vez… extraño.

—Sigo siendo yo Sal, soy yo, solo que ahora estoy lista y más preparada. Además, no estoy sola, chicas.

—Y nunca lo estarás —agregó Viv mientras comenzaba a lavar los platos—. Ellos no te dejarán. Una vez hace mucho tiempo, hubo una mujer que logró llegar a ellos, ¿saben? Zander me contó la historia poco después que me emparejara con él. Me dijo que los chicos no tenían afición por las mujeres en su vida.

—¿Por qué no les agradan las mujeres? —pregunté confundida.

—Porque en su vida ellas mueren, o tienden a morir cerca de ellos, y preferían simplemente…, no sé, alejarlas. Eso es lo que ellos dicen.

—Buscaban no apegarse a ninguna —completé.

—Claro, resulta que esta mujer era una humana, una bruja, y murió en brazos de Leiden, pero todos sintieron su muerte. Los chicos…, incluso Zander, movieron cielo y tierra buscando al culpable; mataron, torturaron e hicieron todo por lo que la S.A. debía castigarlos, pero nunca ocurrió. Eso despertó lo peor de ellos, y casi como que juraron nunca más apegarse a ninguna de ellas. Incluso Zander lo hacía, salía siempre con una y con otra sin quedarse nunca a dar los buenos días. Zander me lo contó porque pensó que ellos me harían a un lado y me ignorarían, pero eso no pasó. Ellos me acuñaron dentro de su círculo y créanme, a veces es asfixiante. Pero no puedes hacer nada Carim, ya estás allí, llegaste a ellos, así que ahora somos tú y yo dentro del círculo de machotes-sobreprotectores, que incluso suelen golpear sus pechos a veces. Es muy gracioso. —Viv se giró para verme mientras secaba sus manos y soltaba una carcajada—. Y eso incluye a Zander, puede que él no te dijera que te golpearía, pero ha estado intentando convencer a Nicolás de que te saque de allí de todas las formas que conoce, incluso creo que en algún momento pasó por su mente el hecho de robarme la medicación para drogarte. Lo único que hace que sigas allí, es la confianza ciega de Nicolás.

Wow! —Solo eso escapó de mis labios. Sabía que había un fuerte lazo entre los tres, pero nunca creí que Zander estaba incluido en eso.

—Es genial —volvió a decir Nina—. Te defienden…

—Sí, y, por cierto, lamento todo eso. La escena y el mal trago que las hice pasar.

—No lo hagas, es muy lindo saber que harían cualquier cosa por ti —agregó Sal.

—Ahora lo único que me preocupa es la maldita de Carrie, ella está metida en todo esto, puedo sentirlo pero tan solo no logro encajarla en la ecuación —mascullé.

—¿Qué sabes de ella?

—Es humana, no huele a lo mismo que los de The Craft, pero está metida en esto, puedo sentirlo, pero no tengo nada en su contra. No sé cómo incriminarla. Ella era la única que iba con aquel tipo.

—¿Pero sigue respirando, cierto?

—Sí, y él maldito casi me arranca la cabeza —gruñí.

—¿Cómo hizo una humana para sobrevivir?

—Esa, mi querida Sal, es una buena pregunta.

—¿Cómo hizo para dominarte? —preguntó Sal, y me sentí tonta. Más que tonta, bajé la cabeza como una niñita y observé el suelo.

—¿Te golpeó? —gruñó Eva.

—No, es vergonzoso y peor que eso. ¿Nicolás no se los ha dicho? —pregunté poniendo mala cara.

—No, ¿qué?

—Me drogó —murmuré.

—¿Cómo demonios logró drogarte?

—No lo reconocí, ¿ok? Tomé aquella copa con él y no conozco el sabor del alcohol y no logré distinguir que había algo en mi bebida. —Sus expresiones pasaron de la incredulidad a la diversión, comenzaron a reír, a reírseme en la cara, y me sentí hervir de vergüenza.

—¿Te drogó con un trago? —dijo Eva riendo.

—Eso te pasa por ser tan mojigata —agregó Sal tomándose el estómago.

—¡No soy una mojigata!, no se rían…, no tengo su cultura alcohólica y es solo eso —protesté.

—No, claro que no. ¿Por qué nos reiríamos de ti? Una gran asesina, con muchos siglos de vida, que ha luchado con ángeles, demonios, nefilim, brujas, ha sido drogada con… ¿un trago? —Las palabras de Sal tan solo lograron que volvieran a reír.

La fulminé con la mirada un momento, pero luego me largué a reír, como hace mucho tiempo no lo hacía; todas reíamos. Como lo hacíamos antes y eso me dio la sensación de calidez que necesitaba. Sabor a casa. A hogar.

—Bueno, así que, ¿cómo lograste salir del transe de las drogas? —preguntó Vívika cuando pudo recobrar la compostura.

—Creo que al menos subestimó mi preparación. Logré sacarme eso de la cabeza y reaccioné.

—Como la asesina que eres.

—Sí, ojalá los chicos logren encontrar al niño, aún no sabemos nada de él.

—¿Qué niño? —preguntaron mis hermanas a la misma vez.

—Leiden y yo, hummm, bueno, planeábamos una «estrategia» en…

—¡Oh, no!, y ¿cómo se te ocurrió ir al gran poni follador a «planear» una estrategia?

—¿El poni follador?

—Odio ese nombre —gruñí.

—Deberías —siseó Vívika.

—¿Qué es ese sitio? —preguntó Sal.

No respondí y miré a Viv para que ella explicara sobre eso.

—Es un departamento donde Leiden solía tener sexo con las hembras.

—Sí —dije arrugando la frente al recuerdo de la ropa interior amontonada.

—¿Y fuiste allí y planearon una gran estrategia, no? —preguntó Sal entrecerrando los ojos.

—¡Oh, cállate! —protesté arrojándole un repasador—. Estábamos en lo mejor, él estaba haciéndolo genial y ahí fue cuando aquellos malditos llegaron. Leiden corrió para ver qué era todo el lío y, créanme, yo encontré cosas geniales en ese cuarto —dije poniéndome un poco roja de vergüenza.

—¿Cosas? —preguntó Viv incrédula ante mis palabras.

—Sí, cosas, esposas, látigos, ya sabes…

—No sabía que te gustara eso —susurró Sal.

—Suena interesante…, ya sabes… —las imágenes acudieron a mi mente.

—¡Ay, no, no, no!, déjalo fuera, no quiero ver eso —gritó Sal.

—¡Quita, quita! —protestó Eva mientras Vívika y Nina se quejaban por no saber que veían.

—Mejor volvamos… ¿Qué pasó con el niño?

—Lo secuestraron y mataron a su padre. ¿Acaso no estaban allí, no acudieron a la escena?

—Nicolás últimamente no me dice mucho. Y no…, no sabíamos lo del niño. Lo lamento.

—Están secuestrando niños, aunque no sabemos por qué razón.

—Creo que ninguno lo sabe —murmuró Vívika desanimada.

—Carrie debe de saber algo, ella había estado siguiendo los pasos de Leiden desde un principio. Ella… —gruñí cuando me detuve a pensar que no sabía cuantas veces él se había acostado con ella— lo seguía muy de cerca —siseé.

—¿Ella se acostó con él, cierto? —La pregunta de Nina era la misma que queríamos saber todas, incluida yo. Por lo que sabía habían sido unas cuantas veces—. ¡Ouch! —se quejó cuando Sal la pellizcó—. ¿Qué? Tan solo quería saber.

—Lo hizo, y no sé cuantas veces. Y no hay problemas, Nina, lo conocí después que ella —gruñí intentando sonar convincente.

—¿Estás segura de que es tu pareja? —preguntó Sal recostada sobre el marco de la puerta. La estudié un momento y asentí.

—Tanto como tú sabías desde el primer momento que Hero era tu compañero… aunque no lo admitieras. Sentías el lazo, el poder y la necesidad que te llevaba a estar a su lado. No puedo dejarlo.

—Lo sé, puedo sentirlo en mi piel.

Eva lucía triste en el momento en que me fijé en ella, y se frotaba los brazos como si intentara quitarse alguna suciedad que se había pegado a su piel. Nos habíamos acostumbrado a ser solo las tres y ahora Sal tenía a Hero, y yo a Leiden, mientras que Eva…

—Hass tiene buenas intenciones… —musité.

—El íncubo, ¿confías en él?

Su expresión me hizo recordar lo que le había dicho a Leiden y, sí, pensaba echárselo en cara.

—Al menos no le ha soltado a mi compañero que soy lesbiana, ¿no? Y que tan solo estaría con él si no tuviera pene, ¿verdad, Eva? —Tan solo terminar de decirlo Eva estaba roja de vergüenza e intentaba esconder su rostro.

—¡Ay! ¡Demonios!, pensé que no te lo diría…, maldito traidor.

—Bueno, si te hace sentir mejor, casi tuve que torturarlo para que me lo dijera. Y sí…, confío en Hass, él es bueno y mucho más hombre de lo que imaginas.

—Es muy tierno cuando logras apartar toda la fanfarronería que le gusta demostrarle a los demás —añadió Viv, y le eché un vistazo reprobador. Ella ¿de qué lado estaba?

—Es muy sobre protector —agregué.

—Yo no me fío —respondió Eva y la miramos fastidiadas.

Eva era la persona más cerrada que conocía. Hass tenía razón. ¿Cómo iba a acercársele si solo gruñía a la primera aproximación?

—Nunca lo haces —respondió Nina haciéndose eco de nuestros pensamientos—. Nunca confías en los machos, no sé por qué, pero debes superarlo.

—Algún día deberás hacerlo —susurró Vívika ganándose una mirada desganada de Eva—. No puedes vivir sola todo el tiempo…, no es justo.

—¿Por qué? Estoy bien así.

—¿Sí, lo estás? Además piensa que todo viene de a dos, recuerda que hay alguien allí fuera esperándote… y si tan solo lo dejas… —Vívika se quedó muda, y nos quedamos calladas después de eso.

Sabía lo importante que era la unión, aunque supiera poco de las cuestiones formales. Sabía que él estaba allí para mí, no importaban las mujeres antes de conocerme; debí verlo antes, sentirlo, pero me era imposible. Tal vez Leiden ya lo sabía antes que yo, en aquella maldita batalla. Tal vez lo supiera mucho antes, pero eso ya no contaba; ahora estaba allí, para mí, y lo tomaría, fuera lo que fuera.

Debía romper la coraza alrededor de su corazón, él debía ser mío. No lo dejaría, pero debía planear una estrategia para llegar a él.

Encontraría un modo.