Pasamos un rato sin decir nada más. La puerta se abrió lentamente, y Shadow, la secretaria humana de Ben, el jefe de la S.A., asomó su cabeza y buscó a Nicolás entre los comensales hasta que lo encontró y le hizo una seña.
—Si me disculpan —dijo este mientras se levantaba e iba hacia la puerta. Todos nos quedamos en silencio y seguimos comiendo.
Shadow era de esas cosas que nunca entendería del todo. Era una simple humana, aunque aquí adentro ella manejaba muchas cosas, como por ejemplo un ataque. Pero la mujer nunca había demostrado miedo, y mucho menos estar del lado de los oscuros. Por lo que sabía, ella era una humana que no tenía un lugar en el mundo de los humanos, no era aceptada por ellos, y no era una de los oscuros, pero dentro de los muros de la S.A. la vida de ella era tan valiosa como la de cualquiera, incluso más, ya que ella era casi el brazo derecho de Ben.
Pasaron unos minutos hasta que Nicolás volvió a entrar y todos lo miramos intrigados.
—Hay noticias… —dijo de forma pausada, como si pensara cuál serían sus próximas palabras.
—¿Se sabe algo de los allanamientos? —pregunté.
—Sí, ¿qué pasó con los allanamientos? —dijo Furcht.
—Están en proceso, pero la información más valiosa y notoria la ha dado la joven que salvaron del vampiro, la que, por cierto, quiere verlos.
—¿La ha transformado?
Sabía que la pregunta de Furcht estaba cargada de odio. Que hubieran lastimado a la joven era una de esas cosas que mi hermano de dejaría pasar.
—Aún no lo sabemos con certeza… —Vívika suspiró antes de continuar—. No lo sé.
—¡Malditos hijos de puta! —Furcht se levantó tirando su silla y estampó los puños en la mesa antes de que alguien pudiera reaccionar haciendo saltar platos y cubiertos por todos lados.
—¡Cálmate! —gritó Zander poniéndose de pie.
—¡No la quiero ahí, es peligroso! —gruñó, y cuando las palabras salieron de su boca todos lucíamos confundidos hasta que su mano se extendió señalando a Carim—. No va a quedarse para ver qué hacen con ella, lo de hoy ha sido una advertencia, la próxima vez la matarán y nos dejarán el cuerpo en la puerta. ¡Con un demonio! ¡No la quiero ahí!
—¡Tú no lo decides! —le gritó Carim y se levantó haciéndole frente. Furcht hizo una mueca de fastidio, y en nuestras mentes colectivas podía ver las imágenes de horror, los temores más ocultos de mi hermano mezclándose con los nuestros, pocos seres se atrevían a enfrentársele—. Quiero hacerlo…
—Oh, créeme que lo sé, pero no te quiero herida. Por si no lo sabes, ellos no te darán un puñetazo; ellos arrancarán tu piel a jirones y te desangrarán hasta que mueras y seas solo un envase de lo que fuiste… ¡Tú no has visto por lo que pasaron esas jóvenes! No tienes ni idea de lo que ha pasado… esa joven que está allí adentro, la que se salvó ha visto y sentido cosas de las cuales tal vez nunca se recupere. Así que no me importa si debo robarle a Vívika un calmante para sedarte y dejarte fuera o tan solo darte un puñetazo para hacerlo.
—Nadie va a darle un puñetazo a nadie —murmuré tomándome la cabeza.
—¡Tú, bestia inmunda, no vas a tocar a mi hermana! —gritó Eva apuntándolo con el dedo mientras Sal tomaba un cuchillo, pero Furcht ni las miró.
—¡Cierra la boca, Eva… Sal, suelta el cuchillo. Hero quítale el arma, nadie va a pegarle a nadie aquí! —rugió Carim observando a sus hermanas y a Furcht—. ¡Estoy sana… y a salvo, Furcht…! —Carim hizo lo impensado.
Cualquiera en su sano juicio se alejaría de él en este momento, pero ella rodeó la mesa y llegó hasta su lado, obligándolo a mirarla frente a frente. O más o menos, ya que Carim era unos cuantos centímetros más baja que Furcht.
—Tú estabas allí, ellos estaban allí, sabes que no me tocarán.
—¡Por supuesto que no te tocarán! —Hass se levantó decidido y apretando los puños.
Sentí la furia de mi hermano rozándonos a los tres como si nos hubieran rociado con pólvora y Carim tuviera el maldito fósforo en sus manos.
—Nadie te hará daño Carim —dije admirando la escena mientras trataba de contener las emociones. Ella era mi pareja, lo sabía, pero nunca antes había visto a mis hermanos reaccionar así, ya que poco les importaban las personas que pasaban por nuestras vidas. Las únicas féminas que habían logrado penetrar la capa de dolor y heridas que portábamos habían sido Triz y Vívika, y allí estaba Carim abrazando a Furcht, calmándolo, con la ternura de una niña, de una hermana y, tal vez, de una madre que intenta que sus hijos no hagan locuras.
—Puede que la próxima vez no estemos allí, puede que no lleguemos a tiempo… —murmuró mi hermano, y la pena cayó sobre los tres como un contenedor de emociones.
—Sí, puede, pero nunca estoy sola, mis hermanas me ayudarán, todos aquí me protegen, confía en mí, sé cuando salirme…
—Confió en ti, sé que no tienes miedo, y es por eso mismo que temo que te hagan daño.
La tensión se disipó en el mismo instante en que Furcht besó el pelo de Carim como si solo el contacto hubiera inutilizado al macho cambia formas. Miré a Hass durante unos instantes, y sus ojos se detuvieron en los míos. Sabía que retenía sus pensamientos para que Furcht no lo oyera, pero yo entendía lo que significaba esa mirada. Solo había conocido a una hembra que había logrado calmar a mi hermano, solo una, Triz.
Triz había manejado a mi hermano de una manera increíble, aunque era humana. También había sido una de las brujas más hábiles y más buenas, la compasión brotaba de sus ojos, y nunca había lastimado ni a un solo ser. Había sido la curandera del pueblo y mi hermano también había sido uno de sus heridos.
El poder de Triz no se limitaba a solo curar heridas externas, pues su alma lograba apaciguar a las bestias, y durante el tiempo que estuvimos juntos Furcht había estado estable y calmado, asertivo y controlado. Hass había logrado estabilizarse al punto de ser más amable con todos, la gente ya no lo miraba con miedo, lo admiraban, y había incluso arriesgado su vida por los demás pues había salvado a una niña de una casa en llamas. Solía decirle a Triz que tenía el alma de una omega. Las omegas eran los seres más calmados y protectores que se podía conocer; cualquier macho valoraba a las omegas y eso había sido ella para nosotros.
La voz de Vívika logró sacarme del aturdimiento.
—Deben ir a ver a la chica —dijo y todos miramos a Vívika con más atención.
—No está hablando con nadie —continuó cuando notó que tenía toda nuestra atención—. No come, y necesitamos que hable y se alimente, así que sería genial si tal solo pudieran ir por la mañana.
—Podemos ir ahora —dije.
—No, descansen, quiero que todos lo hagan. —Vívika lucía muy cansada cuando terminó y bostezó un segundo después.
—Tú también debes descansar —concluyó Nicolás—. Todos lo haremos.
—No puedo dejar la guardia ahora, necesito saber qué ocurre. —Vívika sentía el peso del cansancio luchando con la necesidad de descubrir quién era el responsable dentro de la S.A.
—Ben está en eso, y créeme, nada se le escapa.
—Se le escapó decirnos que había mujeres muriendo —murmuré con veneno en la voz.
Nicolás me miró de forma penetrante, casi como si pudiera quemarme con solo mirarme. Noté la incomodidad de Nina, su compañera, la que no había dicho ni una palabra en toda la cena. Se sabía que ella había sido transformada a la fuerza, como la joven que estaba en el hospital. El miedo y el dolor destilaban por sus ojos. Ojalá tuviéramos suerte y la joven encontrara su lugar entre estas paredes, en vez de caer en la locura del cambio y morir.
—A veces pasa —señaló Nicolás con calma, y Carim se pegó a mi lado como si pudiera protegerme.
—Ellos temen por la joven —susurró Nina junto al oído de Nicolás, pero observándonos de uno en uno—. Ben tampoco vio mi ataque…, los comprendo —la mirada de su compañero se suavizó cuando ella continuó hablando, como si él mismo comprendiera, de pronto, la verdad detrás de nuestras palabras—. El dolor es muy profundo, pero solo pueden ayudarla si están con ella, es necesario que intente hacer una vida normal. —Los ojos de Nina mostraban un atisbo de tristeza.
Nunca antes había estado cerca de ella, y verla de ese modo me hizo comprender el sentimiento de orgullo que todos sentían por ella. Estaba dicho que respetaban su fortaleza. Ella no se estaba quejando, no estaba soltando su propio dolor, tan solo intentaba que todos comprendiéramos qué era lo mejor en un momento como este.
—Iré a verla también —Nina enderezó su postura—. Yo pasé por lo mismo y pude superarlo. —Nicolás la acurrucó a su lado, pasándole un brazo por encima de los hombros como si intentara protegerla de los recuerdos—. Si yo pude superarlo, ella también lo hará, y ella también lo hará. No los culpen por sus palabras —continuó prestándole atención a Furcht—. Es bueno saber que se enfrentarían al mismo Ben por su ataque. Si alguno de ustedes hubiera estado allí —hizo una pausa y bajó la mirada—, si hubieran llegado a tiempo conmigo, tal vez me hubiera ido de forma diferente… Pero no estuvieron, no podían estar allí, porque incluso Ben, a veces, se equivoca. Pero estuvieron allí para ella, y ella lo sabe. No importa lo que crean, estoy segura de que son su puerto seguro. Son las personas en las que confiará, porque acabaron con su pesadilla. Yo lo hice —dijo pegándose aún más a Nicolás.
Luego de un momento de silencio en el que las palabras parecieron asentarse en nosotros, Furcht fue el primero en hablar.
—Gracias Nina —su voz sonaba tan plana y a la vez tan cargada de emoción que la gata le sonrió en respuesta—. Ojalá hubiéramos estado allí para ti.
—Se quedarán aquí esta noche —dijo Nicolás—. Preparamos un sitio donde estarán cómodos. Quiero que descansen, han estado trabajando mucho y los quiero a salvo, chicos. Así que hay sitio aquí para todos.
—Excelente, gracias —le dije levantándome de la silla y haciéndole una pequeña reverencia al hombre, y a su valentía—. Iremos a descansar.
—Sí, creo que estamos de acuerdo en algo. —Hass se levantó y suspiró mientras se encaminaba hacia la puerta como si necesitara más aire.
—Hablaré con mis hermanas —dijo Carim deteniéndome a mitad del pasillo. Sabía que lo necesitaba como yo necesitaba la cercanía a mis hermanos, y no había nada que pudiera hacer.
—Lo entiendo —respondí, aunque ella no pareció comprenderlo—. Ellas te necesitan también —le coloqué un mechón detrás de su oreja y ella apoyó su mejilla sobre mi mano.
El contacto lo era todo tanto para los felinos como para los lobos, así que aquel simple movimiento envió un calambre a mi estómago.
—Hazme espacio en la cama, ¿está bien? —Sonreí de lado ante sus palabras y ella me dio un tierno beso—. Espérame…
—Te estaré esperando. —Salí de allí seguido por mis hermanos.
La había esperado toda la vida, o casi toda una vida. Y ahora sabía que lo haría de nuevo si pudiera.