Mi teléfono sonó, nuevamente, ni bien me senté en el área de mesas de Laicot. El lugar parecía bastante lleno, y había muchos más hombres que lo habitual. El maldito teléfono parecía cobrar vida propia últimamente y, realmente, comenzaba a odiarlo.
Desvié la atención de la muchacha que se había acercado y me servía una copa. Antes de que me atendiera le había pedido si tan solo podía traerme algo más fuerte, y ella me dedicó una sonrisa seductora y se marchó bamboleando el trasero. En ese momento pensé qué curiosa era aquella escena, y cómo una simple gata me había cambiado. En cualquier otro momento, hubiera apreciado sus largas piernas, su trasero respingado, pero una parte de mí, mi lobo, se negaba a mirarla de ese modo.
El aparato volvió a sonar quitándome la concentración de la chica. No necesitaba mirar para saber quién llamaba.
Sí, el que imaginan.
Zander, con sus llamadas de control. Desde el ataque de los ángeles él había incrementado sus llamadas. Antes, directamente no llamaba, nos controlaba a través del lazo y las llamadas solo eran para casos de emergencia, y punto. Ahora era constante; en parte, estaba seguro de que era obra de Viv, pero ¿qué podíamos hacer?: nada. Casi siempre bromeábamos con cuánto se parecía Zander a una madre controladora, últimamente.
—¿Z? ¿Qué ha ocurrido?
—No me lo creerías aun si te lo dibujara.
Su voz fue más un gruñido animal que algo parecido a la voz humana. Me lo imaginaba pasándose la mano por la cabeza y maldiciendo con los dientes apretados.
—Creo que podría representármelo por diversos métodos que hasta un niño de cinco años entendería y, aún no lo creerías.
El cansancio se filtraba en su voz aunque podía notar algo más…, pero no lograba precisarlo con la música tan alta. Yo también estaba exhausto, las últimas noches habían sido una locura.
—¿Hass, está bien?
—Sí.
No quise preguntar, pero las palabras salieron atropelladas antes de poder contenerme.
—¿Y ella? —pregunté cuando la muchacha se acercó nuevamente, y dejó frente a mí un pequeño vaso. Lo escruté un momento intentando descifrar qué tipo de licor había mezclado para crear un líquido rosáceo parecido al color del amanecer. Ni amarillo ni rojo, una mezcla rara entre los dos.
—Está bien. Carim parece estar decidida a continuar con esto, aunque imagino que parte de esa decisión es el hecho de que tú estás allí con muchas hembras deambulando. Ya sabes, es una gata territorial —añadió logrando hacerme sonreír—. En fin, va hacia a ti, como lo habían planeado. Furcht la sigue desde arriba, todo marcha como lo planearon.
—¿Y sus hermanas…? —pregunté receloso. Sabía que ellas tendrían su opinión formada de lo que llevaba a Carim a hacer esto—. ¿Acaso no se han opuesto?
Era improbable que Eva y Sal la hubieran dejado marchar así nomás. Seguramente en este momento estarían buscando un hechizo, alguna forma de atrofiarme el pene, o algo así con tal de quitar a Carim de la ecuación.
—Lo han intentado, pero ella fue más fuerte…, debes de estar orgulloso de tu compañera.
—Lo estoy —respondí sin pensar y sentí como el silencio se apoderó de la línea al momento.
Zander soltó una risita, pero en mí algo se removía en mi interior, la satisfacción de mi lobo era tal que tenía ganas de aullar.
—Hay reunión en la S.A.; después de que salgan de ese tugurio de mala muerte, los quiero allí.
Ahora era mi momento para reírme de él.
—Antes no solías llamarle tugurio de mala muerte, si mal no recuerdo.
—No, y cierra el pico que si Vívika te oye, juró que te dejará morado el culo a patadas.
Comencé a reír sin más mientras lo oía suspirar desde el otro lado.
—Sin demoras, ¿oíste?, debemos discutir algo más. ¡Ah! Y, Leiden, sí, todos…, por si tus hermanos no entendieron el mensaje.
—Se los diré. ¿Has sacado algo de información del tipo?
—Sí, y sumado a las cosas que aportó Carim, más lo que pudieron sacarle tus hermanos, es algo grande, pero quiero que lo veas por ti mismo.
—Sabes que no puedo acercarme a él —siseé—, no sin intentar arrancarle la cabeza.
—Lo sé, me contaron de la situación y lo controlado que te portaste. Eso sí es domesticar a un lobo, aunque nunca imaginé que una gatita pudiera domesticarte…
—Ella no…
—Pero debemos hacer esto juntos, no hay tiempo para esas cosas, y menos si quieres sacar cuanto antes a Carim del medio.
—Tienes razón —gruñí de mala gana.
—Nos veremos en la S.A., sin demoras, Leiden. —Sonreí de lado sabiendo que Zander sonreía también.
—Sin paradas previas, lo prometo.
—Tengan cuidado.
—Lo tendremos, papá.
Después de eso mi teléfono quedó mudo.
Debíamos terminar con esto lo antes posible. Había muchos cuerpos, y mucha sangre secuestrada corriendo hacia algún lado, y no es justamente el mar. Había algo más escondido en la entrañas de esta ciudad y debíamos averiguar qué, si no queríamos entrar en una guerra. Aún no comprendía por qué necesitaba sangre de féminas, pero, por lo visto, era su predilección. No había forma de zafar de este embrollo.
—¡Hola cariño! Me extrañaste.
Mientras estaba perdido en mis pensamientos no había visto a Carrie acercándose, raro, porque siempre notaba cuando alguien se aproximaba, pero mis sentidos parecían estar jugándome una mala pasada. Levanté automáticamente la vista ante aquella voz familiar.
Carrie estaba acodada en mi mesa, justo frente a mí, con una sonrisa color melocotón en sus labios y sus exuberantes ojos claros. Por debajo de la mesa, era otra historia; ella movió su pie y comenzó a acariciarme la pierna; lucía tan seductora mientras se lamía los labios y sus dedos recorrían su escote, y lo primero que vino a mi mente fue… ¡eso sí que es un escote…!, bueno, luego de ver cómo sus tetas casi se salían por su diminuta ropa, la imagen mental que Carim había instalado en mi cabeza me golpeó. La vi arrancándole los cabellos como había sugerido, o muchas cosas más.
—¿Qué? ¿No me invitarás una copa?
—No es seguro —respondí sin mentiras, aunque ella no lo entendiera. Yo sí lo hacía, y Carim, bueno, ella podría matarla de un zarpazo. La estudié un momento y noté que había algo en ella no estaba bien; hoy se veía distinta, aunque no lograba descifrar por qué.
—¿Por qué, acaso te sientes un poco… violento esta noche?
Se movió tan rápido que no pude impedir que se sentara en mis piernas, mejor dicho a horcajadas sobre mí.
Mierda. Carim va a matarme.
Había tenido sexo unas cuatro o cinco veces con Carrie y claramente me había conocido un día en el que me había violentado. La había atado a la cama, y la había forzado al máximo, y ella lo había recibido con una sonrisa.
—Vamos, Carrie, no estoy de humor… —gruñí mientras ella se frotaba contra mi entrepierna.
—¡Uh! Me gustas, Leiden, y lo sabes…
Ella me besó el cuello, una vez, dos, y me moví hacia atrás para evitar otro contacto que pudiera terminar con ella hecha añicos. Pero no se quitó, y la empujé un poco más cuando noté que ya no me prestaba atención y que su cuerpo se había tensado. Seguí la línea de su mirada: sus ojos apuntaban a la puerta y fue cuando noté quién había llamado su atención.
El tipo de la puerta, del cual nunca me había molestado en averiguar su nombre, saludaba a Carim, se acercó a ella y le indicó algo que no pude oír por la odiosa música. Carim echó un vistazo rápido y sus ojos encontraron con los míos. Por un instante me debatí entre quitarme a Carrie de encima y protegerla, o simplemente escudarme con el frágil cuerpo de la mujer y salvarme del ataque de la gata.
Entonces Carim hizo algo que no esperaba, y menos con Carrie encima: sonrió y la saludó como si nada, y se volvió para dirigirse a los camerinos, no sin antes mirarme confundida.
¿Qué había dicho Carim sobre Carrie?
Me había dicho que Laicot la había enviado en su lugar.
Con aquel pensamiento en mente olisqueé la piel del hombro de la mujer, pero no sentí nada. A ella no pareció molestarle ya que estaba más interesada en Carim que en mí.
—¡Carrie! —La llamé al notar que no se había perdido ni un movimiento de la gata. Ella se giró y me dio un beso rápido en los labios, y se levantó con una sonrisa falsa en los labios.
—Será más tarde cariño, debo hacer algo antes —me dio un beso rápido y se levantó—, cosas de chicas, ya sabes —dijo intentando quitarle importancia, pero algo no andaba bien: olisqueó en el aire algo parecido al odio, dolor tal vez…
Carim se movía apretando los puños, y su cuerpo estaba tenso. La seguí hasta que se perdió detrás de una de las áreas privadas del club. Vi a Carrie hablando con el tipo del bar echando miradas rápidas hacia el vestidor donde sabía que estaba la gata. Luego de gritarle algo más se movió para luego perderse en una entrada opuesta a Carim.
Miré extrañado el sitio por donde Carrie se perdía, y por primera vez noté la entrada, nunca antes la había visto. Entrecerré los ojos intentando recordar algo de ese lugar, pero nunca la había entrado allí.
No hacía falta ser un experto para notar que algo no andaba bien y Carrie no era solo una simple humana trabajando en un prostíbulo. Ahora, con las fichas cayendo de dos en dos comencé a unir piezas. Zander me había dicho que en los primeros informes de la gata, se decía que había muchas chicas nuevas que nunca habíamos visto. Carim había reportado que muchas de ellas no volvían al segundo día y que por eso estaban escasos de personal. También había agregado que Laicot había censurado a Carrie por hablar de las mujeres nuevas.
Definitivamente Carrie sabía algo.