14

El camino fue rápido. Subí por el ascensor tomándome el pecho y recostándome contra la pared; la sangre se había filtrado por mi ropa y noté cómo la tela estaba humedecida. Ni bien abrí la puerta, Vívika me arrastró a la mesa y me obligó a tumbarme boca arriba.

—¡Oh mierda, Lei!

—¿Tan mala es? —pregunté haciendo una mueca.

—Piensa en algo lindo…, ¿vale? Espero poder sacar toda la carroña que te pusieron dentro. Tú, solo piensa en algo lindo —murmuró agitada. Podía ver en su rostro la preocupación.

—¿Carroña?

—Sí, es lo que Carim olisqueó en tu herida.

—¡Maldición! —Odiaba eso.

—Lo sé, pero ahora quédate quieto, cuanto más rápido lo saquemos mejor será para ti. Lo lamento, cariño, pero esto va a dolerte. —Acarició mi frente intentando calmarme.

—Puedo soportarlo… —gruñí sintiendo otra oleada de dolor.

—Cuéntame algo, no sé, por ejemplo ¿quién te puso Leiden?

—Fue mucho después. —Mi voz se entrecortó cuando ella me colocó un líquido que hacía arder la herida—. Mucho después de que me volviera un asesino —gruñí obligándome a quedarme quieto—. Odiaba quien era y odiaba mi verdadero nombre, por eso entré a la S.A.

—No me dirás tu verdadero nombre, ¿cierto? —susurró sin apartar los ojos de mi herida, pero si había algo más doloroso que la herida en mi pecho, era mi pasado. Tan solo pensar en ello me revolvía el estómago, no podía ni recordar lo que había sido. Esa vida había quedado atrás, yo lo había querido así, había luchado en olvidar, olvidarlo todo.

—Sé que puedes conseguirlo de otro modo —respondí sin más.

Ella sonrió. Sabía que Vívika tenía un acceso casi ilimitado a la información, y con eso a todas nuestras fichas, así que si ella me lo preguntaba era más por no abusar de nuestra confianza.

—Lo lamento —susurró.

—No lo hagas, no vale la pena —confesé, y me acarició el cabello como a un niño y sonreí con la tristeza atravesándome.

—Sí, vales, Leiden, tú lo vales, tú sí importas —afirmó Vívika y se aclaró la voz esquivando mi mirada. Tan solo aquellas palabras valían más para mí que cualquier cosa.

Una punzada de necesidad me aguijoneó.

Nunca había sido valioso para nada ni para nadie. Al comienzo me había dolido enterarme de que Vívika conocía mi pasado, pero con el tiempo había decidido que no me arrepentía. Ella nunca hablaba de eso, tan solo me daba lo que necesitaba, una caricia cuando la necesitaba, una palabra de aliento. La medicina justa para nuestras heridas.

Era como aquel médico que no se compadece de las heridas de la persona que tiene que atender, y simplemente se dedicaba a suministrarle la medicina que necesita para sanar. Sin compasión, sin miradas esquivas. Solo lo que necesita para sanar.

Y eso hacía conmigo.

Me ayudaba a sanar.

—¿Por qué «dolor»? —preguntó cambiando de tema—. ¿Por qué decidiste llamarte dolor?

—Porque no había un mejor nombre para mí: mis umbrales de dolor son muy altos, por lo que lo soporto mejor que otros, y, además, es lo que mejor sabía hacer, causar dolor.

—¿Y tus hermanos, qué hay con ellos?

—Bueno, ¿has visto alguna vez a Furcht enojado? —pregunté, y ella negó con su rubia cabeza y sonrió mientras yo intentaba soportar otra oleada de dolor—. Bueno, cuando llegó, todos le temían, nadie quería entrenar con él, ni mirarlo, por lo que cuando entraba a un sitio, mágicamente terminaba quedándose solo. Por eso le llamamos: «terror». Era lo que causaba a todos.

—Y ¿Hass? Ese íncubo me saca de mis casillas. Si me hubieran preguntado, habría dicho que lascivo o promiscuo sería un buen nombre para él. —Rio y la imité, pero me arrepentí al instante: el aguijonazo me cruzó el pecho haciendo que me tensara.

—Hass estaba allí como un lobo atrapado en una trampa. Gruñía a cualquiera que se le acercaba, ¿sabes?, y peleaba con todos, se mantenía aislado mirándonos como si tuviéramos rabia, incluso a las hembras.

—No puedo ni siquiera imaginarlo —añadió con seriedad.

—El maldito íncubo estaba más alerta que cualquiera de nosotros y evitaba el contacto con todos. Nos miraba con tal desprecio que la mayoría lo evitaba al punto de sentarse del otro lado de la sala y no cruzar su mirada por nada en el mundo. Nos observaba como si nos odiara por algo que no sabíamos.

—Quieres decir que básicamente odiaba a todos —concluyó, y asentí.

—Sí, por eso el nombre. Cuando nadie quiso trabajar con nosotros, decidieron colocarnos juntos. Y bueno, rezarle a la diosa que si nos matábamos no hiriéramos a ningún inocente.

—Así que pensaban que se matarían, ¿eh? —murmuró sonriendo de lado.

—Sí, nos acomodamos con el tiempo, no fue todo color rosa, hubo peleas, lastimaduras, y luego, simplemente…, nuestras mentes se unieron, y aprendimos que éramos más parecidos de lo que creíamos y comenzamos a ser Dolor, Terror y Odio.

—El trío dinamita… —dijo y me guiñó el ojo—, mi trío preferido, cariño. —Me besó la mejilla—. Estás listo.

Fruncí el ceño, pues no sabía cuánto tiempo había pasado recostado con ella hurgando en mi herida, pero, por lo visto, Viv se volvía cada día más hábil y rápida. Me senté lentamente para mirarme el pecho. Vívika me había cosido de punta a punta en menos de una hora.

—¿Cómo mierda…? —dije palpándome la herida ahora cerrada.

—Oh muchacho. —Me tomó del brazo y me ayudo a bajar de la mesa—. No tienes idea de lo que un poco de anestesia local y un poco de charla puede hacer.

—Debo ir con Carim. —Me dio un beso en la mejilla—. Gracias Viv…

—¿Qué harían ustedes sin mí? —dijo orgullosa.

—Quemarnos en el infierno y básicamente solo morir —admití.

Me dirigí rápidamente al baño y me quité la ropa a los tirones, me metí en la ducha y eliminé la sangre, ya que cualquiera con buen olfato sabría que había luchado con algo, y si ese algo pertenecía a lo de Laicot, estábamos muertos. Me calcé nueva ropa en menos de diez minutos. Vívika seguía guardando cosas en su maletín cuando salí. Me observó y sonrió.

—Viv. —La lengua se me pegó al paladar casi impidiéndome hablar, y sacudí la cabeza intentando estabilizarme. El mundo se movió ante mis ojos y tuve que apoyar la mano en el muro para no caer.

Sentí que el flashback llegaba como una puñalada a mi mente, arrojándome imágenes que no quería ver. No ahora, por favor, murmuré.

Moví la cabeza tratando de alejar la sensación que me recorría la espalda apretando mi columna vertebral, comencé a agitarme intentando zafarme, pero era como si algo tirara de mí, algo potente que hacía latir mi herida. Mi mano voló a mi pecho, y un sonido áspero se escapó de mis labios. Volví a sacudir la cabeza para centrarme en la realidad, pero me era casi imposible.

—¿Leiden? ¿Me escuchas?

Por un instante mis ojos se nublaron y al segundo siguiente la imagen de Vívika mirándome preocupada apareció frente a mí. Suspiré y le sonreí intentando calmarla.

—¿Crees que…? ¿Crees que…? Aggg ¡mierda! —Sacudí la cabeza nuevamente cuando el sudor perló mi espalda, y mis manos se tensaron. Mientras los recuerdos minaron mi mente, el sudor frío comenzó a recorrerme por el rostro y busqué la fuerza para impedir el cambio… impedir lo que sabía que vendría. Había sufrido un ataque la noche anterior y mis hermanos me habían sacado de allí, como les había enseñado, pero Vívika no podría hacer mucho. ¡Maldición!, debía salir de ahí antes de lastimar a alguien.

¿Qué mierda me pasaba?

Trastabillando me tomé con fuerza de la mesa impidiendo que mis piernas se doblaran.

La locura, Uriel, te atacará… la locura… como lo hizo conmigo, te atacará, matarás. Matarás. Matarás. La locura. La locura. La locura nunca te abandonará…, él te buscará…, te buscará hasta que te encuentre.

No.

—Él estaba muerto… —mascullé con los dientes apretados.

—¿Quién? ¿Leiden? —La voz de Vívika no hizo más que agitarme, la quería lejos de aquí, lejos de mí—. ¿Quién está muerto?

—Él está muerto, está muerto, muerto —susurré.

—¿Leiden?

—¡No te acerques! —le grité sintiendo las lágrimas picando mis ojos.

La imagen impactó en mí como un puñetazo, vi a mi madre allí, a mi padrastro, a mi alfa…

Eres un bestia asquerosa… y repugnante.

No dejes que te dobleguen

Eres la vergüenza de esta familia.

No luches, déjate ir.

¡Maldito perro de la calle, debí dejarte morir!

No puedes ganar…, la locura…, la oscuridad…, te buscará

No, él está muerto.

—¿Leiden?

¡Tú nunca debiste nacer…!

—¡Vete Vívika! —grité.

Nadie te quiso y ahora, ahora solo me tienes a mí, cachorro. A mí. Seré tu amo y tu señor… Seré todo lo que tendrás, seré tu noche y tu día, tu sol y tu luna. Seré cada molécula de tu piel.

No dejes que te encuentre.

Looper.

Y aquí lo veis, un autentico asesino… Como podrán ver, su mente está dispuesta a soportar el dolor y el cansancio. —Un hierro se enterró en mi costado, observé la candente arma atravesando mi piel y mis músculos y no solté ni un gruñido. Lo observaba como si no fuera mi cuerpo. Como si no fuera yo—. Estas son las armas del futuro, señores, estas son las armas que usaremos. Mírenlo, nada pasa por su mente si no se lo ordenamos. Miren y admiren mi obra. Mataremos fuego con fuego, señores. Esta es la razón por la que debemos luchar contra los impuros, contra estas bestias domesticables debemos darle —mi mente maldecía, mi corazón se estrujaba pero mis músculos no respondían, mi mente luchaba pero no había ni un solo dolor, ni un malestar, tan solo el negro del vacío— el trato que merecen. Atacaremos a sus bestias con sus propias bestias. Aquí lo tenéis, un asesino programado.

Luces en mis ojos, fuertes luces mientras me postraban de rodillas, con una cadena jalando de mi cuello. Y otra vez a aquella maldita habitación; ya no era gris. Había muebles y el perfume del maldito Looper por todos lados. Había destrozado el cuarto más de cien veces, pero él siempre volvía a armarlo recordándome que estaba en sus manos.

Eres un perro de la calle al que ni su propia manada defendió. Nadie vino por ti, ¿ves?

Luego había sangre en mi boca. Corrí y corrí con las palabras de Looper en mi mente hasta que mis patas sangraron.

Siempre serás una bestia, no importa lo que hagas… Matarás porque eso eres…, mataré a cada uno que esté a tu lado, Uriel…, a cada uno que te importe…, siempre estarás solo…, solo, ¿oíste?, y yo seré al último que verás porque soy el único que estará a tu lado siempre, de día y de noche, sin descanso, te acompañare siempre, aunque intentes ocultarme, intentes olvidarme te encontraré… porque viajo contigo, soy parte de tu ser. Cuando veas a los ojos a ese ser que te ame, recuerda que lo estás matando. Cuando sientas algo más que dolor, recuerda que allí estaré contigo para recordarte que nadie, nadie puede amarte como yo.

—¿Leiden? —Quité de un golpe la mano que se posaba sobre mi hombro, y cuando la neblina de los recuerdos se alejó vi a Vívika tomándose la mano, y en sus ojos había aprensión y lo entendí: la había golpeado. Me maldije mientras retrocedía para estar lo más alejado de ella posible.

—Debo irme… —murmuré—, lo siento Vívika.

—¿Qué ocurre? —preguntó, y quise decirle que toda la mierda que ella creía que era de mi pasado aún me atacaba, pero no lo hice. Sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Háblame!

—Tú no entiendes… —mascullé manteniendo la distancia que me separaba de ella.

—¿Qué no entiendo? —preguntó—. Es sobre Carim…, ¿cierto?

¿Cómo se lo explicaría? ¿Qué le diría? Sí, también era por Carim, era la certeza de saber que cada vez que mi corazón se unía a ella, comenzaba a amarla, pero también comenzaba a matarla, de a poco. ¿Cómo le explicaría sobre Looper? ¿Cómo le diría que Looper había llegado a mí en el mismo momento en que mi corazón sintió algo diferente al dolor? Y qué me convertiría en una bestia asesina si me acercaba a ella.

No podía explicarle eso.

No a ella.

—No, es sobre mí… —manifesté.

—¿Leiden? Mírame… —suplicó.

—No. Debo irme —pero antes de que pudiera llegar a la puerta Vívika se interpuso.

—¡Quiero saber qué te ocurre!

—Viv, no es el momento.

—¿Por qué?

—No estoy cuerdo… —admití entre dientes—, déjame marchar.

—Escúchame.

—Vívika…, por favor.

—¿Qué ocurrió? Estabas bien, estabas… por preguntarme algo y luego.

Y luego recordé que nunca podría retener a nadie a mi lado. Que eso me convertiría en las cosas que salgo a cazar a diario.

—No importa que quiera… —murmuré—, no importa.

—Leiden, déjame llegar a ti… —imploró.

—No valgo la pena. Tan solo sirvo para matar y proteger. Protegeré a Carim.

—No, me niego a dejar que te autodestruyas; sé que protegerás a Carim y que debes irte, pero esto no quedará así. Que te quede claro eso —gruñó y se apartó de la puerta tan solo para que pasara. Mis manos llegaron a la manija, Vívika levantó su mano y me rozó el hombro—. Tan solo vuelve, Leiden, no importa qué haya ocurrido, no importa lo que hayas hecho o pasado, estás a salvo ahora —afirmó con una voz maternal. Salí y cerré la puerta antes de decir algo estúpido.

¿Estar a salvo? Nunca había estado a salvo.

Ni siquiera de mí mismo, y ahora, a cuántos peligros estaba exponiéndose por mí, y a cuánto dolor me estaba exponiendo yo. Y qué pasaría si ella me negara, y qué ocurriría si lastimara a Vívika.

Dolor, tan solo sentiría dolor, como cuando mi familia me negó el afecto que necesitaba.

Dolor.

—¡Algún día deberás admitirlo, Leiden, deberás contármelo! —gritó sabiendo que podía oírla claramente.

Hacía años que las pesadillas habían vuelto y se intensificaban cuando intentaba acercarme a alguien. Mis hermanos habían cubierto cualquier sospecha, habían ocultado muchas cosas bajo los muros de sus mentes de modo que nadie más supiera de mi dolor.

Me apoyé pesadamente contra el muro luchando con el barrido mental de cada recuerdo. El lobo aullaba dolorosamente en mi cabeza, retumbando en horrorosos ecos que acalambraban mis músculos.

Mucho dolor.

Mis pasos se detuvieron cerca de la puerta del ascensor.

Cobarde, me dije instándome a reaccionar, a hacer algo más que parecer patético, pero parte en mi ser, se retrajo. Aquella parte que había quedado abandonada para siempre, mi lobo, se acurrucó en un rincón alejado de mi mente y haciéndose un ovillo escondió el hocico y lloriqueando. Eso era lo único que podíamos hacer, él y yo. Escondernos tras la coraza de dolor que los recuerdos nos habían dejado.

Mi madre me había negado, me había vendido claramente a su nuevo marido. Mi manada entera me había dejado para morir en manos de los Médicis, así los llamaban, como la familia florentina de la cual eran descendientes, aunque cualquier oscuro sabría que el grupo se hacía llamar los justicieros.

Adinerados y poderosos sobornaban a muchos y mataban a otros tantos. Cuando mi madre me entregó a cambio de la vida de su nuevo esposo, en mi corazón supe que nadie me ayudaría.

Y así fue.

Ninguno vino por mí.

Me recordaba llorando de niño, gritando porque alguien me sacara de la agonía, de la crueldad…, pero nadie había vuelto. Una y otra vez él había experimentado con mi cuerpo, con mi ser, usándome en actos tan depravados que tanto mi mente humana, como mi lobo, escondieron en el rincón más lejano para no volver a verlos jamás.

Cada noche me llevaba a su cama, cada noche gritaba y lloraba, pero él no me dejaba en paz… Cada día sepultaba una parte de mi ser en lo más profundo del infierno en que vivía.

Me preparó para la guerra, abusó de mí de todas las formas posibles, nada importaba una vez que liberaba al animal que habitaba en mí, la bestia solo quería matar, y así había sido. Una guerra entre humanos y oscuros, la que ocultaron tras la imagen de los caballeros templarios, pero habían matado a millones de oscuros, batalla tras batalla y yo, como muchos, había encabezado la cacería.

Maldito brujo.

Me había dominado, me había convertido en una bestia asesina de mi propia raza. Me había violado en cuerpo y alma, y siempre se encargaba de recordarme cuánto me amaba. Cada violación, cada día, mi dolor se acrecentaba, pero ya no lloraba, ya no le daba el gusto.

Y ahora…, cada recuerdo era un latigazo a mi cordura. Cada memoria me recordaba por qué nunca podría estar con Carim.

Una llamada mental me volvió al presente. Me di cuenta de que había deambulado hasta el estacionamiento como un puto zombi.

La llamaba provenía de mis hermanos, seguramente habían sentido mi dolor y mi pedido de ayuda, y habían llegado a mí rasgando cada recuerdo que me atacaba, luchando con capa y espada a un nivel mental, y allí estaban.

Vuelve hermano, no podemos perderte. —La voz de Hass me desestabilizó, y me apoyé en el muro tomándome la cabeza.

Le arrancaría la cabeza, antes que llegara a ti. —El odio se tintaba en la voz mental de Furcht casi como si pudiera verlo—. Nunca podrá volver a tocarte de nuevo, el maldito cabrón sufrirá los mil infiernos…, lo haremos suplicar.

Juro que lo haré desangrarse una y otra vez, Lei, puede que sea un puto íncubo pero créeme, tengo muchas maneras de conseguir que el condenado sufra durante años bajo el yugo de algunos conocidos.

No eres una bestia.

No puede tocarte.

Primero tendría que matarme.

Y eso nunca ocurrirá.

Eres mi hermano. No dejaremos que nada te toque, Uriel, él nunca volverá a ponerte un dedo encima

Primero deberá matarnos, y aun así volvería por el maldito.

—Gracias chicos —murmuré dejando que sus palabras aquietaran mi mente y alentaran al lobo.

Abrí el coche preguntándome dónde estarán.

Mi teléfono sonó en respuesta. Sonreí ante la llamada de Hass. ¿Por qué demonios no usaba el vínculo? Seguramente para dejarme pensar tranquilo.

Estamos cuidando a tu chica, estate tranquilo…, todo va bien. —Aquello me hizo sentir aliviado. Aunque las palabras «tu chica» tan solo me hacían recordar dolorosamente las imágenes del pasado—. Encontraremos un modo. Tranquilo, Garou, todo estará bien.

No quería a ningún macho junto a ella, pero prefería mis hermanos que a cualquier otro que pudiera lastimarla. Además, sabía que ellos la defenderían. Ella aún no era mi pareja, pero los conocía tan bien como para saber que les importaba. Ellos no resaltarían en ese lugar y, en parte, era bueno que vieran a Carim con otros tipos además de mi persona.

—Gracias chicos… —susurré.

Y me dejé llevar por la canción mientras comenzaba la marcha hacia el local para verla, para ver a Carim.

Tomando coraje me vi decidido a espantar aquellos recuerdos. Por ahora buscaría una forma de sacarla de este lío, y distraído llamé a Vívika.

Hola cariño, ¿te encuentras mejor?

—Sí, hasta que Zander se entere que te golpeé y me arranque las pelotas.

No lo hará, porque lo que ocurrió solo fue un empujón, ¿entiendes? O tendré que hacer que lo repitas conmigo —me quedé en silencio sonriendo—. No me lastimaste, Lei, no lo hiciste. Sé que nunca me lastimarías y no importa cuánto intentes que te crea. Nunca ocurrirá.

—Ojalá pudiera estar tan seguro Viv.

No importa si lo haces o no, yo lo hago, Zander lo hace, Hass y Furcht pueden intentar lucir relajados, pero tanto Zander como yo sabemos lo que hacen cada uno de ustedes, y a eso súmale a Carim.

—Viv… —Me froté la frente.

No puedes luchar contra ella, Lei

—No lo entiendes.

¿Qué no entiendo? Deja de repetir la misma puta frase, mira como me pones a decir palabrotas.

—Nunca podré estar con ella —admití dándole un golpe al volante del coche.

¿Porque los machos no se enamoran?

—No, porque si lo hago ella estará muerta. Tú no sabes…

¿Qué es lo que no sé, Leiden? Mi exnovio abusaba de mí, ¿realmente crees que no conozco el horror? Tal vez no sea como tú, pero sé lo que es sentirse solo.

—Lo mataría si tan solo me dejaras.

¿Para qué? Yo soy feliz, él quería que sufriera, y eso no pasará

—Vívika, por favor…

—Ya me has oído… —cerró la comunicación sin siquiera despedirse.

Sacudí la cabeza pensando en cómo se lo explicaría mientras buscaba una canción. Pasaron más de cinco minutos y aún no la hallaba, pero estaba decidido a buscar esa maldita canción… El instante en que la hallé y sonaron los primeros acordes… fue casi el mismo momento en que Hass me contactó.