Una hora después llegué en mi hermosa moto Honda hasta la puerta del local, pero no fue aquello lo que llamó mi atención, sino la tranquilidad extraña de la calle. Parecía que un gran agujero negro se hubiera tragado el murmullo y el revuelo que siempre imperaban en la zona. Una hembra caminó hasta mí y me rodeó los hombros con su mano, pero no podía concentrarme en ella, tan solo podía percibir mi instinto que me jalaba y me exigía ir calle abajo.
Sin pensarlo, le ofrecí una media sonrisa y la promesa que volvería más tarde.
—No vayas, quédate —ronroneó apretando mi brazo.
—Volveré en un momento.
—Tan solo encontrarás problemas allí, y tú no quieres meterte con ellos —dijo la hembra.
¿Ellos? Eso despertó aún más mi interés.
—¿Acaso eres sacerdotisa, ahora, mujer? —pregunté mirándola de lado.
—No, pero no hay nada que puedas hacer —añadió quitando su mano.
—¿Cómo sabes tanto?
—Te lo diré si entras conmigo y me invitas una copa —volvió a ronronear y la estudié.
Algo olía mal, eché un vistazo sobre mi hombro intentando ver la llegada de Hass, pero se había retrasado, así que volví a dar una ojeada a la calle y dudé.
¡Mierda! Yo nunca dudaba.
Le di un saludo rápido y me dirigí hacia donde mis instintos me prevenían que venían los problemas. Hice una recorrida rápida pero no hallé nada más que un par de gatos domésticos y miradas furtivas a través de las puertas de ingreso a los locales. ¿Qué estaba ocurriendo aquí?
Sabía que Hass llegaría pronto. Furcht, bueno, él simplemente se había perdido con una hembra de la cual ya no recordaba el nombre. Di otra vuelta rápida por el sitio usando todos mis instintos, pero no hallé nada. Así que volví y me detuve nuevamente frente a la entrada, tomé mi teléfono un segundo antes que sonara.
—¿Z?
—¿Dónde estás? —murmuró, eché un vistazo al lugar e hice una mueca.
—Ya sabes la respuesta —respondí levantando los hombros aunque él no pudiera verme.
—¿Otra vez en ese puterío? —preguntó molesto, y solté una carcajada. Desde que se había emparejado con Vívika, Zander ya no era el mismo que había conocido años atrás—. ¿Por qué frecuentan ese sitio?
—No lo sé, ¿sexo tal vez? —añadí rascándome la cabeza.
—¡Que te jodan!, ¡mierda! Puedes encontrar eso en cualquier sitio, Leiden, y lo sabes…
—No todos tenemos tu suerte, Z, algunos debemos buscar consuelo en otras partes —dije sonriendo.
—No, lo que estás buscando no es a tu compañera, ¿crees que la hallarás en sitios como ese?
—Tal vez…
—No, no lo harás, eso no tiene nada que ver con el destino, sabrás cuando la halles, y créeme, no la encontrarás allí, Leiden… —gruñó molesto—. ¿Cómo están los demás?
—¿Quieres decir Furcht?
—Sí, ya sabes… —murmuró fastidiado.
—Está con una hembra, no está aquí —dije volviendo la vista hacia la calle.
—¡Maldición! ¿Y lo dejaron solo con ella?
—¿Y qué querías? ¿Que miráramos?
—¡Sabes lo que estoy diciendo…!
—Lo sé, pero no puedes detenerlo, Z. Tan solo necesita un desgaste, nunca lastimará a una mujer —susurré sabiendo que era cierto. Furcht podía ser un maldito, pero nunca le levantaría la mano a una hembra.
—Lo sé… espera. Vívika… ¿Qué estás…? —Escuché algo parecido al sonido metálico golpeando con lo que imaginaba era el suelo—. Ten cuidado cariño.
—¡Y por qué no me ayudas! ¡Ayúdame! ¿Con quién hablas? —La escuché preguntar a lo lejos y sonreí. Vívika había sido un buen cambio para Z, ella lo había estabilizado.
—Con Leiden… —respondió él de mala gana—. No sé si podrán seguir con esto, creo que deberían tomarse unos días de descanso. ¡Espera! ¿Qué haces?
Alejé el teléfono intentando adivinar a quién le hablaba.
—Leiden —dijo Vívika con su dulce voz—, cariño, ¿hubo sobrevivientes?
—No puedes meterte en eso, es una investigación abierta —le reprochó Zander desde lo lejos.
Vívika gruñó, y por un minuto esperé escuchar una pelea, pero Zander gritó nuevamente, esta vez autorizándome a hablar.
Ella lo tenía de las pelotas, podía afirmarlo. Vívika había encontrado un lugar en la S.A., más bien en el ala médica de esta. Estaba de encargada del personal y de todos los informes, por lo que era la de mayor rango dentro del sector médico.
—¿Leiden?
—Solo una joven está en la S.A. Está infectada, pero no sé nada más. Zander tiene más datos —dije intentando ser expeditivo.
—¿Cómo? ¿Cómo la infectó? —preguntó ella, y podía imaginármela poniendo mala cara.
—Mordida —respondí tajante.
—¿Y Zander sabía de esto? —Su voz sonaba un poco amenazante y casi podía imaginarla mirándolo con los ojos entrecerrados.
—Él la llevo hasta la S.A., debe de estar más al tanto que yo —admití.
Vívika gruñó de forma animal y Zander me maldijo.
—Luego arreglaremos esto, tú y yo —dijo ella.
—¿Qué? —pregunté.
—No tú, cariño, cuéntame. ¿Y tú cómo estás?
Mierda, esta era la parte que odiaba, cuando Vívika se comportaba como si fuera mi madre. Odiaba mentirle, no podía decirle cuán rotos estábamos, quería verla feliz y tranquila, no me gustaba verla preocupada. El cariño era mutuo, y se había arraigado entre nosotros como en una familia; pasábamos mucho tiempo juntos, y la conexión con Zander tan solo hacía que ella sintiera la necesidad de protegernos, lo que era irónico, dado que yo podía hacerlo muy bien solo al igual que mis hermanos.
—Bien, tan solo, bueno, saliendo un rato. —Mentí.
—¿Otra vez estás con las prostitutas, Leiden? —gruñó. Me pasé la mano por el cabello sintiéndome incómodo, era como si tu madre te encontrara las revistas pornográficas debajo de la cama—. ¡Diosa! ¡Malditos machos! Algo malo sucede y lo primero que buscan es meter su amiguito en algún hueco, ¿cierto? —Me ruborice sintiéndome descubierto—. Debes buscar algo más… algo que no implique solo sexo. —Alejé el teléfono tentado a cortar la llamada, pero eso la cabrearía aún más, por tanto, resignado volví a pegarlo a mi oído—. ¿Por qué no vienes a casa?, cenaremos y tal vez logré que alguna chica venga y tú, tal vez, bueno, ya sabes, podrías…
—No, no y no, Viv, aprecio el gesto pero no necesito casamenteros.
—¡Ustedes van a matarme!, hablamos con Furcht y tampoco parecía interesado en la idea y bueno, después Hass, pero él es un íncubo por lo que imagino que no es tan serio para él, pero tú eres… ¿Por qué no te interesa conocer a una mujer? ¡Por favor Lei!
—¡Dame el teléfono! —gritó Z, y sonreí en agradecimiento, adoraba que ella se preocupara por mí, pero el tema parejas no era uno el cual quisiera tratar con Vívika. Había una cosa que amaba de esa pareja y era la forma que tenía ella de sacar de quicio a Z. Estaba seguro de que tenía un posgrado en eso también—. ¿Leiden?
—Sí…
—Lamento eso. ¡Ouch! ¿Vívika? Acaba de golpearme, lo lamento. —Solté una carcajada—. Como decía, lo lamento, ve con cuidado, no sé que está pasando en esa zona, pero mantén tus ojos abiertos por las dudas, ¿está bien?
—Claro.
—¡Ah!, y gracias —murmuró con los dientes apretados—, gracias, amigo, por contarle a Viv lo de la chica; ahora dormiré en el sofá por tu culpa…
—Entonces no soy el único que debe cuidarse.
—Vas a pagármela. Lo prometo.
—Cuídate, Z… dale saludos a Viv de mi parte, cuídala chico, es única.
Cerré el teléfono y miré la entrada. Tal vez Viv tuviera razón y era hora de sentar cabeza, pero últimamente había solo un ser en el que pensaba y por lo que sabía, ella me odiaba.