Estudio médico de la peste en los Montes de Toledo Editado por el ilustre doctor Leandro Sárraga
Apuntes sobre Tinieblas de la Sierra y su barrio de Goate
Bien saben los nobles toledanos que he tenido un enorme interés en los últimos años por este pueblo oficialmente desaparecido a causa de una supuesta epidemia focal sin precedentes en la provincia.
Defender mis tesis, que están amparadas no por suposiciones sino por datos concretos que ahora parece que quieren ser vetados o ridiculizados para ocultar la verdad, me ha valido grandes discusiones que me gustaría zanjar ofreciendo las conclusiones tras casi una década de estudios.
El hallazgo de una serie de documentos originales de la época, hallados tras unas obras de acondicionamiento de los tabiques de un palacio de la ciudad y que recientemente he tenido que depositar presionado bajo pena de cárcel en el archivo diocesano, me dan autoridad moral para escribir la verdadera historia, que se contradice frontalmente con la que hasta ahora ha sido difundida.
Esos legajos, que me han sido arrebatados de la peor manera, son la crónica de una atroz verdad que demasiado tiempo llevaba enquistada con falacias y silencios impuestos.
Como especialista en mi campo considero una aberración la afirmación, mantenida por las autoridades eclesiásticas de la ciudad, de que una especie de maldición acabó de una vez y para siempre con una aldea que, desgraciadamente y esto es innegable, contó con ciertos disidentes de la fe entre sus pobladores.
Pero no existen las maldiciones a causa de la peste. La ciencia no puede admitirlas jamás. En todo este tiempo he acudido a las fuentes genuinas que hoy ya son imposibles de consultar por el hecho de que ciertas instituciones las han enclaustrado en sus aposentos. Mi objetivo es demostrar que se ha manipulado una verdad incuestionable: el exterminio de 1592.
Un acto terrible y vergonzante que pretende ser borrado de todos los legajos existentes para que las gentes del futuro nunca sepan de él.
Datos históricos del emplazamiento
Existen restos arqueológicos que confirman la presencia de población sedentaria en el barrio anexo de Goate al menos desde hace cinco mil años. Mucho antes de que fuese fundado el pueblo de Tinieblas de la Sierra, denominado así desde el siglo XII por las condiciones climatológicas que eran y siguen siendo habituales, ya hubo dólmenes de invocación funeraria en la explanada donde hoy se extiende la aldea muerta.
Existe una serie de deidades prehistóricas en la montaña, anatomías de considerable tamaño con escudos, lanza y coronas, dibujadas con sangre y tinturas vegetales. También se constata presencia más antigua de manos de hombres y mujeres reflejadas en salientes de la piedra que pueden datarse en varios milenios. Todo parece correlacionarse con ritos funerarios ancestrales.
Siguiendo esas mismas doctrinas, en el lugar parece asentarse desde tiempo remoto y previo a la débil romanización, alguna comunidad eremítica que construye rudimentarios templos y efectúa excavaciones antropomorfas a modo de tumbas o sarcófagos naturales en los que jamás, quizá debido a la antigüedad, se encontró un solo resto humano. En su interior hay señales de incineración.
De temperaturas extremas y escasa vegetación, Goate aparece en documentos escritos por vez primera en la llamada Nómina de San Provencio —1212—, primitivo sistema de censo en la que constan dieciocho casas y cincuenta vecinos. En su inmensa mayoría son gentes humildes que pagan su tributo anual al regente en sacas de cereal y perdices, abundantes en la comarca.
De finales del siglo XI es su ermita dedicada al Salvador y su torre de San Miguel Arcángel, que aparecía en la fachada lanceando a un maléfico dragón con cabeza humana. Esta última fue incendiada en 1593 y ya no quedan ni los cimientos. La ermita, sin embargo, conoció ciertas remodelaciones ornamentales interiores y estuvo siempre alzada sobre una estructura previa y desconocida. En su interior aún se conservan frescos góticos ejecutados por algún maestro local hoy desconocido y jamás catalogado. Son figuras de corte muy esquemático y fuertemente arcaizante, muy distintas a las existentes en otros pueblos de la comarca. Los temas centrales son el Apocalipsis, gobernado o vigilado por un pantocrátor de apariencia primitiva y de rasgos casi bizantinos. Hay repintes y marcas de arreglos en diversas zonas donde se presentaba la escena del pecado original y un área destinada al infierno de la que apenas se conserva nada.
Intervenciones del Santo Oficio toledano
En 1231 vuelve a aparecer Goate en los legajos dentro del proceso de brujería efectuado contra seis naturales de dicho lugar. En el documento 26/05/U del archivo diocesano se puede leer:
El tribunal pesquisador de situaciones especiales y herejías a las órdenes del obispo de Toledo envía a la aldea de Goate a los jueces para asuntos de la santa fe cathólica con el fin de degüellar a espada a seis bruxas que se confiesan culpables de lo que sigue; renegar de Dios, blasfemar, hacer homenaje al demonio, adorar y sacrificar en su honor, ofrecerle los hijos, matarlos antes del bautismo, consagrar a Satanás aún en el vientre de sus madres, matar al prójimo y a niños pequeños para hacer cocimiento, comer carne humana y beber sangre, desenterrar a los muertos.
A partir de esta referencia son insistentes las denuncias, presentadas ante la autoridad del Santo Oficio por vecinos de Tinieblas, de profanaciones del cementerio de Goate. En muchas ocasiones, ante la petición del párroco que ofició los correspondientes entierros, diversas comisiones eclesiásticas certifican la apertura de tumbas y el expolio de cadáveres. En 1397 hubo casos de peste y cólera morbo en casi todos los pueblos de la provincia.
Sin embargo, por algún motivo desconocido, se produjeron refriegas militares en Goate contra un asentamiento denunciado de herejía. La autoridad ajustició a un grupo de doce personas acusadas de pertenecer a los Hermanos del Libre Espíritu.
Sin juicio ni interrogatorios fueron vestidos con la «ropa del moribundo», compuesta de ropajes gruesos coronados por un capirote con dos ranuras para los ojos, y exhibidos públicamente el 18 de enero. Algunos vecinos de otras aldeas les culpaban de haber atraído a la Muerte negra hasta la comarca a través de sus ritos impuros.
A partir de este instante, se sucederán venganzas, muertes y decapitaciones de algunos habitantes de Tinieblas por parte de algunos exaltados que perpetúan el odio. Muchas noches, alguaciles enviados desde los Montes de Toledo tienen que extinguir las grandes hogueras que en algunos puntos de la barriada se producen clandestinamente. En la mayoría de las ocasiones, cuando llega la autoridad, ya no hay ningún vecino. Tan sólo un cadáver, ya sea adulto, anciano o niño, envuelto en paños blancos y quemándose en silencio.
Por orden del tribunal presidido por Martín Castaños azotados, linchados con piedras y argollados fueron en el rollo de Tinieblas de la Sierra, doce hombres y muieres que pertenezían a los que dizen llamarse «del Espíritu Libre», que vivían en comuna en el barrio de Goate, profiriendo cantares obscenos y prohibidos, sacrificando inocentes en su delirio y en contra de los cuales orden hay de ser perseguidos desde el edicto de I33I. Allí quedaron aferrados hasta expirar.
Actos parecidos, ya con el funcionamiento regular del Santo Oficio, acontecen a lo largo de los siglos XV y XVI, remarcándose el lugar en el Índice de enclaves de especial vigilancia escrito por el obispo de Calahorra, don Alonso de Castilla, a raíz de ciertos sucesos ocurridos en sus dominios y que le obligaron a reseñar los pueblos de pocos habitantes donde habían acontecido más de tres procesos por causas de herejía y superstición con resultado de quemas y muertes públicas.
Era una guía de reincidentes peligrosos en toda regla y en la que se encontraba, entre muchos otros, el siguiente documento:
Está siendo en exceso laboriosa la extirpación de ciertas prácticas en algunos focos de la provincia como el aludido pueblo de Goate. Miembros del Santo Oficio de Calahorra y Estella, expertos avezados en el tratamiento de estas doctrinas heréticas, se han trasladado para los procedimientos que hubieron de efectuarse. Existe reincidencia destacada en este lugar, donde ha cobrado fuerza la creencia en el temor que inspiran ciertas fantasías demoníacas, cuya protección buscan ciertos seres envilecidos a través de una adoración impía que se ha practicado en sagrado tras la alevosa muerte del cura. Estos sucesos son similares a los ocurridos en Laguardia y Calahorra años atrás y para los que el papa Adriano VI expidió en 20 de julio una bula con el fin de la exterminación de esta asociación cuyos creyentes habían abandonado la santa fe cathólica por medio de fórmulas rituales con las que profanaban la sagrada Eucaristía y cometían otras acciones criminales y repugnantes con el fin de asegurarse el amparo y la amistad de Satanás. En este poblado o alquerías de Goate, junto a Tinieblas de la Sierra, se tienen identificados a varios herejes de los «Hermanos de Adán», uno de los ramales más incontrolados y violentos de la dicha hermandad.
Al amanecer del 9 de junio de 1591, ante la presencia de Felipe II y frente al Arco de la Sangre de la plaza del Zocodover de Toledo, se quemaron vivas a tres mujeres: Olalla Sobrino, de sesenta años, Juana de Izquierdo y Catalina Mateo, las tres viudas y detenidas en Goate dos noches antes cuando transportaban en un saco los cuerpos de varios niños recién difuntos. Más delitos y hechos inexplicables provocados por sus malas artes fueron confesos con la aplicación del tormento.
Ante el temor de que todo el pueblo hubiese quedado maldecido, el propio obispo Gaspar de Mendoza efectúa una serie de exorcismos públicos ayudado por seis sacerdotes que rociaron los campos, las casas y las personas con agua bendita. Se detectó para espanto del monarca gran cantidad de infantes sin bautizar, algunos ya de larga edad, y fueron arrestados los padres que permitían esa situación. Los niños, algunos de los cuales respondían a nombres caprichosos no cristianos, fueron llevados a la pila de la Iglesia para recibir bautismo.
En junio de 1592 ocurren los hechos más graves. La noche del 23 al 24, San Juan, se denuncia a la autoridad local la muerte y despedazamiento del párroco Miguel Guevara, que apenas llevaba dos meses en el lugar. Antes de la llegada de las fuerzas del orden, los pobladores de Goate se estaban acuchillando y despellejando vivos, profiriendo palabras ininteligibles que parecían góticas, estando en cueros y después de ingerir ciertos bebedizos preparados por las mujeres. Presas de una histeria colectiva, algunos de los acusados murieron tras ciertas convulsiones y fueron colocados ya muertos sobre la pira. Los que pudieron gritar y blasfemar cuando las llamas iban devorándoles los pies, aseguraron desafiantes, entre muecas espantosas dignas de la locura, que seguían la auténtica doctrina de Adán. La restauración de un mundo puro, anterior al pecado original.
Una comitiva real, con Felipe II a la cabeza, asistió al exterminio de toda la población. Los asesores indicaron que la presencia satánica era ya incurable, y expuestos una serie de argumentos que nunca sabremos cuáles fueron, todo natural de aquella aldea, fue pasado por la espada y posteriormente quemado en efigie, o directamente colocado sobre las llamas en vida.
Estos actos se llevaron con la mayor celeridad posible. Según parece, el último ajusticiado fue un niño de corta edad que tardó mucho tiempo en morir abrasado por las llamas.
Se practicaron y reutilizaron fosas de piedra, algunas de las cuales ya llevaban allí desde antiguo, para sepultar los casi setenta cadáveres. Se tacharon los ídolos y pintadas que habían proliferado en el tiempo de rebelión tras la muerte del cura, y se prohibió asentamiento humano en el lugar. Los vecinos de Tinieblas y de otros lugares ni siquiera recogieron muros y piedras para otras construcciones y la aldea quedó casi intacta a merced del tiempo.
En los legajos oficiales, a partir de entonces, figura como explicación del despoblamiento un azote vírico de peste bubónica que sólo afectó a ese enclave respetando al resto de vecindarios. Una mínima comprobación estadística nos demostrará que en ese año, ni en los quince posteriores, no hubo epidemia alguna en ningún pueblo de la región. A partir de entonces todos los documentos copiarán los mismos términos, olvidándose lo que realmente sucedió: el exterminio indiscriminado y sin juicio de hombres, mujeres y niños en la aldea de Goate, una noche de San Juan de 1592. Durante el siglo XIX se llevaron allí los ataúdes de niños de toda la región víctimas de ciertas enfermedades.
Sirvan estas líneas para hacer justicia con aquellos inocentes, aunque sea tantos años después.