Introducción

INTRODUCCIÓN

El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión, el patriotismo.

PÉREZ GALDÓS, Episodios nacionales

La guerra de España ha sido un venero inagotable de enseñanzas morales, políticas, técnicas, sociales… La fatídica pugna puso a prueba toda suerte de intereses creados y de nuevas doctrinas y elevó a la superficie del revuelto mar de pasiones en que naufragaba la sociedad española los bajos fondos de los instintos humanos y también las más excelsas manifestaciones de espiritualidad y de idealismo: al principio aparecen burdamente mezclados en las convulsiones de una explosión de pasiones caótica; pero, a medida que corre el tiempo, van precisándose unas y desvaneciéndose otros, hasta que en el confuso fondo del cuadro representativo de nuestro drama dejan al descubierto virtudes hondas, que dan vida y esencia a los sucesos, y acusan trazos firmes, limpios, que perfilan su fisonomía y definen, en la inmensa perspectiva que ofrecía nuestra pugna, los jalones donde habría de quedar prendida la verdad histórica de tres años de discordia: una discordia que se mostraba sencillamente horrible porque en ella se había mezclado y confundido todo cuanto en la actuación del hombre español podía haber de barbaridad o de consideración, de estéril o de fecundo, de destructor o de constructivo, pero que daba fe de la existencia de una conciencia nacional como nunca se había revelado en nuestro pueblo y de un patriotismo pocas veces igualado.

Terminada está definitivamente la guerra de España en el terreno de la acción, pero no en el campo del pensamiento; de aquella discordia no se puede hablar en pasado sino en presente; está latente dentro y fuera del ámbito nacional y es tan real, tan honda y humana, tan compleja y grave, que ningún español puede ser indiferente a esa realidad, no por lo que tiene de discordia, sino por lo que contiene de verdadera pasión española.

Lo más cómodo tal vez fuese vivir, esperar, adaptarse; lo más egoísta, buscar la sombra del vencedor de hoy, o del presunto amo de mañana, y abonar el terreno para medrar algún día; pero seguramente no es ninguna de esas líneas de conducta la que mejor se corresponde con el ejemplo de los que cayeron ni con el de los que sufren.

Es ese ejemplo el que movió nuestra pluma; pero al traer a estas páginas el recuerdo de ciertos destacados episodios de la epopeya repetimos lo que ya hicimos presente al publicar en forma más concisa el relato de algunos de ellos: que no lo hacemos guiados por un incentivo de lucha, sino por un sentimiento de justicia hacia la causa mal comprendida de nuestro pueblo. Aquella discordia, en cuanto tiene de mezquino, no puede interesamos; la pasión de España, sí; y es con ésta como vamos a recordar algunos hechos concretos, sin detenemos a relatar las circunstancias que en ellos concurrieron, pero tomándolos de punto de apoyo para realzar la grandeza del sacrificio cumplido por el hombre español y mostrar, sin desfiguraciones, la verdad de la conducta colectiva conocida por nosotros y cuanto en ella pudimos encontrar de ejemplaridad, de heroicidad y de grandeza.

Esa sola enseñanza de orden moral que pudimos hallar en nuestra experiencia basta para justificar las páginas de este libro. Al leerlas, después de conocido el propósito que las ha inspirado, es posible que alguien dude de la eficacia aleccionadora de unas acciones militares que culminan en la pérdida de la guerra; sin embargo, esta verdad tremenda, realísima, de haber perdido la guerra, no amengua en nada el sacrificio cumplido por nuestro pueblo abnegadamente; por el contrario lo realza y convierte en lección perenne, autorizándonos a estampar el título que preside esta obra: España heroica.

Porque el heroísmo es independiente del triunfo o del fracaso material transitorio; su efecto moral sobrevive igualmente a la victoria y a la derrota; y cuando, como en el caso de nuestra guerra, la lección de que arranca no encarna en un hombre sino en la masa anónima, en la muchedumbre, en el vulgo si se quiere, pues que hay vulgos de calidad heroica, la enseñanza se agranda y ennoblece a todo un pueblo. Sí; se ha podido perder una guerra políticamente, militarmente, geográficamente; pero ha quedado flotando ese airón que es el heroísmo de nuestro pueblo al defender sus libertades; si así no hubiera sido, habría merecido la derrota por haber hecho la guerra con alma de esclavo.

Naturalmente, al redactar este libro, no hemos pretendido escribir la historia de la guerra de España ni hacer literatura: para lo primero nos ha faltado tiempo y tal vez templanza; para lo segundo carecemos de genio artístico. Simplemente, y por ser oportuno, podemos aportar hoy algunos materiales, pero hemos querido entregarlos desbastados, sin la maleza con que se encubre la verdadera calidad de los hechos que representan, y que ocultan sus formas reales y bellas. Podemos, además, hacer algo que no deja de ser útil a la Historia: poner en esos materiales y, si se admite, dándoles vida, algo de la pasión de los hombres que hicieron la guerra española, tal vez nuestra propia pasión; matiz de suma importancia para el investigador que mañana pretenda escribir el drama español, porque la guerra es pasión y ésta escapa muchas veces a las frías especulaciones intelectuales, o deforma, si es mal interpretada, los hechos.

Es posible hacerlo así porque, aunque la guerra haya sido para algunos una pugna de idearios que trataban de prevalecer, para otros una disputa trágica por la facultad de mandar a fin de imponer una voluntad política o un criterio social, y para unos terceros el forcejeo de partidos e instituciones que perseguían la conservación de viejos privilegios o de posiciones nuevas, realmente, para veintitrés millones de españoles ha sido el doloroso alumbramiento de una aspiración nacional que rompía viejas ligaduras para proyectarse hacia un mañana español más firme, venturoso y justo.

Nuestra condición profesional pudo llevarnos a la cumbre en una función técnica; pero nuestra condición española, individualista, independiente, nos retuvo en la masa. Aquello nos permitió completar el panorama en todos sus matices; esto, sentir las palpitaciones del cuerpo nacional sin desfiguraciones partidistas ni sectarias. De igual modo se ha procurado escribir estas páginas: viendo el problema español desde arriba y sintiéndolo entrañablemente. Nada nos importa lo transitorio, y lo actual lo es, por imperativo de esa pasión española, que no ha quedado extinta en la derrota, y de la situación del mundo, que ha de lanzar la sociedad de mañana hacia derroteros insospechados. Nos importa, en cambio, lo que haya de sobrevivir; y lo eterno, la verdad simple, es España y su libertad; y para fortificar esta verdad tenemos el deber de contribuir a que, reforzando el abolengo del hombre español, se perpetúe la lección y el ejemplo que supo dar nuestro pueblo cuando su destino lo llevó a ser conjuntamente batido por la fuerza material de unos poderes arbitrarios y por la corrupción de una sociedad universal que se condenaba, por su conducta inicua con España, a la destrucción que hoy padece.

Creemos que en las gestas heroicas está el poder atávico más fuerte para que los pueblos se perpetúen y sobrevivan con calidad nacional, y cuando una sociedad es incapaz de realizarlas está degenerada y muere; por eso la España libre de mañana, para sobrevivir como tal, tiene la gesta incomparable de su guerra y se ha de aferrar a su calidad heroica, pues ésta, mejor que las razones constitucionales, jurídicas, doctrinales, expresa la voluntad de ser del hombre español. Porque esa voluntad, monstruosa unas veces, genialmente creadora otras, heroica siempre, se pone de relieve en los episodios sobresalientes de nuestra guerra, es por lo que éstos se han tomado como motivo para los diez bocetos que contiene este libro.

Notará seguramente el lector que no desconozca totalmente la guerra de España, que faltan en él sucesos tan notables, como fueron: la victoria de Pozoblanco; la heroica defensa de las sierras del norte de Madrid y de los llanos andaluces y extremeños; los dramáticos episodios, tantos de ellos gloriosos, de la campaña del Norte, cuyo dramatismo culminó en la feroz destrucción de Guernica; la audacia de las columnas catalanas, aragonesas y levantinas en su marcha hacia Zaragoza, Huesca y Teruel, hasta dejar fijado un frente de combate; la tenacísima resistencia de la División 43 en los riscos pirenaicos, y otros muchos de menor trascendencia o volumen, pero que constituyen, como aquéllos, jalones destacados de nuestra contienda. Del mismo modo existen sucesos que pudieran llamarse victorias de tipo social, político, jurídico, orgánico, que dan fe, como las militares, de la obra ingente realizada para sacar a España del caos en que cayera por efecto del levantamiento político-militar que engendró la guerra. Finalmente han podido elegirse algunos de los sobresalientes episodios de nuestra Marina de Guerra en su lucha contra el bloqueo, o de los que llevó a cabo nuestra aviación batiéndose siempre en condiciones de inferioridad. Con todos ellos podrían llenarse otros muchos capítulos; pero ya hemos dicho que nuestro propósito no es hoy escribir la historia de la guerra y que sólo hemos querido apoyamos en acontecimientos rigurosamente conocidos, para poder deducir, sin influencias de ningún orden, la enseñanza moral que este libro pueda contener y que en definitiva alcanzará a todos los españoles.

Por análogas razones faltan en el libro citas, referencias, cifras o datos estadísticos, copias o informaciones gráficas que pudieran darle valor documental: estorbarían en una obra que no está hecha para doctos, que más que razonable pretende ser emotiva y que aspira, más que a convencer, a decir escuetamente la verdad, aunque ésta no satisfaga a las gentes amigas ni a las adversarias.

A lo largo del calvario histórico que recorre España, el sacrificio del hombre español —víctima de su bondad y de su nobleza, de las influencias externas y de los poderes internos, manejado aviesamente, conducido torpemente, sin encontrar jamás sus aspiraciones colectivas satisfechas— es la única verdad que jalona noblemente la ruta del destino de nuestro pueblo. La luz de ese sacrificio debe alumbrar la conciencia e inspirar la conducta de los forjadores de la España libre de mañana, si España ha de ser algún día, no por la voluntad de un poder accidental, perecedero, sino por el poder eterno del pueblo, único capaz de dar calidad nacional a la obra y garantizar la independencia de nuestro solar. Y si con esa verdad, que tiene tanto de hermosa como de amarga, lográsemos hacer vibrar esa poderosa palanca de la acción que son los sentimientos nobles, los cuales, en el caso de España, se hallan enmohecidos, en el campo internacional, por la incomprensión interesada, y en el nacional, por el orín de un odio sencillamente incivil, la finalidad de este libro quedaría lograda, pues sólo del juego de esos sentimientos en la masa podrá esperarse la comprensión, la justicia y la resurrección de España algún día, al amparo de la conciencia nacional y del patriotismo que ha revelado nuestro pueblo durante la guerra.

V. R.

Buenos Aires, mayo de 1942.