3. EL JARAMA
Siembra de cuerpos jóvenes,
tan necesariamente
descuajados del triste
terrón que los pariera.
ALBERTI
La principal actividad de la guerra civil española quedó localizada en los alrededores de Madrid desde que, en el mes de noviembre de 1936, se propusieron los rebeldes conquistar la capital de la República. En Aragón y en el Norte, como en Levante, Andalucía y Extremadura, los frentes de lucha tenían una situación relativamente estabilizada, aunque no eran continuos ni consistentes; su imperfecta organización, la escasa solidez de sus unidades de milicias y la pobreza de elementos y recursos de toda clase de que disponían, hacían difícil defenderlos eficazmente o emprender operaciones ofensivas de importancia, y cuando alguno entraba en actividad, preciso era usar recursos improvisados, primero, y sacar las tropas de otros frentes, después, para llevarlos al atacado y afrontar la nueva situación que se creaba.
Por ello, a partir de noviembre, las dos corrientes de refuerzos propios y adversarios se encaminaban hacia Madrid, donde se jugaba la suerte de la guerra, mientras los demás frentes, como si se hallasen pendientes de la resolución del conflicto en tomo a la capital, mantenían una situación de equilibrio; las tropas en presencia se dedicaban a observarse y a realizar pequeñas acciones locales, más con carácter de golpes de mano que con finalidad de valor táctico o estratégico. La guerra, en verdad, aún no había tomado caracteres de lucha organizada más que en las inmediaciones de algunas ciudades y especialmente en la capital, donde ambos bandos se batían con los mayores medios y las mejores tropas, por estar persuadidos de que en aquellos momentos era Madrid el objetivo decisivo.
Tras el fracaso del ataque directo a la plaza sufrido por los rebeldes en sus diversas tentativas de los meses de noviembre y diciembre, convencidos de la inutilidad de sus esfuerzos y de lo excesivamente cruentos que resultaban, a medida que fueron creciendo los efectivos con que podían atacar comenzaron a dar mayor amplitud a sus propósitos.
Al efecto, en la segunda quincena de diciembre realizaron una maniobra para romper y desbordar el frente por nuestra derecha, es decir, por El Pardo. Se proponían cortar las comunicaciones directas del frente de Guadarrama con Madrid; atacan fuertemente mediante acciones locales en las direcciones de Pozuelo-Aravaca-Boadilla y Valdemorillo, pero son prontamente detenidos sin haber logrado más que ensanchar levemente la bolsa que proyectaba su frente sobre la capital y ocupar Boadilla del Monte.
Reorganizadas y reforzadas sus tropas, amplían en los primeros días de enero la misma maniobra con idéntico empeño de cortar por el Oeste las comunicaciones antes citadas, profundizando para ello más allá de El Pardo. [Dirección A del croquis]. Entraba en sus cálculos revolverse después sobre nuestro flanco izquierdo para intentar el mismo corte de comunicaciones con Valencia y Guadalajara, atacando hacia Vallecas [Dirección B del croquis] y Torrejón (dirección en la que no llegó a producirse el ataque). Perseguían, pues, el aislamiento de Madrid. La plaza, que no había podido ser tomada a viva fuerza, tendría que rendirse al ser aislada y, además, quedaría en una disposición insostenible el frente de la Sierra. El riesgo era ciertamente tan grande como ambiciosos los planes del atacante; pero éste no había sacado de la lección de Madrid todas sus enseñanzas; no había querido ver el espíritu de sacrificio que animaba a su pueblo en la lucha y quizá creía aún que seguía teniendo ante sí milicianos sin cohesión ni disciplina, incapaces de hacer frente a un ataque en campo abierto, como había venido ocurriendo hasta entonces. Arrollarlos en el lindero de la plaza les había resultado imposible; parecía, en cambio, seguro que obligándoles a maniobrar y batirse fuera de la ciudad se les vencería fácilmente; pero el fracaso se reproduciría en proporciones similares al de noviembre.
La maniobra por el Oeste la inicia con éxito; elige para realizarla un frente amplio, desde Valdemorillo al Manzanares; comienza su ataque el 3 de enero y, aunque logra alcanzar Majahonda y Las Rozas, pronto se ve frenado en la dirección principal de El Pardo. Hay dos momentos de crisis de moral en nuestro campo: cuando irrumpen en el monte de El Pardo las primeras unidades enemigas, y en la ocasión en que otras alcanzan el Puente de San Fernando; ambas se resuelven como relámpagos porque son seguidas de una reacción tan enérgica que se logra, en un caso, la conservación del puente, y en el otro, la expulsión del monte de El Pardo de los enemigos; la lucha tuvo carácter muy sangriento y al fin, a los once días de inseguridad para nosotros, pues faltaba lo más preciso y casi todas las unidades empeñadas en la principal dirección habían perdido el 50 por ciento de sus efectivos, quedó fijada la línea de combate desde el puente a Las Rozas en una posición de la que ya no se movería durante toda la guerra. La maniobra enemiga había fracasado en su primera fase con muy pobres frutos, pues no lograba el propósito de cortar las comunicaciones, y el desgaste sufrido le resultaba tan grande que habría de renunciar a la ejecución del ataque por Torrejón. La maniobra quedó, pues, reducida a un episodio más y muy costoso en la defensa de Madrid, pero que pudo tener consecuencias decisivas: el enemigo seguramente ignoraba entonces que si la lucha hubiera proseguido muy pocos días más, todo se hubiera venido al suelo, porque carecíamos de municiones y sólo había posibilidad de fabricarlas a un ritmo lentísimo. Digamos, en recuerdo de aquellas horas angustiosas que en Madrid se vivieron, y que no trascendieron más que a muy contadas personas, que las dos últimas brigadas que precipitadamente fueron constituidas para entrar en línea y detener la ofensiva de El Pardo, solamente pudieron ser dotadas de 20 cartuchos por fusil, en lugar de los 300 que era la dotación normal. ¡No había más!
Operaciones en torno a Madrid. Batalla del Jarama.
El enemigo se detuvo en el desarrollo de sus operaciones; reorganizó sus fuerzas y acumuló nuevos elementos. Iba a realizar otro gran esfuerzo; tal vez la segunda etapa de la maniobra, cuya primera fase acabábamos de ver fracasada. Teníamos información diaria de la llegada de contingentes, de su agrupamiento, de la presencia en España de técnicos, materiales y tropas extranjeras (alemanes); se nos informaba que las unidades del Tercio se reforzaban principalmente con portugueses y que alguna unidad de irlandeses iba a operar en Madrid; una reciente recluta en África nutría ampliamente a las tropas marroquíes; era evidente que se montaba una nueva maniobra en torno a Madrid y con propósitos y posibilidades más amplios que hasta entonces; pero ignorábamos la dirección y la forma en que iba a producirse.
Nuestro EMC en Valencia, dirigido por el general Martínez Cabrera, tampoco descuidaba la formación de nuevas unidades y tenía en sus planes pasar a la ofensiva, precisamente en la región de Madrid y dirigiendo la maniobra el Ejército del Centro, mandado entonces por el general Pozas.
Las unidades de la República, que ultimaban su organización, aunque estaban incompletas en su dotación de hombres, mandos y materiales, se iban concentrando con ese fin en la región oriental del Jarama. El Mando Superior republicano se proponía desencadenar con ellas una ofensiva sobre el flanco derecho adversario para cortar las comunicaciones de Madrid con Toledo [Dirección D del croquis]; era la misma maniobra que ya había sido intentada sin éxito en los primeros días de la defensa de Madrid, si bien, en febrero, se iba a realizar con mayores medios. Las tropas de la Defensa de Madrid deberían participar en esta ofensiva con las reservas disponibles, atacando hacia Navalcarnero [Dirección C del croquis], mientras el Ejército del Centro profundizaba y envolvía el frente de Madrid llevando su ataque en la dirección Ciempozuelos-Torrejón. Informamos al mando de la presencia de fuertes contingentes enemigos con probables fines ofensivos, precisamente en la zona en que se iba a producir nuestro ataque; advertimos que el enemigo parecía tener adelantada la organización con respecto a la nuestra, y que probablemente, si no había comenzado ya su plan de ataque, se debía al mal tiempo que había reinado durante el mes de enero; no obstante esta información se persistió en la idea de realizar aquella maniobra, pues se consideraba indispensable evitar el asedio de la capital, que podía ser inminente.
Cuando nuestras nuevas Brigadas iban entrando en línea para realizar su ataque y se estaban constituyendo los Mandos y EE. MM. de las nuevas grandes unidades que iban a actuar, hallándose todavía incompletas las tropas y los medios que habían de utilizarse, pero estando ya presentes en la zona de maniobras el entonces ministro de Defensa que iba a intervenirlas con el EMC, surgió, el 6 de febrero, el primer episodio del ataque enemigo del Jarama, exactamente en la misma región en que el Ejército del Centro iba a producir su ofensiva.
Desde Perales, punto extremo del frente de la Defensa de Madrid, hasta el sector de Ciempozuelos incluido, tres fuertes columnas enemigas, apoyadas por la aviación y ampliamente dotadas de artillería y tanques, iniciaban su maniobra con pleno éxito. El frente atacado, que hasta diez días antes simplemente se hallaba vigilado por tres batallones, se encontraba en aquellos momentos cubierto por tres brigadas, pero incompletamente dotadas, sin medios de transmisiones, sin artillería, y sin que actuase aún una organización del Mando en el conjunto del frente que se había elegido para nuestra ofensiva. La línea de combate fue rota fácilmente en las tres direcciones; algunas pequeñas unidades se batieron bien, pero las más bisoñas fueron arrolladas, y el frente quedó totalmente hundido en la primera fase, perdiéndose, los días 6, 7 y 8, la zona de maniobras que poseíamos en la margen derecha del Jarama y quedando el enemigo con posiciones dominantes sobre el valle.
El Mando del Ejército acude oportunamente a remediar la situación: las tropas que se estaban concentrando y que por fortuna estaban próximas, son empleadas urgentemente para contener al enemigo; la maniobra de éste, momentáneamente detenida por su voluntad en la margen derecha, tenía realmente más importancia de la que se le atribuía; las nuevas unidades enviadas al frente entraron en línea con excesiva confianza y volvieron a ser sorprendidas al comenzar la segunda fase de las operaciones adversarias, perdiéndose de noche el puente de Pindoque y pasando a la otra orilla las primeras unidades del enemigo.
Este suceso, que ocurría el día 11, acentuaba la gravedad de la situación y producía en el frente republicano bastante desconcierto. Sin embargo, a la zona de maniobras seguían afluyendo tropas que cerraban el paso en las direcciones que acusaba el ataque, hacia Morata y hacia Arganda, librándose para contenerlo dos series de combates que consiguieron hacer muy lento el avance a costa de graves pérdidas, pues se vertieron por ambos bandos en la lucha cuantos medios y hombres se tenían.
La trascendencia que podía tener para el frente de Madrid la maniobra que el enemigo había iniciado con tan franco éxito era grave. Sería probable que en pocas jornadas, si no se detenía el avance de una manera terminante, quedase Madrid cortado de Valencia, ya que en la dirección principal del esfuerzo adversario, que era la de San Martín de la Vega-Arganda-Loeches-Alcalá de Henares, le bastaba progresar 25 km para dejar la capital aislada de Levante.
En tales condiciones, y por la relación que los sucesos del Jarama guardaban con la defensa de Madrid, se hizo entrega del mando de todo el frente al jefe de aquella Defensa, en la tarde del día 15 de febrero.
Volvíamos a hallamos ante un problema de organización, angustioso por la urgencia con que había de resolverse; más que la cantidad de tropas precisas para la lucha —pues había bastantes— importaba la calidad y el orden; más que el acierto de las disposiciones tácticas que se adoptasen importaba la reacción moral de la gente y la firme decisión de detener al enemigo; no interesaba el detalle de las posiciones en que esto se hubiera de lograr, pero sí que se lograse urgentemente, en el llano o en la zona montuosa, cerrándole el acceso a la red de carreteras del este de Madrid.
Pero también era de gran importancia discernir otra cosa que todavía no estaba clara: si el ataque que el enemigo realizaba era su acción principal o si en él había empleado solamente escasas tropas, reservándose las más numerosas y mejores para reproducir el ataque a Madrid, en el caso de que nosotros llevásemos al Jarama todas las reservas. No podía aún juzgarse que el ataque por el Jarama fuese principal, porque el frente de Madrid no estaba totalmente inactivo, y por ello resultaba peligroso dejar sin reservas a la capital.
Para lograr nuestros fines se reorganizaron el mando y las tropas rápidamente, reemplazándose jefes y unidades; se reforzó el frente con algunas tropas selectas y se dieron órdenes concretas para asegurar la detención y articular eficazmente la defensa[4]. La batalla se hallaba en el período de mayor acritud. El enemigo, dueño ya de una gran cabeza de puente, acumulaba sin cesar tropas y materiales, descubriendo que en el Jarama era donde buscaba la decisión; por ello no se dudó en ir sacando de Madrid cuantas tropas fueran precisas. Los refuerzos de aviación que por entonces recibimos actuaron con energía y una decisión extraordinarias. Nuestra primera batería antiaérea debutaba también aquellos días en el Jarama; las brigadas internacionales, las de nueva formación y las tropas seleccionadas de la Defensa de Madrid, rivalizaban, emulándose y batiéndose de una manera ejemplar; la lucha no cesaba día y noche y las unidades no se conformaban con detener al adversario; le contraatacaban sobre cada nueva posición de terreno que conquistaba y de este modo las posiciones se perdían y se volvían a ganar, agotándose en tales esfuerzos el ímpetu del ataque. La mitad de la artillería de la Defensa de Madrid fue a participar en la detención y en la batalla, y para no sacar tropas excesivas de la capital se respondió a la ofensiva con un fuerte contraataque que partió de Vallecas y fue dirigido sobre la Marañosa [Dirección E del croquis], en la retaguardia del adversario; en el avance se pudo llegar cerca de los Puestos de Mando enemigos, fuimos contenidos; pero la eficacia de aquella modesta reacción fue bastante para desbaratar el despliegue ofensivo adversario y obligarle a retirar tropas de las que ya habían pasado el río Jarama.
De la arista montañosa que había ocupado el enemigo paralelamente al río, era el punto esencial la posición denominada el Pingarrón. Sobre ella se orientó el esfuerzo de nuestros contraataques que comenzaron el 17 simultáneamente al de La Marañosa.
Durante tres días fue objeto dicha posición de incesantes acometidas con el propósito de hacerla caer, para luego descender hacia el río y cortar el paso por San Martín de la Vega a las fuerzas atacantes que ya se hallaban en nuestra orilla, con cuyo objeto se dio mayor amplitud a nuestro ataque del día 21. Fueron inútiles todos los esfuerzos; durante todo el tiempo la batalla estuvo localizada en el pequeño frente de esta posición, donde el enemigo acudió con sus mejores tropas y contra la que nosotros empleamos también las mejores unidades. Varias veces se puso el pie en ella y una vez más fue perdida; pero en aquel pequeño sector y con tales esfuerzos quedaría extinguida la batalla del Jarama, pues paralelamente a la lucha se realizaban trabajos de fortificación en todo el frente y los nuevos esfuerzos que intentó el enemigo irían encontrando a nuestras unidades cada vez más sólidamente aferradas al terreno del que no cederían ya ni un solo palmo.
La simple representación gráfica que hemos hecho de la zona donde se libró la batalla, expresando las líneas alcanzadas por el enemigo en las fases primera y segunda, y en la que quedó definitivamente fijado el frente a los 13 días de lucha y 18 de haber comenzado la maniobra, muestra claramente cuál fue la tenacidad de la defensa y cuán poco el fruto del ataque.
Muchas cosas importantes descuellan en la batalla del Jarama. La inconsistencia de nuestra infantería, por su defectuosa cuanto improvisada organización, y su tenacidad en el combate, cosas aparentemente contradictorias y que realmente no lo son, porque la primera es resultado de la organización y la segunda deriva de las cualidades del hombre. Pasados los primeros días de desconcierto y rehecho el frente, con un dispositivo de combate organizado, se batieron los hombres con la misma moral y análogo entusiasmo con que lo hicieron en los primeros días de la Defensa de Madrid y con una notable diferencia: que lo hacen ahora en campo abierto y sometidos a una acción dirigida con un principio jerárquico de mando. Las viejas unidades se comportan muy bien y las nuevas rivalizan con aquéllas, tanto las que en los primeros días sufrieron la quiebra de moral, como las que se fueron creando en la capital, algunas de las cuales hacían sus primeras armas participando en tres fuertes ataques contra el Pingarrón, bajo una lluvia de fuego, y logrando entrar en la posición a pesar de sufrir más de 500 bajas.
La artillería explotaba la experiencia orgánica desarrollada en la Defensa de Madrid con frutos magníficos, pues el quinto día de batalla en todo el frente del Jarama actuaba esta arma bajo un solo mando, como un recio órgano, realizando tiros precisos, correctos y muy bien dirigidos y que se bastaron en algunas ocasiones para detener el ataque adversario; una sola limitación tuvo su empleo: la penuria de municiones para ciertos calibres, que obligó algunos días a tener mudas bastantes baterías.
La aviación colaboró con las tropas de tierra de manera que en algunos momentos fue decisiva. Su audacia la llevó a batirse en difíciles condiciones de inferioridad en algún momento y con un espíritu de acometividad y sacrificio ejemplares. Parecía que todos medían bien la trascendencia de aquellos días de lucha. Hubo una jornada en que se logró merced a la caza evitar por cinco veces consecutivas el bombardeo de nuestra línea. Sobre el cielo del Jarama un día y otro, mañana y tarde, la aviación velaba por nuestras fuerzas de tierra. Fueron muchos los combates librados a la vista de nuestras tropas, algunos con un total de más de 100 aparatos[5], y el coraje que ponían nuestros aviadores en atacar y derribar aviones enemigos producía en tierra un saludable efecto de emulación. Los servicios dados por los aviadores superaban todos los cálculos; piloto hubo que realizó en una sola jornada siete servicios, todos con combate, pues las circunstancias en que se luchaba exigían una verdadera congestión de trabajo y de esfuerzo. Por ello, la batalla del Jarama fue de un desgaste extraordinario para el personal y el material, pero por fortuna los resultados dejaron colmados a satisfacción todos los sacrificios.
En el aspecto táctico fue la primera batalla de material librada en nuestra guerra; batalla que iguala por su dureza, aunque no por su persistencia y duración, a la del Ebro; ataques preparados y apoyados muy potentemente con un rigor técnico y un verdadero derroche de medios materiales, jugando los tanques especialmente un papel extraordinariamente útil. Allí hicieron aparición las modernas piezas de artillería alemanas que sorprendieron por su precisión y rapidez de tiro; pero la técnica y el armamento se estrellaron contra la firme decisión de defender el terreno; la batalla había carecido de arte en todo su desarrollo, limitándose a un bárbaro forcejeo, y durante ella, en medio de tan durísima lucha, en la que se derrochaba cuanto se tenía para lograr la superioridad, y se sucedían y reforzaban las unidades incesantemente, se fue constituyendo un frente fuerte por su moral y por su organización. El enemigo no cejaba en sus propósitos; intentó romperlo hacia Morata y Tajuña y Chinchón, como también por el llano y la meseta central desde la cual podía envolver Arganda hacia el Norte y hacia el Sur Morata, y finalmente en dirección recta a Arganda, que era su objetivo principal, siguiendo el valle. En todas sus tentativas se estrelló a costa de enormes pérdidas y la batalla se fue extinguiendo por impotencia humana para romper el muro infranqueable que se iba creando.
Madrid podía respirar nuevamente. Había hecho fracasar un mes antes la maniobra que el general Orgaz dirigió sobre El Pardo para cortar las comunicaciones con la Sierra; ahora dejaba deshecha la maniobra dirigida por el general Varela para cortar las comunicaciones con Valencia. Y la tenaza con que se quiso estrangular el frente de Madrid, pues tal era la finalidad práctica concebida con aquella doble maniobra, quedaba abierta y frenadas fuertemente sus dos garras, tan fuertemente que en el Jarama lo mismo que en las Rozas la línea en que quedó detenido el ataque tampoco se movería ya en toda la guerra.
El atacante había conquistado unos palmos de terreno a costa de un río de sangre. El vencedor se sentía satisfecho viendo fracasada la maniobra enemiga y salvando una vez más Madrid, y estaba orgulloso de haber vencido en campo abierto en lucha contra un ejército bien organizado, y en la más cruenta batalla habida hasta entonces en nuestra guerra.
Pero Madrid iba a respirar por poco tiempo, porque mientras se ventilaba con buena fortuna en sus inmediaciones el problema del Jarama, en el sur de la península se consumaba la caída de Málaga y el mando rebelde, al recuperar como reserva general las tropas que allí empleó, especialmente el Cuerpo Italiano, engrosado sin cesar, sin damos descanso montaría una maniobra de mayores vuelos para conseguir el mismo fin en que acababa de fracasar y que completaría su fracaso, pues condujo a la batalla de Guadalajara, donde se derrotaría al Cuerpo Italiano. Para ello combinaría con el ataque por el Jarama en dirección a Alcalá de Henares, otro mucho más potente con 50 000 hombres, que descendería entre el Tajuña y el Henares, desde Sigüenza en dirección a Guadalajara y Alcalá.
Al enlazarse a la altura del último punto el Cuerpo que bajara de la Sierra con el que viniese del Jarama, no sólo quedaría cercada la plaza de Madrid sino también todo el Ejército del Centro. Tan magnífica maniobra iba a conducir a la derrota del flamante Cuerpo Italiano y a la definitiva liberación de Madrid.