NOTA DEL AUTOR

Estoy en deuda con Will Eisner, con Stan Lee y en particular con el difunto Gil Kane por explicarme sus recuerdos de la Edad de Oro, y también a Dick Ayers, Shledon Moldoff, Martin «Linterna Verde» Nodell y a Marv Wolfman y a Lauren Shuler Donner por presentarme a algunas de sus brillantes creaciones. Gracias también a Richard Bensam y a Peter Wallace por sus opiniones expertas. Roger Angell, Kenneth Turan, Cy Voris, Rosemary Graham, Louis B. Jones, Lee Skirboll y el heroico Douglas Stumpf me permitieron disfrutar de su generosidad y de su inteligencia leyendo borradores o partes de este libro mientras se escribía. También estoy agradecido a Eugene Feingold, Ricki Waldman, Kenneth Turan y a Robert Chabon por los recuerdos de sus infancias en Nueva York; a Russell Petrocelli, coordinador de viajes en tren para grupos de N.J. Transit; y a los miembros pasados y presentes de la Kirby Mailing List (http://fantasty.com/kirby).

Quiero dar las gracias a la MacDowell Colony por proporcionarme los dones fantásticos del tiempo, el espacio y la calma, y a la fundación Lila Wallace-Reader’s Digest por su apoyo.

La investigación para esta novela se llevó a cabo básicamente en la Doheny Memorial Library de la USC, en el UCLA College Library, en la Bancroft Library de la UC de Berkeley, en la McHenry Library de la UC de Santa Cruz y en la New-York Historical Society.

He intentado respetar la historia y la geografía cuando servían a mis propósitos como novelista y las he ignorado, con alegría o pesar, cuando no era así.

Me he servido de la labor previa de muchos escritores, pero por encima de todo de la de los autores colectivos de la New York City Guide de la WPA de 1939 (entre ellos John Cheever y Richard Wright), y de la obra de E. J. Kahn, Jr., Brendan Gill, E.B. White, A.J. Liebling, Joseph Mitchell, St. Clair McKelway y del resto de grandes retratistas urbanos, muchos de ellos anónimos, que nunca me fallaron cuando me puse a buscar su ciudad perdida en los volúmenes polvorientos de viejos números encuadernados del New Yorker. Otros libros de ayuda, algunos indispensables, han sido: Letters from Prague: 1939-1941, compilado por Raya Czerner Schapiro y Helga Czerner Weinberg, The Nightmare of Reason, de Ernst Pawel, y Elder of the Jews, de Ruth Bondy; The World Almanac and Book of Facts for 1941, editado por E. Eastman Irvine, No Ordinary Time, de Doris Kearns Goodwin, The Glory and the Dream, de William Manchester, The Lost World of the Fair, de David Gelernter, y Delivered from Evil, de Robert Leckie; The Secrets of Houdini, de J.C. Cannell, Blackstone’s Modern Card Tricks, de Harry Blackstone, Professional Magic Made Easy, de Bruce Elliot, Houdini on Magic, de Harry Houdini; Houdini: The Man Who Walked Through Walls, de William Lindsey Gresham, y Houdini!!!, de Kenneth Silverman; Little America y Discovery, los dos de Richard E. Byrd, A History of Antarctic Science, de G. E. Fogg, The White Continent, de Thomas R. Henry, Quest for a Continent, de Walter Sullivan, y Antarctic Night, de Jack Bursey; New York Panorama del Federal Writers’ Project de la WPA, The Empire State Building, de John Tauranac, The Gay Metropolis, 1940-1996, de Charles Kaiser, y The Encyclopedia of New York City, editada por Kenneth T. Jackson; The Great Comic Book Heroes, de Jules Feiffer, All in Color for a Dime, de Dick Lupoff y Don Thompson, The Great Comic Book Artists y Great History of Comic Books, los dos de Ron Goulart, Superhero Comics of the Golden Age: The Illustrated History, de Mike Benton, The Art of the Comic Book, de Robert C. Harvey, y The Comic Book Makers, de Joe Simon con Jim Simon; On the Kabbalah and its Symbolism, de Gershom Scholem, y Gates to the Old City, de Raphael Patai; The Big Broadcast, de Frank Buxton y Bill Owen, Don’t Touch that Dial, de J. Fred McDonald, y The Book of Practical Radio, de John Scott-Taggart; así como las siguientes páginas de Internet: Lev Gleason’s Comic House, de Michael Norwitz (http://www.angelfire.com/mn/blaklion/index.htm), Houdini Tribute, de Bob King (http://www.houdinitribute.com), y Levittown: Documents of an Ideal American Suburb, de Peter Bacon Hales (http://www.uic.edu/pbhales/levittown/index.htm).

Llevo quince años intentando llegar al nivel de la asombrosa Mary Evans, y solamente estaré satisfecho con esta obra en la medida en que lo pueda alcanzar. Kate Medina bendijo este viaje cuando yo no tenía más que un mapa ficticio para guiarme y me ató al timón cuando el mar se encrespó. Estoy en deuda con David Colden por hacer que Sheldon Anapol se ensuciara los pantalones. Estoy en deuda con Scott Rudin por su fe y su paciencia, con Tanya McKinnon, Benjamin Dreyer, E. Beth Thomas, Meaghan Rady, Frankie Jones, Alexa Cassanos y Paula Shuster. Y una deuda eterna con Ayelet Waldman, por inspirar, alimentar y velar de un millar de formas por todas y cada una de las palabras de esta novela, hasta el mismo punto final.

Por fin, quiero reconocer la enorme deuda que tengo en este libro y en todos los demás que he escrito con la obra del difunto Jack Kirby, el Rey de los Cómics.