25

El apartamento que Angie y Evan compartían era el sitio más maravilloso que había visto jamás. Se trataba de un espacio enorme, y una de las paredes del salón estaba formada por grandes ventanales con vistas al lago Michigan. Era de noche, y las barcas iluminadas sobre el agua daban la sensación de que las estrellas brillaban a nuestros pies y por encima de nuestra cabeza.

—Era de mi tío —explicó Angie—. Lo recibí en herencia. Y como a Evan le encanta este lugar tanto como a mí, vivimos aquí la mayor parte del tiempo.

Nos habían invitado a Tyler y a mí a tomar una copa, junto con Cole y con Kat. Kat había llegado antes que nosotros, y observé su rostro cuando Cole entró. Vi en su expresión atracción y fascinación, y luego, cuando Cole le dijo a Angie que alguien llamado Bree no se reuniría con él, desilusión.

Me gustaba Cole, era directo. También valoraba su pasión por lo que hacía. Había visto parte de su obra, y me impactaba su belleza y su fuerza, esas imágenes contrastaban, en cierta forma, con ese hombre tan corpulento que lucía el tatuaje del dragón. Pensé en lo que sabía sobre Cole, Michelle y la mazmorra. Y me compadecí de Kat. Sin embargo, no tenía muy claro si deseaba que ella averiguase cómo llegar a entender a un hombre tan complejo como Cole o si debía pasar de él y seguir con su vida.

—¿Tienes cerveza… para sofocar al dragón? —preguntó Cole a Angie.

—Ya sabes que sí. Sírvete tú.

Hizo una pausa de camino a la cocina.

—Me alegro de que Tyler y tú os hayáis librado —dijo. Y luego me sorprendió al darme un abrazo rápido y fuerte.

Mientras Cole se dirigía a la cocina, los demás seguimos a Evan y a Angie por aquel comedor lleno de obras de arte, la mayoría de ellas enmarcadas e iluminadas con su propio aplique.

Sin embargo, una de las piezas destacaba entre todas las demás. Era una colcha tejida a mano, puesta en un bastidor y colgada justo a la salida del comedor en una sala anexa.

—Se parece a la colcha de Tyler.

—La mujer que hizo esta regaló otra a Cole y otra a Tyler —dijo Angie.

Miré con curiosidad a Tyler.

—¿De verdad? Qué interesante.

Kat resopló, pero Tyler se limitó a entornar los ojos.

—No elucubres, detective. Nos las tejió a mano la abuela de la primera chica a la que salvamos de la trata de blancas.

—Son muy especiales —añadió Evan.

—Sí que lo son —admití—. Has influido en muchas vidas.

Evan se volvió hacia Angie.

—Chicas, ¿por qué no vais a la terraza? Os subiremos las copas.

La terraza era una zona exterior inmensa en la azotea del ático. Angie y yo nos sentamos en los mullidos sofás al aire libre, y Kat se instaló en el suelo.

—Yo creía que planeabas una estafa —me dijo Kat—. Cuando te vi por primera vez, quiero decir.

—¿Una estafa?

Se encogió de hombros.

—Sabía que los chicos te habían echado el ojo, y no lograba imaginar por qué. Ignoraba que eras policía y supuse que querías desplumarlos. Me parecía increíble que hubiera alguien tan idiota para creer que podía estafarlos e irse de rositas. Créeme, sé lo que me digo.

—¿Sí? ¿Cómo?

—Bueno, no lo sé de forma directa —puntualizó Kat—. Hace años, mi padre llegó a un acuerdo inmobiliario con Tyler, aunque yo no tuve nada que ver. Pero supe qué pasó por mi padre. —Hizo una mueca—. Por eso sé que es mejor no jugársela a Tyler Sharp.

—¿La tomó con tu padre?

—Digamos que no dejó que mi padre le tomara el pelo.

—Parece algo típico de Tyler —dije, y no pude evitar preguntarme de qué parte de la ley estaba el padre de Kat.

Los chicos regresaron pronto con las copas, y la noche fue cayendo poco a poco. Hablaron de trabajo y de diversos proyectos, y todos parecían legales, y me planteé cuánto sabría Kat sobre lo que hacían aquellos hombres.

En cuanto a Kat y a Angie, me hicieron toda clase de preguntas sobre cómo era ser policía y stripper en el Destiny. Debo admitir que fue una combinación de temas interesante.

Iba por mi segunda copa de vino cuando Kat se levantó y dijo que tenía que marcharse.

—Trabajo —aclaró y torció el gesto—. De verdad, tendría que haber una forma más fácil de ganarse la vida.

Se dirigió hacia la salida, y Angie y yo fuimos hacia el cristal que protegía la terraza del abismo que se abría debajo.

—Está como loco contigo —dijo Angie en cuanto estuvo segura de que los chicos no podían oírnos.

—El sentimiento es mutuo —aclaré—. Pero da igual. Nuestras vidas son incompatibles, ¿sabes? Volveré a Indiana a finales de esta semana.

—Quizá funcione —dijo ella—. Yo creía que no funcionaría entre Evan y yo, pero aquí estamos.

Cambié de postura para verla mejor.

—¿Puedo preguntarte algo? Sé que tu padre es senador —empecé a decir cuando Angie asintió en silencio—. E imagino que los chicos están metidos en más de un asunto que no es en absoluto legal.

Ella ladeó la cabeza.

—¿Te lo imaginas?

—Tyler me lo ha contado —dije.

—Oh. —Abrió los ojos de par en par—. Bueno, eso sí que es interesante.

Sonreí con ironía.

—Sí, bueno. Imagino que Evan está limpio. Lo que es lógico teniendo en cuenta a qué se dedica tu padre. ¿Tengo razón?

Angie asintió en silencio.

—Así que ha cambiado. Me refiero a Evan. Ha cambiado por ti.

—Ha cambiado —afirmó—. Pero lo ha hecho por sí mismo. No creo que pudiera estar con un hombre que no se mostrara tal como es. ¿Tú podrías?

—No —admití—, no podría.

Pero tampoco podía estar con un delincuente.

Cuando regresamos con los chicos, ellos seguían hablando de trabajo. En esa ocasión, de una galería de arte.

—Ya lo habíais comentado —dije—. ¿Vais a abrir una galería de arte?

—Así es —respondió Cole—. Y es un espacio asombroso. Deberías echarle un vistazo, Evan.

—Ya sabes que no entraré en ese negocio.

Enarqué las cejas con gesto de sorpresa y miré a Tyler.

—¿Hay algo turbio bajo las capas de pintura?

En cuanto hablé, Evan y Cole miraron con suspicacia a Tyler.

Él se limitó a encogerse de hombros.

—Se lo he contado —dijo—. Todo.

Percibí que estaban tensos, pero se relajaron cuando Tyler siguió hablando.

—La amo —añadió, y dirigió una mano hacia mí.

Los otros dos hombres no dijeron nada, pero vi un destello de aceptación en sus ojos. Pensé que me bastaba con eso, mientras posaba la cabeza sobre el hombro de Tyler. Eran familia.

—Ven a echar un vistazo, Evan —dijo Tyler—. No vamos a obligarte a firmar un pacto de sangre. Y ¡quién sabe! —añadió—, quizá acabemos dedicándonos a los negocios legales. Cosas más raras se han visto.

Nos quedamos otras dos horas, y luego Tyler me sacó de allí poniendo una excusa por los dos. Angie me dio un abrazo, y Cole y Evan me besaron en la mejilla. Me sentí parte del grupo.

—Me gustan —comenté—. Podemos quedarnos más tiempo si quieres.

—No podemos —dijo al tiempo que miraba la hora en su móvil—. Tenemos un compromiso.

—¿Ah, sí?

—Sí —asintió con una mirada de malicia aflorando en los ojos.

—¿Me dirás de qué se trata?

—No —respondió, pero cuando salimos del edificio, vi la primera pista: una limusina con chófer trajeado incluido que me abrió la puerta.

Me volví hacia Tyler para preguntar, pero él negó con la cabeza.

—Entra.

Obedecí, y Tyler me siguió.

Sujetaba en la mano una rosa de color rojo sangre. Me la dio junto con un beso largo y lento.

—Esto me gusta —dije cuando se apartó de mí—. Misterioso y romántico. ¿Adónde vamos?

—No muy lejos —prometió mientras me rodeaba con un brazo y me pegaba a él.

El reloj que le había regalado Jahn me rozó el hombro y eso, sumado al hecho de que acabábamos de estar en un apartamento que había sido de Jahn, me recordó algo que todavía no había preguntado.

—¿Me contarás ahora por qué no has llevado el reloj a reparar?

Tyler se volvió, me miró y asintió.

—Howard Jahn era un hombre increíble. Inteligente. Hipnótico. Emprendedor. Nos enseñó a Evan, a Cole y a mí todo lo que sabemos —añadió con una sonrisa elocuente—. Sin embargo, no se le daban muy bien las mujeres. Guardaba demasiados secretos, y ellas siempre lo dejaban. Por lo visto, una de sus primeras esposas acabó tan harta de él que le tiró el reloj a la cara. Más adelante hubo otras que hicieron lo mismo. En lugar de volver a repararlo, decidió esperar hasta encontrar a la mujer de sus sueños.

—Jamás la encontró —dije pensando en el reloj roto—. Es muy triste.

—Ya lo sé, sí que lo es. Pero cuando enfermó, nos escribió una nota a cada uno. Y en la mía decía que él y yo teníamos algo en común, que ambos necesitábamos encontrar a la mujer perfecta para sentirnos completos, y que esperaba que yo la hallase pronto para que no acabara tan solo como él.

No dejó de mirarme mientras hablaba y se me aceleró el pulso.

—Dijo que cuando la encontrara el tiempo volvería a ponerse en marcha. —Esbozó una sonrisa fugaz y encantadora—. Espero repararlo pronto.

—¿De verdad vas a repararlo? —le pregunté sonriendo.

—Sí —respondió, y tuvo el tiempo justo para besarme antes de que la limusina se detuviera y el chófer abriera la puerta.

Miré al exterior.

—¿El acuario? ¿No acabamos de estar aquí?

—Se me ha ocurrido que podíamos intentarlo de nuevo. Me gusta este lugar. Quiero que tengas buenos recuerdos.

—Pero ¡si es media noche! Está cerrado.

—No para nosotros.

Me llevó hasta la entrada. Estaba bastante claro que teníamos autorizado el acceso, y luego volvimos al edificio circular dedicado al arrecife del mar Caribe.

—Tyler —dije con un hilo de voz.

La habitación estaba amueblada con una solitaria mesa cubierta por un mantel blanco. Un violinista tocaba situado a un lado, y un chef solo para nosotros estaba preparado para atendernos.

Una vela ardía sobre la mesa, y había un pequeño jarrón de cristal para mi rosa.

Miré la sala, a él, y sentí que se me humedecían los ojos.

—¿Por qué? —pregunté.

—Porque te miro y lo único que deseo es estar dentro de ti. Acariciarte. Echarte en el suelo y poseerte, de todas las formas posibles y en todas partes. Es superior a mí.

—A mí también me supera.

—Pero a pesar de todo eso —añadió—, no quiero dejar de ser romántico contigo.

Me tomó de la mano y me acogió entre sus brazos.

—He salido con muchas mujeres, Sloane, pero solo me he enamorado de una. Quiero lograr que esto funcione.

—Y yo también —susurré, aunque no estoy segura de cómo logré articular palabra, pues la emoción me embargaba—. Pero no sé cómo.

—Ya pensaremos en algo juntos.