No me dirigí al hotel Drake cuando llegué a Chicago, sino a mi diminuto apartamento. Quería tener tiempo para pensar. Para estar sola. Para que todas las piezas encajaran en mi cabeza. Pensar en lo que sabía. En lo que deseaba.
Y quería plantearme que era imposible salvar, rodear o sortear el gigantesco abismo que separaba a la mujer policía del delincuente.
Hernandez quizá tuviera razón: no hacía falta que preparase las esposas ni que me chivara a Kevin de lo que los chicos estaban haciendo. Sin embargo, eso no cambiaba la naturaleza fundamental del problema: me había enamorado de un hombre que no podía ser mío.
Quería tiempo para estar sola.
Debí de imaginar que eso era demasiado pedir.
Abrí la puerta y me encontré de frente con Tyler, de pie en mi pequeña cocina, preparando café, sexy a rabiar con una camisa blanca y unos vaqueros.
—¿Allanamiento de morada? —le pregunté—. Bueno, ¡qué más te da! Otro delito que añadir a tu lista.
—Una falta, más bien. —Habló con voz aterciopelada y percibí un toque de humor en sus palabras. Lo conocía lo bastante bien para saber que intentaba contener mi enfado.
Tenía mis dudas de que fuera a funcionarle.
—Creía que Cole era el especialista en abrir cerraduras.
—No, te dije que esa era una de sus dos habilidades. No creo haberte hablado de las mías, que son muchas y muy variadas. —Levantó una taza—. Preparar café es una de ellas.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté sin demasiadas ganas de nada.
Me acerqué a la cama y me senté en el borde, agotada. Deseaba sentirme enfadada, de verdad que sí. Deseaba gritar y blasfemar y chillar y despotricar contra todo. Pero estaba demasiado cansada y triste.
—Cole me ha contado lo ocurrido.
—Sí, ya lo suponía.
—Jamás te he mentido, Sloane.
Resoplé.
—No —dije—, no me has mentido. Has omitido la verdad, pero nunca me has mentido. Y yo nunca he querido saber más. He sido como uno de esos monos que se tapan los ojos, la boca y los oídos con las manos. Solo he visto lo que he querido ver.
—En realidad solo has visto el Destiny —dijo—. Y está limpio como una patena. Evan insistió en que fuera así para seguir siendo socio.
Negué con la cabeza.
—No. No estaba mirando al Destiny. —Inspiré para relajarme—. Estaba mirándote a ti. No podía ver nada más. Eres atrevido, sexy y excitante, y me dejé deslumbrar por tu luz. Y ahora tengo miedo de verte con demasiada claridad.
—¿Así que me castigas porque soy lo que has creído desde un principio?
—Ni se te ocurra —dije, y empecé a ponerme de muy mal humor—. Ni se te ocurra jugar conmigo. Ahora no. No con este tema. Soy policía, y lo sabes. Quizá haya estado viviendo una fantasía contigo, pero eso no cambia el hecho de que haya jurado velar por el cumplimiento de la ley.
—Te hiciste policía para castigarte a ti misma, Sloane. Te construiste una celda con las normas y las leyes. Pero no tienes por qué hacerlo. No debes ser castigada. Aquella noche triunfó la justicia, créeme.
Negué con la cabeza.
—No. Esto no tiene nada que ver Harvey Grier, ni hablar —dije, aunque él no había replicado—. Son importantes para mí esas normas, esos códigos… Son mi vida.
—¿Y si quiero que tú seas mi vida?
Sus palabras, pronunciadas con tanta sencillez y de forma tan directa, fueron como un puñetazo inesperado. Y tuve que armarme de valor para no tambalearme. Para no soltar un chillido. Para no gritarle que, por favor, no volviera a decirlo porque la simple idea resultaba demasiado tentadora, y no podía permitirme caer en tentaciones.
Poco a poco, cuando creí que podría soportarlo, sacudí la cabeza.
—Ambos sabemos que eso jamás ocurrirá. —Sentí cómo afloraban las lágrimas, y me senté muy erguida, con los ojos bien abiertos, decidida a no llorar.
Tyler se quedó de pie junto al fregadero, mirándome fijamente a la cara.
—Jamás había deseado tanto a una mujer como te deseo a ti. —Su voz estaba tan llena de promesas y emociones a flor de piel que estuve a punto de derrumbarme—. Y nunca he dejado que una mujer se asomara a mi lado oscuro a través de mis brechas como he dejado que hicieras tú. Entiendo que tengas tus dudas. Las respeto. Pero debes saber algo: voy a intentar despejarlas con todas mis fuerzas.
Me pasé la mano por el pelo.
—Estoy cansada. Y confusa. Quiero estar contigo, pero no sé cómo. Ya te lo he dicho. Me siento hechizada y soy incapaz de ver más allá. Por el amor de Dios, Tyler… ¡Estáis haciéndole chantaje a alguien!
—No —dijo—. No es chantaje. Esas cintas no se grabaron por dinero, sino como medida de protección.
—¿Qué quieres decir?
—Te sorprendería saber que no todos los políticos son ciudadanos honrados y ejemplares. Da la casualidad de que el recién elegido Alderman Bentley era el último eslabón de un asunto que antes llevábamos los chicos y yo.
—¿La clase de asunto que yo desaprobaría?
Tyler dudó solo un segundo y luego se explicó sin andarse con rodeos.
—Un sistema para blanquear dinero. Bentley estaba metido hasta el cuello. Y eso significa que sabe demasiado sobre nuestra operación. Y ahora que es funcionario electo, podría sentirse tentado a usar la información para medrar en política.
—Si la utiliza se arriesga a que lo pillen.
—Quizá. Pero podría compensarle.
—Pero no le convendría que esas imágenes se hicieran públicas —dije.
—Ese es el plan. Si permanece callado, las imágenes jamás verán la luz.
—Eso no lo hace menos ilegal.
Tyler se encogió de hombros.
—En realidad no es lo que más me preocupa.
—¿Y qué es?
—¿Últimamente? Últimamente eres tú.
—Tyler… —Sentí como si una mano estuviera estrujándome el corazón.
—Es verdad. Por eso estoy aquí yéndome de la lengua. ¿Sabes cuánto estoy arriesgando al confesártelo? Porque cuando llegues al meollo de la cuestión, lo que te he contado puede destruirnos. Y jamás he sido tan incauto antes.
—¿Y por qué ahora? —le pregunté temiendo y anhelando al mismo tiempo la respuesta.
—Porque soy un idiota —respondió—. Soy un idiota por haberme enamorado de una policía.
—Tyler. —Fue una sola palabra, pero estaba llena de pasión y disculpas y, sí, de amor.
Se acercó desde la cocina para arrodillarse delante de mí.
—Esto es algo más que un juego para mí, Sloane. Y tú eres algo más que un premio. Quiero una mujer que se encienda conmigo, que se funda dentro de mí, que encaje en todos mis huecos. Y esa mujer eres tú, Sloane. ¿Lo ves? ¿Lo sabes? Lo eres todo para mí. Eres todo mi mundo.
Tragué saliva, abrumada por las emociones: confusión, miedo, amor.
Él se levantó y posó sus labios sobre mi boca; su beso fue a un tiempo posesivo y tierno.
—Ya te dije una vez que no quería secretos entre nosotros. —Mientras hablaba me acariciaba el brazo con los dedos—. Lo decía en serio. Quiero contártelo todo. No te aburriré con la lista detallada de nuestros trapos sucios, pero si tienes preguntas, házmelas.
Aunque reconozco que tenía muchas preguntas, no sabía por dónde empezar, ni siquiera sabía si quería formularlas todas.
—Dijiste que el Destiny estaba limpio. Pero no siempre ha sido así, ¿verdad?
—No —respondió.
—Y ahora lo está gracias a Evan. Lo ha dejado por Angie, ¿es eso? Porque lo que hacía podía perjudicar la reputación del padre de ella.
—Sí. Y creo que ya no le entretenía tanto. Le gustan los negocios, así de simple. A mí me gusta darles un enfoque distinto.
—¿Tú podrías hacerlo? —pregunté, y fui consciente del tono lleno de esperanza con el que lo hice—. ¿Podrías dejarlo?
Tyler se quedó callado durante tanto tiempo que creí que no iba a responder. Cuando lo hizo, no me dio la respuesta que esperaba.
—¿Tú podrías dejar de ser poli?
—No es lo mismo. Yo velo por el cumplimiento de la ley. Tú la manipulas a tu antojo. Y no puedes hacerlo. No puedes sobrepasar los límites y no pagar por ello. —Se me secó la boca y me humedecí los labios—. Esa es la cuestión. Yo también te quiero, Tyler. Con locura. Pero no sé cómo asimilar todo esto.
—Entonces no lo hagamos —dijo—. Todavía no. Hemos estado viviendo en una burbuja, cariño. Quedémonos un tiempo más dentro de ella.
Inspiré para tranquilizarme y me lo pensé. En cualquier caso, solo me quedaban un par de días antes de tener que presentar mi informe. Y la verdad era que habría hecho cualquier cosa por pasar más tiempo con ese hombre.
—Está bien —accedí—. Pero ¿podemos quedarnos en el Drake? —añadí después de echar un vistazo a mi apartamento, tan cutre él.