21

—Creo que nunca he comido con los peces —le dije a Tyler mientras me cogía del brazo y me conducía a uno de los bares privados montado bajo la atenta mirada de un precioso tiburón martillo.

El evento se celebraba en la rotonda del arrecife caribeño del Shedd Aquarium. Durante el día, deambulaban por esa sala grupos de escolares y de turistas, pero en ese momento la llenaban más de doscientos hombres y mujeres reunidos en grupitos, charlando, bebiendo y viendo flotar a su alrededor el mundo submarino contenido en un tanque gigante que, en medio de la asombrosa estancia, captaba la atención de todas las miradas.

—Me siento un poco como Ariel —dije, refiriéndome a La sirenita.

—¿Me convierte eso en el Príncipe Azul?

Le sonreí.

—Puede. Depende de si me consigues una copa de vino.

—Una misión que cumplir para la exquisita dama Ariel —replicó—. Vamos, princesa, marchémonos.

Reí.

—Vale, lo retiro.

—Reconozco que no soy ningún príncipe —dijo—, pero tú esta noche estás tan bella como cualquier princesa.

Me levantó la barbilla con un dedo para poder depositar en mis labios un beso delicado.

Suspiré, sintiéndome tierna, femenina y romántica, y cuando lo cogí del brazo me sorprendí sonriendo.

—¿En qué piensas?

—En que esto parece una cita —contesté—. Considerando cómo hemos pasado el tiempo que hemos estado juntos hasta ahora, esta noche es una excepción.

Me cogió la mano y me besó los dedos.

—¿Decepcionada?

—No —dije con dulzura—. En absoluto.

Nos dirigimos al bar, donde él pidió un whisky y yo una copa de vino blanco.

—Lo prefiero tinto —le expliqué mientras volvíamos a mezclarnos con el gentío—, pero no suelo ir tan arreglada y ahora mismo tengo un miedo terrible a mancharme el vestido.

—En ese caso tendría que quitártelo.

Me dedicó una sonrisa pícara y sensual, y yo puse los ojos en blanco.

—Tranquilízate. Esto es una recepción elegante, ¿recuerdas? Compórtate.

Rodeamos el tanque del arrecife de coral y llegamos a una serie de mesas dispuestas con una variedad de cestitos, cada uno con un portapapeles.

—¿Cuál es la finalidad exacta de esta cena de gala?

—Es un acto benéfico para recaudar fondos para la investigación en el campo de la neurología pediátrica —respondió—. Evan y Angie deberían andar por aquí. Son los que organizan el evento, junto con la fundación Jahn.

—Lo que significa que han hecho donaciones enormes.

—Bastante. En los actos benéficos, las donaciones suelen invertirse en la financiación del evento, en el que luego se intenta recuperar ese dinero y conseguir más mediante el precio de los cubiertos, las subastas silenciosas y ese tipo de cosas. —Señaló la mesa con los cestitos—. ¿Ves algo por lo que quieras pujar?

—Dudo que yo pueda permitirme algo, pero echemos un vistazo.

Íbamos hacia allí cuando Tyler se detuvo.

—Espera. Ese es Franklin. Eli Franklin —añadió al tiempo que señalaba a un hombre alto y delgado de mirada intensa y cejas pobladas.

—¿El jefe de Lizzy?

—Debería contarle lo que ha ocurrido, en lugar de esperar hasta mañana.

—Claro —dije cuando Tyler ya iba a su encuentro.

Pero no llegamos hasta él porque antes nos abordó otro hombre, de pelo blanco y muy distinguido.

—¡Tyler! —exclamó, y le tendió la mano para estrechársela mientras le daba una sonora palmada en el hombro con la otra.

—Señor Danvers —dijo Tyler—. Qué placer. ¿Recibió la propuesta revisada para el sistema de seguridad?

—Sí, sí. Naturalmente. Pero ya hablaremos de eso luego. No vamos a aburrir a su hermosa acompañante.

—Ah, disculpe —se excusó Tyler, acercándome por un lado—. Mi acompañante es Sloane Watson. Sloane, este es Gregory Danvers, director general de Covington Investments, una de las compañías de inversión más poderosas del mundo.

Hubo algo en su tono y sus maneras que me llamó la atención, y tuve la certeza de que había «olvidado» presentarme a propósito. Lo que no sabía era por qué.

—Un placer —dijo Danvers, y me tendió la mano—. Tyler ya le ha contado la historia de mi vida. ¿A qué se dedica usted?

—Sloane es detective —respondió Tyler.

De repente todas las piezas encajaron. ¿Qué era lo que había dicho? Que tenía previstos algunos compromisos sociales para los que le vendría bien llevar a una policía del brazo.

—¿Es eso cierto? —inquirió el señor Danvers—. ¿Qué clase de delitos investiga usted?

Ignoré la desagradable punzada que sentí en el vientre y sonreí a Danvers.

—Homicidios, sobre todo, aunque también he trabajado en antivicio y en delitos sexuales, y temporalmente en la división administrativa. Discúlpeme —dije. Estaba deseando irme de allí y aclararme las ideas—. Allí está Angelina, me acercaré a saludarla. Les dejo solos para que puedan hablar.

Me marché antes de que Tyler pudiera oponerse, pasando por alto la forma en que frunció el ceño mientras yo escurría el bulto.

Era cierto que había visto a Angelina junto a los cestitos de la subasta, pero, teniendo en cuenta que todavía no nos habían presentado siquiera, no tenía intención de acercarme a ella. En vez de eso tenía pensado terminarme el vino y tomarme otro, para serenarme.

Sin embargo, mi plan se fue al garete cuando Angelina me abordó en la cola del bar.

—Soy Angelina Raine —se presentó—. Angie. Y tú debes de ser Sloane Watson.

—Sí, esa soy yo —respondí, haciéndola reír.

—Te vi en mi fiesta, pero no me acerqué a propósito. Estaba… —Se interrumpió, inclinando la cabeza a un lado y a otro como si meditara las palabras—. Digamos que aguardaba a ver cómo se desarrollaban las cosas. —Miró al otro extremo de la sala, donde estaba Tyler—. Parece que ha salido mejor de lo que nadie esperaba.

Me aclaré la garganta, sintiéndome demasiado frágil en ese momento para entrar en materia, e irritada conmigo misma por ello.

—Escucha, te debo una disculpa. No estoy segura de cuánto sabes…

—Todo —replicó ella—. Evan me ha contado toda la historia.

—Ah.

Fruncí el ceño al pensar en mi acuerdo con Tyler. ¿Cuánto sabría Evan de toda la historia?

—Me ha contado que eres una detective de Indiana y que estás buscando a una amiga tuya que solía trabajar en el Destiny. Resulta que se ha mudado a Las Vegas, ¿no?

—Eso parece.

Angelina asintió con la cabeza.

—Lo hacen algunas de las chicas. Supongo que las buenas bailarinas pueden ganarse bien la vida allí.

—Siento haberme colado en tu fiesta —dije.

—No pasa nada. Ha sido para bien. Ahora estás saliendo con Tyler, algo que me parece muy interesante. Y trabajando en el Destiny también.

—Sí, lo del Destiny es cierto, pero no porque esté deseando dejar las fuerzas de seguridad y dedicarme al baile exótico. Confío en que Amy le contara a alguno de sus clientes adónde iba.

—¿Aún sigues preocupada por ella?

—No excesivamente. Pero tenemos una amiga común que está embarazada y quería que Amy estuviera aquí cuando diera a luz.

—Quizá haya conocido a alguien —sugirió Angie. Miró a Evan, al otro lado de la sala—. Conocer al hombre adecuado puede hacer que te olvides de todo lo demás.

Me eché a reír.

—En eso tienes razón.

—Y todo fluye con tanta naturalidad que ni siquiera tengo que cometer la grosería de preguntarte cómo os va a Tyler y a ti.

—Ah. —Negué con la cabeza—. Yo no diría que estamos saliendo. Solo somos…

No sabía bien cómo llamarlo. Teníamos un acuerdo y, aunque quizá yo lo hubiera olvidado llevada por la emoción de estar con Tyler, esa noche él me lo había recordado a las claras.

—Pronto volveré a casa —terminé de decir, aunque sin convicción.

Asintió despacio, como si me escudriñara. Habíamos llegado al bar y pidió un par de copas de vino. Mientras el camarero las servía, se volvió hacia mí.

—Qué lástima —dijo—. Kat y yo estuvimos observándote en la fiesta. Y yo lo he hecho también esta noche.

—¿A mí?

—Bueno, a los dos. A Tyler sobre todo.

—¿Ah, sí?

Hice una pausa, consciente de que no debía seguir por ahí, sabiendo que no importaba porque lo que tenía con Tyler era temporal y lo que creyera que sentía daba igual. Tenía que darme igual.

Todo cierto, pero aun así quería saberlo.

—¿Y qué has visto? —pregunté.

—Más de lo que he visto antes —contestó—. No es asunto mío, lo sé, pero lo conozco de toda la vida y lo quiero a rabiar, y lo he visto con muchas mujeres. —Dio un sorbo a su vino—. Revolotean a su alrededor, como polillas en torno a la luz, ya sabes.

Asentí. Lo entendía perfectamente.

—Pero jamás lo he visto perseguir de verdad a una mujer. Igual que nunca lo he visto, desde luego, mirar a una mujer como Evan me mira a mí.

«Oh».

Noté que me daba un vuelco el estómago.

—Yo… —me interrumpí.

No sabía qué decir, pero en aquel instante me sentía rara, tremendamente agradecida a aquella mujer que casi era una desconocida para mí.

—No sé bien por qué te estoy contando esto. Es decir, sé que tienes que volver a tu trabajo y que ni siquiera vives en este estado, pero supongo que quería que supieras que tú eres distinta. Por si te importa.

Los ojos se me arrasaron en lágrimas; bajé la vista y miré fijamente la copa de vino.

—Sí —dije—. Me importa.

Angie fue en busca de Evan y yo me trasladé a un rincón, desde donde observé a Tyler, que seguía hablando con Danvers. Se lo veía relajado y jovial, y pude ver que Tyler había conseguido hechizarlo.

Tan pronto como Danvers se fue, Tyler se volvió y miró alrededor hasta dar conmigo. De inmediato, sonrió, y la pesadumbre que se había apoderado de mí se esfumó. Parcialmente, no del todo, eso sí, porque en cuanto Tyler llegó a mí, me dio un beso en la sien y me preguntó qué me pasaba.

—Nada —contesté—. Estoy cansada. —Ladeé la cabeza y le sonreí—. No he dormido mucho últimamente.

—¿Quién necesita dormir cuando hay mejores cosas que hacer?

Puse los ojos en blanco y me situé a su lado para aceptar el brazo que me tendía.

Sabía que debía callarme, que estaba siendo una boba. ¿No me había dicho el propio Tyler que no estábamos saliendo, que solo follábamos? ¿Y acaso no sabía yo que fuera lo que fuese lo que había entre nosotros terminaría el día en que yo volviera a Indiana?

«Maldita sea».

¿Cómo me había robado el corazón ese hombre tan rápidamente? ¿Cómo había logrado burlar todas mis defensas?

Sabía cómo, por supuesto: había visto algo en mí que nadie más había descubierto antes. Algo que ni siquiera yo conocía. Había roto mis defensas y había dejado al descubierto mi interior, y aunque me gustaba sentirme liberada, también era más vulnerable.

De pronto, aunque me odiaba por desearlo, ansiaba algún tipo de confirmación de que lo que sentía por Tyler y lo que creía que él sentía por mí era real, que no era solo una estratagema para conseguir no sé qué fin.

Tyler, a mi lado, iba charlando con los que pasaban junto a él, saludando a sus amigos, pero me miraba continuamente con aire inquisitivo. Por fin me llevó a un aparte.

—¿Te ha dicho Angie algo que te ha disgustado?

—¿Qué? No. Ha estado muy simpática. Me cae bien.

—Es muy simpática, sí —dijo vagamente—, pero tú…

—Yo estoy bien —lo interrumpí. Me puse de puntillas y le di un beso—. De verdad. —Carraspeé—. ¿Así que vas a firmar un contrato de seguridad con Danvers? ¿Con esa empresa tuya, BAS Security?

Tyler asintió.

—Hasta ahora, teníamos solo una pequeña lista de clientes locales, pero Covington es internacional. Será un gran paso.

—Apuesto a que sí. Además, ir del brazo de una policía seguro que da buena imagen. Proyecta confianza. Por no hablar de legalidad. Es casi un aval.

—Ya entiendo.

Se metió las manos en los bolsillos.

—Lo siento —me excusé—. No pretendía insinuar…

—¿Insinuar? Me lo has dicho claramente. ¿Y sabes qué, detective? Que tienes razón —espetó con repentina sequedad, y yo me maldije y deseé no haber sacado el tema a colación; porque tenía la sensación de que todo se iba a desmoronar.

—¿No estabas escuchando cuando te expuse las razones de nuestro acuerdo? —prosiguió en el mismo tono seco de hombre de negocios—. Pensaba que lo había dejado claro. Hay eventos en los que me beneficia ir del brazo de una policía. Y este es uno de ellos, Sloane.

—Sí —respondí con sequedad—. Eso ya me lo he supuesto.

—Maldita sea —exclamó lo bastante alto para que la gente se volviera para mirarnos—. Mierda —masculló. Me cogió del brazo—. Ven aquí.

Me sacó del recinto circular, rodeando uno de los cordones de seguridad, y me llevó a una de las galerías.

—¿En serio crees eso? —Noté cómo se desataba su rabia, pero detecté algo más en su voz. Parecía dolido—. Dios, Sloane, ¿de verdad piensas eso?

—Yo…

Negué con la cabeza, sin saber muy bien qué pensar.

—Sí, es bueno para mi negocio ir del brazo de una policía. Y, sí, así es cómo empezó lo nuestro. Pero ya no es así. No es esa la razón por la que te he traído —me dijo con voz más suave y negando con la cabeza, como para librarse de algunos pensamientos—. Solo te he traído por una razón: porque quiero tenerte a mi lado.

Tragué saliva y se me entrecortó la respiración.

—Lo que hay entre nosotros quizá empezara como un acuerdo, como un trato, pero creo que los dos sabemos que se ha convertido en muchísimo más que eso. Por lo que a mí respecta, no es más que una excusa para estar contigo, para tenerte cerca, como y cuando quiera.

Me acarició el hombro, desnudo con aquel vestido azul cielo.

—No sé adónde nos conduce esto, Sloane, ni dónde terminará. Lo único que sé es que te llevo en mi mente dentro de mí, y que un pedazo de mí se irá contigo el día que vuelvas a Indiana.

—Tyler…

Sabía que debía decir algo. Decirle que me aliviaba. Decirle que yo pensaba lo mismo. Decirle que en toda mi vida me había sentido al lado de nadie como me sentía junto a él. Pero no fui capaz de encontrar las palabras.

Así que hice lo único que podía hacer. Me estreché contra su pecho y lo besé.

Tyler me abrazó. Nuestros cuerpos se acercaron y sus manos me acariciaron la espalda. Me sentí a gusto, segura, completa. Como si hubiera estado viviendo con una pieza de menos y, al conocer a Tyler, todo hubiera encajado en su sitio.

Me estaba enamorando de ese hombre, mucho y muy deprisa, pero estaba segura de que así era. Y, en ese momento, lo único a lo que podía aferrarme era la esperanza de que encontráramos un modo de hacerlo funcionar. Si de verdad estaba limpio, si todo lo que había hecho era ya historia, quizá pudiéramos hallar un modo de seguir adelante.

—Lo siento —dijo cuando nos separamos—. No lo pensé. Debería habértelo dicho antes. No…

—Lo sé. No pasa nada. —Volví a besarlo, esa vez suave y rápidamente antes de apartarme de él con una sonrisa seductora—. ¿Necesitas exhibirme delante de alguien más? ¿O crees que podrías llevarme ya a casa y quitarme este vestido?

Capté la respuesta en su mirada, pero antes de que pudiera expresarla de viva voz le sonó el móvil. Lo miró, articuló «Cole» y atendió la llamada.

Solo dijo una palabra, «Hola», luego se limitó a escuchar lo que Cole decía.

Vi cómo le cambiaba la cara, cómo ese gesto relajado y sereno se transformaba en una rabia fría e intensa.

Cuando terminó de hablar le ardía la mirada, y aunque me miró, no sé si llegó a verme.

—¿Tyler?

—Intentó violarla —me contó—. Lizzy ha despertado y ha confesado a Cole que ese cabrón de Franklin intentó violarla. Por eso tenía prisa. Por eso se estrelló con el coche.

—Lo siento —dije—. Pero no lo hagas. Sé qué estás pensando; no lo hagas.

Me miró y volvió hecho una furia a la rotonda.

«Mierda».

Corrí detrás de él, esquivando a la gente. Divisé a Franklin en el otro extremo de la sala, junto a una salida, y solté un suspiro de alivio. Si lograba sacar a Tyler de allí antes de que lo viera…

Pero era demasiado tarde. Tyler se abalanzó sobre Franklin y lo cogió del brazo, y mientras yo los observaba con impotencia desde el otro lado de la rotonda, lo sacó a la fuerza de la sala.

«Maldita sea».

Apreté el paso en esa dirección, procurando no correr y consciente de que, de todas formas, no podía hacerlo con aquellos zapatos. Me detuve solo cuando vi a Angie.

—¿Qué pasa? —me preguntó cuando la cogí de la mano.

—Ve a buscar a Evan.

—¿Por qué?

—¡Ve a buscarlo! —le repetí sin detenerme.

Me quité los condenados zapatos, me subí la falda del vestido y aceleré.

No estaban en la galería más próxima, y giré en círculo, maldiciendo, tratando de adivinar adónde podían haber ido, hasta que oí un ruido metálico. Avancé corriendo, luego me detuve en seco al entrar en una habitación oscura llena de pequeños acuarios resplandecientes de vida marina. A mi alrededor, flotaban como ángeles las medusas en un cielo estrellado y, a mis pies, Tyler le estaba dando un puñetazo en la cara a Franklin, encogido junto a un cubo de basura volcado.

—¡Tyler! ¡Suéltalo!

Ni siquiera reaccionó, y yo solté otra maldición y me metí en la refriega para agarrarle las manos, echando de menos un juego de esposas, y grité a Franklin que se quedara quieto y no moviera un puto músculo.

Como es lógico, el muy cabrón no lo hizo. Soltó dos patadas, una con la que me tiró de espaldas y otra que le acertó a Tyler en la mandíbula.

Joder.

Tyler contraatacó agarrando a Franklin por el cuello y tumbándolo de un puñetazo en la cara.

—¡Basta ya! —dije. Esa vez conseguí sujetar el brazo a la espalda a Tyler y lo inmovilicé. Él era más corpulento y más fuerte que yo, y sabía que estaba lo bastante cabreado para resistirse, pero confiaba en que no lo hiciera—. Respira hondo —le pedí—. Respira, que vas a matar a ese cabrón.

Oí pasos y, al alzar la mirada, vi que Angie y Evan entraban corriendo. Evan vino directo hacia donde estábamos Tyler y yo, y se lo pasé, suponiendo que él estaba más preparado que yo para manejar a Tyler.

—Tranquilízate —le dijo Evan—. Tranquilízate si no quieres empeorar aún más las cosas.

—Ha intentado violar a Lizzy —protestó Tyler cuando al fin logró calmarse y estarse quieto—. Dice que la había visto bailar en el Destiny. Me ha dado las gracias. Me ha dado las gracias, joder, por mandarle a un bombón así. Que yo sí que sé elegirlas, dice.

—Ay, Tyler, no —exclamé.

—Y, cuando le he dicho que no era más que un capullo ignorante, me ha soltado que ella se lo había buscado, que iba con minifalda, que se lo estaba pidiendo a gritos.

Vi brotar la misma rabia en el rostro de Evan. Acto seguido se dirigió, furibundo, hacia Franklin, que aún seguía en el suelo respirando con dificultad y con pinta de estar pasándolo peor que en toda su vida. Alzó la mirada y se estremeció cuando Evan le escupió en la cara.

Angie y yo nos miramos. Tuve que contenerme para no aplaudir.

Al poco llegó el guardia de seguridad, con lo que de verdad se armó un circo. Tomó declaraciones, anotó datos de contacto y luego les dijo a Angie y a Evan que podían marcharse.

—¿Quieres que nos quedemos? —me preguntó Angie.

—Volved a la fiesta. Yo me encargo de que Tyler os llame mañana.

—Vale —dijo, y de pronto me dio un abrazo—. Cuídalo mucho.

—Lo haré —prometí.

Me acerqué a Tyler, pero el guardia de seguridad insistió en que Tyler, Franklin y yo nos mantuviéramos separados, así que me senté en el suelo bajo las medusas hasta que llegaron los detectives. Uno fue directo a Franklin; el otro, a Tyler.

Yo me puse de pie, me dirigí al segundo detective y lo intercepté a medio camino. Luego me llevé la mano al bolso y saqué mi placa.

—Detective —dije—. ¿Podemos hablar un momento?