Todo hace presumir que pertenezco a la más ilustre familia corvina. Si no lo abonara mi extraordinario destino, lo diría mi físico: de buena estatura, ojos brillantes, pelaje lustroso, pico aguileño, pata agresiva, porte noble, croar estridente. Mi destino me ha llevado a descubrir y avizorar regiones, si antes vistas, nunca comprendidas por mis semejantes. Ello me lleva a tomar la pluma por el pico para ilustración de los más.
Mi nacimiento se envuelve en el más negro de los misterios, lo que prueba mi linaje ilustre. Me he hecho a mí mismo, y si se me permite tal modestia, no le debo nada a nadie. Mis primeros recuerdos coinciden ya con mis relaciones con los bípedos, pero en lo obscuro de mi memoria quedó grabada, como principio de mi vida y hazañas, el sello de una larguísima caída desde las alturas de los cielos.
Si juzgo necesario enterar a mis compatriotas de las extrañas costumbres y usos que presencié es, en primer lugar, porque me da la corvina gana; en segundo, por la gloria que, seguramente, he de sacar de esta empresa, y, terceramente, para aprovechamiento de tanto cuervo como hay por el mundo.
Si estas líneas llegan a ojos humanos tengo, en cambio, que disculparme. Con perdón de ustedes: el caso es que no sé dónde nací. Considero importante este aspecto porque los hombres han resuelto que el lugar donde ven la luz primera es de trascendencia supina para su futuro. Es decir: que si en vez de nacer en un nido A, se nace en el nido B, las condiciones de vida cambian de todo en todo. Si usted ha nacido en Pekín, por las buenas le declaran chino; del propio modo si es usted bonaerense, cátese argentino, así sea blanco, negro, amarillo o cobrizo. Añádanse los pasaportes, para mayor claridad. ¿Os figuráis un cuervo francés o un cuervo español, por el hecho de haber nacido de un lado u otro de los Pirineos?
Para con los hombres tengo, pues, verdadero reparo en presentarme sin saber de dónde soy, aunque salí de un huevo como es natural, e hijo de padres desconocidos. Visto desde el ángulo humano, una persona que no sabe dónde ha nacido o quiénes fueron sus padres, es un ser peligroso. Menos mal que soy cuervo, que si no ya estaría fichado: si un hombre es inglés, sus padres no pueden haber sido más que personas honestas, míranle con respeto; todos, los españoles son hijos de toreros; los italianos, hijos de cantantes; los alemanes, hijos de profesores; si corsos, hijos de guardias móviles; si chinos, hijos del arroz, únicos que surgen por generación espontánea. Es decir, que aúnan la paternidad con el suelo, lo que debe ser producto de muy antiguos ritos. Simbolizan las tierras con vistosas banderas. Estas varían con el tiempo y las banderías.