Cero.— De mí mismo y de mi propósito.
Uno.— De la extraña manera de vivir de los hombres. De los campos: la lista, la cocina, el A, el B y el C.
Dos.— Del lenguaje de los hombres. De las distintas jergas y sus diferencias.
Tres.— De sus particularidades físicas. De los hombres y de los guardias. De cómo los hombres no tienen hembras. De sus músculos y su servicio. De lo que es leer y escribir. De la absurda manera de comer.
Cuatro.— De los semidioses. De los papeles. De la policía y de la gran invención de la censura. De cómo se manda a los hombres contra su voluntad. De los agentes.
Cinco.— Del trabajo, de las trincheras vacías. De las carreteras y de la dificultad de explicarlas.
Seis.— De lo que hablan, de sus mitos, de los fascistas y de los antifascistas. De la guerra. De la libertad. De los judíos.
Siete.— Del lenguaje, como lo hablan no solo los hombres sino las cosas. De los altavoces, del teléfono. De la importancia de la cocina. De los externos.
Ocho.— De los internacionales. De cómo aun hablando en lenguas distintas, todos cantan en español.
Nueve.— De cómo, cuando los hombres llegan a uso de razón, los encierran.
Diez.— De las distintas maneras de perder las guerras.
Once.— De la superioridad de los cuervos. Del amor humano: de la masturbación y de la mariconería.
Doce.— De cómo han tenido que inventar máquinas de alas rígidas, que solo vuelan a fuerza de ruido. De otros medios de transporte imitados de las lombrices. De cómo el esfuerzo les obliga a echar humo. (Del fumador y de las locomotoras).
Trece.— De cómo un buen espulgador vale lo que pesa.
Catorce.— De cómo para ser de verdad hombre hay que estar a la altura de las circunstancias, de lo difícil que resulta sin alas[1].