CANCIÓN DE LOS CONTRABANDISTAS
Si el galope de un caballo te despierta a medianoche,
no abras nunca los postigos ni te asomes a la calle;
aquellos que nada piden no pueden decir mentira.
Mira a la pared, pequeña, y los jinetes que corran.
Veinticinco potros
trotan por el campo;
brandy para el párroco,
rapé para el clérigo,
cartas al espía, cintas a la dama.
Mira a la pared, pequeña, y los jinetes que corran.
Si corriendo por el bosque hace la suerte que encuentres
barriles alquitranados y atados, llenos de brandy,
al verlos, no digas nada, ni los toques cuando juegues;
la cornamusa echa al hombro… que ya no estarán mañana.
Si al crepúsculo el establo anchuroso ves abierto;
si dentro ves a un caballo tumbado por la fatiga;
si está tu madre cosiendo un desgarrado vestido
que está mojado y caliente…, no hagas ninguna pregunta.
Si ves hombres del rey Jorge, vestidos de azul y rojo,
cuida bien de lo que dices y atiende a lo que ellos hablen;
si te cogen la barbilla y «linda niña» te llaman,
no digas dónde se encuentran; no has visto ni sabes nada.
Si afuera golpes y pasos, y silbidos en la sombra,
adviertes, detente, hasta que oigas ladrar a los perros.
Pillo, Leal…, y contempla cómo en silencio se arrastran.
No saldrán en seguimiento de los jinetes que corren.
Si tú haces lo que te manden, sin duda tendrás la suerte
de que te traigan de Francia una graciosa muñeca
con gorro de Valenciennes y toca de terciopelo…
regalo de los jinetes por haber sido tan buena.
Veinticinco potros
brotan por el campo;
brandy para el párroco,
rapé para el clérigo.
Aquellos que nada piden no pueden decir mentira.
Mira a la pared, pequeña y los jinetes que corran.